Sed buenos es seguramente la orden que más veces han repetido los padres a sus hijos y quizá por eso nos queda en la edad adulta como una reminiscencia infantil, un concepto vago sin apenas efectos prácticos. Supongo que la mayoría pensamos que somos buenas personas y, aunque sería interesante saber qué es lo que cada uno entendemos por ello, me imagino que esa presunta bondad nos la atribuimos sobre todo en relación a nuestras intenciones, mucho más que a nuestros actos. Conozco varios individuos que cometen recurrentemente pequeñas "maldades" y me consta que se consideran buenas personas. ¿Es debido a que entienden la bondad de forma radicalmente distinta a como yo lo hago o quizá a que no se conocen suficientemente o no se percatan de los efectos de sus actos? La última posibilidad –carencias en el autoconocimiento– no es nada rara: nos cuesta mucho vernos como somos de verdad, en especial cuando lo que vemos no nos gusta. Descubrir en nosotros la maldad, sea en el grado que sea, resulta tan duro que desarrollamos mecanismos defensivos de autoceguera. Hace un tiempo, una persona muy querida, se derrumbó porque admitió ante si misma que "era mala".
¿Qué es para mí ser bueno? Pues simplemente tener bondad, es decir –siguiendo el diccionario– querer hacer el bien. Y hacer el bien viene a significar hacer cualquier cosa que contribuya a mejorar el estado previo del receptor, incluyéndose uno mismo. Hasta aquí no creo que haya muchos disensos y que también se aceptará que, al menos a afectos analíticos, puede distinguirse entre querer hacer el bien (intención) y hacerlo efectivamente (comisión); es decir que, en teoría, cabe admitir que las mediciones (suponiendo que sean posibles) de la bondad de alguien deben hacerse separadamente respecto de su intencionalidad y de sus actos. De hecho, supongo que la bondad intencional suele ser bastante mayor que la fáctica, y ello por muchos motivos (el más básico, que no siempre podemos hacer el bien aunque queramos). Claro que lo normal es también que esas diferencias se muevan en un margen razonable. Así, nos cuesta imaginar un individuo que sea intencionalmente bueno y su comportamiento descaradamente malo; en tal caso, pensaríamos que el tipo es un repugnante hipócrita o que sufre algún trastorno de personalidad que debería hacerse ver.
Hacer el bien, para mí, equivale simplemente a hacer felices a los demás (y a uno mismo) o, para ser más preciso, a que nuestros actos (buenos) contribuyan a que la felicidad del otro aumente o que su infelicidad disminuya. Naturalmente, en la práctica no es tan sencillo, en primer lugar porque no siempre es fácil saber cómo y cuánto se contribuye a la felicidad ajena. Tampoco la respuesta inmediata a nuestros actos en el "estado de felicidad" del receptor es siempre el mejor indicador, pues no pocas veces el bien que hacemos, aún siendo eficaz, lo es a más largo plazo. Pero, con todas las complejidades y casuística que se quiera, lo cierto es que, si de verdad queremos hacer al otro feliz, muy torpes tenemos que ser para equivocarnos en los actos, muy idiota sería si me empeño en sostener (en primer lugar ante mí mismo) que he hecho algo por el bien de otro cuando compruebo que no he contribuido a mejorar su estado de felicidad (e incluso hasta lo he empeorado).
Muy tonto o, a lo peor, muy soberbio, pero es que, al cabo, la soberbia, como la vanidad, tiende a enturbiar la inteligencia. Me refiero a esas personas que no escasean y se erigen en sabedores de lo que es mejor para sus prójimos, aunque éstos consideren que se equivocan. Naturalmente, en muy mayoritario porcentaje, se engañan, porque juzgan desde sus propias concepciones de lo que debe ser la felicidad. Algunas veces (pienso ahora, por ejemplo, en mi madre) esa incapacidad empática no es incompatible con el amor sincero al otro; de verdad se quiere su felicidad, pero por sus fortísimos condicionantes educativos, no se puede concebir que se pueda ser feliz de otra manera a como uno lo entiende. Pero los menos excusables (y también los más abundantes) son quienes –aquí sí desde la soberbia– se engañan confundiendo hacer el bien con hacérselo a sí mismo.
Como en posts viejos ya he escrito, para mí el amor es simplemente querer el bien del otro. Por tanto, amar y ser bueno vienen a ser, si no exactamente lo mismo, casi. Si uno ama desea pues hacer el bien y, a la inversa, si no siente deseos de hacer el bien es que no ama. Naturalmente, amar (y el deseo de hacer el bien) es un sentimiento propio que, aunque viene influido por el comportamiento del otro, no depende esencialmente de éste. No suele ser amor el que responde al amor del otro, ni tampoco se es bueno cuando se desea "devolver" el bien que otro nos ha hecho (aunque tampoco son malos pasos en la buena dirección). En resumen, que para mí se es tanto más bueno cuanto más amor se siente (porque, desde luego, los amores que matan no son amor).
Pienso que cuanto más se ama, cuanto más bueno es uno, también más feliz se es. De hecho, creo sinceramente que la bondad es un requisito necesario –casi el único diría, una vez satisfechos los mínimos de la subsistencia material– para ser de verdad feliz. Por eso, porque pienso que ser feliz es una tendencia natural de todos (excluyo a los masoquistas patológicos), tiendo a suponer que la mayoría de las personas son buenas –aunque sea en el fondo–, tienen la capacidad de amar, la bondad anidada en su carácter. Luego resulta que me equivoco, ya que voy tropezándome a cada rato con individuos que parecen gozar en sus maldades cotidianas, que revelan una absoluta indiferencia cuando no desprecio hacia los sentimientos de los prójimos. Aún así, me empeño en considerar que eso no implica la ausencia potencial de bondad, sino que ésta queda aplastada por otros sentimientos, ruines pero más poderosos.
Viene aquí a cuento recurrir al Nuevo Testamento (pertenezco a la cultura cristiana) y recordar el famoso capítulo 13 de la primera epístola de Pablo a los Corintios: "Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba nunca. …" (Y conste que Pablo nunca me ha parecido un modelo de caridad, pero eso ocurre con frecuencia con los predicadores de cualquier laya).
