A Vanbrugh
Una tribu de trogloditas hace unos cuantos miles de años. Viven y se mueven en grupo, nada extraño ni que requiera demasiadas explicaciones. También otros primates lo hacen, esa sociabilidad la llevan en los genes y ciertamente les es bastante necesaria para sobrevivir. Para ello, hacen lo que tienen que hacer, sin demasiadas reflexiones. Uno del grupo –se hace llamar Pum– tiene un carácter más dominante y pronto se convierte en el líder. Es fuerte, sí, y además maneja con gran destreza las quijadas de bisonte, peligrosa arma. Pero su prevalencia en esa minúscula tribu no se basa sólo, ni siquiera principalmente, en su capacidad coercitiva. Al fin y al cabo, estos trogloditas ya han aprendido que el poder que descansa en la amenaza no puede mantenerse mucho tiempo; Pum no duraría mucho si sus compañeros se hartaran de él. Así que este aspirante a jefe se preocupa de agradar a los más del grupo, en especial a aquéllos en los que intuye tentaciones competitivas.
Nuestros trogloditas –o sus descendientes– van poco a poco creando unas rudimentarias pautas de organización social. Ya no actúan tan espontáneamente, reflexionan y se convencen de que es necesaria una cierta jerarquización en sus relaciones, hay que encomendar a algunos la dirección de las tareas comunes, que adopten las decisiones relativas al bien común de la tribu que, probablemente, es ya bastante más numerosa. Pum –o su nieto– quiere ser el jefe. No pocos piensan que no es el más adecuado –demasiado impulsivo y a veces desproporcionadamente cruel–; bastantes consideran que mejor papel haría Uf, un tipo tranquilo y bonachón que suele sorprender con la agudeza de sus observaciones. De hecho, fue Uf el que hace pocas noches, reunidos todos en torno al fuego de la caverna, sugirió la conveniencia de que convenía delegar en un jefe ciertas decisiones comunitarias y además dotarle de medios para que pudiera hacerlas cumplir. Pero cuando algunos le propusieron que fuera él ese jefe, Uf se negó en redondo; qué se le va a hacer, no le gusta nada mandar.
El caso es que Pum se convierte en el jefe, aunque hay que suponer que no de modo absoluto. Su jefatura deriva de la necesidad funcional de la tribu de organizarse; ciertamente me parece aceptable y no demasiado anacrónico considerar que Pum ejerce una especie de proto-soberanía de la tribu por delegación de todos –o, al menos, de una mayoría suficiente– de sus integrantes. Pero lo importante es que, a partir de cierto momento de la historia de nuestra especie, aparece el Poder de un colectivo –esa tribu– identificado con suficiente continuidad en personas concretas –los diversos Pum que lo ostentan–. De hecho, la supervivencia y progreso de las tribus parece haber requerido que las capacidades de actuar de sus integrantes se aunaran en una capacidad colectiva, superior y cada vez más autónoma de éstas. De alguna manera, el grupo adquiere personalidad propia, tanto más autónoma cuanto más definido y autónomo se va haciendo el Poder.
Ese Poder –embrión del que será el origen del Estado, pero cuando todavía es muy prematuro hablar de Estado– "persevera" en su existencia (sigo a Spinoza) y lo hace expresándose en dos direcciones, hacia adentro y hacia afuera de la tribu. Las expresiones del Poder no son otra cosa que los actos efectivos, los que logran producir los efectos que desea venciendo cualesquiera resistencias que se le opongan. Naturalmente, son los actos hacia afuera los que dan origen al nacimiento del Poder, a que los miembros individuales de la tribu se convenzan de su necesidad. Por ejemplo, cuando todos comprueban que actuando de forma organizada son capaces de asustar a un joven mamut, apartarlo de la manada, acorrolarlo en un desfiladero y finalmente darle muerte, consiguiendo así una generosa cantidad de comida para todos. Pero, como la otra cara de una sola moneda, ese Poder se expresa también en actos hacia dentro, que restringen la capacidad autónoma de los miembros de la tribu. Pum ordena a los demás cómo deben actuar y éstos han de obedecer, incluso aunque alguno de ellos (al principio siempre habrían de ser aisladas las voces disidentes) quisiera hacer otra cosa. Como consecuencia inevitable, desde muy pronto aparecerán los castigos para los desobedientes; es decir, casi desde el inicio la original delegación de soberanía va acompañada de la capacidad coercitiva sobre los integrantes del grupo que se nieguen a admitir el ejercicio del Poder.
