Uno de los asuntos laborales en que participo consiste en la elaboración de un plan para la renovación y mejora de la principal área turística de la Isla. Con este motivo, esta mañana he asistido a una reunión con la empresa pública del Cabildo Turismo Tenerife, a fin de intercambiar ideas sobre qué medidas podrían ocurrírsenos para incentivar (e incluso forzar) actuaciones de rehabilitación de los centros comerciales de Las Américas, muchos de los cuales presentan un estado de deterioro que perturba seriamente el entorno y desvaloriza la oferta turística del área, cuyo estado de salud es básico para nuestra supervivencia económica. Mientras esperaba a que llegaran todos los convocados, la arquitecta responsable de los proyectos que impulsa el Cabildo me ha enseñado el que ahora están desarrollando. Se trata de la mejora y acondicionamiento de un largo tramo de paseo marítimo, resolviendo entre otras cosas, algunas discontinuidades en el trazado actual y recuperando plenamente la que debe ser su función básica: un espacio público de paseo agradable que se abra en toda su longitud al océano. El proyecto está muy bien, pero no voy a hablar sobre paseos marítimos, ni renovaciones de áreas turísticas ni nada que tenga que ver con mi trabajo, que escribo este blog en gran medida para evadirme.
Lo traigo a colación porque me llamó la atención que una pequeña calle en fondo de saco que el proyecto integra en el futuro paseo marítimo tiene por nombre Unterhaching (o la impronunciable, como me contó esta chica que la llaman ellos). ¿Unterhaching? Me dijo que es un municipio alemán. ¿Y por qué tiene una calle? Ni idea, me contestó, supongo que porque muchas de las calles de esa urbanización de Costa Adeje llevan nombres de ciudades. Ya de vuelta en casa, compruebo que, en efecto, en ese entorno están las calles de Londres, Moscú, Helsinki, Bruselas y alguna más, pero se trata de capitales, mientras que Unterhaching es un pequeño municipio de veintipico mil habitantes junto a Munich. Pero es que mirando en el callejero descubro otra calle, también pequeña, dedicada a Bischofshofen, igual de impronunciable y desconocida hasta hace un momento en que me entero de que un municipio austriaco muy cercano a Salzburgo. Averiguar porqué estas dos poblaciones de parla tedesca merecen constar en el callejero de un área turística del sur de Tenerife no me ha resultado muy difícil: los tres municipios están "hermanados" entre sí.
Aprovecho para explicar a despistados (por si alguno hay) que esto del hermanamiento es uno de estos inventos tan del gusto de los políticos que se supone que tiene por objeto crear lazos de amistad y cooperación en proyectos comunes entre las ciudades hermanadas y, de paso, fomentar el conocimiento de otras realidades a los locales y contribuir al amor y fraternidad universal. Muy bonito, ¿verdad? No es por casualidad que la idea surgiera tras la Segunda Guerra Mundial para propiciar el acercamiento a los foráneos y reducir así los riesgos de nuevas guerras. También, si hacemos caso a Baroja ("el nacionalismo es una enfermedad que se cura viajando") contribuiría a relativizar esos orgullos ridículos de ser ... (escríbase la nacionalidad que se quiera). Pese a que ciertamente lo de hermanarse es una costumbre muy extendida (no hay más que buscar cualquier localidad en la wikipedia para enterarse de cuáles son las otras con la que lo está), dudo que tan loable práctica haya resultado muy eficaz en cuanto a los objetivos que pretendían. Supongo que no pasa mucho más allá de actos protocolarios y viajes de políticos de uno a otro lado, para luego quedar en los rótulos de los callejeros municipales. Pero no voy a criticar porque la verdad es que no tengo apenas datos sobre el asunto.
