24 de octubre de 1915
Con gran placer he recibido vuestra carta del 29 de Shawal de 1333 y vuestras muestras de amistad y sinceridad me han producido gran satisfacción. Lamento que mi última carta os haya dado la impresión de que me refería a la cuestión de los límites y fronteras con frialdad y evasivas. No fue así, pero lo cierto es que pensaba que todavía no era el momento para llegar a conclusiones firmes al respecto. Sin embargo, a partir de su última carta me he dado cuenta de que ésta es para vos una cuestión de la más vital y urgente importancia. En consecuencia, informé inmediatamente al gobierno de Gran Bretaña del contenido de vuestra carta y me llena de placer comunicaros en su nombre la siguiente declaración que confío que recibáis con satisfacción. Los dos distritos (otomanos) de Mersina y Alexandretta así como las partes de Siria al oeste de los distritos de Damasco, Homs, Hama y Aleppo no pueden considerarse claramente árabes y, por tanto, deben excluirse de los límites (del futuro estado árabe) que demandáis. Salvo esta modificación, y sin perjuicio de nuestros tratados vigentes con los jefes árabes, aceptamos dichos límites. Así, en cuanto a las regiones comprendidas dentro de ellos en las cuales Gran Bretaña tiene libertad para actuar sin detrimento de los intereses de nuestro aliado, Francia, estoy autorizado en el nombre del Gobierno a daros las siguientes garantías en contestación a vuestra carta anterior.
Sujeta a las modificaciones dichas, Gran Bretaña está preparada para reconocer y apoyar la independencia de los árabes en todas las regiones dentro de los límites demandados por el jeque de La Meca. Gran Bretaña garantizará los Lugares Sagrados contra toda agresión externa y reconocerá su inviolabilidad. Cuando la situación lo permita, Gran Bretaña asesorará a los árabes y les ayudará a establecer la que parezcan las formas más adecuadas de gobierno sobre esos territorios. De otra parte, se entiende que los árabes han decidido solicitar apoyo y orientación sólo de Gran Bretaña, así como que los asesores y funcionarios europeos que requieran para la organización racional de la futura administración serán británicos. En relación a los vilayetos de Bagdad y Basora, los árabes reconocerán que la posición e intereses de Gran Bretaña requieren de especiales medidas administrativas a fin de proteger esos territorios de agresiones extranjeras para promover el bienestar de las poblaciones locales y salvaguardar nuestros mutuos intereses económicos.
Estoy convencido de que esta declaración os convencerá, más allá de cualquier duda, de la simpatía de Gran Bretaña hacia las aspiraciones de sus amigos los árabes y se convertirá en una firme y duradera alianza cuyos resultados inmediatos serán la expulsión de los turcos de los países árabes y la liberación del pueblo árabe del yugo otomano, que durante tantos años le ha oprimido. Me he limitado en esta carta a los asuntos más vitales por lo que, si he omitido algunos, podremos tratarlos en una fecha próxima.
Firmado: Sir Henry McMahon, Alto Comisionado Británico en Egipto
Inglaterra sufre la Gran Guerra y le conviene apoyar las aspiraciones de los árabes por constituir un estado independiente del imperio otomano (poco antes de la entrada en guerra de Turquía las habían rechazado). Animados por estas garantías, en junio de 1916 se inicia la llamada Rebelión árabe, apoyo fundamental para la conquista aliada de Oriente Medio. Sin embargo, mientras los árabes peleaban contra los turcos (con el ingenuo Lawrence en sus filas), en enero de 1916, Gran Bretaña y Francia suscriben los acuerdos Sykes-Picot en virtud de los cuales convienen repartirse la región. Acabada la guerra, los árabes comprobaron que habían sido engañados.
Estimado Lord Rothschild:
Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él. «El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.» Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.
Firmado: Arthur James Balfour, Secretario de Relaciones Exteriores británico
Se trata de la famosa Declaración Balfour, uno de los grandes nombres del Partido Conservador de principios del pasado siglo, en ese momento miembro del gobierno de coalición de Lloyd George. Aunque la declaración no era tan precisa como la que dos años antes el Gobierno de Su Majestad había hecho a los árabes, fue ampliamente enarbolada por el movimiento sionista como la promesa británica de darles un estado propio en Palestina. También ellos comprobarían, al acabar la Primera Guerra, que los ingleses no estaban por la labor. Hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, los judíos que se asentaban en Palestina iban siendo cada vez más hostiles al gobierno británico. Esa hostilidad hacia el Reino Unido se disparó al comprobar, durante el régimen nazi, la indiferencia inglesa con la suerte de los judíos de los territorios ocupados por los alemanes y las dificultades que imponían a la emigración a Palestina.
Cuando los británicos abandonaron Palestina, con la creación del Estado de Israel por acuerdo de la ONU, el conflicto entre árabes y judíos estaba ya terriblemente enconado. Y no ha disminuido hasta hoy.
