De siempre me ha intrigado de dónde vienen las diversas formas de hablar una lengua, los distintos acentos, por ejemplo del español o castellano. El DRA define acento como "conjunto de las particularidades fonéticas, rítmicas y melódicas que caracterizan el habla de un país, región, ciudad, etc." Tales particularidades se me ocurre clasificarlas en léxicas, fonéticas y de entonación. Las primeras me parecen las menos misteriosas en cuanto a su origen y, en todo caso, sobre ellas es fácil encontrar abundantes trabajos. En cada ámbito geográfico hay palabras propias, y ya muchas cuentan con su correspondiente entrada en el DRAE o también a veces son recogidas en diccionarios de instituciones lingüísticas específicas, como por ejemplo, la Academia Canaria de la Lengua que mantiene uno de canarismos. En todo caso, aprender y usar los vocablos de otra área hispanoparlante es tarea sencilla e incuestionablemente enriquecedora. Muchas de éstas, además, aunque nos parezcan originales del lugar donde las aprendemos son del "español de toda la vida", pero que han caído en desuso en Castilla. Por ejemplo, cuando viví en Perú descubrí que a la calderilla la decían sencillo ("no llevo sencillo" en vez de "no llevo suelto") y algo después leí en el capítulo segundo del Quijote la respuesta que éste les da a las muchachas de la venta cuando sólo pueden ofrecerle truchuela para comer: "porque eso se me da que me den ocho reales en sencillos que en una pieza de a ocho". En Canarias, donde vivo, hay numerosas palabras que no se emplean en la península, muchas traídas de América, pero también bastantes otras, por ejemplo, gaveta. La gaveta es "cajón corredizo que hay en los escritorios y sirve para guardar lo que se quiere tener a mano", definición prácticamente idéntica a la que daba en 1791 el primer diccionario de la Real Academia. En la península se suele decir cajón y, en efecto, así lo recoge el DRAE en su acepción segunda. Sin embargo, cajón –que originalmente es caja grande para el transporte– no pasa a adquirir su actual significado hasta bien avanzado el XIX, relegando a gaveta en un fenómeno habitual de pérdida de especificidad semántica del idioma. Pero he de cortarme, porque en cuanto me pongo con asuntos léxicos me envicio y no es de éstos de los que quería hablar.
El misterio de los acentos estriba para mí en las diferencias locales en la pronunciación y en la entonación. ¿Cómo y por qué se habla el mismo idioma con tan distintas entonaciones y formas de pronunciarlo? Naturalmente, la separación física de los grupos de personas hace que la evolución del habla de cada uno de ellos mantenga cierta autonomía y venga influida por factores locales. De otra parte, como aprendemos a hablar por imitación, e incluso de mayores tendemos a asimilar nuestra forma de hablar a la del entorno (eso de que "se nos pegan los acentos"), es también natural que la diferencia del habla local respecto de la de otros grupos alejados se vaya homogeneizando internamente o, si se prefiere, que las diferencias sean proporcionales a la distancia (no sólo física) entre los grupos. Vale, todo eso está muy bien y es muy lógico, pero no termina de explicarme por qué surge un acento concreto, por qué, por ejemplo, los bonaerenses tienen su peculiar entonación y su característico yeísmo. Por lo que he buscado, me da la impresión de que, mientras hay abundantes investigaciones sobre las peculiaridades léxicas, el asunto éste de las diferencias fonéticas no está tan estudiado. Se me ocurre que una de las dificultades para hacerlo es que desconocemos cómo se hablaba en cada sitio antes de que se inventaran las grabaciones sonoras. A lo mejor los acentos que hoy distinguimos tan claramente no eran los mismos hace doscientos años. Ya que me he referido al argentino, he estado escuchando unas grabaciones de radio de ese país del primer tercio del pasado siglo y, a pesar de la baja calidad del audio, la forma de hablar no me ha resultado tan netamente distintiva como en la actualidad, en especial en la entonación. Eso refuerza algo que pienso desde hace bastante: que la musicalidad del español rioplatense, tan emparentada con la del italiano, se habría formado por influencia de los inmigrantes de ese país, consolidándose con la segunda generación de éstos, ya nacidos en América, hacia los años treinta.
