En su magnífico e irónicamente didáctico Allegro ma non troppo (se lo recomiendo encarecidamente a quien no lo haya leído; puede descargarlo en PDF aquí), Carlo Cipolla establece (Tercera Ley Fundamental de la Estupidez Humana) que los individuos se dividen en cuatro categorías básicas -los incautos (H), los inteligentes (I), los malvados (M) y los estúpidos (E)- en función de los efectos de sus comportamientos sobre sí mismos y sobre los demás. En mi opinión, aún ateniéndome a la perspicaz clasificación del historiador italiano, no son los individuos sino los comportamientos los que se deberían etiquetar con uno de estos epítetos. Todos nosotros, a lo largo de nuestras vidas, cometemos acciones incautas, inteligentes, malvadas o estúpidas; todas habría que contabilizarlas y sumarlas ponderadamente para saber (sólo en el momento de nuestra muerte) cuál (y en qué grado) de los cuatro calificativos nos corresponde. Hecha esta precisión previa paso a desarrollar este post apoyándome plenamente en la teoría de Cipolla.
Asumiendo que toda acción u omisión genera unos efectos sobre nosotros mismos y sobre los demás (sea sobre un prójimo concreto, varios o la colectividad) y esos efectos pueden medirse, al menos teóricamente, en unidades de “ganancias” o “pérdidas”, éstas pueden ser representadas en un gráfico cartesiano, en el que el eje de las abcisas mida los efectos para sí mismo del actor y el de las ordenadas los efectos sobre el receptor. En el punto O de cruce de ambos ejes se dispondrían las acciones que no tienen ningún efecto (ni ganancia ni pérdida) ni para el que las hace ni para el que las sufre. Todas las acciones cuya medición cae hacia la derecha de O son beneficiosas para el actor; ahora bien, si están por encima del eje X también lo son para el receptor y, en cambio, si están por debajo, le son negativas. Con la misma lógica, toda acción hacia la izquierda del punto O resulta perjudicial para el actor; de éstas, las que caen por arriba del eje X son beneficiosas para el receptor y las que están por debajo también negativas. Aunque sea engorrosa la explicación, la idea es extremadamente sencilla de entender.
¿Cómo encajaría en este elemental esquema la acción de Garzón consistente en ordenar que se escucharan las conversaciones entre los presos del caso GURTEL con sus abogados? Parece claro que, vista la sentencia, hay que situarla en el lado negativo del eje X; es decir, el juez cometió una acción cuyos efectos le han resultado perjudiciales. Quizá, cuando dio esas órdenes, calcularía que podrían reportarle beneficios (por ejemplo, en el engrandecimiento de su fama como implacable justiciero, gracias al desenmascaramiento y castigo de los chorizos de GURTEL); pero los cálculos del actor son irrelevantes en la teoría de Cipolla pues lo que cuentan son los resultados. En todo caso, se me hace difícil creer que, conociendo como conocía la inquina que tantos le guardaban, no previera que con esa acción otorgaba a sus enemigos bastantes probabilidades de que lo machacasen (salvo que la soberbia le cegara). También puede que don Baltasar asumiera que esas órdenes le iban a ser perjudiciales, pero estuviera dispuesto a apechugar con las consecuencias por el bien público que las mismas implicaban. Esa es la actitud, en el caso extremo, de los mártires o héroes que se sacrifican sí mismos por el bien ajeno, aunque Cipolla prefiere etiquetarlos más prosaicamente con el calificativo de incautos.
Así pues, el comportamiento concreto de Garzón al que me refiero no sería en ningún caso ni inteligente ni malvado; pero para saber si es incauto o estúpido hay que decidir quién es el receptor de su acción y los efectos sobre éste de la misma. Por ejemplo, en relación a los tres presos de GURTEL, por más que la intención del ex-juez fuera perjudicarlos (conseguir pruebas para enchironarlos por sus delitos), lo cierto es que los efectos de que ordenara espiarlos parece que sólo les han traído ventajas: han logrado quitárselo de encima, han conseguido argumentos para viciar a su favor el proceso judicial y, para colmo, esas grabaciones apenas han aportado datos incriminatorios que, para colmo, no son admisibles como pruebas. O sea, que Garzón se ha perjudicado a sí mismo y ha beneficiado a Correa &Co, lo que lo califica como un incauto. Si en el eje Y medimos los efectos de la acción sobre la sociedad en su conjunto, yo diría que la valoración es negativa: por los mismos motivos que eran beneficiosos para los chorizos y el nada desdeñable y añadido de haber contribuido a debilitar, realmente y, sobre todo, en la percepción de los ciudadanos, la administración de justicia. Nótese que la escandalera mediática derivada de la condena de Garzón nos ha llevado a despreciar como nimio el derecho a la confidencialidad entre acusado y defensor y se tiende implícitamente a propugnar que “para hacer justicia” conviene prescindir de esas chorradas de leguleyos (proceso de psicología de masas que no es distinto del que llevó a la mayoría de los norteamericanos a aplaudir los radicales recortes de sus garantías civiles decretadas por Bush tras el 11-S). En síntesis que, mientras no se me demuestre lo contrario, los efectos de la acción de Garzón sobre el conjunto de la sociedad fueron perjudiciales (mucho). En consecuencia (y para no analizar otros posibles ejes Y, que los hay) el comportamiento de Garzón hay que calificarlo de incauto en relación a los chorizos de GURTEL y de estúpido respecto de la ciudadanía en su conjunto.