Con gran placer he recibido vuestra carta del 29 de Shawal de 1333 y vuestras muestras de amistad y sinceridad me han producido gran satisfacción. Lamento que mi última carta os haya dado la impresión de que me refería a la cuestión de los límites y fronteras con frialdad y evasivas. No fue así, pero lo cierto es que pensaba que todavía no era el momento para llegar a conclusiones firmes al respecto. Sin embargo, a partir de su última carta me he dado cuenta de que ésta es para vos una cuestión de la más vital y urgente importancia. En consecuencia, informé inmediatamente al gobierno de Gran Bretaña del contenido de vuestra carta y me llena de placer comunicaros en su nombre la siguiente declaración que confío que recibáis con satisfacción. Los dos distritos (otomanos) de Mersina y Alexandretta así como las partes de Siria al oeste de los distritos de Damasco, Homs, Hama y Aleppo no pueden considerarse claramente árabes y, por tanto, deben excluirse de los límites (del futuro estado árabe) que demandáis. Salvo esta modificación, y sin perjuicio de nuestros tratados vigentes con los jefes árabes, aceptamos dichos límites. Así, en cuanto a las regiones comprendidas dentro de ellos en las cuales Gran Bretaña tiene libertad para actuar sin detrimento de los intereses de nuestro aliado, Francia, estoy autorizado en el nombre del Gobierno a daros las siguientes garantías en contestación a vuestra carta anterior.
Sujeta a las modificaciones dichas, Gran Bretaña está preparada para reconocer y apoyar la independencia de los árabes en todas las regiones dentro de los límites demandados por el jeque de La Meca. Gran Bretaña garantizará los Lugares Sagrados contra toda agresión externa y reconocerá su inviolabilidad. Cuando la situación lo permita, Gran Bretaña asesorará a los árabes y les ayudará a establecer la que parezcan las formas más adecuadas de gobierno sobre esos territorios. De otra parte, se entiende que los árabes han decidido solicitar apoyo y orientación sólo de Gran Bretaña, así como que los asesores y funcionarios europeos que requieran para la organización racional de la futura administración serán británicos. En relación a los vilayetos de Bagdad y Basora, los árabes reconocerán que la posición e intereses de Gran Bretaña requieren de especiales medidas administrativas a fin de proteger esos territorios de agresiones extranjeras para promover el bienestar de las poblaciones locales y salvaguardar nuestros mutuos intereses económicos.
Estoy convencido de que esta declaración os convencerá, más allá de cualquier duda, de la simpatía de Gran Bretaña hacia las aspiraciones de sus amigos los árabes y se convertirá en una firme y duradera alianza cuyos resultados inmediatos serán la expulsión de los turcos de los países árabes y la liberación del pueblo árabe del yugo otomano, que durante tantos años le ha oprimido. Me he limitado en esta carta a los asuntos más vitales por lo que, si he omitido algunos, podremos tratarlos en una fecha próxima.
Firmado: Sir Henry McMahon, Alto Comisionado Británico en Egipto
Inglaterra sufre la Gran Guerra y le conviene apoyar las aspiraciones de los árabes por constituir un estado independiente del imperio otomano (poco antes de la entrada en guerra de Turquía las habían rechazado). Animados por estas garantías, en junio de 1916 se inicia la llamada Rebelión árabe, apoyo fundamental para la conquista aliada de Oriente Medio. Sin embargo, mientras los árabes peleaban contra los turcos (con el ingenuo Lawrence en sus filas), en enero de 1916, Gran Bretaña y Francia suscriben los acuerdos Sykes-Picot en virtud de los cuales convienen repartirse la región. Acabada la guerra, los árabes comprobaron que habían sido engañados.
--------------------
2 de noviembre de 1917.Estimado Lord Rothschild:
Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él. «El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país.» Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista.
Firmado: Arthur James Balfour, Secretario de Relaciones Exteriores británico
Se trata de la famosa Declaración Balfour, uno de los grandes nombres del Partido Conservador de principios del pasado siglo, en ese momento miembro del gobierno de coalición de Lloyd George. Aunque la declaración no era tan precisa como la que dos años antes el Gobierno de Su Majestad había hecho a los árabes, fue ampliamente enarbolada por el movimiento sionista como la promesa británica de darles un estado propio en Palestina. También ellos comprobarían, al acabar la Primera Guerra, que los ingleses no estaban por la labor. Hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, los judíos que se asentaban en Palestina iban siendo cada vez más hostiles al gobierno británico. Esa hostilidad hacia el Reino Unido se disparó al comprobar, durante el régimen nazi, la indiferencia inglesa con la suerte de los judíos de los territorios ocupados por los alemanes y las dificultades que imponían a la emigración a Palestina.
Cuando los británicos abandonaron Palestina, con la creación del Estado de Israel por acuerdo de la ONU, el conflicto entre árabes y judíos estaba ya terriblemente enconado. Y no ha disminuido hasta hoy.
Tu preciso post se complementa muy bien con la autobiografía o memoria novelada del israelí Amos Oz: Una historia de amor y oscuridad.
ResponderEliminarEstupenda entrada que me ha recordado a Gertrude Bell, muy involucrada en aquellos momentos por su conocimiento del mundo árabe. Te recomiendo su biografía, si te apetece.
ResponderEliminarUn abrazo