En cuanto al acento de los hispanoamericanos se sabe que tiene su base principal en la forma en que hablaban los andaluces occidentales. Esto es fácilmente explicable por el simple hecho de que el grupo regional más numeroso en las primeras décadas de la colonización fue aquél. Pero es que además, los que no fueran andaluces tenían bastantes probabilidades de que se les pegara el acento (ya pegadizo de por sí) porque que normalmente habían de permanecer varios meses en Sevilla para conseguir la licencia que les permitía embarcarse hacia las Indias, sin contar con el tiempo de la travesía. Por último, no es menos importante que entre las mujeres que fueron a América el porcentaje de andaluzas (y particularmente de sevillanas) era todavía más relevante que en el caso de los varones; y no debe olvidarse que eran las féminas mucho más conversadoras que los hombres y, sobre todo, que eran ellas las encargadas mayoritariamente de transmitir el lenguaje y la forma de hablarlo. Así que puedo imaginarme que, una vez instalados en el entorno caribeño, las primeras comunidades hispanas hablarían con un acento muy emparentado con el sevillano del XVI (que parece que era yeísta, aspiraba las haces iniciales, sustituía los plurales por vocales abiertas y probablemente seseaba las zetas, como ahora). Ahora bien, esa forma de hablar evoluciona de forma diferente a la de su cuna geográfica y además se va diversificando en los distintos lugares del vasto continente (mucho se distingue hoy el acento mexicano del argentino), sin que haya encontrado los motivos concretos de ese proceso. Pero es que antes habría que preguntarse por qué en Andalucía occidental hablaban de forma peculiar y distinta a cómo lo hacían los de la Meseta Norte, por ejemplo y sobre los factores específicos que habían dado lugar a esa diferenciación. Y ya puestos, me gustaría saber si en los tiempos del Imperio romano hablaban el latín con distinto acento un vecino de Augusta Emérita y otro de Antioquía, y como seguro que sí había notables diferencias, a qué se debían.
Tengo la impresión –a falta de haber encontrado explicaciones documentadas– de que el acento con el que se acaba hablando una lengua en un entorno determinado viene influido, sobre todo, por el que tenían habitantes del lugar cuando hablaban su idioma anterior. Por ejemplo, van conquistando los cristianos Al-Andalus e imponiendo el castellano a unas gentes que hablan el árabe, y éstos lo pronuncian y entonan condicionados por las peculiaridades propias de su habla nativa. Así, entre la mezcla de la forma de hablar de conquistadores y conquistados imagino yo que se iría asentando una específica que incorporarían como natural las siguientes generaciones. En la América de los inicios de la colonización, la entonación de los pocos españoles empezaría a "contaminarse" por la influencia de las musicalidades nativas y, a medida que se distanciaban en el tiempo y en el lugar, los acentos se irían diferenciando cada vez más. Si esta hipótesis mía es correcta –al menos en cierta proporción– habría que revalorizar el papel de los extranjeros en la "coloración" de los idiomas. Claro que para comprobarla tendríamos que conocer los acentos de los nativos antes de integrarse en otro universo idiomático, algo que sólo puede barruntarse por métodos indirectos. Y conste que no digo que éste sea el único factor,
Los acentos se fijan en cada hablante por imitación. Los niños entonan el idioma imitando la entonación de los mayores, pero también los adultos van cambiando el suyo cuando la musicalidad dominante en el entorno al que se han mudado es otra. Es pues –me parece– un asunto cuantitativo, la cantidad de hablantes que hablan entre sí homogeneiza y consolida el acento. Pero también es verdad que hay acentos más pegadizos que otros, en especial en lo que a la entonación se refiere. Más de una vez me he sorprendido, cuando llevo unos cuantos días fuera de mi residencia, entonando como los lugareños, sobre todo si estoy en el País Vasco o en Cataluña (en cambio, no se me pega el andaluz, por ejemplo). Sería cuestión de investigar el grado de "asimilación" de los acentos y ver si está relacionado con características del local y/o con el que trae el inmigrante. Ahora bien, aunque la entonación se pegue con relativa facilidad, más dificultades tiene la pronunciación. Por ejemplo, la ese de quienes hemos aprendido a hablar en Castilla es demasiado líquida (cercana al fonema inglés sh) mientras que en Canarias y Latinoamérica es mucho más suave, "silbante". Y como ese sonido, al menos yo, no soy capaz de pronunciarlo, por más que adquiera la entonación con la que se habla en Tenerife (que algo se me ha pegado tras tantos años), siempre se me detecta como godo, del mismo modo que cuando vivía en Perú enseguida me identificaban como español por las eses (no en cambio por las zetas).
