Me he caído del barco. Había salido a cubierta a despejarme mientras en el salón principal todos bailaban. Tú también bailabas, con todos bailabas, dejando que te ciñeran estrechamente, alimentando el deseo de cada uno de esos desconocidos como ya a mí no me lo haces. Así que me alejé y hace un momento estaba ahí arriba, en la cubierta de ese enorme trasatlántico que se va alejando, que cada vez se empequeñece más, que ya no es sino una luz borrosa que se pierde en el azul inmenso, en el azul que la noche que llega va tornando negro.
La noche es oscura y el agua está helada. Ay, pobre de mí, nadie me va a salvar. Ola tras ola el mar me llevará hacia mi inevitable y trágico destino, ola a ola no me queda sino resignarme a mi desgraciada suerte. Y mientras en el balanceo de las olas espero mi fatídico final me pregunto si te habrás dado cuenta de mi ausencia o si, más probablemente, seguirás bailando muy apretadita al jovenzuelo de turno, con los ojos cerrados, dejando que manos extrañas te acaricien distraídamente. Pero ahora qué me importa; maldita seas, no obstante.
No, no importa, qué puede importarme cuando el mar, ola a ola, me ha traído a esta isla maravillosa. Yazgo en la arena, el cuerpo extendido al sol que me seca el cuerpo y también las lágrimas del alma mientras miro el paraíso que se despliega en torno a mí. Hay palmeras y bambúes, cientos de pájaros de coloridos plumajes y trinos melodiosos, una brisa suave que me acaricia la piel. Y ahora llegan bellísimas mujeres que me saludan alegres y me abrazan y me besan, todo entre cánticos y músicas de ritmos embriagadores. En una litera alfombrada de hojas perfumadas me transportan al poblado y me ceden la cabaña principal.
Llevo aquí ya largos meses plenamente adaptado a mi nueva vida. En buena hora me caí del barco, en buena hora dejaste de amarme. Bendito el mar que, ola a ola, me ha traído hasta este edén. El naufragio me ha regalado la felicidad que tú no me dabas.
Onda su Onda - Bruno Lauzi (Una Vita in Musica, 1995)
La noche es oscura y el agua está helada. Ay, pobre de mí, nadie me va a salvar. Ola tras ola el mar me llevará hacia mi inevitable y trágico destino, ola a ola no me queda sino resignarme a mi desgraciada suerte. Y mientras en el balanceo de las olas espero mi fatídico final me pregunto si te habrás dado cuenta de mi ausencia o si, más probablemente, seguirás bailando muy apretadita al jovenzuelo de turno, con los ojos cerrados, dejando que manos extrañas te acaricien distraídamente. Pero ahora qué me importa; maldita seas, no obstante.
No, no importa, qué puede importarme cuando el mar, ola a ola, me ha traído a esta isla maravillosa. Yazgo en la arena, el cuerpo extendido al sol que me seca el cuerpo y también las lágrimas del alma mientras miro el paraíso que se despliega en torno a mí. Hay palmeras y bambúes, cientos de pájaros de coloridos plumajes y trinos melodiosos, una brisa suave que me acaricia la piel. Y ahora llegan bellísimas mujeres que me saludan alegres y me abrazan y me besan, todo entre cánticos y músicas de ritmos embriagadores. En una litera alfombrada de hojas perfumadas me transportan al poblado y me ceden la cabaña principal.
Llevo aquí ya largos meses plenamente adaptado a mi nueva vida. En buena hora me caí del barco, en buena hora dejaste de amarme. Bendito el mar que, ola a ola, me ha traído hasta este edén. El naufragio me ha regalado la felicidad que tú no me dabas.
... ... ...
Manolo, despierta, que estás como abobado, mira que quedarte dormido aquí, y con esa sonrisa bobalicona en la cara, pero qué estarías soñando, siempre en las nubes. No sé para qué te empeñaste en que hiciéramos este crucero, una segunda luna de miel, dijiste, pues no se te ve muy animado. En fin, que como veo que no se te quita esa expresión de muermo me vuelvo a seguir bailando. Hay unos chavales jóvenes divertidísimos, ya te los presentaré, pero cambia de actitud que me dejas en evidencia, y si no mejor te vas al camarote a dormir …
Onda su Onda - Bruno Lauzi (Una Vita in Musica, 1995)
PS: Sigo recurriendo a inspiraciones inmediatas o, si se prefiere, comportandome como el más abyecto de los plagiarios. En este caso, la víctima de este absurdo e infantil divertimento es una de las canciones más conocidas del cantautor italiano Bruno Lauzi, no tan popular como otros de sus colegas contemporáneos, pero con una obra bastante digna. A quien le interesa la letra del tema, aquí.
Que vas a ser un plagiario, hombre, simplemente eres un hábil y divertido prolongador del talento de otros poniendo el tuyo a su servicio; una suerte de Lorenzo da Ponte -tú que eres tan italianófilo- con los 'Mozarts' que vas pillando por ahí.
ResponderEliminar(No me mandes coementarios para luego borrarlos, qu eso si es feo: 'coitus interruptus')
Comparto el criterio de Lansky, esto que haces no es plagiar. Creo que el término exacto es glosar, y me parece una inteligente y creativa forma de traducir y divulgar.
ResponderEliminarEn otro orden de cosas, me ha chocado el diminutivo "cuentito". Me ha parecido más sudamericano que peninsular, en español de este lado tendemos más bien a "cuentecito". Creo, aunque probablemente me equivoque, que en México se inclinarían por "cuentico". ¿Es canario, o es de tu cosecha personal?
Pues no sé contestarte Vanbrugh. A mí, desde luego, me suena mejor cuentito que cuentecito, pero reconozco que mi castellano tiene marcadas influencias sudamericanas y canarias. Investigaré.
ResponderEliminarY gracias a ambos, siempre es mejor ser hábil y divertido o glosador antes que plagiario. Aunque todos plagiemos en distintas proporciones, que no se puede estar siempre inventando la pólvora (que ya lo está) ni hay pretensión más vana que la de ser original.
A mí me parece una bonita y triste alegoría.
ResponderEliminar