Mientras las tribus fueran pequeñas numéricamente es difícil imaginar que el Poder haya tenido la posibilidad real de independizarse de la voluntad individual de sus miembros, de institucionalizarse. Parece lógico pensar que entre los humanos del Paleolítico cada capacidad concreta de ese proto-Poder estaba estrechamente vinculada a una necesidad colectiva específica, lo cual supone que habría un equilibrio inestable entre dos tendencias opuestas: de un lado, la ambición de individuos concretos –los Pum– a acumular en ellos el máximo de poder y, de otro, la de que ante cada actividad grupal ejerciera la función directiva el que, por sus aptitudes, garantizara la mayor eficacia colectiva. Además, cuando el grupo es suficientemente pequeño, es relativamente fácil para todos sus miembros vincular el ejercicio del Poder a sus resultados prácticos, de modo que cuesta imaginar que un jefe inepto, por muy fuerte y hábil que fuera en el manejo de sus rudimentarias armas, pudiese mantenerse en el puesto. Sin embargo, la escasa complejidad de las funciones colectivas en esos tiempos, me hace intuir que, pese a lo anterior, es más que probable que la tendencia a la consolidación del Poder en sí mismo, como ente autónomo empezara a producirse incluso antes de la Revolución Neolítica, incluso con más relevancia que la identificación de una persona (o una estirpe, una clase, etc) con dicho Poder.
Ese proceso de emancipación del Poder respecto de las voluntades individuales de los individuos que originalmente lo constituyeron requirió la justificación ideológica, vinculada siempre a argumentos relacionados con lo religioso (fueran panteístas, politeístas o monoteístas). Mucho antes de que pueda hablarse, ni siquiera por aproximación, de la aparición de los Estados, los grupos humanos se convencen (o son convencidos) de que el Poder no proviene de la delegación de sus voluntades en una o varias personas para el mejor funcionamiento de la tribu, sino de que es algo externo a ellos, de naturaleza mágica, y al que han de someterse por tratarse de fuerzas sobrehumanas (y sobrenaturales). Esta concepción ideológica, que ha durado hasta el siglo XIX y todavía no puede decirse que haya sido universalmente desterrada del subconsciente colectivo, es previa al nacimiento de los primeros Estados. Incluso me atrevo a asegurar que era condición necesaria para que se pudieran constituir esos primeros Estados (por ejemplo, el de Hammurabi al que me referí en un post anterior). Muy poco tiene que ver el Estado con la tribu de los Pum y Uf, aunque sea descendiente de ésta. Y me atrevo a decir que cuando surge el Estado el Poder es ya algo propio de éste, para nada vinculado a la delegación de soberanía de las personas que quedan integradas en el mismo, con absoluta independencia de sus voluntades.
Power to the People - John Lennon / Plastic Ono Band (1971)
Muchas gracias por la dedicatoria y por el reciclado de Pum, Uf y sus compañeros de tribu. Ibamos tan ricamente siguiendo sus andanzas, por cierto, cuando de repente te has aburrido de ellos, los has abandonado a su suerte y te has puesto a intuir. Y ahí es donde he dejado de seguirte.
ResponderEliminarSin embargo, la escasa complejidad de las funciones colectivas en esos tiempos me hace intuir que, pese a lo anterior, es más que probable que la tendencia a la consolidación del Poder en sí mismo, como ente autónomo, empezara a producirse incluso antes de la Revolución Neolítica. No acabo de entender por qué es la escasa complejidad de las funciones colectivas la que propicie esa consolidaxción del poder. Yo, puestos a intuir cosas probables, habría intuído exactamente todo lo contrario, que el poder se mantiene como una función colectiva delegable mientras se refiere a actividades relativamente simples, y tiende a emanciparse y a consolidarse como ente autónomo cuando las funciones colectivas de que se encarga se vuelven más numerosas y complejas.
