Que ahora recuerde, el primer libro inexistente que conocí fue el Necronomicón, inventado por H.P. Lovecraft quien sigue la tradición cervantina de atribuírselo a un árabe, Abdul Alhazred. A Lovecraft lo leí en los primeros años de universidad por culpa de un amigo apasionado de la literatura (y cine) de terror y para quien el de Providence era casi un gurú y los mitos de Cthulhu poco menos que su Biblia. El Necronomicón, mencionado en muchas de las obras de Lovecraft (y de otros escritores que siguieron su senda), aparece por primera vez en el cuento El Sabueso, de 1922. Dos jóvenes diletantes ingleses, dedicados al satanismo por ansia de emociones, profanan el sepulcro de otro saqueador de tumbas muerto quinientos años antes por un espantoso animal. Junto al cadáver encuentran un amuleto de jade verde de exótico diseño que, gracias a sus lecturas del Necronomicón, reconocen como el símbolo del culto de los devoradores de cadáveres de la inaccesible Leng, en el Asia Central. Naturalmente, se apropian del maligno objeto condenándose así al desastre. Sólo dos menciones del libro mítico, citando el apellido de su autor árabe, pero sin más datos.
Se dice que el antecedente directo del Necronomicón es El Rey de Amarillo, libro inventado por Robert William Chambers en los cuatro primeros relatos de la obra homónima publicada en 1895. En el cuento El signo amarillo, el pintor neoyorkino que lo narra en primera persona descubre en un rincón de la repisa más alta de su biblioteca un libro encuadernado en amarillo del cual ya conocía sus efectos malignos y por eso se había propuesto no abrir jamás. Sin embargo, lo lee junto a chica que lo ama y ambos quedan definitivamente condenados. Chambers, vástago de una de las grandes familias de Nueva Inglaterra, fue en gran medida el "fundador" de la nueva literatura de terror, superando el estilo "gótico" que primaba en el género hasta entonces. Además, es uno de los primeros que aprovecha en sus invenciones las aportaciones de otros autores; así, el terrorífico libro del Rey de Amarillo contiene referencias a la mítica ciudad de Carcosa y a los personajes de Hali y Hastur, provenientes de relatos de Ambrose Bierce, así como al famoso cuento de Poe La Máscara de la Muerte Roja. Buena manera de rendir homenaje a dos de sus escritores más admirados, a la que también se adherirá el propio Lovecraft en los Mitos de Cthulhu.
Ciertamente, Lovecraft veneraba los relatos de terror de Chambers (no en cambio los que escribió después que consideraba vulgares folletines para las masas) pero no hay constancia de que la invención del Necronomicón fuera directamente inspirada por El Rey de Amarillo. Nada dice de ello en las varias cartas alusivas, en las que informa a sus corresponsales de aspectos y circunstancias del libro inexistente e incluso alude a la posibilidad de escribirlo si tuviera la energía y el ingenio necesarios o, al menos, confeccionar un resumen con las partes menos dañinas de tan terrible obra (porque, para quien no lo sepa, se trata de un grimorio con saberes arcanos y magia ritual cuya lectura provoca la locura y la muerte). Interesado en dar consistencia a su invención, Lovecraft aporta en sus relatos multitud de datos sobre la obra inexistente e incluso publica en 1927 un texto específico (Historia del Necronomicón) que es un "breve, pero completo, resumen de la historia de este libro, de su autor, de diversas traducciones y ediciones desde su redacción (en el 730) hasta nuestros días". Con tantas referencias de su creador, no es extraño que muchos se convencieran de que el libro existía e incluso hasta hoy hay no pocos chiflados que creen que las protestas de Lovecraft asegurando el carácter ficticio de la obra no fueron más que mentiras piadosas para proteger a la humanidad de sus malignos efectos.
Mi amigo Vicente, el apasionado de Lovecraft que me animó a leerlo, me habló en una noche de conversaciones alucinadas sobre la teoría de un chalado británico, una de las máximas autoridades en ocultismo allá por la segunda mitad de los setenta. Este tipo, en un libro que mi amigo tenía en inglés (me lo ofreció pero lo desdeñé, tanto por falta de interés como por pereza ante el esfuerzo que me habría supuesto), sostenía que el Necronomicón existía realmente, pero no como objeto físico, sino en forma de un registro astral disponible sólo a quienes poseen dones chamánicos. Tantos años después, gracias a internet, me entero de que el ocultista aquel se llamaba Kenneth Grant y el libro que tenía Vicente era The Magical Revival (1972). Por lo visto, este hombre, muerto el año pasado a los 86, fue un discípulo del célebre Aleister Crowley (1875-1947), de quien algo sí sabía. Parece que en el libro citado Grant, siguiendo la tesis de su maestro de que muchas obras de ficción son en el fondo expresiones enmascaradas de una realidad más profunda, sostiene que la obra de Lovecraft son revelaciones provenientes de ese universo esotérico que le llegaban a través del sueño. Lamentablemente, Lovecraft no soñó lo suficiente para escribir el Necronomicón.
