Ayer escuché a un tertuliano televisivo (personaje que, como es sabido, se caracteriza por pontificar con seguridad absoluta sobre todo) responder enojado a otros que criticaban el "bipartidismo" dominante en España en las últimas décadas porque, según él, gracias a esta alternancia de dos grandes formaciones políticas, España había vivido el más largo periodo de prosperidad y crecimiento de su historia. Ciertamente, el nivel de riqueza material de los españoles en su conjunto nunca ha sido tan alto como en estos tiempos, y también es un hecho incuestionable que el crecimiento reciente de ésta ha sido espectacular, a tasas inimaginables en otros periodos de nuestra historia. Ahora bien, considerar el bipartidismo como factor causal de este proceso no deja de ser una hipótesis frívola que el tertuliano no apoyó en el más mínimo dato. Desde luego, existe una estrecha relación entre la política y la economía, tanta como para que Enrique Fuentes Quintana, entonces ministro de Economía, afirmara en 1977 que "las soluciones de los problemas económicos nunca son económicas sino políticas" (citado por Maluquer, 2014). ¿Cómo y cuánto influyen los regímenes políticos y las formas de gobierno y organización institucional en los niveles de prosperidad material de una sociedad? Indagar en ese campo me parece apasionante pero, a la vez, tremendamente arriesgado pues es muy difícil sortear los prejuicios ideológicos y ceñirse al análisis frío de los datos, además de que –mucho me temo– no debe ser sencillo sentar correlaciones sólidas entre las variables de cada ámbito. En todo caso, sí es posible examinar, al menos a grandes rasgos, el comportamiento de la economía de una sociedad como resultado de concretas políticas de actuación, aunque hayan necesariamente de simplificarse los escenarios (por ejemplo, valorar, como hace Piketty en su libro, los diferentes efectos sobre la deuda pública de una política de austeridad u otra basada en la mayor imposición al capital). No pretendo, sin embargo, meterme ahora en esas procelosas aguas; sin entrar a elucubrar sobre las causas, quiero revisar la evolución macroeconómica que ha vivido España desde mitad del siglo XIX.
El gráfico al final de este párrafo recoge la evolución del Producto Interior Bruto (PIB) por habitante español en euros constantes de 2012, desde 1850 hasta 2013, con los datos elaborados por Jordi Maluquer en su libro La economía española en perspectiva histórica. Ha de señalarse en primer lugar que, como ocurre con todas las cifras macroeconómicas, no son fiables al cien por cien, pero sí en cuanto a los órdenes de magnitud, lo que nos permite obtener una imagen fiel de lo que ha pasado en nuestro país en una visión a largo plazo. El PIB, por otra parte, es el agregado macroeconómico más significativo que, aunque no exactamente, puede hacerse equivalente a la renta de un país durante un año. Su división entre el número de habitantes vendría a expresar la renta media de cada español en el año considerado. Ciertamente, es mucho más relevante ver la evolución histórico en euros/habitante que en euros totales, porque de esa manera anulamos la parte del crecimiento debida al aumento demográfico. Aunque, claro está, el PIB por habitante es un promedio; no expresa obviamente las diferencias de renta que hay en el país, cuestión fundamental. No obstante, al margen de las desigualdades económicas (que en España siempre han sido muy importantes), está claro que la subida del PIB por habitante hace a los pobres menos pobres (y a los ricos, bastante más ricos). De otra parte, las cifras con las que he elaborado el gráfico adjunto son en euros de 2012; es decir, están descontados en cada año los incrementos del PIB causados por el aumento de los precios durante el ejercicio. Tampoco estos cálculos son absolutamente exactos (y menos cuanto más atrás se van en el tiempo) pero valen en términos globales y son imprescindibles para poder comparar años distintos. Así pues, los datos son los que corresponderían si los bienes y servicios de la economía española hubieran mantenido sus precios inalterables durante los últimos 163 años. El "hueco" que aparece en la gráfica se debe a que Maluquer no aporta datos entre 1905 y 1919.Por último, la línea roja son los valores equivalentes del PIB por habitante de los países de la Europa Occidental (la UE de los 15, incluyendo a la propia España). En este caso, provienen de un artículo de Albert Carreras y Xavier Tafunell, de la Pompeu Fabra. La conversión a euros 2012 la he hecho yo, así que es posible que haya errado; no obstante, creo que la gráfica es válida en cuanto a los órdenes de magnitud.