Claro que, maliciosamente, se me ocurre otro supuesto, como mero divertimento para probar la metodología analítica de Cipolla. Supongamos que Garzón, consciente de que iban a por él y bastante harto de las miserias de su oficio en este país nuestro, decidiera que ya era hora de dejarlo y rentabilizar su gran prestigio en el mundo mundial en otras tareas. Pero piensa que su salida tiene que ser “a lo grande” y, para ello, qué mejor que lo expulse en clamorosa injusticia un sistema judicial corrupto al servicio de los chorizos. Conocedor de sus paisanos, Garzón sabría de sobra que una condena por prevaricación como la que le ha caído no iba a alterar en absoluto la inquina de quienes ya se la tenían (por simplificar diré “la derecha”) y, en cambio, iba a aumentar significativamente el aprecio de quienes ya estaban de su lado (la izquierda) y hasta de los indiferentes (quienes enseguida se apuntarían del lado de la víctima de una conspiración de mafiosos). Si tales fueron sus cálculos, desde luego no fueron errados; ni en España ni mucho menos fuera. Veremos qué hace a partir de ahora el ex-juez, pero intuyo que no le faltarán ocupaciones sobradamente lucrativas y que su autoestima recibirá muchos más estímulos positivos que los que conseguía en este país.
Según la hipótesis anterior, las órdenes de Garzón habrían resultado acciones claramente beneficiosas para él, por lo que habría que colocarlas a la derecha del punto O. ¿Sería entonces un comportamiento inteligente o malvado? Pues, en relación con Correa&Co, inteligente, porque ambos, Garzón y los chorizos se benefician del acto. A este tipo de comportamientos “inteligentes”, dicho sea de paso, se adscriben las conspiraciones (de lo cual no se deduce que Garzón se haya conchabado con sus encausados, sino que si lo hubiera hecho, lo que no creo, podrían haber acordado justamente que el juez ordenara las escuchas ilegales). Ahora bien, en relación con la sociedad civil, dado que los efectos de dichas órdenes siguen siendo negativos, el comportamiento de Garzón necesariamente tiene que calificarse de malvado. Y yo diría que incluso de muy malvado, porque para obtener un gran beneficio propio inflinge un gran daño a la colectividad. Pero, no se piense otra cosa, esta hipótesis mía no es más que un ejercicio de imaginación enfermiza, ilustrativa de que, aunque la metodología de Cipolla para estudiar los comportamientos humanos me parece de gran eficacia didáctica, su aplicación práctica resulta sumamente difícil ante las incertidumbres en la medición real de los efectos de las acciones. Fíjense que, con sus famosas órdenes, Garzón ha podido comportarse como incauto, inteligente, malvado o estúpido. Si me preguntan mi opinión, me inclino por calificarlo de estúpido.
Asumiendo que toda acción u omisión genera unos efectos sobre nosotros mismos y sobre los demás (sea sobre un prójimo concreto, varios o la colectividad) y esos efectos pueden medirse, al menos teóricamente, en unidades de “ganancias” o “pérdidas”, éstas pueden ser representadas en un gráfico cartesiano, en el que el eje de las abcisas mida los efectos para sí mismo del actor y el de las ordenadas los efectos sobre el receptor. En el punto O de cruce de ambos ejes se dispondrían las acciones que no tienen ningún efecto (ni ganancia ni pérdida) ni para el que las hace ni para el que las sufre. Todas las acciones cuya medición cae hacia la derecha de O son beneficiosas para el actor; ahora bien, si están por encima del eje X también lo son para el receptor y, en cambio, si están por debajo, le son negativas. Con la misma lógica, toda acción hacia la izquierda del punto O resulta perjudicial para el actor; de éstas, las que caen por arriba del eje X son beneficiosas para el receptor y las que están por debajo también negativas. Aunque sea engorrosa la explicación, la idea es extremadamente sencilla de entender.
¿Cómo encajaría en este elemental esquema la acción de Garzón consistente en ordenar que se escucharan las conversaciones entre los presos del caso GURTEL con sus abogados? Parece claro que, vista la sentencia, hay que situarla en el lado negativo del eje X; es decir, el juez cometió una acción cuyos efectos le han resultado perjudiciales. Quizá, cuando dio esas órdenes, calcularía que podrían reportarle beneficios (por ejemplo, en el engrandecimiento de su fama como implacable justiciero, gracias al desenmascaramiento y castigo de los chorizos de GURTEL); pero los cálculos del actor son irrelevantes en la teoría de Cipolla pues lo que cuentan son los resultados. En todo caso, se me hace difícil creer que, conociendo como conocía la inquina que tantos le guardaban, no previera que con esa acción otorgaba a sus enemigos bastantes probabilidades de que lo machacasen (salvo que la soberbia le cegara). También puede que don Baltasar asumiera que esas órdenes le iban a ser perjudiciales, pero estuviera dispuesto a apechugar con las consecuencias por el bien público que las mismas implicaban. Esa es la actitud, en el caso extremo, de los mártires o héroes que se sacrifican sí mismos por el bien ajeno, aunque Cipolla prefiere etiquetarlos más prosaicamente con el calificativo de incautos.