En fin, que como dije al principio, es éste un tema que me interesa y del que me cuesta encontrar documentación.
El misterio de los acentos estriba para mí en las diferencias locales en la pronunciación y en la entonación. ¿Cómo y por qué se habla el mismo idioma con tan distintas entonaciones y formas de pronunciarlo? Naturalmente, la separación física de los grupos de personas hace que la evolución del habla de cada uno de ellos mantenga cierta autonomía y venga influida por factores locales. De otra parte, como aprendemos a hablar por imitación, e incluso de mayores tendemos a asimilar nuestra forma de hablar a la del entorno (eso de que "se nos pegan los acentos"), es también natural que la diferencia del habla local respecto de la de otros grupos alejados se vaya homogeneizando internamente o, si se prefiere, que las diferencias sean proporcionales a la distancia (no sólo física) entre los grupos. Vale, todo eso está muy bien y es muy lógico, pero no termina de explicarme por qué surge un acento concreto, por qué, por ejemplo, los bonaerenses tienen su peculiar entonación y su característico yeísmo. Por lo que he buscado, me da la impresión de que, mientras hay abundantes investigaciones sobre las peculiaridades léxicas, el asunto éste de las diferencias fonéticas no está tan estudiado. Se me ocurre que una de las dificultades para hacerlo es que desconocemos cómo se hablaba en cada sitio antes de que se inventaran las grabaciones sonoras. A lo mejor los acentos que hoy distinguimos tan claramente no eran los mismos hace doscientos años. Ya que me he referido al argentino, he estado escuchando unas grabaciones de radio de ese país del primer tercio del pasado siglo y, a pesar de la baja calidad del audio, la forma de hablar no me ha resultado tan netamente distintiva como en la actualidad, en especial en la entonación. Eso refuerza algo que pienso desde hace bastante: que la musicalidad del español rioplatense, tan emparentada con la del italiano, se habría formado por influencia de los inmigrantes de ese país, consolidándose con la segunda generación de éstos, ya nacidos en América, hacia los años treinta.