Simplificando mucho, la evolución española es muy suave hasta la Guerra Civil, resultando, pese a los pequeños altibajos, una tasa media acumulativa anual de crecimiento en torno al 1%, un porcentaje ridículo frente a los habituales durante nuestras vidas. En la II República, un español medio (mi abuelo, por ejemplo) disponía de una renta hoy equivalente a 345 € mensuales. No es de extrañar que el 90% del gasto familiar se dedicara a comida y vestido y en bastante menor calidad y cantidad que actualmente. Aún así, el PIB por habitante español era en esas fechas más del doble que a mediados del XIX: ciertamente, en tres generaciones nuestros antepasados habían progresado significativamente en su nivel material pero, eso sí, poco a poco. También en ese periodo los europeos occidentales mejoraron de forma suave, aunque algo más acelerada que en nuestro país (1,15% anual). Ya a mediados del XIX el PIB por habitante español era inferior al medio europeo y, por tanto, la brecha se había ampliado al inicio de la Guerra Civil (pasamos de un 85 a un 75% de la media europea). Estas tasas de crecimiento, aunque parezcan muy bajas, son según Piketty la que cabe esperar para el siglo XXI, lo que, además, es congruente con las cada vez más obvias limitaciones ecológicas. Es decir, el espectacular crecimiento del PIB, tanto español como europeo, de la segunda mitad del siglo pasado es, visto con perspectiva histórica, una anomalía excepcional.
La Guerra Civil y la larga posguerra (toda la década de los cuarenta) supuso una brutal interrupción del crecimiento, que se explica en primera instancia por la deblacle bélica pero, sobre todo, por la posterior política autárquica del régimen franquista, motivada por un nacionalismo trasnochado y la férrea voluntad de perpetuarse. Son los años del hambre, durante los que transcurrieron las infancias mis padres, con las cartillas de racionamiento y el mercado negro. Desde el año 35 hasta el 50, la tasa interanual es negativa (–1,07%) y habrá que esperar hasta 1952 para que se alcanzan los niveles de PIB por habitante de antes de la Guerra. En esta década Europa Occidental incrementó su tasa de crecimiento hasta el terrible batacazo de la Segunda Guerra Mundial, que llevó a la mayoría de los países a niveles de ingreso similares a los de inicios de los 30, en plena Gran Depresión. Sin embargo, a poco de acabar la contienda, empezó la recuperación económica europea con un ritmo endemoniado del 6,80%, media anual entre 1946 y 1950. Unas políticas económicas marcadamente distintas a la franquista –y con el imprescindible apoyo de la financiación norteamericana promovida por el Plan Marshall– hicieron que al empezar la década de los cincuenta, la separación entre el bienestar material de España y Europa llegó al máximo nivel histórico hasta entonces (el PIB por habitante español se situó en torno al 55% del medio europeo).
Las cosas comienzan a cambiar algo en la década de los cincuenta, que Maluquer califica de "un crecimiento económico lastrado". La Guerra Fría y el consiguiente acercamiento de los Estados Unidos de Eisenhower a España permite superar –a trancas y barrancas– el aislamiento internacional y ofrece un salvavidas al Régimen. La contrapartida es ir abandonando la autarquía y llevar a cabo políticas económicas más liberales, a lo que a regañadientes, con poca decisión y abundantes incongruencias se empieza a hacer (aparecen profesionales nuevos que poco a poco van sustituyendo a los falangistas más radicales). En todo caso, las cifras de cada año suponen, pese a algunos altibajos, una tasa de crecimiento medio interanual en torno al 3,5%, que no está nada mal pero quedaba casi un punto por debajo de la tasa europea de esa década. Al final de los cincuenta, cuando yo nací, a un español medio le correspondía una renta mensual de unos 455 € de 2012; no era para echar las campanas al vuelo pero desde luego la joven pareja de mis padres podía apañárselas algo mejor que mis abuelos a su edad.
El llamado milagro español comienza a partir del Plan de Estabilización de 1959 y dura los quince años que quedaban de franquismo. La tasa media interanual durante este periodo se situó en torno al 5,5%, una barbaridad, más de dos puntos por encima del ritmo medio europeo durante ese periodo, lo que hace que el PIB por habitante de España casi roce el 80% de la media de Europa Occidental. Bien es verdad que esta enorme aceleración mucho tuvo que ver con que el país partía de un retraso muy importante respecto de su entorno, pero en cualquier caso lo cierto es que esa década prodigiosa (la de mi infancia) supuso una completa transformación socioeconómica –y territorial– del país, y probablemente su rasgo más destacado fuera la consolidación de una amplia clase media. Así, a la muerte de Franco, la renta mensual por español se ponía ya en algo más de mil euros (de 2012) mensuales. Sin embargo, este vertiginoso ascenso se vio frenado durante la Transición por culpa de la crisis del petróleo, que llegó con retraso (debido a la política pública) respecto de Europa pero duró bastante más. Los años de UCD –con los relevantes Pactos de la Moncloa– estuvieron marcados por los altibajos en la evolución del PIB, con apenas un 0,10% de incremento anual medio, entre el 76 y el 82.