Así pues, el comportamiento concreto de Garzón al que me refiero no sería en ningún caso ni inteligente ni malvado; pero para saber si es incauto o estúpido hay que decidir quién es el receptor de su acción y los efectos sobre éste de la misma. Por ejemplo, en relación a los tres presos de GURTEL, por más que la intención del ex-juez fuera perjudicarlos (conseguir pruebas para enchironarlos por sus delitos), lo cierto es que los efectos de que ordenara espiarlos parece que sólo les han traído ventajas: han logrado quitárselo de encima, han conseguido argumentos para viciar a su favor el proceso judicial y, para colmo, esas grabaciones apenas han aportado datos incriminatorios que, para colmo, no son admisibles como pruebas. O sea, que Garzón se ha perjudicado a sí mismo y ha beneficiado a Correa &Co, lo que lo califica como un incauto. Si en el eje Y medimos los efectos de la acción sobre la sociedad en su conjunto, yo diría que la valoración es negativa: por los mismos motivos que eran beneficiosos para los chorizos y el nada desdeñable y añadido de haber contribuido a debilitar, realmente y, sobre todo, en la percepción de los ciudadanos, la administración de justicia. Nótese que la escandalera mediática derivada de la condena de Garzón nos ha llevado a despreciar como nimio el derecho a la confidencialidad entre acusado y defensor y se tiende implícitamente a propugnar que “para hacer justicia” conviene prescindir de esas chorradas de leguleyos (proceso de psicología de masas que no es distinto del que llevó a la mayoría de los norteamericanos a aplaudir los radicales recortes de sus garantías civiles decretadas por Bush tras el 11-S). En síntesis que, mientras no se me demuestre lo contrario, los efectos de la acción de Garzón sobre el conjunto de la sociedad fueron perjudiciales (mucho). En consecuencia (y para no analizar otros posibles ejes Y, que los hay) el comportamiento de Garzón hay que calificarlo de incauto en relación a los chorizos de GURTEL y de estúpido respecto de la ciudadanía en su conjunto.
Claro que, maliciosamente, se me ocurre otro supuesto, como mero divertimento para probar la metodología analítica de Cipolla. Supongamos que Garzón, consciente de que iban a por él y bastante harto de las miserias de su oficio en este país nuestro, decidiera que ya era hora de dejarlo y rentabilizar su gran prestigio en el mundo mundial en otras tareas. Pero piensa que su salida tiene que ser “a lo grande” y, para ello, qué mejor que lo expulse en clamorosa injusticia un sistema judicial corrupto al servicio de los chorizos. Conocedor de sus paisanos, Garzón sabría de sobra que una condena por prevaricación como la que le ha caído no iba a alterar en absoluto la inquina de quienes ya se la tenían (por simplificar diré “la derecha”) y, en cambio, iba a aumentar significativamente el aprecio de quienes ya estaban de su lado (la izquierda) y hasta de los indiferentes (quienes enseguida se apuntarían del lado de la víctima de una conspiración de mafiosos). Si tales fueron sus cálculos, desde luego no fueron errados; ni en España ni mucho menos fuera. Veremos qué hace a partir de ahora el ex-juez, pero intuyo que no le faltarán ocupaciones sobradamente lucrativas y que su autoestima recibirá muchos más estímulos positivos que los que conseguía en este país.
Según la hipótesis anterior, las órdenes de Garzón habrían resultado acciones claramente beneficiosas para él, por lo que habría que colocarlas a la derecha del punto O. ¿Sería entonces un comportamiento inteligente o malvado? Pues, en relación con Correa&Co, inteligente, porque ambos, Garzón y los chorizos se benefician del acto. A este tipo de comportamientos “inteligentes”, dicho sea de paso, se adscriben las conspiraciones (de lo cual no se deduce que Garzón se haya conchabado con sus encausados, sino que si lo hubiera hecho, lo que no creo, podrían haber acordado justamente que el juez ordenara las escuchas ilegales). Ahora bien, en relación con la sociedad civil, dado que los efectos de dichas órdenes siguen siendo negativos, el comportamiento de Garzón necesariamente tiene que calificarse de malvado. Y yo diría que incluso de muy malvado, porque para obtener un gran beneficio propio inflinge un gran daño a la colectividad. Pero, no se piense otra cosa, esta hipótesis mía no es más que un ejercicio de imaginación enfermiza, ilustrativa de que, aunque la metodología de Cipolla para estudiar los comportamientos humanos me parece de gran eficacia didáctica, su aplicación práctica resulta sumamente difícil ante las incertidumbres en la medición real de los efectos de las acciones. Fíjense que, con sus famosas órdenes, Garzón ha podido comportarse como incauto, inteligente, malvado o estúpido. Si me preguntan mi opinión, me inclino por calificarlo de estúpido.
