Yo, MP, he nacido y resido en España. Yo, MP, no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy.
Discúlpeme, majestad, pero no es culpa mía, al fin y al cabo, los sentimientos son los que son. Es que esta patria nuestra, si le digo la verdad, no sé muy bien lo que es. No sé, quizá me equivoque, puede que España sea una buena idea pero me temo que más parece una chapuza. Discúlpeme, majestad, pero es que no me emociono con el himno nacional, ni siquiera me gusta. Incluso, si le soy franco, hasta me avergüenza un poco su fanfarria en los actos patrioteros, ya casi reducidos a las victorias deportivas. Es de agradecer que no tenga letra y se nos eviten letanías ampulosas.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy. Discúlpeme, majestad, si considera una impudicia decirle que no me siento parte de esta nación. Tampoco veo muchos motivos para sentirse orgulloso de los héroes patrios y menos cuanto más resaltados vienen en los libros de historia, sobre todo, perdóneme mi atrevimiento, de los que han ocupado su cargo. Para no bucear muy profundo, basta acordarse de nuestra última guerra y del franquismo. De ahí nacieron esta democracia y esta monarquía y, la verdad, hace falta mucha ingenuidad o mucho cinismo para poder elogiarlas.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy. Este bello país, tan pretencioso, es el culo de occidente. Discúlpeme, majestad, pero es que este Estado nuestro, que usted representa, se me antoja un cachondeo cutre. Creo que todos se dan cuenta que sí, muchas ceremonias y reglas rimbombantes, pero aquí nada funciona. Quizá sea porque disfrutamos gritándonos y quejándonos. Incluso en el parlamento abundan las alharacas, pero nada se arregla.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy. Discúlpeme, majestad, pero creo que habrá de convenir que los defectos que tenemos es mejor reconocerlos. No se trata de derrotismo, pero es que somos lo que somos y más nos valdría aparcar orgullos vacuos, dejar insultarnos unos a otros y ponernos a trabajar. Supongo que sabe lo que piensan de nosotros desde fuera, así que mejor lo callo, aunque he de reconocerle que también mí me cabrea.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy. Este bello país no es demasiado sabio, diría que faltan ideas y sobran confusiones, a veces, me temo, interesadas. Quizá, puede usted decirme, haya sitios peores, pero hablo del que me ha tocado. Y discúlpeme de nuevo, majestad, que todavía deseo hacerle un último comentario. No es muy alentador que sólo en las competiciones deportivas nos importe España. Ya va siendo hora de desechar etiquetas grandilocuentes y ponernos construir un proyecto civilizado y decente de convivencia colectiva. A lo mejor se le puede seguir llamando España o, si no, qué importa.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy.
Io non mi sento italiano - Giorgio Gaber (Io non mi sento italiano, 2003)
En su último disco, publicado póstumamente, Giorgio Gaber, amén de otros nueve estupendos temas, incluye una titulada Io non mi sento italiano. Coincido tanto con el texto, salvo muy pequeños matices (pero es una canción no un ensayo), que no me he resistido a adaptarla, prácticamente traducirla con apenas cambios menores. La canción es la que he subido a este post; quienes quieran leer la letra la tienen aquí.
Discúlpeme, majestad, pero no es culpa mía, al fin y al cabo, los sentimientos son los que son. Es que esta patria nuestra, si le digo la verdad, no sé muy bien lo que es. No sé, quizá me equivoque, puede que España sea una buena idea pero me temo que más parece una chapuza. Discúlpeme, majestad, pero es que no me emociono con el himno nacional, ni siquiera me gusta. Incluso, si le soy franco, hasta me avergüenza un poco su fanfarria en los actos patrioteros, ya casi reducidos a las victorias deportivas. Es de agradecer que no tenga letra y se nos eviten letanías ampulosas.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy. Discúlpeme, majestad, si considera una impudicia decirle que no me siento parte de esta nación. Tampoco veo muchos motivos para sentirse orgulloso de los héroes patrios y menos cuanto más resaltados vienen en los libros de historia, sobre todo, perdóneme mi atrevimiento, de los que han ocupado su cargo. Para no bucear muy profundo, basta acordarse de nuestra última guerra y del franquismo. De ahí nacieron esta democracia y esta monarquía y, la verdad, hace falta mucha ingenuidad o mucho cinismo para poder elogiarlas.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy. Este bello país, tan pretencioso, es el culo de occidente. Discúlpeme, majestad, pero es que este Estado nuestro, que usted representa, se me antoja un cachondeo cutre. Creo que todos se dan cuenta que sí, muchas ceremonias y reglas rimbombantes, pero aquí nada funciona. Quizá sea porque disfrutamos gritándonos y quejándonos. Incluso en el parlamento abundan las alharacas, pero nada se arregla.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy. Discúlpeme, majestad, pero creo que habrá de convenir que los defectos que tenemos es mejor reconocerlos. No se trata de derrotismo, pero es que somos lo que somos y más nos valdría aparcar orgullos vacuos, dejar insultarnos unos a otros y ponernos a trabajar. Supongo que sabe lo que piensan de nosotros desde fuera, así que mejor lo callo, aunque he de reconocerle que también mí me cabrea.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy. Este bello país no es demasiado sabio, diría que faltan ideas y sobran confusiones, a veces, me temo, interesadas. Quizá, puede usted decirme, haya sitios peores, pero hablo del que me ha tocado. Y discúlpeme de nuevo, majestad, que todavía deseo hacerle un último comentario. No es muy alentador que sólo en las competiciones deportivas nos importe España. Ya va siendo hora de desechar etiquetas grandilocuentes y ponernos construir un proyecto civilizado y decente de convivencia colectiva. A lo mejor se le puede seguir llamando España o, si no, qué importa.