Pese a no existir, el terrorífico libro siguió siendo fuente de inspiración (y citas apócrifas) de numerosos émulos del norteamericano. En 1977, era inevitable, se publicó un presunto Necronomicón con el prólogo de un desconocido Simón. Se trata, en su mayor parte, de una colección de conjuros y rituales mágicos, con alusiones a los relatos de Lovecraft. Tuvo gran éxito de ventas pese a que enseguida se demostró que era una composición moderna. En 1978, un investigador de fenómenos paranormales llamado Colin Wilson publicó otra versión bastante más ajustada a los textos de Lovecraft. Así, Wilson aprovecha lo que se cuenta en la Historia del Necronomicón para asegurar que el libro proviene de un texto cifrado que había descubierto John Dee, el famoso astrólogo de la reina Isabel Tudor, todo un personaje cuya biografía merece la pena ser leída. Ya puestos, en un relato posterior, afirmó que el manuscrito Voynich, uno de los grandes misterios paleográficos y reto sin resolver para los criptógrafos, era esa copia cifrada. Según compruebo buceando en la red, todavía hay alguna que otra versión más; ¡Ay, si Lovecraft levantara la cabeza!
Ring them bells - Barb Jungr (Every Grain of Sand, 2002)
Esta canción de Dylan, versionada por la inglesa de origen checo-alemán Barb Jungr (me gusta este mujer), va dedicada a Grillo a propósito de su comentario al post anterior sobre campanas que doblan.
Lovecraft siempre me ha parecido un enfermizo plasta, nada que ver con Poe, ni siquiera con supuestos próximos como Dunsany o Manchen o Hawthorne
ResponderEliminarEn lo de enfermizo tienes toda la razón. Lo de plasta va más por barrios. Yo lo leí en mi primera juventud (y me he releído un par de libritos este fin de semana) a instancias, como digo en el post, de un muy buen amigo de aquellos años, que era lo que hoy se llamaría un friki de la literatura de terror. En ese género, que no es muy de mi devoción, Lovecraft tiene su relevancia. Y en cuanto a Poe, algo tiene que ver y, desde luego, mucho le debe. Y conste que me gusta más el viejo Edgard.
ResponderEliminarJamás he leído a Lovecraft. Lo intenté de joven y se me cayó de las manos. Las cosas innombrables que acechan en los umbrales me aburren extraordinariamente y no pueden interesarme menos. Me temo que, si lo leyera, compartiría el diagnóstico de Lansky, plasta enfermizo. Como no lo he leído, me abstengo respetuosamente.
ResponderEliminarInsisto: nada que ver con Poe, salvo superficialmente en alguno de sus temas 'sobrenaturales', pero ni el tono ni el estilo son cercanos; es como decir que Karl may (autor favorito de Hitler, como lovercraft de Goering) y Cormac Mc Carthy son próximos porque escriben ambientados en el Far West
ResponderEliminarGracias por la canción dedicada. No conocía a esta artista. Fantástica.
ResponderEliminarVanbrugh: He de confesarte que a mí me pasó algo parecido pero, si no se me cayó de las manos, fue porque uno de mis mejores amigos (con muy buen gusto literario en general) me insistía en que lo leyera. Si le dedico este post es al hilo de los "libros inexistentes" porque, al margen de las valoraciones sobre la calidad literaria, lo cierto es que su Necronomicón es uno de los títulos más emblemáticos de esa biblioteca imaginaria.
ResponderEliminarLansky: Pese a tu "insistencia", quiero interpretar tu "nada que ver" como una forma coloquial de significar que Lovecraft "es mucho peor" (literariamente) que Poe. Porque, en el sentido estricto de la expresión, "mucho tiene que ver" Lovecraft con Poe, puede hacerse una lista muy amplia de relaciones entre ambos autores (siempre, lógicamente, de dependencia del de Providence respecto del bostoniano). De hecho, la deuda de Lovecraft hacia Poe fue explícita y extensamente reconocida por él mismo (por ejemplo, en "El horror sobrenatural en la literatura") y puede apreciarse en su obra; que lograra la calidad de su modelo es ya otra cosa y, como te dije antes, cuestión de opiniones (yo me sitúo más hacia tu lado).
Grillo: De nada, me alegra que te haya gustado.