Desde luego, no es privativa del cristianismo (ni siquiera originaria) esta concepción de la caridad, pero por simple cercanía cultural baste este texto como referencia de autoridad. El amor, en efecto, es todo lo que dice Pablo y, por tanto, no acaba nunca. Es decir no se acaba de ser bueno, no se alcanza ninguna meta en la bondad. Dos son las conclusiones que resalto para mi propio uso: que hay que ser bueno (intentarlo), tal como nos decían nuestro padres y que sin bondad (sin amor) nada vale realmente. La primera debería ser, a mi juicio, la norma fundamental de nuestras vidas y aplicarla cotidianamente. Es difícil, porque muchos sentimientos se oponen a desear y hacer el bien a individuos concretos que, por lo que sea, nos caen mal. Preguntarnos qué hay en nosotros (no en ellos) que explique por qué nos caen mal es recomendable para mitigar la animadversión y, en todo caso, si no nos sale hacerlos felices al menos abstengámonos de cometer actos que contribuyan a la discordia. Como hace poco le he dicho a un amigo, consciente de mis limitaciones (y de mi bondad) no pretendo hacer felices a todos los que me rodean (aunque sí a los que quiero) pero, desde luego, sí pretendo no molestar innecesaria o injustificadamente a nadie.
Hay sin embargo bastantes que no se aplican esta norma (incluso aunque declaren estar de acuerdo con ella) y sus acciones parecieran responder a intentos casi compulsivos por molestar, en algunos casos como si cada uno de esos incordios que provocan fuera una especie de triunfo personal. A veces, ante casos que conozco, dudo si son conscientes o no de los efectos de su comportamiento. De no serlo, habría que indagar sobre las causas (alguna habitual he mencionado más arriba) y, si sí lo son, entonces hay que concluir que no les importa ser buenos, que valoran bastante más otras cosas. Pero sean éstas las que sean, para mí de nada valen sin la bondad. Al final, aunque sea triste (porque incluso a personas así se les puede querer), la única opción que te queda es evitarlos.
Para compensar el estilo algo meloso de sermón dominical de este post, ahí van dos canciones pertinentes al tema que nada tienen de cursis.
A good man is hard to find - Tom Waits (Blood Money, 2002)
A good man is hard to find - Tom Waits (Blood Money, 2002)
A good man - Janis Joplin (I Got Dem Ol' Kozmik Blues Again mama!, 1969)
Hay un mecanismo universal, que nos afecta a todos, y que creo que es la principal interferencia entre nuestras intenciones teóricas de ser buenos y nuestras putaditas - o putadazas- prácticas: nuestra renuencia a relacionar correctamente causas con efectos, nuestra disposición a negarnos a ver el verdadero "precio" de las cosas. Es el mecanismo que explica que sigamos fumando a pesar de saber que provoca cáncer, que sigamos consumiendo más energía de la que podemos permitirnos... Negar cuáles son las verdaderas consecuencias de nuestros actos, o minimizarlas, es una costumbre inveterada de todos, que nos permite también seguir proclamando buenas intenciones hacia el prójimo mientras le metemos alegremente el dedo en el ojo.
ResponderEliminarY está, claro, la falta de empatía. Hay a quien le resulta más fácil ponerse en el lugar del otro y "com-padecer" con él lo que el otro padece, pero es mucho más frecuente lo contrario, mirar al otro como a un fenómeno opaco e incognoscible, al que se le puede atribuir cualquier cosa que nos convenga atribuirle para quedarnos tranquilos. "Esas porquerías que les gusta comer a los pobres"...
Tremendamente denso este post. No ando muy bien de tiempo así que, de momento, me voy a limitar a comentar esta frase, para tratar de explicar porque la bondad, siendo algo tan obvio, es algo tan difícil de definir.
ResponderEliminarY hacer el bien viene a significar hacer cualquier cosa que contribuya a mejorar el estado previo del receptor, incluyéndose uno mismo
Dejando claro que no hablamos de padres sádicos ni de psicópatas. ¿Qué les diríamos a estos padres?
"Cuando he visto que mi hijo pequeño jugaba con cerillas le he dado un azote. ¿He sido bueno?"
"Cuando mi hijo adolescente me ha dado una mala respuesta, me he quitado el cinturón y le he pegado una sarta de correazos bien dados. ¿He sido bueno?"
Vanbrugh lo ha dicho muy bien - según mi apreciación.
ResponderEliminarAnte reflexiones como esta tuya no viene mal repasar el significado de palabras como 'el bien', 'la moral', 'la inteligencia' y otros conceptos aún revisables y que tenemos hoy día a golpe de click.
Parto de este axioma: “la inteligencia tiende al bien”. Excepto algunas, (muchas y tal vez demasiadas excepciones que todos conocemos por la Historia), las personas inteligentes no hacen el mal colectivo ni privado, en su entorno. Es muy cierto, y agudo a mi entender, lo que dices al principio de que la presunta bondad nos la atribuimos sobre todo en relación a nuestras intenciones, mucho más que a nuestros actos.
Desde muchacho me sorprendió que un ministro de la iglesia cristiana bebiera vino al celebrar la santa misa, mientras que en el Islam eso suponía ir en contra de uno de sus más elementales mandatos. Ya entonces, desde mi chata inteligencia y escasa experiencia, me valió este sencillo ejemplo para pensar que los conceptos definidos más arriba eran muy elásticos y en ocasiones de muy ambigua interpretación.
De manera muy azarosa supe mucho después de la llamada 'Teoría de las inteligencias múltiples'. El profesor Howard Gardner (que no sé quién es) desarrolló en 1983 las siete inteligencias que creía haber 'descubierto' y su explicación no me pareció nada sorprendente, nada extraña; la tomé como algo que me pareció bastante razonable, leído así por encima. Tomé nota de esas siete clasificaciones porque pensaba colgar un post tratando el tema a mi modo, entre veras y bromas, por lo que tenían de didácticas, de jugosas y merecedoras de cualquier interpretación.