Yo no me siento español pero, por suerte o por desgracia, lo soy.
Io non mi sento italiano - Giorgio Gaber (Io non mi sento italiano, 2003)
En su último disco, publicado póstumamente, Giorgio Gaber, amén de otros nueve estupendos temas, incluye una titulada Io non mi sento italiano. Coincido tanto con el texto, salvo muy pequeños matices (pero es una canción no un ensayo), que no me he resistido a adaptarla, prácticamente traducirla con apenas cambios menores. La canción es la que he subido a este post; quienes quieran leer la letra la tienen aquí.
Yo esta mañana me siento muy malayo, pero a medida que avance el día no sé, vaya usted a saber. Para mi las nacionalidades es como las corbatas: las hay más bonita que otras, pero lo mejor es no ponérselas
ResponderEliminar¡Dios! qué concordancia gramatical, ya no la corrijo, realmente escribo hoy como un malayo (o un tamil)
ResponderEliminarMe gusta el símil de la corbata; al fin y al cabo, las corbatas también hay quienes las sienten. De otra parte, estoy de acuerdo en que lo mejor es no ponérselas, pero primero hay que quitárselas.
ResponderEliminarVale. Pero si luego otra tía te deshereda, no te quejes.
ResponderEliminarMirsolav: hoy sabiendo ya de la muerte de Barry Feinstein me he acordado de tí. Seguro que es innecesario, pero te pongo el enlace a su página.
ResponderEliminarhttp://www.barryfeinsteinphotography.com/
En cuanto al tema de la españolidad también he sabido por casualidad que en la tele pública estrenan los muy decadentes ya Gomaespuma un programa titulado Yo, de mayor, quiero ser español. La caspa y la boina carpetovetónicas no se destruyen, sino que se transforman. Con perdón de Lansky que seguro que me lanza un capón por usar el nombre de la ciencia en vano.
ResponderEliminarNúmeros: Ya no me quedan tías solteras de las que heredar, así que por ese lado no hay riesgos.
ResponderEliminarHarazem: Ni me había enterado de la muerte de Feinstein. De hecho, al leer tu comentario, no reconocí al fotógrafo de una de las épocas más gloriosas de Dylan, y mira que habré visto veces tantísimas de esas fotos. Gracias por la noticia.
Supongo que a todos nos da cierta vergoña ser españoles en determinadas ocasiones y en otros momentos (no necesariamente debido a triunfos deportivos, que también) nos gusta serlo y recordar con alegría o guasa que España fue en su día ese imperio en el que nunca se ponía el sol. Dime de un imperio que no se haya desmoronado.
ResponderEliminarMe parece que le pasa a menudo a bastantes otros ciudadanos de muy diversos paises; como muestra aquí nos presentas al Giorgio Gaber italiano descontento.
Tuve un amigo, (J.V., del que a veces pienso colgar un post con cosas de su azarosa y descacharrante vida) que estaba tan harto de ser español que se sumó a los 13 o 14 millones de personas apátridas que circulaban ya entonces por el mundo tan tranquilos.
El rey seguramente agradecería tu manifestación tan respetuosa y llena de disculpas. Igual el hombre está también hasta la 'coronilla' de lo que hace, dónde y para quién.
Si encuentras por ahí alguna nacionalidad interesante no dejes de comunicárnoslo por si nos interesa a alguno. Lo que es con el himno nacional no podemos salir perdiendo, desde luego.
De eso va, Grillo, no necesitamos nacionalidades.
