Acabo de conocer un ejemplo concreto de la actividad profesional del ex-presidente Aznar, el de broncíneos abdominales. Porque Aznar, como todo político que se retira de la vida pública, tiene derecho –faltaría más– a ejercer una actividad laboral privada porque ha de ganarse la vida y mantener a su familia. Se me dirá que cobra un salario vitalicio de 80.000 euros anuales del Estado pero –por favor– convendremos todos que ésa es una cantidad miserable para alguien de tan excelsa valía y que tan altos servicios ha prestado al país; ¿cómo va a poder mantener un nivel de vida acorde a su dignidad con ese ridículo estipendio? Tampoco me vale que se diga que su ilustre cónyuge, la de fluente inglés, cobra unos 100.000 euritos anuales. En primer lugar, doña Ana sufre en sus carnes la inminente amenaza del paro y, en segundo, es de todos sabido que compete al hombre sostener el hogar, aunque la esposa, una vez criados los nenes, se entretenga con tareas laborales (se le pone una boutique en Serrano, se le hace alcaldesa de Madrid), para que pueda realizarse como persona humana sin dejar por ello de ser mujer mujer, que es como debe ser; o sea, que el sueldito de la señora no hay ni que contarlo.
Así que Aznar, en marzo de 2004 se quedó en la calle y, claro está, algo tenía que buscarse, si no quería pasar a engrosar esa lista de parados sin expectativas de empleo, como tantos otros mayores de cincuenta años. A lo mejor se planteó pedir la reincorporación como funcionario del Ministerio de Hacienda, aunque se temía que no le hubieran guardado su puestito de Logroño, abandonado por más de veinticinco años. Además, a esas alturas, ya estaba hecho a Madrid, y Ana no estaba dispuesta a irse fuera. De hecho, se habían comprado un chaletito (616 m2 construidos y 1.600 de parcela) en una discreta zona al noroeste de la capital. Seguro que muchos de ustedes ni imaginan la de gastos que acarrea mantener una casita (sólo en la piscina se va un pastón), pero es que también está el otro de Marbella. ¿Van ya entendiendo la perentoria necesidad de nuestro admirado prócer de conseguirse algún currillo? Y claro, lo que sacaba de su FAES tampoco es que diera para mucho. No quedaba otra, había que buscarse un nuevo oficio, y no iba a ser una asesoría fiscal o un bufete legal, que en esos campos hay demasiada competencia y tenía para entonces los estudios muy olvidados.
¿Y qué sabía hacer don José María? ¿Cuáles de sus múltiples dotes podrían ayudarle en la feroz jungla laboral con la que no le quedaba más remedio que enfrentarse? La respuesta es evidente: su reconocido don de gentes, esa simpatía natural que fascina de inmediato, esa sonrisa cálida que a todos desarma ... Una persona así es idónea para dedicarse a las relaciones públicas en cualquier empresa. Pero Aznar, patriota de su más tierna edad, no podía sino vincularse a compañías españolas, para contribuir con su esfuerzo al crecimiento económico de España. La cosa es que nuestro ex-presidente enfocó su nueva actividad profesional hacia el asesoramiento de las grandes empresas, más en concreto a ayudarlas a conseguir los necesarios contratos para que éstas pudieran desarrollar nuevos negocios. Sobre todo en el mercado exterior, primero porque aquí dentro no había mucho que rascar y luego porque de esa manera hacía más patria, fomentando de paso la marca España. Visto lo ocurrido en los últimos tiempos, al orientar hacia el exterior de su actividad, Aznar demostró una capacidad previsora que no hace sino avalar su notable sagacidad. Porque a nadie se le oculta que, con la mala leche y envidia de que tan sobrados andamos los españoles, seguro que a estas alturas estarían tratando de imputarle si hubiera mediado en contrataciones dentro del territorio nacional.
Desconozco las varias acciones profesionales que habrá acometido don José María desde que se pasó al mundo privado donde lleva ya diez añitos. Tan sólo una de ellas, la que se ha destapado recientemente, que quizá valga para darnos una idea del conjunto. Resulta que en 2010 una filial de la conocida Abengoa, compañía internacional radicada en Sevilla y dedicada a la construcción de grandes infraestructuras, le pidió que mediara con el gobierno libio para conseguir la adjudicación de cuatro desaladoras previstas en el programa del Ministerio de Servicios Públicos de ese país, cuyo presupuesto se estimaba en unos 950 millones de euros. Según se lee en el contrato que firmaron el 8 de septiembre en Madrid, Aznar se convertía en colaborador para la consecución y adjudicación de dichos proyectos, y para ello debía hacer cuantas gestiones considerara precisas –eso sí, le prohibían los sobornos– para convencer a los libios de la conveniencia de que le adjudicaran el contrato a la empresa sevillana. Los honorarios profesionales ascendían al 1% del precio del contrato si éste era inferior a 250 M€; de lo que excediera sólo se llevaba un 0,5%. Es decir, que si hubiera tenido éxito y Abengoa hubiese firmado los 950 millones, nuestro protagonista se habría embolsado seis milloncejos. No se me escandalicen, por Dios; ¿acaso sus esforzadas gestiones no habrían merecido esa remuneración?