Por cierto, no tenía ni idea de que a Göring le gustara Lovecraft (¿de dónde has sacado el dato?); lo que sí supongo es que el norteamericano podría haber visto con buenos ojos la ideología nazi, dado su racismo. En todo caso, imagino que más de un villano de los que abundan en la historia de nuestra especie habrá disfrutado con Cervantes o Shakespeare, por ejemplo.
Sí, al msima que Karl May y Cormac Mc Carthy
ResponderEliminarVale, Lansky: que le corten la cabeza, como diría la reina de corazones.
ResponderEliminarLo que quiero decir -en el dudoso caso de que te interese de verdad mi opinión sobre el tema- es que, precisamente, la comunidad en el tema: el horror, es menos relevante, al meno para mí y para algún crñitico inteligente como Harold Bloom, que su tratamiento, por eso te menciono a Karl May junto a Cormac Mac Carthy, uno tosco y básico frente a un estilista certero y exquisito. Como las perspicacia de Vanbrugh señala -perspicacia que,esa sí, ambos valoramos- el horror en Lovercraff incurre en el ridículo de los chirridos d epuertas y las sombras acechantes; nada que ver con la ironía y el 'suspense' de Poe
ResponderEliminarUna cosa es que, como lector -bastante frívolo, hedonista y de gustos iconoclastas e inclasificables- pase de Lovecraft. (También paso de Baroja, y de Hemingway, y de Bernhard y de muchos otros consagrados que ahora no se me ocurren). Y otra que acepte, naturalmente, que no se puede hablar de libros ficticios sin dedicarle al Necronomicon un buen apartado.
ResponderEliminarLansky: Me sorprende que dudes sobre mi interés por tu opinión; creo haberte dado muestras bastantes de que la valoro, singularmente en materia literaria. Lo cual, obviamente, no quiere decir que siempre coincidamos si bien, como ya te he comentado alguna vez, nuestros disensos, creo yo, son de menor bulto del que parece quizá debido a que acentúas los contrastes y eludes los matices. En este caso intuyo que ocurre algo parecido.
ResponderEliminarPor ejemplo, a mí Harold Bloom no me parece excesivamente inteligente o puede que simplemente es que no me cae demasiado bien. En todo caso, al afamado profesor de Yale no le gusta nada Poe, como puedes comprobar en su pedante Cómo leer y por qué: "Pese a la popularidad mundial y permanente de que gozan, los cuentos de Poe están atrozmente escritos (como sus poemas) y se benefician de la traducción, incluso al inglés". Ciertamente, a Bloom tampoco le gusta nada la "literatura de terror".
No tengo ninguna objeción a suscribir que Poe es más "exquisito" que Lovecraft, pero me parece que la pareja que usas como referencia no es la más adecuada. MacCarthy me parece excelente, desde luego, mientras que Karl May ya me aburría de niño. Ahora bien, asimilar las diferencias entre ambos a las que median entre Poe y Lovecraft se me antoja desmesurado. De entrada, la "comunidad" entre ambos va más allá del tema, como te señalaba en un anterior comentario; hay bastantes más coincidencias, incluso en el planteamiento literario, recursos técnicos y estilísticos. De otra parte, reducir la escritura de Lovecraft a trucos cursis de chirridos y sombras acechantes (que no digo que no aparezcan) es caricaturizarlo injustamente.
Por eso te decía que, en mi opinión, sí tienen bastante que ver ambos escritores norteamericanos. Demostrando mis escasas dotes críticas, te diré que, para mí, la mayor diferencia está en que la calidad de la escritura de Poe es mayor que la de Lovecraft. Y en esa mayor calidad pesa no poco el mejor uso que de la elipsis hace el bostoniano, lo que le permite (junto con la ironía y el suspense que citas) que sus relatos queden bastante más "redondos". Pero tampoco diría que Lovecraft es un Karl May, ni mucho menos. A mí, la verdad, me aburren un poco los excesos de fantasía sobrenatural pero, aceptando que la calidad literaria no depende (o no excesivamente) del género y sus códigos internos, también ahí caben los buenos relatos.
Cortazar, y ese sí que sabía de esto, recomendaba situar lo extraordinario/sobrenatural, etc, en el contexto de la rutina y lo prosaico, justo lo que el Lovercraft ese jamás hace, sino que sitúa desde los escenarios a la trama en un terreno que predispone para bien y para mal a sus excesos supranaturales, o sea, que sale disfrazado de payaso y habrá que reirse antes de que comience el chiste.
ResponderEliminarKarl May me parece superior, más honesto, que Lovercraft, así que reconozco mi exceso al compararlos
Que buen espacio, felicito por este espacio es un gusto visitarte.
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