Pero ese es el problema de intuir cosas más o menos probables, que cada uno intuye lo que más le peta. Y que se le coge vicio enseguida, es como rascar. Empiezas a intuir cosas y ya no sabes cuándo parar.
Porque imagino que, intuído el proceso de emancipación del poder, lo de atribuirle una justificación ideológica, que de repente pasa a ser mágico religiosa mediante otra intuición que tan intuitivamente evidente debe de resultarte que ni te molestas es enunciarla, es también fruto de la intuición.
No puedo discutir tanta intuición junta. Pero creo que los atenienses del siglo V, por ejemplo, que habían dejado el neolítico hacía ya un buen rato, mantenían una conciencia bastante clara de que quien mandaba en su polis lo hacía por algo mucho más parecido a una delegación de soberanía suya, de los ciudadanos, que a un capricho de ninguna instancia externa a ellos, ni sobrenatural, ni mágica ni divina.
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ResponderEliminarYo tampoco veo que el poder fuera tan fácilmente justificado al principio por medios mágicos. Más bien creo que eran excusas, llegado el caso, ad hoc, cuya sistematización fue posterior. Véase cómo en la mitología griega todos los héroes ganan y pierden el favor de los dioses.
ResponderEliminarVanbrugh: De nada, es un placer. El secuestro de tus personajes Pum y Uf se debe a que –como creo que ya te dije en el post con el que éste enlaza– me resultaron muy simpáticos, casi entrañables. Y no es que me aburriera de sus andanzas, sino que caminaban demasiado lento para que pudiera avanzar en mi discurso; te aseguro que me habría divertido más elucubrando sobre sus aventuras trogloditas.
ResponderEliminarEn cuanto a lo de intuir es una manera de hablar para decir que no disponemos de datos fiables sobre los hechos y mecanismos concretos a través de los cuales se va configurando el Poder colectivo como una entidad autónoma respecto de las capacidades de actuación individual de los miembros del grupo. Sí conocemos sociedades que los antropólogos se atreven a calificar como proto-estados en las cuales ya es posible distinguir esa separación, esa desvinculación entre el Poder y los poderes individuales. Pero los ejemplos más antiguos (probablemente en opinión de muchos historiadores los de Mesopotamia) son ya del Neolítico, cuando nuestros simpáticos Pum y Uf y sus entornos colectivos hacía muchos siglos que habían dejado de existir.
Lo que llamo "intuición" no es otra cosa que un proceso de elucubración, a partir de lo que a mí –desde mi pobre conocimiento de la naturaleza humana (que no ha cambiado mucho en lo básico) y desde la lógica de las organizaciones sociales– me parece que podría haber sido el proceso –largo y jalonado de minúsculos aconteceres en muchos entornos– para que de una delegación individual se pasara a un Poder autónomo de sus ostentadores originales. Porque, dado que ciertamente hay consenso en que esa transformación cualitativa se había producido en las primeras organizaciones sociales que empiezan a parecerse a lo que llamamos Estado (hasta el punto que se considera un requisito para entender que tal colectivo se conforma como Estado), de alguna manera se tuvo que llegar a ello. Como señalo muy tangencialmente, el proceso se produjo con un afianzamiento de la autonomía del Poder tanto hacia dentro como hacia afuera, pero especialmente hacia afuera (de todo esto sí hay ejemplos históricos, pero tampoco se trataba de escribir un ensayo).
De todos modos, tampoco hago cuestión fundamental esta "intuición" sobre cómo pudieron ocurrir las cosas. Fíjate que, tras meditar sobre ello, no tengo inconveniente en concederte que en los primeros grupos humanos tuvo que funcionar la concesión de poder que tú sostenías (de forma muy similar funciona entre los primates). Pero para mí (y no soy el único) la diferencia cualitativa es que esa delegación evolucionó hasta la autonomía previamente a que los grupos humanos se organizaran en formas sociales proto-estatales. Dicho lo cual, e insistiendo en que para mí es una cuestión menor, te aclaro lo que pretendía decir en la frase que citas y que, releída, veo que no es suficientemente clara.
