A finales del 79, en una capital del hemisferio Sur, nos juntamos por diversos azares siete chavales recién entrados en la veintena. Lucho, el mayor de nosotros, egresado de Bellas Artes, fue quien propuso e impulsó el proyecto: hacer una peli de dibujos animados. Para que se valore adecuadamente nuestro espíritu vanguardista, revolucionario casi, he de decir que por aquel entonces apenas había referencias comerciales de cine de animación que no se ajustaran al modelo Disney, dibujos e historias ñoñas orientadas a un público familiar. No era eso lo que buscábamos, claro, sino imágenes del tipo de las que Scarfe y Waters hicieron para The Wall. Claro que eso lo supimos tres años después, cuando ya separados, se estrenó la peli basada en el album de Pink Floyd. En ese año 82 (el del Mundial de España) uno de aquellos amigos, Loren, se había dado un salto con su mujer a Madrid, donde yo residía. Fuimos al cine ya anticipadamente mosqueados por el cartel publicitario, tan parecido a los dibujos de Lucho, pero a medida que la veíamos el asombro nos iba creciendo hasta el infinito. ¡Nos han copiado, es increíble! No, por supuesto que no nos habían copiado, cómo podrían haberlo hecho, cómo podrían siquiera haberse enterado de que en un rincón olvidado unos chavales pretendieron sin lograrlo hacer una película de estilo muy parecido a la que haría luego Alan Parker.
Trabajamos con desigual disciplina durante los tres meses de aquel verano austral. Llegamos incluso a producir algunos trozos de cinta de video (Beta) con secuencias aisladas y no muy bien montadas. En realidad, Marco, el que se suponía que sabía de cine, resultó bastante torpón. El argumento elegido –cuya idea matriz fue mía, no voy a quitarme méritos– era el de una historia surrealista de violencia y denuncia social a partir de la famosa canción que Bob Dylan compuso en 1964, It's alright, ma (I'm only bleeding). Como tres de nosotros éramos fanáticos dylanitas, hasta fantaseamos sobre la posibilidad de –si nos salía mínimamente decente– hacerle llegar la cinta a nuestro ídolo, a quien le entusiasmaría y nos invitaría a visitarlo (soñar es gratis). Bueno, el proyecto fracasó pero, al fin y al cabo, lo que importa es el camino, no la meta, y lo cierto es que nos lo pasamos de puta madre durante aquellas lejanas semanas.
El método de trabajo se basaba en sesiones de discusión creativa (mira que éramos pedantes; años más tarde las habríamos llamado brainstorming) en las que todos nos reuníamos en una gran sala del semisótano de La Casona, un palacete ecléctico propiedad de la familia de otro amigo. Cada sesión se dedicaba a una estrofa que leíamos varias veces, traducíamos en diversas variantes (el lírico barroquismo de la letra del tema animaba a ello) y luego nos poníamos a soltar todos los disparates que los versos nos sugerían. Por supuesto, la canción sonaba sin cesar en las tres versiones que por entonces conocíamos, pero también escuchábamos otras músicas –no sólo iba a ser Dylan– y entre ellas el doble vinilo de The Wall que acababa de salir. A todos nos apasionaba Pink Floyd: ¿nos induciría su música hacia un estilo visual tan similar al que ellos adoptarían? De esas vorágines de rock, canutos y desbarres sin freno íbamos poco a poco acordando por consenso las distintas secuencias que conformarían la peli.