Justice - Alan Price (O Lucky Man!, 1973)
PS: Dedico a Lansky esta canción (de la estupenda banda sonora de la surrealista película homónima de Lindsay Anderson) porque la letra es plenamente coincidente con las contudentes afirmaciones de sus últimos comentarios en el post anterior. Una forma de darte satisfacción musical (espero) ya que no lo hago con mis tediosos y procelosos textos. También para disculparme si entendiste que te tildaba de populachero. No, a las que califique de populacheras fue a las pasiones que se avivan con generalizaciones radicales como la tuya; quienes con sus discursos las avivan pocas veces comparten esas pasiones. Aunque a lo mejor esta distinción se te antoja bizantina (ay, qué poco conocido y valorado ha sido siempre Bizancio).
Gracias por la dedicatoria, es un apieza preciosa, y no, no me sentí aludido como populachero, no lo soy, como no soy gordo, y como bien sabes sólo ofende no sólo quien puede sino el que utiliza 'verdades' como proyectiles (llamar gordo al gordo). Por otro lado, creo que sabes de mi alta valoración de Cipolla y el exquisito librito que mencionas, porque ya lo hemos comentado anteriormente, y ni tu corección(?) a Cipolla de que su clasificación no alude a individuos sino a comportamientos, ni tu ejercicio de aplicación 'cipollana' (?) al caso Garzón me convence ni comparto, pero sería muy largo explicar en qué creo que yerras (dos elementos al menos) y este asunto que a tí parece entusiasmarte a mi me aburre.
ResponderEliminarPara que veas que no guardo rencor te deseo que nunca tengas que depender de la reparación que pueda proporcionarte a una injusticia la supuesta justicia (¿ecuanimidad?) de nuestra Justicia.
Por cierto, Cipolla está muerto, supongo que lo sabes, y sus ensayitos sobre la estupidez no son, a mi juicio, de tanto interés como los dedicados a la superpoblación desde el punto de vista de un economista tan insuperablemente sensato
Un abrazo
Me parece brillante tu análisis de la prevaricación garzoniana. Me inclino, como tú, a considerarlo globalmente estúpido -incauto frente a los chorizos-. Pero la hipótesis especular de que en realidad sea globalmente malvado -inteligente frente a los chorizos- no me parece tampoco excesivamente aventurada. Al menos digna de estudio.
ResponderEliminarDe toda esta cuestión, lo que más me ha sorprendido es lo que bien señalas: quienes defienden a Garzón, y con él la licitud de su conducta, que se salta las garantías procesales para hacer 'justicia', razonan y actúan exactamente del mismo modo que los halcones americanos o israelíes que defienden Guantánamo, la bañera y los ataques preventivos para luchar contra el terrorismo. Lo hacen desde posiciones ideológicas teóricamente opuestas, y si se les hace notar esta coincidencia probablemente la negarán y se sentirán ofendidos: pero lo cierto es que la actitud de desprecio por la legalidad formal para obtener lo que ellos han decidido que es lo legítimo y guay es exactamente la misma. Da que pensar...
¡Joder...creo que voy a reconsiderar ciertas amistades...!
ResponderEliminarLansky: Recuerdo, sí, que compartimos el aprecio por el exquisito divertimento de Cipolla y me gustaría que, cuando te apetezca y tengas tiempo, me explicaras los errores que cometo, tanto en la matización (más que corrección) a la clasificación del italiano, como en su aplicación al caso Garzón. Por cierto, éste asunto no me entusiasma (más bien al contrario), sino que me entretiene; en todo caso, lo que me interesa del mismo (probablemente como a ti y a Vanbrugh) no son las particularidades de sus protagonistas, al fin y al cabo una mera muestra de la que hay innumerables ejemplos bastante más significativos, sino los aspectos generales que subyacen.
ResponderEliminarCipolla murió en 2000, en efecto. Me enteré hará un par de años. Coincido contigo en que el italiano tiene una obra de mucho interés y además, tanto su enfoque metodológico como su estilo de escritura, me encantan. Supongo que te refieres a su Historia Económica de la Población Mundial que no he leído pero tengo en agenda desde hace tiempo. En cambio, he disfrutado mucho con algunos ensayitos deliciosos y con la Historia Económica de Europa que dirigió.
En cuanto a tus buenos deseos (algo crípticos), casualmente el Tribunal Supremo me ha proporcionado una reparación a una injusticia previamente sufrida por la Audiencia Nacional, o sea que, en lo personal, he tenido suerte. Lo cual no implique que sea tan ingenuo como me achacas para pensar que nuestro sistema judicial (y nuestra "superestructura" jurídica) es justo, ni que la justicia no está fuertemente condicionada por los intereses de la "estructura" económica. Pero ya sabes que las simplificaciones generalizadoras no terminan de convencerme y, además, pienso que suelen reforzar justamente las posiciones del "contrario".
Otro abrazo.
Mis buenos deseos no tienen nada de 'cripticos'; sino que en términos etológicos son pperfectamente 'aposemáticos'.
ResponderEliminarHombre, Lansky, sentiría que te cabrearas conmigo por decir lo que pienso. Sobre todo porque las dos soluciones que se me ocurren no me gustan ninguna: cambiar de modo de pensar no está en mi mano. Y dejar de decir lo que pienso no me parece bien en general, ni leal hacia un amigo en particular.