En cuanto al acento de los hispanoamericanos se sabe que tiene su base principal en la forma en que hablaban los andaluces occidentales. Esto es fácilmente explicable por el simple hecho de que el grupo regional más numeroso en las primeras décadas de la colonización fue aquél. Pero es que además, los que no fueran andaluces tenían bastantes probabilidades de que se les pegara el acento (ya pegadizo de por sí) porque que normalmente habían de permanecer varios meses en Sevilla para conseguir la licencia que les permitía embarcarse hacia las Indias, sin contar con el tiempo de la travesía. Por último, no es menos importante que entre las mujeres que fueron a América el porcentaje de andaluzas (y particularmente de sevillanas) era todavía más relevante que en el caso de los varones; y no debe olvidarse que eran las féminas mucho más conversadoras que los hombres y, sobre todo, que eran ellas las encargadas mayoritariamente de transmitir el lenguaje y la forma de hablarlo. Así que puedo imaginarme que, una vez instalados en el entorno caribeño, las primeras comunidades hispanas hablarían con un acento muy emparentado con el sevillano del XVI (que parece que era yeísta, aspiraba las haces iniciales, sustituía los plurales por vocales abiertas y probablemente seseaba las zetas, como ahora). Ahora bien, esa forma de hablar evoluciona de forma diferente a la de su cuna geográfica y además se va diversificando en los distintos lugares del vasto continente (mucho se distingue hoy el acento mexicano del argentino), sin que haya encontrado los motivos concretos de ese proceso. Pero es que antes habría que preguntarse por qué en Andalucía occidental hablaban de forma peculiar y distinta a cómo lo hacían los de la Meseta Norte, por ejemplo y sobre los factores específicos que habían dado lugar a esa diferenciación. Y ya puestos, me gustaría saber si en los tiempos del Imperio romano hablaban el latín con distinto acento un vecino de Augusta Emérita y otro de Antioquía, y como seguro que sí había notables diferencias, a qué se debían.
Tengo la impresión –a falta de haber encontrado explicaciones documentadas– de que el acento con el que se acaba hablando una lengua en un entorno determinado viene influido, sobre todo, por el que tenían habitantes del lugar cuando hablaban su idioma anterior. Por ejemplo, van conquistando los cristianos Al-Andalus e imponiendo el castellano a unas gentes que hablan el árabe, y éstos lo pronuncian y entonan condicionados por las peculiaridades propias de su habla nativa. Así, entre la mezcla de la forma de hablar de conquistadores y conquistados imagino yo que se iría asentando una específica que incorporarían como natural las siguientes generaciones. En la América de los inicios de la colonización, la entonación de los pocos españoles empezaría a "contaminarse" por la influencia de las musicalidades nativas y, a medida que se distanciaban en el tiempo y en el lugar, los acentos se irían diferenciando cada vez más. Si esta hipótesis mía es correcta –al menos en cierta proporción– habría que revalorizar el papel de los extranjeros en la "coloración" de los idiomas. Claro que para comprobarla tendríamos que conocer los acentos de los nativos antes de integrarse en otro universo idiomático, algo que sólo puede barruntarse por métodos indirectos. Y conste que no digo que éste sea el único factor,
Los acentos se fijan en cada hablante por imitación. Los niños entonan el idioma imitando la entonación de los mayores, pero también los adultos van cambiando el suyo cuando la musicalidad dominante en el entorno al que se han mudado es otra. Es pues –me parece– un asunto cuantitativo, la cantidad de hablantes que hablan entre sí homogeneiza y consolida el acento. Pero también es verdad que hay acentos más pegadizos que otros, en especial en lo que a la entonación se refiere. Más de una vez me he sorprendido, cuando llevo unos cuantos días fuera de mi residencia, entonando como los lugareños, sobre todo si estoy en el País Vasco o en Cataluña (en cambio, no se me pega el andaluz, por ejemplo). Sería cuestión de investigar el grado de "asimilación" de los acentos y ver si está relacionado con características del local y/o con el que trae el inmigrante. Ahora bien, aunque la entonación se pegue con relativa facilidad, más dificultades tiene la pronunciación. Por ejemplo, la ese de quienes hemos aprendido a hablar en Castilla es demasiado líquida (cercana al fonema inglés sh) mientras que en Canarias y Latinoamérica es mucho más suave, "silbante". Y como ese sonido, al menos yo, no soy capaz de pronunciarlo, por más que adquiera la entonación con la que se habla en Tenerife (que algo se me ha pegado tras tantos años), siempre se me detecta como godo, del mismo modo que cuando vivía en Perú enseguida me identificaban como español por las eses (no en cambio por las zetas).
En fin, que como dije al principio, es éste un tema que me interesa y del que me cuesta encontrar documentación.