He aquí su taxonomíad e inteligencias: 1.- verbal-lingüística, 2.- lógico-matemática (que es mi verdadero fuerte...) 3.- cuerpo-sinestésico, 4.- espacial, 5.- musical, 6.- interpersonal y 7.- intrapersonal. Creo que ahí hay material para enrollarse con un post, sea del modo como se quiera enfocar.
Por otro lado, así como se dice que 'a la mejor puta se le escapa un pedo', al más inteligente y 'bueno' pude hacer boberías y grandes o pequeñas maldades. Ciertamente a veces, en nuestra idea de bondad, creyendo ayudar al prójimo le podemos hacer la puñeta – y al revés: podemos ser maliciosos con cualquiera de las personas que nos rodean y, sin darnos cuenta, le estamos abriendo los ojos a la realidad. Les hacemos un favor.
Pero fíjate: tus razonamientos, los de este señor profesor y los míos propios adquiridos a través del tiempo y la experiencia, me llevan a interesarme más por la maldad de las personas. Así como dicen - y parece probado (?) - que la inteligencia se hereda y, por tanto se hereda también la tendencia a 'ser buenos' ¿cómo se explicaría el comportamiento de las personas malas? Me inclino a pensar, de nuevo, (o como siempre) a que además del factor genético existe el fenético: el ambiente en el que las personas se han criado, 'educado' y crecido.
Con todo y eso, no creo en eso que llamas 'carencias del autoconocimiento'. TODOS, (con un mínimo de inteligencia), sabemos muy bien cuando hemos estado en fuera de juego y hemos cometido alguna putada – llámalo maldad si lo prefieres. La auto ceguera no existe al respecto. Hay una ceguera histérica, que es muy otra cosa.
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ResponderEliminar"Por tanto, amar y ser bueno vienen a ser, si no exactamente lo mismo, casi.". No estoy de acuerdo, claro que, como casis iempre,depende de las definiciones (de amar y de ser bueno). Para mí 'ser bueno' es bastante más unívoco que 'amar', y me adhiero sin problemas a tu definción de desear el bien, pero amar...lo cierto (reitero lo de las definiciones) es que se puede amar bien o s epuede amar mal. Habrá quien diga que los maltratadores no aman a su maltratado/a, que eso no es amar, sino posesión etc., yo creo que sí, que lo aman: mal, lo aman mal.
ResponderEliminarP.S.- Mis disculpas (que están en mi blog) por lo que tú sabes
Yo tengo una tía que adora a los animales, a todos los animales sin distinción (excepto los de aspecto asqueroso y entre ellos las arañas por las que siente especial repulsión). Yo que soy vegetariano y que convivo en la misma casa con ella, le llamo reiteradamente su atención sobre cómo es capaz de comerse a esos animalitos que supuestamente tanto quiere… y no obtengo respuesta, ni he conseguido enturbiar la felicidad con que los engulle. De lo que se puede sustraer que: Aunque seamos conscientes de estar cometiendo una tropelía, se puede obviar que un filete y una linda ternerita son la misma cosa, y sentirlas como dos cosas distintas, sin sentir por ello el más mínimo remordimiento. De lo que resulta que: El amor (o hacerle el bien a alguien) no es coherente ni universal sino irracional y dosificado solo a aquellos sujetos que se hallen próximo a nosotros.
ResponderEliminarHola, Atman. Oye, ¿no te parece que, puesto que -afortunadamente, en mi opinión- no logras enturbiar la felicidad de tu tía, quizás fuera buena idea que desistieras de intentarlo, y dejaras de reiterar tus llamadas de atención? (Hay que ser verdaderamente una tía muy amante, para aguantar la convivencia con un vegetariano. Santa mujer).
ResponderEliminar¿De dónde sacas que tu tía sea consciente de estar cometiendo ninguna tropelía? ¿Y de dónde la absurda idea de que sean la misma cosa un filete y una linda ternerita?
A mí me encantan las lindas terneritas, de hecho. Uno de sus principales atractivos, a mis ojos, estriba en saber en qué clase de estupendos y sabrosísimos filetes se convierten cuando dejan de ser lindas terneritas, cumpliendo muy satisfactoriamente su destino natural. No creo que ni la ternerita ni yo podamos aspirar a un final más feliz para nuestra estupenda relación.
¿No crees que los vegetarianos deberíais conformaros con comer lo que os dé la gana, y dejarnos a los demás comer en paz lo que nos da la gana a nosotros?
Hola, Vanbrugh. Bueno, quizás haya exagerado con lo de reiterar mis llamadas de atención. Se lo he mencionado alguna que otra vez, aunque cada vez que comemos las distintas fuentes de alimentación quedan patentes nuestras diferencias, y quizás sea un problema más mío que suyo, pues yo sí que considero mi dieta mucho más inofensiva y coherente con mis sentimientos hacia los animales que la suya. Si realmente quisiera ser malo me bastaría con emitir una maratón de imágenes de matadero cada vez que ella cocina, pero no soy tan malo. Creo que nadie en su sano juicio debería comer nada que no estuviese dispuesto a matar él mismo, el problema es que sobre el asunto no tenemos juicio, solo nos limitamos a seguir una tradición. En cuanto a tu opinión sobre el feliz rendez-vous entre la ternera y tú, me gustaría oír también la opinión de la ternera. Pero es verdad, un filete no es lo mismo que el propio animal y no puede quejarse. Para mí ser vegetariano no es algo baladí, ha marcado mi forma de ver el mundo y mi moralidad, por tanto cada vez que sale a la luz algún tema relacionado surge mi vegetarianismo espontáneamente y os amargo un poco vuestra existencia. La cosa es así.
ResponderEliminarTranquilo, a mí no me amargas nada, los vegetarianos me causan solo una divertida perplejidad, que solo se acerca lejanamente a la irritación cuando pretendéis mezclar vuestras directrices dietéticas, muy respetables -sobre todo si no dais mucho la vara con ellas- con la ética. Por ahí sí que no paso. Comer carne será más o menos sano y más o menos conveniente para el organismo, pero no tiene absolutamente nada que ver con la moral. Pretender otra cosa es hacer de la moral un baratillo risible e inoperante, esa es mi opinión, que no es la primera vez que me escuchas, creo. Las historias tipo Krisnamurti, esas según las cuales matar una ternera es más o menos lo mismo que asesinar a un ser humano, esas sí que me resultan bastante penosas. Tampoco me amargan nada, pero me preocupan. Que haya gente capaz de tomárselas en serio me explica muchas cosas sobre cómo va el mundo. Y sobre porqué la cabeza de alguna gente funciona tan mal también respecto de otros asuntos más serios.