ResponderEliminarVanbrugh: Gracias por el calificativo, pero te pasas. En efecto, a mí también me resultan curiosas las coincidencias de fondo entre personas que, al menos aparentemente, se declaran ideológicamente opuestas. Aunque cuanto más viejo me hago, cada vez me convenzo más de que las que llamamos ideologías no han solido ser pieles de cordero para los lobos que van jalonando, tan decisivamente, la historia de nuestra especie. Pieles de cordero muy útiles como excusas para justificar (hipócritamente) sus verdaderas motivaciones ante los ciudadanos, mayoritariamente incautos en términos cipollianos (hay excepciones, desde luego).
ResponderEliminarDe otra parte, el que estas "interesantes" coincidencias no gusten de ser analizadas y discutidas bajo unas mínimas reglas de racionalidad, no es más que otro ejemplo de lo que certeramente describías en uno de tus comentarios al post anterior (ése en el que usabas el ejemplo de los forofos de fútbol).
Lansky: Vaya con el palabro; contigo eso de que "nunca te acuestes sin aprender una palabra nueva" empieza desde por la mañana temprano. O sea que es un consejo para que me aleje de los tribunales depredadores, supongo.
ResponderEliminarPor cierto, Miroslav, ya sé que no es el tema de tus posts, peri supongo que estoy autorizado: me parece infinitamente más importante para el triunfo de la justicia, o su derrota, muchísimo más relevante que a un juez concreto se le acuse de prevaricar por intervenir comunicaciones entre delincuentes económicos y delincuentes económicos abogados (cine negro) el que se esté desmantelando el sistema jurídico laboral que contenía la lucha de clases y restablecía cierta justicia social.
ResponderEliminar(¿Decir lo que se piensa como valor supremo? La verdad es que un post de cierto individuo normalmente lúcido se razonaba en sentido contrario a esa máxima de colocar la sinceridad por encima de todo, de ofender, por ejemplo)
Lansky: No, no es el tema del post pero sí, por supuesto que estás autorizado a decir lo que quieras. Por entrar muy someramente a tu trapo: estoy de acuerdo en que el sistema jurídico laboral construido desde la posguerra (en realidad desde antes) a impulsos, principalmente, de los "socialdemócratas" (el caso español requeriría introducir muchas matizaciones) refleja un intento "desde dentro" de atenuar la injusticia intrínseca del capitalismo y, por ello, también comparto que ha sido un progreso en el avance de una mayor "justicia social". Al mismo nivel de valoración global, también considero que la reciente reforma supone una reducción de dicha justicia.
ResponderEliminarAhora bien, las "concesiones" legales a los trabajadores han tenido históricamente mucho de "lampedusianas" y por eso, en tiempos en que peligran las abusivas tasas de acumulación que son el motor esencial de capitalismo, que sean las primeras en revisarse a la baja me parece una muestra simplona de la lógica del sistema. Y digo simplona porque, incluso desde los intereses de los que manejan el cotarro, no son más que parches ineficientes a muy corto plazo, pues me temo que el cáncer que amenaza de muerte el sistema económico de nuestra especie no radica precisamente, hoy en día, en las relaciones desiguales derivadas de la vieja lucha de clases (ese "virus" lo han controlado hace bastantes años) sino en otras cuestiones (a las que te has referido tú mismo varias veces) que creo irresolubles bajo las premisas del capitalismo. Pero como ninguna institución o sistema se suicidia voluntariamente, su para mí inevitable agonía nos traerá llanto y crujir de dientes.
Todo lo anterio, repito, en un plano general. Si bajamos al análisis de las medidas particulares y de cómo funciona (y funcionaba) el sistema jurídico-laboral, tampoco es para echar las campanas al vuelo, ni desde el lado de los "empresarios" ni desde el de los "trabajadores".
Lansky: Me adelanto a la réplica de Vanbrugh, ese "individuo normalmente lúcido". Al margen de que no dice que decir lo que se piensa sea un valor supremo, sino una prerrogativa que todos tenemos (así como el derecho a ajerecerla o no), no veo en nada de lo que escribe ningún ánimo ofensivo, y menos cuando, como muy bien me puntualizas, "sólo ofende no sólo quien puede sino el que utiliza 'verdades' como proyectiles".
ResponderEliminarEstoy más o menos de acuerdo, y como bien dices en dicho sentido yo mismo me he manifestado, pero para no perder en el detalle el fondo general, repito, la destrucción de la precaria justicia social que supone esta última ofensiva de la derecha española es un atentado a la justicia de mucho más calado que las garzonadas y sus implicaciones guantanameras
ResponderEliminarAdelantate a replicas lo que quieras, tu ánimo pacificador te engrandece, otra cosa es que sea eficaz
ResponderEliminarY en cuanto a 'diculpas' no es lo mismo decir, "lo siento, no debí llamarte gordo sin pensar cómo te afectaría" (no valor supremo, sino colocar la sinceridad por encima de la posibilidad de ofender), que decir "siento (retórico) que te molestes, pero es que estás gordo y tengo que decirlo porque sino sería faltar a la verdad y a mi sacrosanto derecho a decirla" (Y no veas, si encima uno no está gordo)
ResponderEliminarBien, veo, Lansky, que efectivamente te ha ofendido mi comentario, y créeme que lo siento. Lo que quiere decir que, de haber sabido que iba a ofenderte, no lo habría escrito, porque, efectivamente, no pongo mi prerrogativa de decir la verdad por encima de todo, y desde luego no por encima de tu derecho a no sentirte ofendido.