En ese 1982 Felipe González ganaría las elecciones con mayoría absoluta y se iniciaría una nueva remontada que, con sus pequeños bajones (el más llamativo el posterior a los fastos del 92), se mantendrá hasta 2008, cuando se inicia la crisis en la que todavía estamos. Seguramente, como hace Maluquer, habría que dividir este periodo en al menos dos partes, ya que los motores del crecimiento fueron bastante distintos. Así, especialmente a partir del primer gobierno Aznar, la burbuja inmobiliaria adquiere absoluta preponderancia con la inevitable consecuencia del masivo recurso a las hipotecas (y de aquellos polvos estos lodos). Sería interesante analizar el crecimiento distinguiendo entre los gobiernos del PSOE y del PP, para ver si en la evolución de este agregado macroeconómico básico se observan diferencias significativas a efectos del discurso izquierdas-derechas (mucho me temo que no se obtendrían conclusiones). En todo caso, lo que es innegable es que a una tasa media interanual del 2,5% se tradujo en un enriquecimiento espectacular del español medio, llegándose en 2007 a una renta mensual de unos 2.000 €, máximo absoluto de nuestra historia. Lo que viene pasando desde entonces lo tenemos demasiado reciente: una tasa media anual entre 2007 y 2013 del –1,70%, una batacazo que en nuestra historia sólo ha sido peor durante la Guerra Civil. En estos seis años (son siete, pero no tengo los datos de 2014), el PIB por habitante ha caído en un 10% por término medio, si bien agravado por los muy distintos efectos de la crisis entre la población española debido a su alto nivel de desigualdad económica.
Y acabo con dos breves consideraciones. La primera, anecdótica, es para corregir al tertuliano que citaba al inicio del post: el periodo de mayor crecimiento económico de la historia de España (aunque no de prosperidad) no ha sido el del bipartidismo sino los últimos quince años del franquismo; que nadie saque conclusiones simplistas. La segunda es para dejar constancia de mi asombro personal tras comprobar la magnitud del crecimiento que ha experimentado nuestro país justamente durante mi vida. Puede que haya muchos que no compartan mi estupor ante el gráfico de este post, quizá menospreciando lo que, de forma algo peyorativa, se califica como "meramente cuantitativo". Pero lo cuantitativo, cuando es tan espectacular, se convierte en cualitativo, y los números son los que mejor expresan la profundísima transformación de una sociedad. Mi impresión es que las tasas de crecimiento del PIB que han caracterizado a este país desde los sesenta no van a repetirse, no son sostenibles a largo plazo. También que no somos verdaderamente conscientes de cuánto nos hemos enriquecido (por término medio, claro) y de la enorme diferencia de bienestar material que tenemos respecto de nuestros padres y, no digamos, de nuestros abuelos.