ResponderEliminarVanbrugh: Estoy de acuerdo con que, en efecto, nos negamos a ver las consecuencias de nuestros actos, a lo que yo añadiría como corolario (en relación al tema del post) que aplicamos muy distintas varas de medir a los que nos hacen y a lo que hacemos. Supongo que mucho tiene que ver con la tendencia natural a juzgar como buenos nuestros comportamientos, excusando nuestras faltas mediante el autoengaño, al mismo tiempo que nos permitimos condenar sin ambages las del otro. En el ejercicio del autoengaño hay verdaderos virtuosos, algunos incluso tremendamente susceptibles a las "maldades" que les hace el prójimo y absolutamente indiferentes a las que ellos mismos le infligen. Dice Grillo en su comentario que a él le resultan más interesantes los malos que los buenos; aunque esa idea lleva implícita en el fondo la popular equivalencia entre bueno y "pringao", no dejo de compartirla. Pero los que me resultan interesantes no son los malos que saben que lo son, sino los que haciendo maldades recurrentemente se consideran buenas personas. En suma, que lo que me intriga son los mecanismos psicológicos que posibilitan el autoengaño.
ResponderEliminarEn cuanto a la empatía, también de acuerdo. No sólo es necesaria para ser bueno, sino también para aprender a conocernos sin los velos engañosos de la autocomplacencia. Ponerse en el lugar del otro, además de fomentar la compasión bien entendida, te obliga a ver tus propios actos con otros ojos, primer paso para, si procede, cuestionártelos.
Números ¿Denso? ¿Tú crees? No me lo parece a mí tanto, pero quizá. En cuanto a tu ejemplo de los padres, ya comento de pasada en el post que no siempre es fácil saber cómo hacer el bien y, sin duda, el caso de los hijos es especialmente complicado, como demuestra el hecho de que no conozco a casi nadie que esté satisfecho (me incluyo) de cómo lo ha ejercido. Afortunadamente –según leí en un grueso libro de una psicóloga gringa hace años, cuando me tocaban tales tareas– los chicos salen bien (o mal) un poco al margen de la educación paterna o, mejor dicho, está empieza a hacer efecto cuando ya son adultos y están fuera de la órbita pedagógica de sus progenitores (alguno diría, cuando son a su vez padres). No obstante, por mojarme, a tus dos preguntas (retóricas) contestaría que esos padres no, no han sido buenos. Claro que habría que conocer los antecedentes (y esto no es un consultorio de psicología familiar). En todo caso, mi post iba más de los comportamientos cotidianos de los adultos entre sí (las putaditas a que se refiere Vanbrugh, o sus acciones opuestas).
Grillo: Joder tío, cantidad de cosas que dices. Intentaré darte mi opinión sobre algunas.
ResponderEliminarPrimera tu axioma sobre que la inteligencia tiende al bien. No estoy muy seguro de que pueda calificarse de axioma; para ello, de entrada, tendríamos que ponernos de acuerdo en qué se entiende por inteligencia –en términos generales, sin necesidad de distinguir entre las siete inteligencias de ese profesor Howard Gardner-. El DRAE la vincula a la capacidad de entender y de resolver problemas y bajo esta concepción puedo imaginar personas muy inteligentes y muy malvadas. Si en cambio, como pienso, el más importante problema que tenemos es nuestra propia vida y vivirla lo más felizmente posible, será más inteligente quien mejor encuentre los medios para lograrlo. Y, desde este punto de vista, como también pienso que hacer el bien es la más eficaz forma de ser feliz (salvo que tengas algún desajuste cerebral), coincido contigo en que los verdaderamente inteligentes tenderán a ser buenas personas. O, dicho de otra forma, por mucho que un malvado sea capaz de comprender la física cuántica, yo diría que muy tonto uso hace de su inteligencia (y si usa su mucha inteligencia tontamente no parece apropiado calificarle de inteligente).
En lo que disiento contigo es en que la autoceguera no existe. Yo creo que sí, porque tengo comprobado que hay muchas personas inteligentes que no voy a decir que hagan maldades graves, pero sí que se comportan recurrentemente de forma ofensiva hacia el prójimo (o, al menos, muestran absoluta falta de voluntad en hacerle feliz) y, lo más curioso, es que no se percatan. En mi opinión esa ceguera es debida en parte a la escasa empatía (véase comentario de Vanbrugh) pero también a notas de su carácter que les impiden darse cuenta de los efectos de sus actos. Volveríamos de nuevo a concluir que entonces puede que no sean tan inteligentes.
R. Montblanc: Antes de nada, bienvenida a este blog. Compruebo que ya comentaste en el post anterior y, haciendo gala de una maleducación muy reprobable, no te saludé entonces. Espero que sigas comentando, que los que aquí lo hacemos somos pocos pero "buenas personas".
ResponderEliminarEn cuanto a lo que señalas, poco puedo decirte salvo que estoy absolutamente de acuerdo. Muy en especial con la importancia de la felicidad y su relación con el amor, lo cual lleva, ciertamente, a no ser tan tontos para malgastar nuestras breves vidas no practicándolos.
Lansky: Por supuesto que es cuestión de definiciones y por eso en el post doy las mías. Supongo que si estás de acuerdo con que ser bueno es desear (y practicar) el bien, disientes en que amar sea desear (y practicar) el bien del amado; porque, si no disintieras, digo yo que coincidirías en que amar equivale (con mínimos matices diferenciales quizá) a ser bueno con el amado. Sin embargo, no aportas tu propia definición de amar, salvo lo de que se puede amar bien y se puede amar mal (frase que trasponiéndola a hacer el bien resultaría contradictoria o al menos ambigua, en efecto, si dijéramos que se puede hacer el bien mal).