ResponderEliminarPor cierto, ya que estamos: en mi post sobre el asunto al que aludes decía literalmente: "La verdad que yo conozco, por tanto, la dispenso, como un don y sin obligación alguna, a los que creo que la merecen o que la necesitan. Y la niego, con todo mi derecho, a aquellos de los que temo que harán mal uso de ella, o que les perjudicará, o simplemente que no la necesitan para nada." Como no esperaba que fueras a hacer mal uso de la verdad sobre lo que pienso, ni que fuera a perjudicarte, ni pensaba que no la necesitaras; y sí, en cambio, pensaba que te la merecías como amigo y habitual contertulio, por eso te la dije.
Y porque,sinceramente, no pensé que fuera a molestarte conocer mi opinón, porque tiendo a juzgar estas cosas por mi propia reacción -como todos, me imagino- y a mí no me ofende que nadie con quien estoy discutiendo me diga lo que sinceramente piensa sobre mi postura. Lo considero, de hecho, parte fundamental de la discusión, y si no estuviera dispuesto a escucharlo sin darme por ofendido, directamente no discutiría.
Visto cómo son las cosas, sin embargo, no tengo el menor inconveniente en retirarlo y pedirte disculpas. Lo cual no significa, claro, que haya dejado de pensar lo que dije; solo que lamento haber hecho pública mi opinión, cuyo conocimiento al parecer te ofende. Lo tendré en cuenta en lo sucesivo.
Acepto tus disculpas: estoy gordo y lo sé, pero...no sé, Vanbrugh, no te creas que tu rasero es tan ecuánime cuando tu no te ofendes con lo que ofendes a otros, porque puede, en efecto, que tu también estés gordo, y más aún que yo. Ufano en tu última palabra
ResponderEliminar"quienes defienden a Garzón, y con él la licitud de su conducta, que se salta las garantías procesales para hacer 'justicia', razonan y actúan exactamente del mismo modo que los halcones americanos o israelíes que defienden Guantánamo, la bañera y los ataques preventivos para luchar contra el terrorismo".
ResponderEliminarEn efecto, me siento muy ofendido, porque yo, en cierta forma y con mis propios matices, defiendo a Garzón, y lo defiendo de las aplicaciones textualistas y leguleyas de la ley, pero, fíjate, no defiendo nada de la segunda parte de tu -atento- demagógico planteamiento
Sin duda me he explicado mal, porque, naturalmente, jamás pretendí decir que quienes defiendeis a Garzón defiendais también Guantánamo, la bañera y los ataques preventivos. Es decir, que, naturalmente, ya sé que no defiendes nada de la segunda parte de mi planteamiento, -que en mi opinión no es en absoluto demagógico, sino perfectamente legítimo, como a continuación trataré de explicar.-
ResponderEliminarPrecisamente mi postura es de asombro -que ya dejé ver en anteriores comentarios: "Me resisto a creer que una persona inteligente desee realmente que un juez pueda saltarse la ley sin consecuencias. No puedo entender tu postura".- ante el hecho de que personas como tú, de las que me consta que les repugna como a mí la postura de los halcones yanquis e israelíes, aprueben en cambio una actividad de Garzón que a mi juicio es perfectamente semejante a la de los halcones, ya que su mecanismo es en todo similar: eludir las trabas legales 'textualistas y leguleyas' que prohiben determinados procedimientos -escuchas, torturas- y utilizar tranquilamente esos procedimientos para ser más efectivos en su lucha, contra la corrupción en el caso de Garzón, y contra el terrorismo en el de los halcones.
Esa similitud no puedo dejar de apreciarla, y no creo ser el único en hacerlo. Y si la hago notar no es para ofenderte, sino como un argumento más para tratar de explicarte por qué me parece correcta mi postura y errónea la tuya. Lo que viene siendo discutir.
De verdad, se me ha escapado tu metáfora. No sé qué quiere decir en ella 'estar gordo'. Si lo usas, como supongo, como metáfora de los defectos que supuestamente te he echado en cara, en primer lugar no era mi intención achacarte defecto alguno, sino, haciéndote ver las concomitancias que encontro en tu postura con otras que sé que a ambos nos repugnan, hacerte cambiar de opinión. Que es, insisto, para lo que en última instancia discuto con la gente que me importa. (Con la que no me importa, no discuto.)
Y en segundo lugar, naturalmente que yo también 'estaré gordo', es decir, tendré defectos. De verdad, no veo a cuento de qué viene enunciar una verdad tan obvia como que ninguno somos perfectos y todos tenemos defectos. Insisto, ni era mi intención reprocharte defecto alguno, ni mucho menos presumir de no tenerlos yo. Estaba, sencillamente, discutiendo, actividad que por lo común me resulta muy placentera y a la que ambos llevamos dedicados unos cuantos años. Pero que no tengo el menor inconveniente en suspender a partir de ahora si ha de provocar más incidentes como este.
Un abrazo.