Así que misterio resuelto en cuanto a Unterhaching (y añadiendo Bischofhofen). O no, porque como comentó recientemente Lansky, lo único que he hecho es responder a la primera pregunta: ¿Por qué dos calles de Adeje tienen los nombres de esas ciudades? Porque están hermanadas con este municipio tinerfeño. Pero la respuesta aabre inmediatamente el siguiente interrogante: ¿Por qué se han hermanado estos municipios? Se supone que se hermanan ciudades que comparten características comunes y así, desde mi conocimiento de Adeje (bueno) y de Baviera y la región de Salzburgo (regular pero no nulo), no encuentro demasiados parecidos. Pero, sin duda alguna razón habrá, aunque sea tan peregrina como que esas dos localidades fueran los lugares de residencia de sendos turistas que hacían algún número redondo en la cuenta de visitantes al municipio (seguro que ésta no es). En todo caso, tampoco es que me interese el tema particularmente y, desde luego, es absolutamente irrelevante.
Sin embargo lo que a mi juicio no es tan baladí es el hecho de que a nadie de los que estaban esta mañana en la reunión, a pesar de haber visto el nombre de esa calle innumerables veces (y tener dificultades para pronunciarlo), se le hubiera pasado por la cabeza preguntarse el por qué de su presencia en el callejero municipal. Por mantenerme en el ámbito de los nombres de las calles y plazas, es significativo cuánta gente no sabe quién es el prócer que da dirección postal a su domicilio (a propósito, hace más de dos años dediqué un post al "titular" de mi calle, un capitán de cruceros turísticos de principios del siglo pasado). A mí, en cambio, este tipo de tonterías y muchas otras me llaman la atención, me despiertan la curiosidad, y tengo el hábito de preguntar en mi entorno sobre la multitud de dudas que se me ocurren para ver si alguien me aclara estos nimios misterios cotidianos. Lo normal es que nadie sepa la respuesta, pero lo que me asombra es que se asombren de que me plantee esa duda. Tienes una mente muy rara, me dijo hace un tiempo una amiga, qué cosas se te ocurren.
Yo, claro está, no me considero raro a este respecto o, si lo soy, no me parece nada mal tener esta tendencia a preguntarme por las inagotables nimiedades que continuamente me salen al paso. Pienso que eso significa simplemente que tengo la curiosidad adecuadamente engrasada, y esta cualidad –que no defecto– se me antoja casi imprescindible para disfrutar de la vida, casi casi para mantenerse vivo, al menos como yo lo entiendo. Y, naturalmente, que no se me diga que debería dedicar mi curiosidad a asuntos más importantes, porque la curiosidad es una capacidad que te hace tener la mente activa y despierta, acostumbrada a preguntarse por cualquier cosa. O sea, que no me creo a los que dicen que sí que tienen curiosidad, pero sólo sobre los temas que les interesan (o que les parecen importantes). Porque la curiosidad es una disposición apriorística de la inteligencia y, consecuentemente, a los curiosos nos interesa todo, al menos de entrada.
Curiousity - Iggy Pop (New Values, 1979)
Como yo, tienes el que yo llamo 'Síndrome del Gato muerto' ("la curiosidad mató al gato", tonto y amenazante aforismo). Y tienes igualmente razón en que la curiosidad es una disposición a todo, no restringida a un área, y menos profesional, eso son disculpas de los que carecen de ella
ResponderEliminarLo de hacerse preguntas no es raro... ES PELIGROSO.
ResponderEliminarAsí que cuidadín, porque sabemos quien eres y dónde vives. (Música de suspense, por favor)
La curiosidad es incontrolable. Se dispara sobre lo que a ella le da la gana, en mi caso preferentemente sobre los asuntos más tangenciales, inútiles y sesgados. Como bien dice Lansky, el que dice tener curiosidad solo sobre asuntos determinados y previstos de antemano está llamando curiosidad a otra cosa, la de verdad es imprevisible y va a su aire.
ResponderEliminarEl aforismo del gato es tonto, sí, pero no del todo falso. Le sobra de tontería lo que le falta de verdad, a saber, lo primero de todo referirse a un gato. Los curiosos, gatos incluidos, corremos peligro de que nuestra curiosidad nos busque problemas y nos acorte la vida, efectivamente. Pero los curiosos que no somos gatos y, por ello, podemos elaborar y transmitir los descubrimientos a que nuestra curiosidad nos lleva a veces, en primer lugar vivimos una vida mucho más interesante, aunque sea más corta y además, a veces, contribuimos a alargar la de los demás.