El gráfico al final de este párrafo recoge la evolución del Producto Interior Bruto (PIB) por habitante español en euros constantes de 2012, desde 1850 hasta 2013, con los datos elaborados por Jordi Maluquer en su libro La economía española en perspectiva histórica. Ha de señalarse en primer lugar que, como ocurre con todas las cifras macroeconómicas, no son fiables al cien por cien, pero sí en cuanto a los órdenes de magnitud, lo que nos permite obtener una imagen fiel de lo que ha pasado en nuestro país en una visión a largo plazo. El PIB, por otra parte, es el agregado macroeconómico más significativo que, aunque no exactamente, puede hacerse equivalente a la renta de un país durante un año. Su división entre el número de habitantes vendría a expresar la renta media de cada español en el año considerado. Ciertamente, es mucho más relevante ver la evolución histórico en euros/habitante que en euros totales, porque de esa manera anulamos la parte del crecimiento debida al aumento demográfico. Aunque, claro está, el PIB por habitante es un promedio; no expresa obviamente las diferencias de renta que hay en el país, cuestión fundamental. No obstante, al margen de las desigualdades económicas (que en España siempre han sido muy importantes), está claro que la subida del PIB por habitante hace a los pobres menos pobres (y a los ricos, bastante más ricos). De otra parte, las cifras con las que he elaborado el gráfico adjunto son en euros de 2012; es decir, están descontados en cada año los incrementos del PIB causados por el aumento de los precios durante el ejercicio. Tampoco estos cálculos son absolutamente exactos (y menos cuanto más atrás se van en el tiempo) pero valen en términos globales y son imprescindibles para poder comparar años distintos. Así pues, los datos son los que corresponderían si los bienes y servicios de la economía española hubieran mantenido sus precios inalterables durante los últimos 163 años. El "hueco" que aparece en la gráfica se debe a que Maluquer no aporta datos entre 1905 y 1919.Por último, la línea roja son los valores equivalentes del PIB por habitante de los países de la Europa Occidental (la UE de los 15, incluyendo a la propia España). En este caso, provienen de un artículo de Albert Carreras y Xavier Tafunell, de la Pompeu Fabra. La conversión a euros 2012 la he hecho yo, así que es posible que haya errado; no obstante, creo que la gráfica es válida en cuanto a los órdenes de magnitud.
Simplificando mucho, la evolución española es muy suave hasta la Guerra Civil, resultando, pese a los pequeños altibajos, una tasa media acumulativa anual de crecimiento en torno al 1%, un porcentaje ridículo frente a los habituales durante nuestras vidas. En la II República, un español medio (mi abuelo, por ejemplo) disponía de una renta hoy equivalente a 345 € mensuales. No es de extrañar que el 90% del gasto familiar se dedicara a comida y vestido y en bastante menor calidad y cantidad que actualmente. Aún así, el PIB por habitante español era en esas fechas más del doble que a mediados del XIX: ciertamente, en tres generaciones nuestros antepasados habían progresado significativamente en su nivel material pero, eso sí, poco a poco. También en ese periodo los europeos occidentales mejoraron de forma suave, aunque algo más acelerada que en nuestro país (1,15% anual). Ya a mediados del XIX el PIB por habitante español era inferior al medio europeo y, por tanto, la brecha se había ampliado al inicio de la Guerra Civil (pasamos de un 85 a un 75% de la media europea). Estas tasas de crecimiento, aunque parezcan muy bajas, son según Piketty la que cabe esperar para el siglo XXI, lo que, además, es congruente con las cada vez más obvias limitaciones ecológicas. Es decir, el espectacular crecimiento del PIB, tanto español como europeo, de la segunda mitad del siglo pasado es, visto con perspectiva histórica, una anomalía excepcional.
La Guerra Civil y la larga posguerra (toda la década de los cuarenta) supuso una brutal interrupción del crecimiento, que se explica en primera instancia por la deblacle bélica pero, sobre todo, por la posterior política autárquica del régimen franquista, motivada por un nacionalismo trasnochado y la férrea voluntad de perpetuarse. Son los años del hambre, durante los que transcurrieron las infancias mis padres, con las cartillas de racionamiento y el mercado negro. Desde el año 35 hasta el 50, la tasa interanual es negativa (–1,07%) y habrá que esperar hasta 1952 para que se alcanzan los niveles de PIB por habitante de antes de la Guerra. En esta década Europa Occidental incrementó su tasa de crecimiento hasta el terrible batacazo de la Segunda Guerra Mundial, que llevó a la mayoría de los países a niveles de ingreso similares a los de inicios de los 30, en plena Gran Depresión. Sin embargo, a poco de acabar la contienda, empezó la recuperación económica europea con un ritmo endemoniado del 6,80%, media anual entre 1946 y 1950. Unas políticas económicas marcadamente distintas a la franquista –y con el imprescindible apoyo de la financiación norteamericana promovida por el Plan Marshall– hicieron que al empezar la década de los cincuenta, la separación entre el bienestar material de España y Europa llegó al máximo nivel histórico hasta entonces (el PIB por habitante español se situó en torno al 55% del medio europeo).