"quienes defienden a Garzón, y con él la licitud de su conducta, que se salta las garantías procesales para hacer 'justicia', razonan y actúan exactamente del mismo modo que los halcones americanos o israelíes que defienden Guantánamo, la bañera y los ataques preventivos para luchar contra el terrorismo".
ResponderEliminarSí, eso he dicho. Que razonan y actúan igual que ellos, porque en ambos casos, como ya he explicado,les parece conveniente y legítimo prescindir de trabas legales para ser más efectivos.
ResponderEliminarNo veo ninguna ofensa en la frase que me copias como si bastara hacerlo para hacer evidente que es ofensiva. Ni me lo parece ni la escribí para que lo fuera. Ni siquiera estoy diciendo con ella, ya lo he explicado también, que por defender los métodos de Garzón estéis también defendiendo los de los halcones. (Y si lo dijera sería una estupidez, pero no una ofensa). Estoy diciendo que para defender vosotros los métodos de Garzón seguís un razonamiento y os comportáis de una manera que a mí me parece en todo equivalente a los razonamientos y los comportamientos que siguen los halcones al defender las torturas. Y no me parece equivalente porque sí, sino porque en ambos casos el argumento central es despreciar las 'aplicaciones textualistas y leguleyas' de la ley para ir directamente a lo que se considera 'su espíritu': vencer a la corrupción o al terrorismo. Mientras que en mi opinión, y en la de mucha más gente, son precisamente esas interpretaciones legalistas y textuales de la ley la única garantía para evitar que los que manejan el poder la apliquen como a ellos les dé la gana, escuchen a quien quieran y torturen a quien quieran.
"para defender vosotros los métodos de Garzón seguís un razonamiento y os comportáis de una manera que a mí me parece en todo equivalente a los razonamientos y los comportamientos que siguen los halcones al defender las torturas..."
ResponderEliminarDe tu comentario inmediato aquí arriba.
Y ya vale, de verdad, no me apetecen más disculpas tuyas como estas.
Miroslav,
ResponderEliminarante el último comentario de Vanbrugh defendiendo las interpretaciones textuales edela ley como una y hasta 'única' garantía (adios a las interpretaciones y a la carrera de derecho, jducila y de abogados) me pregunto con lógica cipolliana para qué nesitamos jueces: una máquina lectora lo haría con más exactitud y garantías
Mis disculpas ya te las ofrecí líneas arribas, en unos términos muy claros. Lo que ahora estoy escribiendo no son disculpas, ni pretenden serlo, son, una vez más, argumentos. Pero es cierto que se trata de una discusión que, veo ahora, debí abandonar definitivamente cuando dije que lo hacía, en el anterior post. Fue un error por mi parte continuarla, y procedo a corregirlo ahora mismo. A mí tampoco me apetece seguir asistiendo a la descalificación sistemática de cuanto me esfuerzo, con la mejor voluntad, por explicar. Es evidente que no estás dispuesto a escuchar ni a apreciar nada que no sea darte directa y absolutamente la razón, y aunque creo haber hecho ya mucho más de lo que debía por resolver un conflicto del que no me creo culpable,eso ni puedo ni quiero hacerlo.
ResponderEliminarNo, no pretendo que me des la razón; puedes creer si te digo que, en este caso concreto, no la estimo en nada
ResponderEliminartarde llego, y solo para decirle que no conocia a Cipolla, y me he divertido mucho leyendolo. Gracias, que para eso sirven los blogs, para avisar de las cosas buenas.
ResponderEliminarMe da cosa insistir. Pero creo que Garzón tiene una gran envergadura interior y ya veremos...
ResponderEliminarPara empezar es HORRIBLE, inaudito e inadmisible que en en un proceso o una causa haya jueces amigos y jueces enemigos, que sería normal que lo sean en sus vidas privadas.
España va a perder a este juez (prevaricador si así ha rsultado) y lo van a reclamar del extranjero.
Ni siquiera creo que se vengue como pareció que apunté el otro día.
Coño: no leo bien las palabras que demuestran que no soy un robot...
Grillo
Como a ciertas fiestas, finalmente hubiera deseado no haber venido, es decir, no haberme pasado a comentar. Sinceramente
ResponderEliminarLas escuchas en el caso Gürtell se acordaron respecto de las entrevistas entre los imputados y algunos abogados sospechosos de participar en la trama. Nadie objetó esta medida ni se imputó al juez Garzón por ella. Producido el cambio de abogados, estimó que bastaba con advertir a los encargados de la grabación de la necesidad de salvaguardar el derecho de defensa. La redacción de la ley General Penitenciaria y la amplia facultad de la Ley procesal proporcionan racionales espacios para la duda. Moverse en esos ámbitos inestables y problemáticos seguramente ha motivado el stress hermenéutico que ha confesado sufrir el juez instructor y el reconocimiento del vacío legal por parte del magistrado que redacta la sentencia.
ResponderEliminarPara condenar han tenido que construir previamente, sin otra base que su propia convicción, un decidido, específico y perverso ánimo de prevaricar. Según se puede leer en las actuaciones, el juez Garzón actuó movido exclusivamente por "la finalidad de obtener información de relevancia para el proceso que no tenía la seguridad de poder obtener mediante la utilización de medios lícitos”. Excluyen cualquier propósito distinto y consideran que la cláusula de salvaguardia del derecho de defensa es un artificio o cobertura formal que adoptó el juez para enmascarar sus delictivas intenciones.