Ciertamente yo soy de los que dicen que los maltratadores no aman a sus maltratados y, por tanto, no estoy de acuerdo contigo es que los amen mal. Podríamos debatir largo sobre este asunto pero sería inútil si antes no conviniéramos a lo que llamamos amor. Hace bastante escribí en este blog sobre lo que yo entiendo (que al cabo, se resume en la definición que ya he dado). Si aceptaras que el significado de amar es el que mantengo, imagino que no tendrías inconveniente en concluir que los maltratadores no aman. Por mi parte, conozco la definición de amor subyacente en tu conclusión (sí aman, pero mal) y, por tanto, entiendo que los maltratadores crean que sí aman. Pero, para mí, ampliar el campo semántico de las palabras (en este caso, amor, una de las más manidas y deformadas) no vale para nada bueno, sólo confunde y, como en tu ejemplo, permite justificar (o excusar) ciertas atrocidades.
Atman: El ejemplo que traes a colación parece encajar bien en el dicho popular de arrimar el ascua a su sardina, porque hay que empeñarse en ello para a propósito de un post sobre "hacer el bien" derivar hacia los animales. Aún así, entro al trapo.
ResponderEliminarSupongo que la "adoración" de tu tía por los animales la entiendes como sinónimo de "amor" hacia ellos y, por tanto, tu tía debería desear el bien de los animales lo que –para ti– es incompatible con comer animales. Te hago notar, en primer lugar, que dudo que tu tía ame a todos los animales (que es aún más difícil que amar a todos los hombres, así en abstracto), sino que amará a animales concretos con los que conviva y, en todo caso, le gustarán en general casi todos los animales (salvo las arañas). En segundo lugar, que aún amando a algunos animales, salvo que se tenga alguna desviación, ese amor suele encuadrarse en los límites de la naturaleza del objeto amado (aunque hay algunos que aman más a su perro que a su mujer) y estoy seguro de que tu tía sabe distinguir el alcance de su amor. Por último, que no alcanzo a ver la inevitabilidad lógica (que tú tienes tan clara) de que desear el bien de un animal al que amas suponga necesariamente no comer animales (y mucho menos que quienes somos carnívoros estemos cometiendo tropelías). Querer el bien de los animales domésticos criados para carne puede derivar en que, mientras vivan, lo hagan en las mejores condiciones y que cuando se les sacrifique no se empleen medios brutales. De hecho, cuando respondes a Vanbrugh aludiendo a las imágenes de mataderos haces una fácil trampa dialéctica, pues del hecho de que se los mate haciéndolos sufrir no se deduce que no haya que matarlos para comernos su carne.
Por supuesto, como te dice Vanbrugh (no voy a entrar al intercambio de comentarios entre vosotros), a mí también me parece muy respetable tu decisión de no comer carne y también que consideres esa conducta como parte esencial de tu moralidad. Me parece muy respetable que así pienses y te comportes, el pensamiento y el comportamiento en sí no me parecen respetables (ni todo lo contrario). Si he de juzgarlos en términos éticos universales (aplicando el imperativo kantiano, por ejemplo) habría de meditar sobre qué significaría que toda la humanidad fuera vegetariana y sopesar sus resultados, y estoy a priori de acuerdo en considerar en ese balance la "felicidad" de las terneras (que, en tal caso, es probable que no existieran) debidamente ponderado en relación a la felicidad humana. Me temo que sería tarea ardua y, desde luego, no estoy en condiciones ahora ni siquiera de intentarla.
Lo que en cambio sí me parece relacionado más directamente con el post es tu comportamiento con tu tía, tal como te lo hace ver Vanbrugh. No pareciera en principio que repitiéndole a la pobre mujer la atrocidad que está cometiendo y lo inconsecuente que es contribuyas a aumentar su estado de felicidad; o sea, que no parece que le estés haciendo el bien. Ciertamente, te excusa que tus reiterados intentos de "enturbiarle su felicidad" (uy, uy, uy) fracasan y que tú, pese a ello, no optas por pasar a mayores maldades (como proyectarle un cruel documental sobre mataderos). Dicho de otra forma, vienes a confesar que haces "putaditas" (uso la terminología del primer comentario de Vanbrugh), pequeñas maldades que no pasan a mayores. Te recomendaría cariñosamente que en vez de eso procuraras darle pequeñas gratificaciones.
Si me dices que tu intención es hacerle el bien, aunque ella no lo vea, porque será bueno para ella que se vuelva vegetariana, te contestaría que ese tipo de actitudes me recuerdan las de tantos poseedores de la verdad que en la historia ha habido y que, por el bien del prójimo, se empeñaban en convertirlos, a sangre y fuego si hiciera falta (y hacía falta, claro). Si crees que ser vegetariano es una posición éticamente buena (y ser carnívoro mala) y, además, nos hace más felices, mi consejo es que te limites al ejemplo, más eficaz a la larga.
Miroslav: Hay muchas clases de amor, como bien sabes y alguna vez has dicho; como conjuntos que se solapan sólo en parte, el amor filial o el de parejas, por ejemplo. En concreto el amor de los maltratadores, los que según tú no aman y según yo aman mal, es un amor, pongamos, de parejas, por tanto con atracción o componente sexual, ye s probablemente ese componente derivado hacia la posesión como perversión el que domina sobre otros aspectos fantásticos en los amores de pareja que aman bien, como la complicidad o la ternura.
ResponderEliminarIntuyo que lo contrario u opuesto para ti del amor es el odio (el odio que el maltratador tiene por su pareja y que yo admito que existe). Para mí lo puesto al amor no es el odio, sino la indiferencia.
Muchos vegetarianos Vanbrugh incurren en dos errores, uno es metabólico-fisiólógico y no tiene demasiada relevancia en adultos sanos; el otro es filosófico y consiste no en no saber la relación entre la madera y el bosque,-que es conveniente no ignorarla-, sino en confundir la mesa con el árbol. Y deahí no les sacas.