ResponderEliminarEn grupos humanos pequeños en número en los que la complejidad de las tareas que requieren organización social es escasa, cualquier jefe al que le delegan el mando de la tribu se siente capacitado para ordenar sobre cualesquiera de ellas, ya que las diferencias entre competencias individuales no son tan significativas como para impedirle tomar decisiones aceptablemente válidas. Si, en cambio, si esa tribu acomete tareas muy especializadas y siguen siendo pocos, a mí me parece más probable que deleguen la dirección de unas en Pum y las de las otras en Uf. Lo que pasa es que el factor más relevante en esta evolución ha sido el número de personas del grupo, la asunción de tareas cada vez más complejas y la consiguiente especialización va reforzándose a medida que crece la tribu. Y lo que yo "intuyo" es que ese aumento en la complejidad (y en la población) fue paralelo a la "autonomización" del Poder, de modo que –como bien dices– cuando las funciones colectivas se vuelven más complejas, y con un Poder mínimamente consolidado, se refuerza ese proceso de emancipación.
En cuanto a lo de que el proceso de "emancipación" del Poder fue acompañado de las pertinentes justificaciones ideológicas, no es intuición; hay numerosos ejemplos estudiados. Tampoco es intuición lo de que esa justificación fue, en sus primeros estadios (y no sólo), básicamente de naturaleza mágico-religiosa. Si tuviera tiempo y espacio te citaría varios estudios sobre el tema. El contra-ejemplo que citas de los griegos me parece muy relevante, aunque te hago notar que la edad de oro griega se remonta al siglo V aC, anteayer como quien dice, máxime si tenemos en cuenta que las primeras referencias estatales son 1.200 años anteriores. En todo caso, es verdad que los atenienses estaban más cerca de pensar que el Poder de la polis provenía de "algo mucho más parecido a una delegación de soberanía suya, de los ciudadanos, que a un capricho de ninguna instancia externa a ellos, ni sobrenatural, ni mágica ni divina" (aunque con algunos matices). Pero, salvando las distancias, se trató de una evolución de la concepción política en cierto modo equivalente a la que se ha producido en la Europa occidental desde la Edad Media hasta la Contemporánea (con un lapso temporal también parecido).
De todos modos, que los griegos (y luego los romanos, al menos hasta el siglo IV) hubieran evolucionado en su justificación "ideológica" del origen del Poder (justificación que volvió en la Edad Media a referencias religiosas) no niega que ya para entonces el Poder era un ente autónomo, independiente de las voluntades individuales de los ciudadanos.
Lansky: Al ir a publicar la respuesta al comentario de Vanbrugh, compruebo que has suprimido el tuyo. Si, como decías, lo has hecho para evitar que te malinterprete y/o me moleste, te digo (como ya he hecho otras veces) que no es el caso. En fin, me había resultado muy intrigante y sugerente eso del "diletantismo paleoantropológico" y ya estaba dispuesto a echar un rato sobre el asunto. Y, aunque desde luego no pretendo hacer ni ciencia ni divulgación, sino simplemente poner por escrito mis pensamientos y ver si me aclaro (aprovechando para ello las discusiones que surgen sobre los asuntos), también pensaba defender modestamente el papel de lo que llamo (no Vanbrugh) intuiciones en el avance del conocimiento.
ResponderEliminarOzanu: Yo no he dicho que fuera tan fácilmente justificado por medios mágicos; simplemente que así fue, no sé si costó mucho o poco. Que esas justificaciones fueran lo que tú llamas excusas, pues claro, como casi todas las justificaciones: se trataba simplemente de legitimar un Poder ya existente. Por último, una de las funciones de la mitología griega era justamente justificar la legitimidad del Poder en cada una de las ciudades-estados de la época homérica; que los héroes ganaran o perdieran el favor de los dioses no niega la cuestión central (es más, como bastantes estudiosos han mostrado, muchos de estos cambios en el favor divino se han relacionado con alteraciones históricas en el Poder de distintas sociedades). Lo que no quita para que estas explicaciones mitológicas fueran más o menos eficaces en la época arcaica, al menos quinientos años antes de los tiempos de la Grecia clásica en los que –como señala Vanbrugh– ya nadie (al menos no los filósofos que creaban la "superestructura" ideológica de esa sociedad) se creía tales justificaciones.