Las cosas comienzan a cambiar algo en la década de los cincuenta, que Maluquer califica de "un crecimiento económico lastrado". La Guerra Fría y el consiguiente acercamiento de los Estados Unidos de Eisenhower a España permite superar –a trancas y barrancas– el aislamiento internacional y ofrece un salvavidas al Régimen. La contrapartida es ir abandonando la autarquía y llevar a cabo políticas económicas más liberales, a lo que a regañadientes, con poca decisión y abundantes incongruencias se empieza a hacer (aparecen profesionales nuevos que poco a poco van sustituyendo a los falangistas más radicales). En todo caso, las cifras de cada año suponen, pese a algunos altibajos, una tasa de crecimiento medio interanual en torno al 3,5%, que no está nada mal pero quedaba casi un punto por debajo de la tasa europea de esa década. Al final de los cincuenta, cuando yo nací, a un español medio le correspondía una renta mensual de unos 455 € de 2012; no era para echar las campanas al vuelo pero desde luego la joven pareja de mis padres podía apañárselas algo mejor que mis abuelos a su edad.
El llamado milagro español comienza a partir del Plan de Estabilización de 1959 y dura los quince años que quedaban de franquismo. La tasa media interanual durante este periodo se situó en torno al 5,5%, una barbaridad, más de dos puntos por encima del ritmo medio europeo durante ese periodo, lo que hace que el PIB por habitante de España casi roce el 80% de la media de Europa Occidental. Bien es verdad que esta enorme aceleración mucho tuvo que ver con que el país partía de un retraso muy importante respecto de su entorno, pero en cualquier caso lo cierto es que esa década prodigiosa (la de mi infancia) supuso una completa transformación socioeconómica –y territorial– del país, y probablemente su rasgo más destacado fuera la consolidación de una amplia clase media. Así, a la muerte de Franco, la renta mensual por español se ponía ya en algo más de mil euros (de 2012) mensuales. Sin embargo, este vertiginoso ascenso se vio frenado durante la Transición por culpa de la crisis del petróleo, que llegó con retraso (debido a la política pública) respecto de Europa pero duró bastante más. Los años de UCD –con los relevantes Pactos de la Moncloa– estuvieron marcados por los altibajos en la evolución del PIB, con apenas un 0,10% de incremento anual medio, entre el 76 y el 82.
En ese 1982 Felipe González ganaría las elecciones con mayoría absoluta y se iniciaría una nueva remontada que, con sus pequeños bajones (el más llamativo el posterior a los fastos del 92), se mantendrá hasta 2008, cuando se inicia la crisis en la que todavía estamos. Seguramente, como hace Maluquer, habría que dividir este periodo en al menos dos partes, ya que los motores del crecimiento fueron bastante distintos. Así, especialmente a partir del primer gobierno Aznar, la burbuja inmobiliaria adquiere absoluta preponderancia con la inevitable consecuencia del masivo recurso a las hipotecas (y de aquellos polvos estos lodos). Sería interesante analizar el crecimiento distinguiendo entre los gobiernos del PSOE y del PP, para ver si en la evolución de este agregado macroeconómico básico se observan diferencias significativas a efectos del discurso izquierdas-derechas (mucho me temo que no se obtendrían conclusiones). En todo caso, lo que es innegable es que a una tasa media interanual del 2,5% se tradujo en un enriquecimiento espectacular del español medio, llegándose en 2007 a una renta mensual de unos 2.000 €, máximo absoluto de nuestra historia. Lo que viene pasando desde entonces lo tenemos demasiado reciente: una tasa media anual entre 2007 y 2013 del –1,70%, una batacazo que en nuestra historia sólo ha sido peor durante la Guerra Civil. En estos seis años (son siete, pero no tengo los datos de 2014), el PIB por habitante ha caído en un 10% por término medio, si bien agravado por los muy distintos efectos de la crisis entre la población española debido a su alto nivel de desigualdad económica.
Y acabo con dos breves consideraciones. La primera, anecdótica, es para corregir al tertuliano que citaba al inicio del post: el periodo de mayor crecimiento económico de la historia de España (aunque no de prosperidad) no ha sido el del bipartidismo sino los últimos quince años del franquismo; que nadie saque conclusiones simplistas. La segunda es para dejar constancia de mi asombro personal tras comprobar la magnitud del crecimiento que ha experimentado nuestro país justamente durante mi vida. Puede que haya muchos que no compartan mi estupor ante el gráfico de este post, quizá menospreciando lo que, de forma algo peyorativa, se califica como "meramente cuantitativo". Pero lo cuantitativo, cuando es tan espectacular, se convierte en cualitativo, y los números son los que mejor expresan la profundísima transformación de una sociedad. Mi impresión es que las tasas de crecimiento del PIB que han caracterizado a este país desde los sesenta no van a repetirse, no son sostenibles a largo plazo. También que no somos verdaderamente conscientes de cuánto nos hemos enriquecido (por término medio, claro) y de la enorme diferencia de bienestar material que tenemos respecto de nuestros padres y, no digamos, de nuestros abuelos.