Luego nos repartíamos las tareas más de oficio. A Vico y a mí nos tocaba escribir el guión, una descripción de las escenas; Loren y Pancho se ocupaban de seleccionar y probar los fragmentos musicales que envolverían cada una de éstas (la peli no tendría diálogos); Lucho, con una mano excepcional, fue el responsable de la mayoría de los dibujos, aunque prácticamente todos aportamos alguna contribución pictórica; Marco y Vicki, los futuros cineastas, se ocupaban de la animación, equipados con un primitivo Apple II y un programa rudimentario de secuenciación de imágenes (no me pidan que lo describa porque no fui capaz de entenderlo entonces y ahora ya casi ni me acuerdo; de lo que estoy seguro es de que no tendría nada que ver con las posibilidades informáticas actuales). El resultado más valioso de aquellos días, sin duda, las magníficas láminas de Lucho, algunas verdaderas obras de arte. ¿Qué habrá sido de ellas? Su autor murió hace unos veinte años, rondando los cuarenta; vivía en California y allí enfermó de sida. Después de aquellos días no volví nunca a verlo ni apenas supe nada de su trayectoria vital; de hecho, me enteré de su muerte una década después de que ocurriera. Ahora, haciendo memoria, consigo con dificultades traer a mi mente algunos de esos dibujos. ¿Por qué no me quedaría con alguno?
No me quedé con casi nada. Ni siquiera guardo el guión, cuya autoría me pertenece en su mayor parte. Sin embargo, sí conservé unos ejercicios de estilo que realicé a partir de los dos primeros capítulos (las dos primeras estrofas); simplemente di una forma mínimamente literaria a los textos casi telegráficos del guión original. Esos cuatro folios mecanografiados hace casi treinta y cinco años, con mínimas correcciones, son los dos posts anteriores.
It's alright, ma (I'm only bleeding) - Bob Dylan & The Band (Before the Flood, 1974)
Miros,
ResponderEliminarme gusto mucho eso de "Bueno, el proyecto fracasó pero, al fin y al cabo, lo que importa es el camino, no la meta".
En línea de "quien nos quita lo bailado...y lo que nos hemos reído" de Gardel.
Chofer fantasma
Bueno, pues ahora cobra sentido para mí tus dos posts anteriores, hice bien en abstenerme de comentarlos.
ResponderEliminarDylaniano como tú y casi contemporáneo tuyo (algo más viejo yo), lo que has contado es también parte de mi vida, aunque no nos conociéramos entonces, o más bien en realidad se trata del Espíritu de la Época, traduciendo la fórmula alemana, Zeitgeist (los alemanes son insuperables para lo de las palabras compuestas). Así que este final de los tres posts me transmite añoranza, no tanto porque cualquier tiempo pasado fuera mejor (aunque estos son me parecen mucho más cutres, será que envejezco, y me inducen a aislarme, no como entonces), sino por algo más simple: la juventud perdida.
Contra mi costumbre contigo, más bien sobria, te mando un abrazo, me has emocionado
Chofer: Pues sí, creo que ésa es la filosofía correcta, el carpe diem de toda la vida. Lo de valorar la vida en los malditos términos de éxito o fracaso es, a mi juicio, un grave error que garantiza la frustración o, al menos, te imposibilita ser razonablemente feliz. Como digo, lo que me queda de esos días es el recuerdo de lo bien que nos lo pasamos (y una cierta melancolía, claro).
ResponderEliminarLansky: Ciertamente, los alemanes son insuperables en la yuxtaposición de palabras para crear conceptos específicos, aunque la verdad, vistos algunos de los engendros kilométricos que consiguen (no es el caso de Zeitgeist), no sé si conviene emularlos (y mucho menos esforzarnos en superarlos).
En lo que creo que aciertas es en señalar que estas vivencias que cuento en el post forman parte del genius seculi que, tengo la impresión, tú viviste más plenamente que yo, justamente por tu diferencia de edad (a mí me pillaron los coletazos finales).
En cuanto a haberte emocionado –será tan sólo por haberte evocado viejos recuerdos y avivado tus añoranzas; poco mérito me cabe–, pues te diré que me emociona que te emociones, y te devuelvo encantado el abrazo.
Sería interesante, de conservar los dibujos, hacer algún tipo de montaje con las versiones del tema de Dylan y la lectura de los textos. De todas formas, aunque un proyecto cinematográfico no llegue a pasar de esa etapa inicial, considero que ya ha tenido vida, que ya se lo puede considerar "una película".
