En su entretenida novela "La tapa del váter", el escritor húngaro injustamente olvidado György Bicskei disecciona agudamente, en un tono con las dosis justas de ironía, ternura y humor, la evolución del deterioro de una relación matrimonial que, a su vez, sirve como metáfora del enrarecimiento progresivo de la situación social y política de la Hungría de entreguerras. En ambos universos especulares, el microcosmos doméstico y el más amplio (pero no demasiado) de una imaginaria ciudad de provincias de la Rutenia Carpática (parece que la referencia es Beregszász, hoy perteneciente a Ucrania) el lento pero implacable flujo hacia el desastre no es motivado por grandes hechos, no hay ninguna causa calificable de importante o histórica. Por el contrario, como aviesamente nos hace ver Bicskey, lo que mueve la historia son minucias cotidianas, casi aleatorias, a las que nadie concedería el mínimo interés. Naturalmente, el autor evita hacer explícita ésta que podríamos llamar moraleja. La novela se desarrolla con una estructura que, al menos formalmente, respeta los cánones de un Balzac, por ejemplo. La trama va avanzando en secuencia cronológica, alternando entre capítulos interiores (la casa de Ferenc y Katalin) y exteriores que convergerán en un desenlace sorprendente que anonada al lector. Pero ese premioso discurrir del argumento (hasta su estruendosa aceleración final) sirve al autor para recrearse casi morbosamente, con una prosa exquisita, en los detalles más nimios. Erraba el crítico Arpad Szabo, cuando reseñando la obra a su publicación (Budapest, 1954) escribió que "Bicskey pinta un magnífico fresco de los años oscuros de nuestra patria mediante una historia plena de originalidad e interés. Lástima, sin embargo, que haya empleado demasiadas páginas (son casi quinientas): con la mitad o un tercio de ellas esta novela se habría situado entre las más grandes de la literatura húngara". Pobre Szabo –quien para su desgracia sería tres años después deportado a Siberia–, no alcanzó a ver que la grandeza de la obra no radicaba en su cualidad testimonial ni en su inventiva argumental sino justamente en esas minucias detallistas (seguro que le parecieron paja superflua) al servicio de las cuales está la novela entera, y no al revés. Sólo una vez Bicskey declara sin tapujos la intención que le anima; el desliz, si es tal, aparece en la página 345 cuando Ferenc zanja una agria discusión a propósito de recientes fechorías antisemitas de miembros del Partido de la Voluntad Nacional gritando enfadado: minden úgy történik, hogy nem csökkenti a WC-ülőke! (todo por no bajar la tapa del váter).
Ciertamente, las tapas de los inodoros deben bajarse y Ferenc lo tiene muy asumido, tanto que más que manía causa de continuas desavenencias conyugales raya en el borde de la obsesión. Pero el lector simpatiza con el atormentado protagonista desde que, sobresaltado por una pesadilla, le explica a su mujer (son los primeros años del matrimonio) que estaba soñando con una terrible escena de su infancia: una noche en la que lo que le despertó fue el ruidoso roce de innumerables ratas corriendo por su colcha. Los repugnantes animales, le dice a Katalin, habían entrado por la taza del váter. Años después, pasado ya el idilio del enamoramiento, Ferenc llega a su casa agitando enardecido, casi como si fuera un diploma olímpico, una revista de divulgación científica y obliga a su mujer a que lea en voz alta un artículo sobre la propagación de los gérmenes. Lo ves, lo ves, le espeta impaciente, si tiras de la cadena del inodoro con la tapa levantada arrojas al ambiente miles de millones de microbios. Pero ya, a esas alturas de la novela, la tapa del váter se había quedado levantada en demasiadas ocasiones y los gérmenes, si es que de allí provenían, estaban cómodamente instalados en las rendijas más profundas del matrimonio y de la sociedad húngara.
Bajar la tapa del váter, aunque la más notoria (no en vano da título al libro y, además, se presta de maravilla a metaforizar a mansalva) no es sino una entre innumerables acciones cotidianas susceptibles de erosionar la relación entre los protagonistas. Por lo que he contado, podría parecer que el problema radica en un Ferenc demasiado maniático, pero ni lo es tanto ni tiene la exclusiva. Katalin, por su lado, despliega un nutrido abanico de cosas que le disgustan, por ejemplo, que su marido olvide con mucha frecuencia apagar la luz al salir de una habitación. Eso sí, las reacciones de ambos son muy distintas pues también lo son sus personalidades. Mientras Ferenc se pasa exponiendo hasta el sopor la pretendida lógica de sus pretensiones, su mujer es más de interiorizar el malestar, pero consiguiendo inintencionadamente transmitírselo al otro. Uno y otro, a través de estas irrelevancias, van poco a poco abriendo entre ellos un abismo de incomunicación y desapego.