ResponderEliminarMi comentario lo único que venía a decir es que no me ha gustado este post, pero no aportaba nada. Precisaré más: el enfoque me parece muy desacertado, muy alejado de "el estado de las artes" actuales, de lo que ya si se sabe que no son especulaciones, y de las especulaciones que tienen una base en ciertos datos. Las informaciones de que disponemos hace décadas que no son intuiciones, no solamente, a lo Spinoza o incluso a lo Gordon-Childe por muy sugerentes que sean; se basan en dos grupos de información: los testimonios fósiles -y ya sabes que sí hay conductas que fosilizan- y los de los grupos humanos que aún hoy viven en un nivel cultural paleolítico. Finalmente la llamada neurociencia, los estudios sobre altruismo, egoísmo y jerarquías en primates. Ninguna de esas fuentes de información se compadece o concilia con lo que has escrito, así que veo difícil establecer una discusión provechosa que vaya a algún lado sensato, y por eso la califique de diletante. La curiosidad que tanto valoro y mi desdén por los (que van de) expertos no es suficiente para darte el aprobado. Pero ya debería saber que tú no te molestarías.
ResponderEliminarLansky: Ya he explicado a Vanbrugh que uso el término "intuiciones" para referirme a mis propias elucubraciones sobre cómo debió ser el proceso embrionario de la organización social. Con mucha más base en datos que yo, el proceso mental es el que hacen muchos científicos para "explicar" o "rellenar" las lagunas de esa cotidianeidad prehistórica que desconocemos. De todos modos, todo el discurso narrativo es para mí un asunto menor en cuanto a la que tesis que sostengo (y bastante compartida por historiadores): que la institucionalización del Poder (y su necesaria legitimación ideológica), por muy rudimentaria que fuera, es condición previa para la aparición de estructuras políticas "proto-estatales". Esa institucionalización implica además la autonomía del Poder respecto de los integrantes del grupo humano correspondiente.
ResponderEliminarDe otra parte, respetando tu calificación sobre el post e "intuyendo" que seguramente tendrás fundados motivos paraestar en lo cierto, que digas que lo que he escrito "no se compadece" con ninguna de las fuentes de información que citas (de todas ellas algo he bebido) me parece que requeriría de tu parte alguna argumentación (más allá que la de tu "autoridad") y, a ser posible, refiriéndote a enunciados concretos.
Y no, desde luego que no me molesto.
Por resumir: yo creo que el poder ha sido un ente autónomo casi desde el principio. Pero creo también que nunca, también desde el principio, ha tenido absoluta independencia de las voluntades individuales de los ciudadanos. Creo que siempre ha utilizado legitimaciones ideológico-religiosas, desde luego, pero creo también que ninguna de estas legitimaciones ha sido nunca del todo ajena a la noción del bien común. Y en consecuencia creo que si los gobernantes han tenido siempre un "aura" más o menos sagrada, también ha existido siempre, en la cabeza del último de sus súbditos, la noción de que un gobernante podía ser mejor o peor y, en consecuencia, más o menos legítimo.
ResponderEliminarpues no menciones autoridad refiriéndote a mí si la entrecomillas, digo yo. No no veo el modo de reconducir esta discusión. En cuanot a los historiadores puros y duros que según tú te avalan y con los que dices coincidir no tienen en mi opinión a estas alturas mucho ya que decir en estos temas, de ahí mi mención a Gordon-Childe. Es como ntentar resolver el dilema altruismo-egoismo citando como autoridades finales a Rousseau y a Hobbes...
ResponderEliminarLlevas razón. De hecho, las explicaciones religiosas funcionan mejor que hechos comunes o existentes desde hace tiempo cuya respuesta no sea obvia.