ResponderEliminarSomos amalgama de los países y regiones por los que hemos pasado.
No hay nada más ridículo que un chovinista nacionalista. Y mira que todavía los hay. Son los que nunca salen de su país o comarca, y si salen, lo hacen en cruceros y viajes organizados.
Me habéis convencido.
ResponderEliminarA ver si encuentro aquél cartelito que en los 70 se adhería con una ventosa a la luneta trasera del automóvil con esa leyenda tan cierta y cínica: "Zoi español, casi ná"; y lo vuelo a pegar.
No podría estar más de acuerdo con Harazem respecto a esos dos creídos mamarrachos de Gomaespuna; dos que tuvieron su gracejo en un programa nocturno de radio haciendo voces y jugando con las palabras fueron cobrando importancia, rodadndo pelis absurdas, escribiendo libros, fundando ongs misericordiosas por el bien común (de ellos) y ahora les ocurre como a tantos humoristas que habiendo sido sagaces por poner el dedo en la llaga con algunas observaciones siciales se tienen ya directamente por filósofos...
ResponderEliminarLes ocurre a muchos otros de chistes gráficos o de palabra.
En mi opinión es al revés: los sabios se pueden permitir soltar grandes humoradas de vez en cuando; pero ni los gomaespuma, ni los máximos o forges (exluyo a El Roto) son filósofos por más que se empeñen.
No quiero halagar a Miroslav porque me regaña cuando lo hago, pero de él sí que he leído algunos posts llenos de excelente humor y cargados de sutil filosofía. Ole.
C.C. y Grillo: El post va de eso, en efecto C.C, de que no necesitamos (o mejor, no deberíamos necesitar) nacionalidades. También va del para mí estúpido y casi siempre peligroso sentimiento de pertenencia a una nación, con sus absurdas consecuencias de hablar de los "pueblos" como sujetos de derechos y de ls "identidades colectivas" y demás zarandajas.
ResponderEliminarYo no me siento español, pero no por las razones que apuntas en el post, o que apunta, convenientemente traspuestas luego por ti para España, el amigo Giorgio respecto de Italia. Si este pais no fuera tan amigo de la chapuza, si su régimen no fuera esta monarquía deleznable, producto de aquella transición sonrojante, si las cosas funcionaran decentemente, si los de fuera no tuvieran motivos para menear la cabeza al considerarnos y si, por último, tuviéramos un proyecto común de vida civilizada que fuera más allá de agitar trapitos rojos y amarillos cuando ganan las selecciones nacionales de algo, yo seguiría sin sentirme español, como tampoco me sentiría portugués si hubiera nacido en Portugal, ni sueco si hubiera nacido en Suecia. Como no "me siento" medio calvo ni funcionario, a pesar de ser ambas cosas. Porque ser español, lo soy -ni por suerte ni por desgracia; en todo caso, por suerte, vistas las consecuencias que me acarrea ser español frente a las que podría acarrearme ser, por ejemplo, guatemalteco, congoleño o haitiano- pero esta circunstancia, que considero tan meramente administrativa como ser funcionario, tan accesoria como ser medio calvo y tan poco relacionada con lo que de mí me importa como ser miembro de mi comunidad de propietarios, no tiene, para mí, absolutamente nada que ver con los sentimientos. Soy español como soy titular de una tarjeta de usuario de Bibliotecas de la Comunidad de Madrid: como una circunstancia que me procura determinados derechos y deberes. Pero "sentirme" español me parecería tan fuera de lugar como "sentirme" usuario de la red madrileña de bibliotecas.
ResponderEliminarVanbrugh: En efecto, de eso va. Las razones que da Gaber para no sentirse italiano (por cierto, te lo recomiendo) no son la clave de la cuestión y reconozco que pueden distraer del mensaje de fondo (aunque intuyo que él lo compartiría). La clave ciertamente está en entender la nacionalidad como objeto de sentimiento. Y me parece perfectamente válida tu comparación de que sentirse español viene a ser como sentirse usuario de la biblioteca. Como bien sabes, la cuestión no pasaría de ser meramente anecdótica (qué más nos dará que cada uno se sienta cómo quiera), si no fuera por las desastrosas consecuencias que históricamente viene acarreando. Así que, apoyándome en tu meridianamente clara explicación, dejo constancia de que lo importante para mí de este post no era tanto que yo no me sienta español y menos que no me sienta por las razones que adapto de Gaber (las cuales son motivos más que fundados para estar a disgusto con notas concretas de la españolidad). Lo importante no es el qué no me siento (español) sino la negación del verbo: yo no me siento, independientemente del gentilicio que se le quiera añadir.
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