En el último capítulo, un Ferenc muy envejecido rememora con un tipo inquietante (prefiero no dar más pistas sobre este personaje porque es una de las claves del genial desenlace de la novela) los días previos a la entrada de Hungría en la guerra al lado de Hitler. Lo triste, dice, es que todo fue una cadena de estupideces. No fue consecuencia de ningún destino trágico, nada que merezca pasar a la Historia. Tan fácil nos hubiera sido evitar la catástrofe: más que malvados fuimos sencillamente idiotas. Hablaba también, claro, de su matrimonio, de su propia vida.
Canzone dell'amore perduto - Antonella Ruggiero (Genova, la superba, 2007)
Haya sido o no injusto el olvido de su autor -por adelantado me declaro inocente de la injusticia, si la hay: yo no lo he olvidado, porque no lo conocía- la novela me parece apetecible y haré por leerla. (Miraré en la biblioteca, mi proveedor habitual de libros electrónicos no la tiene, y comprarla está, desgraciadamente, fuera de consideración.)
ResponderEliminarAún sin leerla, tu post sobre ella me parece excelente en sí, y muy interesante la reflexión de que con frecuencia es una suma de 'estupideces', de detalles cada uno de ellos sin gran importancia, la que hace cuajar la catástrofe. Para completar esta reflexión, que a mí se me antoja una buena descripción de lo que suele ser el camino 'de vuelta', el desenlace, de muchos cataclismos, se me ocurre que faltaría el análisis del camino 'de ida', los antecedentes que explican cómo y por qué se produce esa cadena de pequeños desencuentros que solo aparentemente, en mi opinión, son los causantes de la tragedia final.
Me explico: de lo que cuentas parece deducirse que según Bicskei son los pequeños detalles los que, sumados, producen el conflicto. Yo creo que tanto en la vida de los matrimonios como en las de las naciones, los pequeños detalles no se producen porque sí, sino que son la manifestación de un conflicto que ya existe. Si sistemáticamente me olvido de bajar la tapa del váter, o de apagar la luz al salir, a pesar de saber lo que eso molesta a mi pareja, es que algo me está pasando con mi pareja.
¿Son entonces los pequeños detalles estúpidos los que, sumados, desencadenan el enfrentamiento? Yo creo que ayudan a que se manifieste y se explicite, pero no lo causan. Al revés, se producen porque el enfrentamiento latente ya existe, y son, de hecho, su primera y tímida expresión, la primera forma, aún no catastrófica, en que empieza a notarse que el conflicto está ahí y acabará estallando.
Vanbrugh: A mí, la verdad, también me gustaría leer esa novela, pero me temo que no se ha escrito. Lamento la broma (que no era sino un divertimento personal) y confío en que no te haya quitado mucho tiempo buscarla, aunque a lo mejor has descubierto algún autor húngaro interesante (apenas he leído tres o cuatro). El de la foto, por cierto, es un tal Tibor Déry, un novelista de Budapest ya muerto que me casaba cronológicamente para mi imaginario György Bicskei quien ni siquiera ha sido "injustamente" olvidado, pobre. En todo caso, me alegro que hayas pasado un buen rato con el post.
ResponderEliminarEn cuanto a tu tesis de que las minucias objeto de conflictos conyugales más que causas son consecuencias de un desencuentro ya latente en la pareja, te diré que no estoy tan seguro. Sin negártela, creo que la relación no es unidireccional, sino más bien circular. O sea, puede que esos detalles sean manifestaciones de un conflicto potencial pero también factores causales que lo retroalimentan. De lo que sí estoy bastante convencido es pueden tener efectos devastadores sobre una relación, independientemente de que aambos se quieran y sean de lo más compatible en las "cosas importantes". En fin, mucho habría que hablar al respecto.