Foreign accents - Robert Wyatt (Cuckooland, 2003)
Es difícil porque precisamente en la época en que hay mejores medios para registrar el cambio de los dialectos, es en la que estos mismos medios pueden homogeneizar con mayor facilidad el habla de diversas regiones geográficas. La única manera de llevar un estudio en condiciones pasa por estudiar las hablas criollas y el modo de hablar de los hijos de inmigrantes, suponiendo que en sus domicilios reciban poca influencia del dialecto nativo. De hecho, hay algunos sobre los diversos dialectos criollos del inglés, intenta encontrar algunos por la red.
ResponderEliminarhttp://en.wikipedia.org/wiki/List_of_English-based_pidgins
No me termina de convencer lo que afirmas de que en esta época los acentos de los distintos grupos que hablan una misma lengua se estén homogeneizando. De hecho, al menos en España, creo que la diferenciación de las formas de hablar es hoy más acusada que hace cuarenta años, por ejemplo (bien es verdad que en ello han influido factores ajenos a lo estrictamente lingüístico).
EliminarDebería haber precisado que me refería a lo que ocurre, por ejemplo, en el inglés estadounidense, que muestra síntomas de homogeneización, especialmente entre los jóvenes por la influencia de la televisión. Hubo una época, por lo visto, en que era fácil incluso saber en qué barrio de Nueva York había nacido alguien, sólo oyéndole hablar.
EliminarTambién pensaba en lo que decía mi profesor de alemán acerca de que en algunos pueblos es imposible entenderse con los viejos que hablen casi exclusivamente bávaro, mientras que los niños te entienden sobradamente.
Pues yo no veo tanto misterio, quizás me he levantado estrictamente prosaico, pero creo que los acentos se generan exactamente por loq ue sugieres, por aislamiento y distancia entre grupos de hablantes de la misma lengua, exactamente igual a como surgen las razas y subespecies biológicas que luego se convierten en especies distintas; de hecho, Cavalli-Sforza, un genetista italiano ha relacionado ambos aspectos, genética y lingüística en grupos humanos y ha sacado conclusiones muy interesantes. Dado que es la inmersión lingüística del idioma y el proceso estrictamente auditivo el responsable del aprendizaje. lo raro sería que un niño aprendiera un idioma pero no el acento dle sitio local del lugar de nacimiento...
ResponderEliminarSeguramente no ha acertado a explicar lo que para mí es misterioso. No que los acentos se formen por aislamiento y distancia ni lo que comentas, que está claro, sino por qué precisamente cada acento es como es. Es decir, un grupo de tipos que hablan español se aleja de su lugar de origen y se establece en Argentina; es previsible que con el tiempo y el relativo aislamiento acaben hablando distinto de los otros grupos, pero ¿por qué precisamente con esa entonación y no otra?
EliminarTu hipótesis de que el acento de un entorno determinado sea determinantemente influido por la lengua anterior de los hablantes de ese entorno me parace francamente verosímil. La corrobora el ejemplo del español rioplatense, que apuntas y que a mí también me parece que tiene una entonación parecidísima a la del italiano. Y la del español de Méjico, cuya entonación es, según comprobé una vez en uno de aquellos acertijos sonoros que colgaba a veces Strika en su blog, muy similar a la del náhuatl.
ResponderEliminarHay otras influencias, claro, y me temo que no todas tan sanas y naturales. No sé qué estragos causará a la larga en la prosodia española el necio sonsonete con el que tantos profesionales de la comunicación se han acostumbrado a entonar sus intervenciones radiofónicas o televisivas, una especie de cantinela prefabricada que baja y sube arbitrariamente siempre en los mismos lugares de cada frase, independientemente de qué y cómo se esté diciendo, y que a mi me hace correr a cambiar de emisora cada vez que la escucho.
O la estragante universalización de lo que antes era un recurso enfático ocasional y ahora parece haberse convertido en la regla obligada e ineludible, el hacer tónica la primera "a" de "cada", y la del "tan" ponderativo. Ya no se puede decir "Es tan bonito..." ni "Cada vez que te veo". Es ineludible decir "Es tán bonito..." o "Cáda vez que te veo..." Y a mí me parece tán cursi y tán afectado que cáda vez que lo oigo me entran ganas de vomitar.