Siete jueces del Supremo firman la expulsión del juez Garzón de la función judicial. La sentencia, cargada de abrumadoras citas jurisprudenciales, elude la cuestión principal. En mi opinión, han perdido la oportunidad de abordar un tema importante para garantizar la confidencialidad de las conversaciones del abogado con su cliente en el curso de un proceso penal. Todas las alegaciones relativas a la vigencia de las Directivas europeas sobre blanqueo de capitales han sido marginadas. Sobran muchas páginas y lugares comunes sobre el valor de las garantías y su papel relevante en las sociedades democráticas. Sobre todo, podían haberse ahorrado zaherir al condenado imputándole comportamientos totalitarios.
A los amantes de la exquisita técnica jurídica les recuerdo que Carl Schmitt y Edmundo Mezger, eximios juristas, construyeron y reforzaron el arco jurídico del III Reich. Ya lo dijo Cicerón cuando advertía, en uno de sus textos: “Summun ius, summa iniura”. A veces, el exceso de formalismo nos puede llevar a la injusticia.
Martín Pallín ex magistrado del tribunal supremo
Lansky: Había leído ya el artículo de Martín Pallín que a toda página publica El País de hoy. Si pegas tan extensa parte del mismo en este comentario imagino que es para reforzar, con la autoridad de un ex-magistrado del Supremo, tu opinión de que la condena por prevaricación a Garzón es injusta. La cita de Cicerón y la conclusión final coinciden plenamente con la tesis que has defendido. Vuelvo a insistir, para evitar la fácil tendencia a ver todo blanco o negro (quien no está conmigo está contra mí), en que comparto la advertencia latina así como que el exceso de formalismo nos puede llevar a la injusticia. Pero una sentencia válida en lo general no necesariamente es aplicable a cada caso concreto.
ResponderEliminarEstoy bastante inclinado a creer (como tú y Martín Pallín) que Garzón ha sido víctima de una persecución, que había voluntad de defenestrarlo y que, por tanto, esa mala intención, juzgada en su conjunto, es injusta. Pero sigo pensando que otra cosa es valorar de la sentencia, dilucidar si Garzón prevaricó. Sobre este asunto, Martín Pallín pasa de puntillas, limitándose a sembrar dudas sin dar argumentos consistentes (salvo el implícito recurso a su "autoridad"). Por ejemplo, dice, tan pancho, que "la redacción de la ley General Penitenciaria y la amplia facultad de la Ley procesal proporcionan racionales espacios para la duda", pero en mi modestísima opinión (no soy jurídico, pero me considero competente en el análisis lingüístico), la redacción de la Ley Penitenciaria es meridianamente clara y, para mayor abundancia, hay sentada jurisprudencia (TS, TC y TEDH) que refuerza la interpretación restrictiva de dicha redacción: no se pueden intervenir las conversaciones entre defensores e imputados. Que Pallín suelte esa afirmación sin la más mínima justificación me parece una muestra de deshonestidad intelectual, que apunta intenciones torticeras (en tanto no pretenden aclarar sino confundir para lograr intereses propios). Lo mismo cuando acusa al TS de haber marginado las Directivas europeas sobre blanqueo de capitales; a lo mejor este asunto (que efectivamente no menciona la sentencia) sea relevante, pero no basta con soltarlo y punto.
Sigo pues creyendo (pero estoy dispuesto a cambiar de opinión en cuanto encuentre argumentos convincentes de lo contrario) que Garzón prevaricó o, en todo caso, se saltó una taxativa prohibición legal aunque pensara que tenía una base (que sabría muy poco consistente) para hacerlo. Pero, incluso en este supuesto, no es admisible que alguien así ejerza de juez (aunque haya más que también lo hacen y a los que no les pasa nada: injusticia, sí). No es verdad, como dice Martín Pallín, que nadie protestó. Tampoco es relevante, a mi juicio, diferenciar entre las escuchas a los primeros defensores (de los que sospechaba que estaban involucrados en la trama) y a lo segundos (contra los que no tenía el menor indicio), salvo para mostrar la contumacia de Garzón. En resumen, que iban a por él pero, como ya dije, él les dio la soga para que lo ahorcaran. Si tienes interés en convencerme (o a Vanbrugh) de la injusticia de la sentencia has de aportarme argumentos y Martín Pallín no lo hace. Y no pienses que no quiero convencerme o que, como ocurre en la mayoría de quienes intervienen en este debate público, busco reforzar una posición previa. Igual que creo esta sentencia ha sido justa, ya escribí hace tiempo que no me parecía que Garzón hubiese prevaricado en el caso del franquismo. En el fondo, Garzón me da absolutamente igual. No así lo que revelan las reacciones que se leen y oyen a esta sentencia respecto de las aptitudes éticas e intelectuales de la ciudadanía y sobre el aprecio que sienten por ciertos valores. Sobre esos temas, también generales como la cita ciceroniana, también puede que no estemos de acuerdo (aunque no estoy seguro) y sería muy interesante discutir al respecto. Pero probablemente ni es el foro ni el momento.