Leí tu post y, aparte lo rematadamente bien escrito que está, (algo a lo que ya nos tienes acostumbrados) me pareció una cosa 'muy húngara', de hábil escritor, y totalmente creíble como metáfora de las pequeñas desaveniencias matrimoniales y los grandes desastres de algunos países de la zona: unos desembocan en divorcios y los otros en fiascos históricos.
ResponderEliminarSoy entusiaste lector de Sándor Márai, Magda Szabo y otros más; asi es que me puse a buscar en la Red obra de tu mencionado autor, como hizo Vanbrugh...
Cuando revelas la broma me dejas boquiabierto: por lo creíble que parece, por tus comentarios paralelos que aportna credibilidad y por el humor. Realmente no hace falta ser especialmente escatológico para sentir curiosidad por el título de un libro así ni como encabezamiento de un post.
Deja que te felicite otra vez. ¿Estás seguro de no haber confundido tu carrera o de que tal vez esa fuera una segunda ocupación con que ganarse la vida cuando en realidad llevas dentro un notable escitor?
También te leí con fruición porque la tapa del inodoro fue todo un conflicto y una risa en el matrimonio de una de mis tías. El marido jamás la levantaba y a mi tía le llevaban los demonios. Por su parte ella decía que le parecía injusto y poco avanzado que las tapas no tuvieran algún tipo de suplemento para personas altas como ella. Y el tío le devolvía otra respuesta peregrina ¿ Por qué no venden sueltas esas protecciones de madera o plástico que van entre la tapa misma y la loza? Se conoce que se les rompía un taquito de esos y tenían que comprar otra tapa completa. No es broma. Era como una comedia de risa, eran humoradas y gags que pillaría gustoso cualquier monologuista de hoy día.
Estos no se divorciaron: sencillamente habilitaron otro cuartito de baño solo para ese preciso menester.
Grillo
Grillo: en realidad no pretendía hacer una broma. Simplemente había leído recientemente sobre los inicios de la instalación de los inodoros en las viviendas y los problemas que surgierosn (entre otros los de vía de entrada de las ratas) y lo enlacé con algunas discusiones domésticas sobre el eterno tema de bara/no bajar la tapa. De pronto se me ocurrión que sería un buen título para una novela, a modo de metáfora de las nimiedades que actúan como agentes erosivos de la convivencia. Y ya puestos, me apeteció reseñarla; no me iba a cortar por el irrelevante detalle de que no se hubiera escrito (si a Borges eso no le cortaba, tampoco a mí).
ResponderEliminar¿Por qué húngaro? Quizá porque hace un mes leí una novela de un húngaro que me resultó interesante (no es Marai quien, como a ti, me encanta). Como me gusta ser meticuloso en mis "ficciones" procuré que los datos, por muy inventados que fueran (nombres, sobre todo) fueran autóctonos, así como verdaderas las breves referencias históricas. Un ratillo de evasión y recuerdo de mi breve visita a Budapest de hace dos veranos.
Agradezco tus felicitaciones, aunque, como siempre, te pasas medio pueblo. En todo caso, me alegro que te divirtieras leyendo el post y, por cierto, confío en que no pase a convertirme (en especial para Vanbrugh) en el pastorcillo aquél del lobo.
Lansky: ¿Has suprimido tu comentario de ayer porque te ha molestado que el post fuera "falso"? Confío que no, y si lo fuera te adeguro que no tenía ninguna intención de ofender a nadie.
ResponderEliminarReitero que no hay ofensa (reitero en relación a otras ocasiones en las que también puedes creer eso).Y creo que uno es dueño y señor en su blog y más en asuntos como verdad, verosimilitud y fingimiento
ResponderEliminarSuprimo el comentario porque al ser falsa tu hábil reseña no tiene sentido mi comentario 'real' sobre el hastio reiterado de los descubrimientos de jovenzuelos narradores una vez a la semana y los redescubrimientos de viejos olvidados una vez al mes. Pero en esencia aquí lo tienes de nuevo.
P.S.-Este coemntario es auténtico
Una más de las que llamo " trampas à la Miroslav". Ésta es excelente, y subrayo los elogios de Vanbrugh y Grillo. Por el otro lado, no sé si no debería quejarme : con este post, me abres el apetito (ganas de leer la novela), y con un comentario me frustras.
ResponderEliminarUn abrazo maestro.
esta publicación me ha encantado, felicidades.
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