ResponderEliminarHecho de menos el sexo, esto es, la procreación en la consecución del poder en los primeros grupos humanos. ¿No seguirían detentando el poder los más fuertes, los capaces de fecundar a más hembras o de elegir a la "mejor", como habían hecho por miles de años los primates de los que descendían?
ResponderEliminarSiempre me he sentido atraído, desde un punto de vista intelectual, por el mundo de la delincuencia organizada a gran escala, llámese Mafia o Yakuza. El como un personaje va adquiriendo poder, y sobre todo como lo mantiene, hasta convertirse en il capo di tutti li capi podría ser un buen ejemplo de como se estructuraron las sociedades primitivas. Además creo que un buen ejemplo de como se fraguan las relaciones de mando-obediencia:
ResponderEliminarAl Capone (Gadaffi, Ceaucescu...) tenía poder porque mucha gente le obedecía y mucha gente le obedecía porque tenía mucho poder.
En ninguno de los casos bastaba con ser el más bestia del barrio y entre paréntesis están dos buenos ejemplos de lo que digo.
Vanbrugh: Enuncias tres pares de creencias, la primera de cada par más absoluta y la segunda la que la matiza o relativiza. La verdad es que –también como tú por resumir– estoy bastante de acuerdo con todas. De hecho, no creo que ni en este post ni en el anterior con el que enlaza haya contradicho frontalmente ninguno de estos enunciados tuyos (o, a lo mejor sí, pero en tal caso habrá sido por mi torpeza redactora). En fin, que discutimos mucho (lo cual ya sabes que para mí es un placer) y al final parece que coincidimos en lo básico.
ResponderEliminarLansky: El entrecomillar tu autoridad no tenía intención irónica, sino que era un guiño para hacerte notar que te estabas limitando a usar argumentos de autoridad, que como sabes tan bien como yo (incluso has expuesto en algún post) no son muy de recibo (aunque todos caigamos en ese recurso, muchas veces por falta de ganas de desarrollar la discusión). Algo de eso te debe ocurrir en este caso porque afirmas que no ves el modo de reconducir esta discusión.
Lo que pasa es que no me queda claro cuál es nuestra discusión. Simplemente me has hecho saber que no te ha gustado nada el post y que tenía un enfoque muy desacertado, contradictorio incluso con el estado actual de nuestros conocimientos. Pero no me dices nada concreto que haya escrito que sea erróneo con cualquiera de las disciplinas que citas, ni tampoco el porqué no te ha gustado nada. No es que lo tengas que hacer, por supuesto, pero entiende que sea yo el que siente que tu comentario no aporta nada.
Ozanu: Creo yo que las explicaciones mágicas o religiosas derivan simplemente de la necesidad del ser humano de explicarse lo que no entiende. Si a esa curiosidad le sumas otra característica muy humana, como es la de dar un sentido narrativo a la realidad que percibe, tenemos las maravillosas mitologías que han formado parte de la historia de casi todas las civilizaciones.
Molón Suave: Ya he dicho anteriormente que mi relato sobre cómo se configuró el Poder es una mera elucubración que, aunque a mí me parece verosímil y consistente con lo que he leído al respecto, tampoco me importa demasiado. Que el sexo jugara un papel importante en ese proceso me parece también más que probable; a lo mejor lo tenía que haber mencionado, pero es que estaba escribiendo en horario infantil.
Números: Las asociaciones mafiosas son efectivamente "muestras de laboratorio" de los procesos de génesis, desarrollo, consolidación y decadencia del Poder, aunque mucho más simplificadas de lo que ocurre con el Poder estatal.
Como a ti, siempre me ha fascinado esa capacidad del Poder de encarnarse en las personas concretas, lo que basta en gran medida para que sean temidas, respetadas y, sobre todo, obedecidas por el simple aura que toman prestado de ese Poder. Entre tus ejemplos te has olvidado de poner uno muy cercano que tuvimos durante casi 40 años.
Eso dije: que mi comentario no aportaba nada y por eso borré el primero y no debi publicar el segundo. Cuando el tratamiento de un tema no me parece adecuado o no me interesa (aunque me interese y mucho el tema), creo que lo mejor es no comentar, como haces tú con los últimos míos
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