Intuyes bien, Lansky, para mí el odio (desear el mal) es lo opuesto al amor. La indiferencia es la ausencia de sentimiento afectivo hacia el otro (no le deseo nada, ni el bien ni el mal) y, por tanto, en rigor no la puedo considerar contraria al amor. En todo caso, podría serlo si la oposición es amor-desamor ya que sí me parece apropiado entenderla como sinónimo de este último término. Cuestión distinta es que la diversidad evolutiva del sentimiento amoroso, que pasa al odio o, finalmente, a la indiferencia. Y, en esa línea, tu alusión me recuerda la letra del popular bolero (¿es un bolero?) Odiame que, por cierto, resulta que es de un poeta peruano de los años veinte. Ciertamente, como dicen los melosos versos, "Más vale el odio que la indiferencia /
ResponderEliminarEl rencor hiere menos que el olvido". Pero que la indiferencia esté más "lejos" (temporalmente) del amor que el odio ("tal solo se odia lo querido") no equivale, a mi juicio, a que sean contrarios en términos lógicos.
En cuanto a las clases de amor, te precisaré (aunque admito que se trata de precisiones terminológicas para mi propio uso porque me resultan útiles para no mezclar todo en un batiburrillo confuso) que yo no creo (ni creo haberlo dicho) que haya distintas clases de amor. Pienso que el amor es siempre uno (desear el bien del amado) y que las diferencias son de grado (desearlo con mayor o menor intensidad). En lo que sí creo que hay diferencias es en las relaciones interpersonales amorosas; es decir en aquéllas en las que uno de los ingredientes es el amor (incluyo la amistad, por cierto). Aunque digamos amor filial, amor de pareja, amor de amigos, etc ... creo que, si fuéramos precisos, deberíamos decir relación filial, relación de pareja, etc. En todas ellas aparece el amor pero, y ahí estarían las notas distintivas, con otros sentimientos o ingredientes que pueden llegar a contradceir y hasta anular a éste.
En el caso del maltratador, puede haber amor y odio, pero no simultaneamente ya que cuando la está odiando (deseando y haciéndole mal) no la está amando. Naturalmente, en esas relaciones de pareja otros ingredientes que debemos distinguir –creo yo– del amor (tales como la posesión, por ejemplo, que citabas en tu anterior comentario) y que incluso suelen estar presentes en casi todas, tienen tanta fuerza que anulan el amor.
ausencia de sentimiento afectivo hacia el otro ¿De verdad cres, Miroslav que el furibundo individuo que mata a su pareja tiene esa ausencia...o más bien un amor/odio mal encarrilado?
ResponderEliminarPor supuesto que NO creo que "el furibundo individuo que mata a su pareja tiene ausencia de snetimiento afectivo hacia el otro" y, de hecho, no he dicho eso en mi anterior comentario. Cuando hablo de la indiferencia estoy contestando a tu tu afirmación de que ésta es lo opuesto al amor.
ResponderEliminarEn cuanto a lo que siente el furibundo individuo cuando está maltratando a su mujer, yo creo que es odio (también lo he dicho), no amor. Admito no obstante que en otros momentos pueda sentir amor. Y sí, claro, la relación puede ser de amor/odio y, por tanto, mal encarrilada.
"En el caso del maltratador, puede haber amor y odio, pero no simultaneamente". Justo al revés: lo hay simultáneamente, y por eso es patológico, porque, no debería hacer falta decirlo: sentir odio, según y cómo y a qué conduzca no es lo malo, sino sentir simultáneamente amor y odio. En fin, no vamos a ponernos de acuerdo, porque me acabo de dar cuenta de que la disensión es más profunda que ,a mera terminológica
ResponderEliminarMiros,
ResponderEliminartal vez no me expliqué bien: no quise decir que me gustaran o interesaran más las personas 'malas' que las buenas, sino que me parecía más interesante conocer los mecanismos por los que son malos; quería significar que podría distinguirse entre los factores que podrían llevarlos a actuar con maldad, unos genéticos, heredados ya al nacer, y otros fenéticos, sociales, adquiridos más tarde por la educación y el ambiente en el que se desarrolla el individuo, (si no recuerdo mal de mis lejanísimos estudios de medicina.)
Era solo una teoría a considerar.
Por otro lado es cierto que dar por axiomático lo de que la inteligencia tiende al bien es arriesgado. Tal vez no sea un axioma, sino casi un corolario...
El tema es apasionante. Sigo luego. Ahora tengo que salir.
Lo siento Miros,
ResponderEliminarno estoy de acuerdo con tu consideración de la auto-ceguera. No sé si te estás refiriendo a que el auto-cegado es un poco tirando a bobo; es decir: no es inteligente; o si es un hipócrita consigo mismo o si - llevándolo al extremo de la guasa - está infantilmente jugando a 'la gallinita ciega'.
Otrosí. A propósito de la bondad y la maldad, de lo BUENO y lo MALO, veo que en estos blogs se hacen comentarios en unas horas que suelen ser de trabajo, de oficina; las 11 y pico, las tres y media o las cuatro veinte, etc.
Si en sus respectivas empresas se lo consienten o lo ignoran ya es cosa de ambas partes. Pero si quien lo hace es un funcionario (como creo que es el caso de Vanbrugh) ya lo veo algo más rarito. Y espero confundirme totalmente porque Van (Javier) me parece un hombre correcto, muy justo, educadísimo, calmo, ponderado y sobre todo muy justo y objetivo.
Resulta una redundancia decir eso de 'funcioanrio público; pero si de nuevo no yerro creo que a los funcionarios los paga el Estado, que somos nosotros, todos los contribuyentes, y ahí creo ver un minúsculo contrasentido respecto a la moral o la ética que tanto tienen que ver con el 'buen' o 'mal comportamiento'. Con el enunciado de tu interesante post: 'Ser buenos'.
Si me confundo o parezco excesivamente melindroso me excusaré, otra vez, sin el menor prurito.
No te enfades mucho, Vanb. Seguro que entenderé tus razones y quisiera seguir contigo tan amistosamente como hasta aquí.