ResponderEliminarMe ha pasado lo mismo que a Lansky, este tercer post me ha hecho entender los dos anteriores, que me habían dejado más bien perplejo.
ResponderEliminarSoy solo un poco más viejo que tú. Ya hubiera querido haber hecho en mi juventud nada tan estimulante, atrevido y satisfactorio como esta frustrada película vuestra. Aún sin haber hecho nada parecido, cuando echo la vista atrás y contemplo aquellos años lo hago siempre con placer. Que me quiten lo bailado. La vida bien vivida, obtenga o no lo que se conoce como "éxito", es siempre una fuente de satisfacción. Cualquiera tiempo pasado fué... anterior, como bien dicen Les Luthiers. Las añoranzas y las tristezas retrospectivas son francamente desaconsejables. Yo tengo la suerte de no padecerlas. Tener veintipocos años y vivirlos a conciencia es estupendo. Haberlos tenido y haberlos vivido no lo es menos. Enhorabuena, Miroslav.
A veces uno no dimensiona lo que experimenta hasta que no pasan los años, entonces, cuando toma conciencia de aquellos momentos a veces uno se sorprende del simbólico resultado, una tormenta de creatividad resultado de un cóctel irrepetible; amistad, creatividad,juventud, ilusión, música y retroalimentación. No todo el mundo tiene sobre sus lomos experiencias así y lo que es más difícil, que tome conciencia pasados los años de lo que supuso.
ResponderEliminarYo reconozco que no soy muy de Dylan pero la canción es estupenda, y además The Band es un grupo al que tengo un devoción especial, por suerte en el 2010 pude ver en concierto a Levon Helm en el zoo de Seattle, una experiencia que atesoro y que está grabada a fuego a mi piel, amalgamada a lo que soy.
Un abrazo y gracias por compartir con nosotros pedacitos de tí.
Antonio: Ya me gustaría a mí conservar esos dibujos, pero me temo que se han perdido para siempre (recientemente les he preguntado por ellos a los dos viejos amigos con los que aún mantengo contacto). De otra parte, me halaga que consideres que un proyecto tan embrionario como el nuestro pueda considerarse "una película", aunque en realidad no lo veo yo así. Pero, en cualquier caso, tampoco me importa; como digo en el post, lo que cuenta y queda –mucho más valioso que una peli real que sin duda habría sido malísima– es lo bien que nos lo pasamos.
ResponderEliminarVanbrugh: Veo que la "perplejidad", tanto a ti como a Lansky, os retrae de comentar. Hombre, aunque sólo hubiera sido para pedir aclaraciones ... Por lo demás, comparto plenamente lo que dices, incluyendo la atinada referencia a los maestros (Les Luthiers). En realidad, tener la edad que se tenga y vivir a conciencia es siempre estupendo. Lo triste, en todo caso, es no vivir sino que se te vaya pasando la vida (y esa sensación también la he "vivido").
Babe: Supongo que a todos, a medida que avejentamos, se nos disparan de vez en cuando recuerdos antiguos, caigamos o no en la poco recomendable nostalgia. Si además se tiene un blog, pues es la excusa perfecta para ponerlos por escrito, con la inevitable tendencia a convertirlos en un "cuento", hacerlos más redondos y narrativos de lo que entonces, mientras se vivía la experiencia, uno percibió. No es nada extraordinario (ni siquiera los sucesos narrados).
En otro orden de cosas, oigo compungido tu confesión de escasa devoción dylaniana y te impongo la penitencia de que lo escuches y aprendas a apreciarlo. It's alright, ma es una estupenda canción, sin duda, pero sobre todo por la letra. Hay, como sin duda sabes, muchísimas otras que la superan. Así que al tajo, que no ha de costarte mucho si te declaras admiradora de The Band.