¿Qué habrá sido de Strika? Su blog era una delicia y hace ya tiempo que está hibernando.
EliminarSin duda hay otros factores en la evolución de la forma de hablar. Justamente lo que me llama la atención es que no se estudie (o yo al menos no he encontrado estudios) este asunto y se vayan identificando los componentes de cada acento y sus factores generadores. En todo caso, compartiendo contigo el disgusto por la forma de hablar de los "profesionales" de la comunicación (¿qué me dices de esa manía, que debe ser norma de estilo, de ir metiendo pausas entre palabras de modo absolutamente ajeno y contrario a la lógica de puntuación?), no me da la impresión de que logre influir en la modificación de los acentos locales, pero quién sabe.
No solo meten pausas aleatorias y ajenas a la puntuación y al significado, también suprimen las correspondientes a los puntos. Se escuchan así cosas como "...el revuelo creado en el Congreso por las declaraciones del ministro del interior Pancracio Domínguez". Y a continuación comienza a hablar Pancracio Domínguez, que no es, contra lo que acaba de decir taxativamente el locutor, el ministro del interior, sino el corresponsal en el Congreso al que el locutor invita a ampliar la noticia mediante el "inteligente" expediente de añadir su nombre al final de su frase, sin coma, punto ni pausa alguna, con lo que debe de creer que es un estilo muy ágil y muy "periodístico". Y lo es, efectivamente, en el peor sentido de esta palabra que ellos solitos se están encargando de estropear...
EliminarNo comprendo que los que con diferencia hablen peor en este país sean los profesionales de hacerlo en público, que parecen alardear de una prosodia absurda que nadie más que ellos emplea, exageran las pronunciaciones y los modismos regionales, si los tienen y, claro está, usan el vocabulario de "iniciados" en el que no pueden faltar los "escenarios", las "sedes parlamentarias" y toda la restante colección de estupideces que la moda de cada momento haya hecho ineludibles...
(Recuerdo que cuando leí "Las cenizas de Ángela" me impresionó lo que contaba de un compañero suyo de colegio que, hablando el mismo cerrado inglés de Irlanda que todos sus compañeros, había aprendido a pronunciar el inglés neutro y correctísimo necesario para llegar a ser algún día locutor de radio. Aquí y ahora se habría podido ahorrar el esfuerzo, los locutores de radio echan carreras a ver cuál habla peor...)
Asolutamente de acuerdo en vuestras quejas sobre la detestable forma de hablar de los 'profesionales' de la comunicación, con sus énfasis y prosodias lamentables y absurdas. Los únicos que les pueden hacer sombra en tanta burrez, a mi juicio son...¡habéis acertado!: los políticos en mitines.
EliminarA mi siempre me fascinado cómo se sabe como pronunciaban el latín los romanos. ¿Algún filólogo en la sala?
ResponderEliminarPues me imagino que los romanos pronunciarían el latín... de bastantes maneras distintas. No creo que Cicerón lo pronunciase igual que un tabernero de la Suburra, ni creo que en tiempos de Sila se pronunciara igual que en los de Diocleciano, ni creo que en la Bética se pronunciase igual que en la Dacia- El latín ha dado un montón de idiomas diferentes, probablemente porque casi desde el principio fue un montón de dialectos muy distintos. Pero lamentablemente no soy el filólogo de la sala y no te puedo decir más. Salvo que siempre me ha llamado la atención, por ejemplo, que los alemanes llamen Kaiser a su emperador, evidente derivación del Caesar latino y no menos evidente prueba de que en algún momento algunos romanos no pronunciaban "ae" como "e". Imagino qe son cosas así las que sirven para hacer conjeturas razonables sobre posibles pronunciaciones históricas.
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