No me enfado ni mucho ni poco, Grillo. Si tuviera que enfadarme cada vez que escucho comentarios sobre los funcionarios, viviría en permanente cabreo, y son muy poquitas las cosas por las que estoy dispuesto a dejar que se altere mi estado de ánimo. Los comentarios internéticos sobre mi forma de trabajar NO están entre ellas. En esta, como en casi todas las cuestiones, concedo a las opiniones ajenas un interés innegable, pero innegablemente secundario respecto de mis propios criterios.
ResponderEliminarLlego a trabajar todos los días a las siete y media de la mañana, -para lo cual, puesto que trabajo a sesenta kilómetros de mi casa, me levanto a las seis- y desde esa hora hasta las tres de la tarde -salvo algún que otro día que, por propia iniciativa, sin que nadie me lo pida ni me lo exija y sin cobrarlo, me quedo a comer y trabajo también por la tarde; el jueves pasado, sin ir más lejos, hasta las once y media de la noche- trabajo sin parar en unas cinco o seis cosas simultáneamente, todas ellas urgentes y bajo presión, entreveradas de reuniones, llamadas de teléfonos, visitas y cosas así. Además de lo cual tengo, con carácter permanente, otras seis o siete tareas de largo alcance, a las que dedico los ratos que puedo rebañar entre asunto inminente y cuestión inaplazable. Además, dirijo y superviso el trabajo de otras seis personas. Mi ordenador tiene abiertos simultáneamente dos o tres accesos de Internet, -correos electrónicos, consultas legales- varios documentos de Word, varias hojas de cálculo y un programa de contabilidad, y paso permanentemente de uno a otro, con escalas en la calculadora y el teléfono.
Si entre tarea y tarea encuentro algún momento para refrescar la mente y ocuparme de algunos de mis blogs, ello no solo le quita un tiempo mínimo a mi trabajo, sino que me refresca la mente, me ayuda a desentumecerme y contribuye muy positivamente a que trabaje mejor, con más alegría, con mejor espíritu y con mayor rendimiento. Desgraciadamente no siempre me es posible hacerlo, porque muchas de mis tareas son excesivamente absorbentes y requieren concentración y atención. De modo que, cuando sí me es posible -y decidir cuándo lo es y cuándo no forma también parte de mi trabajo y de mi responsabilidad; y en cambio no creo que sea trabajo ni responsabilidad de nadie más- me apresuro a hacerlo con la conciencia, puedo asegurarte, enormemente tranquila. Circunstancia que me basta para que comentarios como el tuyo, como te digo, me entren por un oído escasos segundos antes de salirme por el otro. Máxime teniendo en cuenta que, personalmente, me atengo escrupulosamente al principio de meterme en las vidas ajenas estrictamente cuando me lo piden, y eso suponiendo que me interesen lo suficiente, lo que, vistas las cosas, cada vez sucede más rara vez.
Hombre Vanb., sinceramente, no creo que comentarios como el mío te entren por un oído y te salgan por el otro en escasos segundos. Se nota en el tono que no es así.
ResponderEliminarNo obstante agradezco MUCHO tu explicación porque ya digo y he dicho en repetidas ocasiones que por loS temas en tu propio blog, por los comentarios en otros y por las repetidas veces que no hemos visto en persona (incluído en mi propia casa), te tengo definitivamente por un hombre cabal, justo, responsable, muy mesurado y simpático. Eres lo que llanamente se llama un señor muy bien educado.
Con tu larga explicación creo que convencerías a cualquiera de esos tantos que arremeten con los funcionarios; un tópico bastante común en muchos países, y más en los mediterráneos, un lugar común que se repite en novelas, en el cine, teatro y en los medios de comunicación.
En tu caso me negaba a creer que fueses ese tipo de funcionario apoltronado, y veo que no lo eres. Trabajas un montón, echas muchas horas y entiendo y te creo que una ligera escapadita a los blogs te sirva de alivio y de relajo para retomar tu tarea con más ánimo y con la cabeza despejada de los asuntos varios y engorrosos que afrontas de continuo. Es, debe ser, tana saludable como asomarse un ratito a la ventana para pillar aire fresco o fumarse un cigarrillo.
De verdad que te agradezco tu explicación. En primer lugar porque veo que la merezco (de lo cual me ufano), en segundo lugar porque es perfectamente coherente lo que dices, y finalmente para que esa opinión chusca o viciada de los funcionarios se vaya diluyendo de una vez con una explicación tan seria (y lógicamente cabreada) como la tuya.
No te pido disculpas porque creo que no hace falta: te pregunto sin meter el dedo en el ojo más de lo que la curiosidad suscita, me respondes con sentido común y se acaba el asunto. Quiero decir que había 'ausencia de malicia'.
Lo que sí te pido es que me aceptes UN ABRAZO.
Javier Gordillo
Abrazo aceptado, Grillo, naturalmente. Disculpa tú, si lo crees necesario, el tono un tanto adusto de mi respuesta, que celebro que te haya parecido bien.
ResponderEliminarHola, Miroslav. A diferencia de tu larga exposición yo voy a ser telegráfico. Estoy contra la explotación, el maltrato y el asesinato de animales. Creo que no es ético, ni necesario. Aquellos que por razones imperiosas necesiten comer carne (no se si existirá algún imperativo para tal cosa) deberían ingerir solo la carne de aquellos animales muertos por causas naturales. Por tanto, todos los carnívoros humanos que pudiendo elegir otro tipo de dieta se dedican a matar animales, desde mi punto de vista y al menos en ese aspecto: Son malas personas. Los perdono y soy condescendiente con ellos porque al igual que me pasó a mí, que fui carnívoro la mayor parte de mi vida, hemos sido embaucados por las tradiciones. Yo he dicho hasta aquí he llegado y estoy deseando y poniendo de mi parte para que esa forma de ver sea la de todos.
ResponderEliminarAtman: Dado que soy carnívoro humano (me gusta poco hecha) y puedo elegir una dieta vegetariana, me queda claro que, para ti, soy mala persona. No comparto tu conclusión, al menos no por esos motivos. No obstante, te agradezco tu perdón.