A nadie se le oculta que Aznar era the right man para este trabajo porque, tal como reza el contrato, tiene reputada experiencia en el mercado internacional y en particular el libio y cuenta con conocimiento de las instituciones públicas, así como de la legislación local reguladora de las ofertas, programas de promoción público privada y concursos públicos. Algo influiría –para qué negarlo– que mantuviera una gran amistad con el fallecido Gaddafi. Y Josemari es un amigo leal, como demostró en marzo de 2011 cuando fue el único gran líder internacional que se opuso a la intervención militar contra el régimen libio (sí, ya sé que para esas fechas tenía el contrato con Abengoa, pero sólo los que son muy malos bichos pueden pensar que eso influyera lo más mínimo en la lealtad de sus sentimientos). En fin, que se cargaron a Gaddafi pocos meses después y el contrato quedó en letra mojada porque probablemente los nuevos dirigentes no querrían saber nada de ese español con bigote tan vinculado al dictador que acababan de derrocar. Una lástima, porque apenas le dio tiempo a Aznar a ejercer sus tareas –téngase en cuenta que ya en febrero la situación libia se puso muy calentita, y no estaba el patio como para hacer un viajecito de negocios– que, sin ninguna duda, habría desempeñado con relumbrante eficacia. No obstante, el que no hiciera nada, tampoco le impidió cobrar una factura de cien mil euritos, en concepto de servicios de asesoramiento (que, de acuerdo al contrato, no estaba obligado a devolver). Por cierto la factura tiene el número 15/2010, lo que significa que en su actividad de "autónomo" don José María llevaba ya presentadas en ese año otras catorce facturitas.
Contada ya esta enternecedora historieta, esta estampa que humaniza a un hombre ilustre digno de las mayores alabanzas, dispuesto como cualquiera de nosotros a bregar esforzadamente para obtener el pan de su hogar, yo me pregunto cómo es posible que algunos se atrevan a descalificar estos legítimos y honestos comportamientos, a ensuciar las impolutas imágenes de nobles personas con alusiones a absurdas puertas giratorias. País de desagradecidos.
Business as usual - Ana Popovic (Unconditional, 2011)
Magnífica exposición que demuestra tu comprensión por la valía de nuestro expresidente, ¿sabrán otros seguir tu ejemplo? porque este como bien dices es país de envidiosillos y hasta habrá algún listillo que cuando lea tu post piense que hay una intención irónica en él o hasta sarcástica, a lo Jonathan Swiff, vamos.
ResponderEliminarXD
ResponderEliminarJAJAJAJA, me parto.
ResponderEliminarYo apoyo que abramos un Crowfunding para esta familia.
:)
El principio tiene saborcillo homérico: "el ex-presidente Aznar, el de broncíneos abdominales".
ResponderEliminarAznar, el de bigote sensual.
Aznar, que levanta economías.
Aznar, caro a George W. bush.
Yo he ido a google para comprobar que los abdominales que luce en la foto son reales. Y sí, lo son. A sus sesenta y pico tacos. Qué tío.
ResponderEliminarPara tener unos abdominales así hay que hacer dos o trescientos abdominales (flexiones, o como se llamen) al día. Y para hacer dos o trescientos abdominales al día hay que ser profundamente gilipollas. Un alienadito, un tarado. Un tonto del culo. Cosa que cualquiera podía ya saber que Aznar era, pero que le agradecemos que haya dejado inequívocamente y universalmente claro mediante esa repelente foto, de la que el pobre anormal debe de estar tan orgulloso.
ResponderEliminarHablando de puertas giratorias, me ha resultado muy interesante este post del estupendo blog "Historias de España".
ResponderEliminarLansky: ¿Intención irónica? Qué va, para nada.
ResponderEliminarBabe: Pareceiera que en el PP ya lo habían montado su particular crowfunding.
Ozanu: El guiño homérico era intencionado; cuando hay que referirse a semidioses es la referencia inevitable.
Antonio: Por supuesto que son reales, mira que dudarlo.
Vanbrugh: 600 diarios, según propias declaraciones. Hay que mantenerse en forma.
Vanbrugh: Suelo leer el blog que citas que, en efecto, me parece estupendo, sobre todo por el profundo conocimiento histórico del autor y su divertida forma de narrar sus relatos. No obstante, en no pocas ocasiones, aprecio en Juan de Juan una tendencia a conclusiones sesgadas y simplificadoras que, me parece, deben más a su forma de pensar (ideológica) que a los hechos.
ResponderEliminarAlgo así me parece que ocurre en este post al que te refieres. Un batiburrillo de datos (a veces sin tener muy claro los mecanismos reales del funcionamiento de ciartas cosas, como por ejemplo los urbanísticos) y una concepción implícita de como el individuo siempre (se haga lo que se haga) buscará exclusivamente su beneficio, lo que hay que hacer es renunciar a "regular", porque la propia regulación (lo público) se convierte en caladero de corruptos. Siendo cierto –en gran medida, pero no al 100%– de ahí no se desprende que haya que fomentar esta interrelación público-privado que sostiene. Pero, argumentar mi posición contraria excede de un comentario.
A mí me gusta, aparte de por las razones formales que dices, precisamente porque me parece una de las raras personas que no permiten que su particular ideología influya en sus conclusiones, que muchas veces la contradicen frontalmente. Razona, para mi gusto, de modo impecablemente independiente de sus opiniones.
ResponderEliminarY en cuanto a que simplifica, sí, es cierto. Pero a mí esa forma de razonar que podríamos llamar reduccionista, la que parte de líneas generales claras y simplificadas para solo después ir incorporando los matices y los distingos, me parece la única útil y eficaz. Enfrentarse a las marañas indiscernibles que suele presentarnos la realidad sin un buen instrumento simplificador me parece una triste manera de darles vueltas eruditas sin sacar nada en claro de ellas.
Los grandes éxitos de la ciencia pura y dura son debidos al reduccionismo -que algunos usen el término sólo peyorativamente es simple ignorancia-; sólo muy recientemente ha empezado a cundir el holismo
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