Bueno, el comentario del tertuliano es un ejemplo obvio de falacia, concretamente la vieja afirmación del consecuente: "La monarquía ofrece estabilidad a un estado. El estado español ha sido bastante estable, luego es gracias a su monarquía."
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu explicación, aunque lamentablemente no todos la valoren. Al fin y al cabo, el anumerismo es un mal cultural muy arraigado entre ciertas personas que se llaman intelectuales (no confundir con todos los intelectuales para no caer en la falacia anterior).
P.D: Sobre mi antivirus, quizás me precipité al decir "como un virus". Lo que sí hace es en efecto bloquear el servidor de GoEar, con el icono de color rojo (que simboliza peligro de robo de identidad y demás), además en vez de ver la interfaz de reproducción me sale un mensaje de advertencia. Mucho me temo que pueda ser una manera de proteger copyright o simplemente un error de identificación (algunos antivirus llegan a fastidiar las partidas de algunos videojuegos porque confunden ciertos archivos con malware).
Como usas el palabro "anumerismo" has debido leer el libro de Allen. En efecto, la falta de comprensión de lo que significan los números es un mal muy extendido y además que ni siquiera se percibe como una carencia, muchos incluso la minimizan casi con orgullo. Siempre digo que es fundamental desarrollar la capacidad de entender los números, al menos alcanzar una intuición suficiente que nos permita manejarnos con suficiente soltura en los órdenes de magnitud.
EliminarPS: Las canciones que subo para luego insertar en el blog tienen derechos de autor, claro, pero se supone que esos servidores (GoEar, DivShare) permiten escucharlas pero no descargarlas. En fin, como te dije, a mí el ordenador (el antivirus) no me bloquea esos enlaces y puedo escuchar la canción directamente desde el blog.
Muy buena entrada. Yo soy de la misma generación, más o menos, y puedo decir lo mismo. Aquí doy una lista de cosas en las que se materializó el progreso económico de los 60, para apreciarlo de manera más cualitativa: http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2012/01/cosas-que-no-habia-en-mi-casa-cuando-yo.html
ResponderEliminarSaludos
Curioso la de cantidad de cosas que adquirieron tus padres en esos siete años que median entre tu nacimiento y el de tu hermano. También que hayas elaborado el listado que, supongo, no proviene de tu memoria. Yo no podría haberlo hecho. Aún así, diría que tampoco teníamos casi nada de lo que citas, pero creo que bañera sí.
EliminarCon estos datos en mente sugería yo algun tiempo atrás no alarmarse por el bajón que empezó en el 2008. Digo, más de 20000 euros por pera es un punto de partida no tan agustiante como fueron los años del hambre de la postguerra.
ResponderEliminarEl tertuliano sentirá que le pagan por pontificar, que si no es ex cathedra no vale. Y habrá radioescuchas que creen lo mismo: A mi que me la cuenten sencilla.
Creo que nadie sabe porque hay crecimiento, lo de China es casi inexplicable, asi como no hay acuerdo de porqué antiguas locomotoras se quedan en la estación, como Japón desde los 80.
Nota que quizas le interese: en Argentina la palabra batacazo se usa solamente para suceso inesperado y favorable. Dar un batacazo es lograr un resultado que nadie esperaba, casi siempre referido a juegos: ruleta, carrera de caballos, etc.
Chofer fantasma
Ciertamente, no es lo mismo decrecer desde 2.000 euros que desde la mitad de renta anual. De hecho, aportando una explicación genérica a tu duda sobre los porqués de los crecimientos diferenciales por países (que ha de completarse en cada caso con datos específicos), cuanto más baja es la situación al inicio de un periodo, más alta cabe esperar que sea la tasa de crecimiento.
EliminarEn efeto, a la gente le suele gustar que le den explicaciones sencillas y tajantes, despreciando los matices y complejidades de la realidad. Por eso tienen tanto éxito los populismos demagógicos (y los tertulianos de la tele).
Gracias por contarnos el significado argentino de batacazo; conocer las distintas acepciones de las palabras del castellano es algo que me encanta.
Muy buena exposición, Miroslav, gran talento didáctico para mostrar el camino entre el dato y las conclusiones.
ResponderEliminarGracias, Lansky. Como le comento a Ozanu, me parece importante entender los datos numéricos, "visualizar" en términos reales las cifras.
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