ResponderEliminarGrillo: Me temo que la "autoceguera" es más frecuente de lo que piensas y nos afecta a casi todos, incluso a los inteligentes. De hecho, lo verdaderamente difícil es encontrar personas que sea vean con suficiente claridad (el "conócete a ti mismo" de los griegos es un programa de estudio para toda una vida y que resulta arduo y obliga a no ser nada complaciente). Yo he conocido muchos que, siendo inteligentes, se engañan constantemente (y es frecuente que me descubra a mí mismo haciéndolo).
ResponderEliminarAtman: Procuro, sobre todo cuando no estoy en mi casa polemizar lo menos posible, pero me asalta una duda. Cuando dice:
ResponderEliminar"Estoy contra la explotación, el maltrato y el asesinato de animales."
¿Se refiere a TODOS los animales? Si es así, me está Ud. diciendo que se opone a que matemos a las ratas, cucarachas, palomas, moscas y mosquitos en general, incluyendo a tsé-tsé o al Aedes, langostas (no al marisco), pulgas, garrapatas, los gorgojos que asolan cosechas enteras...
Sí, sí, Números, lo sé. Es un tema complejo. Incluso yo, con mi vegetarianismo, no puedo evitar que para comer mis vegetales se le hayan robado las tierras previamente a otras criaturas. Moscas y mosquitos, los mato sin compasión, pero ratas, me juré la última vez que mate a una que ésa sería la última vez, me la encontré agonizante por haber comido mi cebo envenenado y no era como cabría esperar un ser repugnante sino un precioso animalito al que le habían reventado las tripas por dentro en hemorragias mortales.
ResponderEliminarAtman No sé donde he leído algo referido a la autoceguera, autoengaño, o al mentirnos a nosotros mismos, pero desde luego lo suyo es un buen ejemplo:
ResponderEliminarMatar una ternera para comérsela es de malas personas, pero no lo es matar moscas y mosquitos sin compasión.
Por las ratas no se agobie, al fin y al cabo solo son responsables de propagar la peste bubónica, la rabia, acabar con cosechas, morder a bebes y alguna que otra tropelía adicional, pero por lo demás podemos convivir con ellas sin ningún tipo de problemas.
No sé por qué me trata de usted, será que es usted muy respetuoso o que prefiere tomar ciertas distancias, y lo comprendo. Mire, esto de los derechos de los animales es algo a lo que no estamos acostumbrados y muy poco legislado, por causa de lo cual se cometen auténticas barbaridades, pero que solo a unos pocos interesa, a los que usted llama ciegos y mentirosos. Si lo único que a usted le preocupa es que nada perturbe su mundo de humano, con todas las cosas tan bien dispuestas para su comodidad, le informo que su mundo tiene fecha de caducidad y que vaya usted pensando en alguna alternativa. Creo sinceramente que aquí la única plaga es la de los humanos.
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ResponderEliminarCon permiso del dueño de esta casa, voy a tratar de explicarme.
ResponderEliminarEn ningún momento he llamado ciegos ni, mucho menos, mentirosos a los defensores de los animales. Simplemente creo que son un buen ejemplo de la autoceguera y autoengaño que se ha ido desarrollando a lo largo de los comentarios de este post:
Supongo que mucho tiene que ver con la tendencia natural a juzgar como buenos nuestros comportamientos, excusando nuestras faltas mediante el autoengaño... Miros dixit.
Consideran que matar a una ternera para comérsela es de malas personas (como mínimo) olvidando que bien Dña. Evolución, bien Nuestro Señor (elíjase la explicación que desee) nos hizo omnívoros para que pudiésemos comer de todo y me parece una tremenda muestra de soberbia (le recuerdo que es el primer pecado capital) que alguien me diga es que superior moralmente a mi porque no come carne, pero que no duda en matar moscas, mosquitos, ... o cualquier otro bicho que les resulte incómodo.
No es que sean mentirosos, ciegos o hipócritas, es que son incoherentes lo que a mi juicio es mucho más grave.
Quizás si se llamasen: Defensores de los derechos de aquellos animales que a MÍ no me dan por c*l* no me caerían tan mal. Ni que decir tiene que no acepto su supuesta superioridad moral ni necesito el perdón de semejantes individuos.
Por último aclarar lo de mi uso del "usted". Habitualmente no es más que por deformación profesional, pues es el usted el que utilizo por razones laborales, de manera que cuando escribo es lo que muchas veces me sale de forma natural.
Pero en su caso es diferente. Quizás yo sea muy sensible, tonto o antipático (o simplemente un antipático tonto sensiblero), pero tutear a alguien que me considera mala persona, cuando mi único crimen reconocido es comerme un filete, entienda que me cueste un poquito.
Me alegra saber el motivo para utilizar el de usted en nuestro debate. Para mí, lo que intentamos las personas que como yo defendemos a los animales es precisamente denunciar la hipocresía de nuestra sociedad, ya ves, justo lo contrario de lo que tú opinas. El que los insectos no me causen la misma preocupación que el sufrimiento de los animales superiores se basa en razones tan evidentes que me niego a entrar en ese debate, por pueril y porque no conduce a nada, después podemos afinar, pero de momento lo que se necesita es extender una red que los proteja mínimamente. Las leyes que protegen a ciertos animales de compañía así como a los de granja son un ejemplo de que tan desencaminados no vamos, solo que nosotros queremos más. Por último: Que no te cueste tutearme, me harías un favor, pero en tu mano está.
ResponderEliminarEscribo un post sobre lo que yo entiendo por ser bueno esperando recibir opiniones sobre el tema. Una de ellas, la de Atman, enfoque la bondad en la relación que mantenemos los humanos con los animales, lo cual no diré que no tenga absolutamente nada que ver pero, ciertamente, parece un poco "colateral" al meollo del asunto. No pasa nada por que en un post aparezcan comentarios off-topic, que conste.
ResponderEliminarSin embargo, es curioso que esta desviación del meollo sea la que genere a su vez más comentarios que el asunto central. Deduzco que nos interesa más debatir sobre la ética de nuestra relación con los animales que con nuestros semejantes (a lo mejor esto último todos lo tenemos muy claro).En fin.
En todo caso, sugiero a Atman que escriba un post desarrollando con argumentos y buena letra su posición al respecto. Seguro que entonces el debate específico sería mucho más rico.