Sigo aún con el viejo (que ya lo es) Aufray y he de empezar este post afrancesado reconociendo una errata del anterior. Dije que Hugues había pasado al gabacho el Don’t think twice a principios del 64, pero que no llegó a grabarlo. Falso, sí lo hizo, como he descubierto gracias a un blog en flamenco (y a la traducción automática de Google). En ese, para él, importante año de 1964 publicó un EP a 45 revoluciones de cuatro canciones, con N'y pense plus, tout est bien como la primera de la cara B. En la grabación le acompaña su grupo de skiffle, efímero estilo precursor del rock, popular sobre todo en la Inglaterra de finales de los cincuenta (hasta Lennon tuvo un grupo así) al que creo que ya me he referido en algún post anterior. Por cierto, para hacer este primer tema de su repertorio dylaniano, Aufray ya contó con Pierre Delanoë como letrista. Bueno, el caso es que Hugues adquiere no poco renombre en Francia a partir de su LP de canciones de Dylan en francés, y acompasa su carrera de trovador progre con la de activista de varias causas, entre ellas las ecológicas en unos tiempos (la segunda mitad de los sesenta y primera de los setenta) en que no eran tan omnipresentes como años después. Su consagración como sumo sacerdote del Dios en Francia llegó en 1984, durante el breve European Tour. En los dos últimos conciertos –París, 1 de julio y Grenoble, 3 de julio– Hugues fue invitado por su amigo a compartir el escenario. Es una pena que no haya econtrado videos de esas actuaciones, pero gracias a la biografía de Paul Williams sé que cantó en francés el The times they are a-changin’. Por cierto esos conciertos fueron pocos días después de los dos que ofreció en España, la primera vez que acudía a nuestro país. Yo asistí al de Madrid, en el estadio del Rayo, con Santana como telonero; aunque suele decirse que su éxito fue apoteósico, no lo recuerdo especialmente espectacular, quizá porque tres años me había deslumbrado en Londres.
N'y pense plus, tout est bien - Hugues Aufray (Tout le long du chemin, 1964)
Pero antes, el 24 de mayo de 1966, Bob Dylan dentro de la gira europea se había dado un breve salto a Francia para actuar en el Olympia parisino acompañado por The Band. Esa gira europea se ha hecho famosa por las broncas que generó en el público, que quería escuchar temas acusticos (que interpretaba durante las primeras partes de los conciertos) y rechazaba los eléctricos. De hecho, tras los conciertos finales en el Royal Albert Hall, Dylan estaba ya de bastante mala leche, con ganas de volverse a los Estados Unidos; mejor habría hecho en quedarse por estos lares y así, a lo mejor, se habría evitado el famoso accidente de moto de finales de julio. Pero volvamos a su breve visita del 66 a París. Se aloja en el Georges V, donde da una conferencia de prensa el 23 de mayo. Al día siguiente, actuación en L’Olympia. En el público está una jovencísima François Hardy, que admira al norteamericano, aunque no sabe que a él ella le gusta mucho. En el intermedio Dylan tarda en salir para dar inicio a la parte eléctrica del concierto, el público empieza a impacientarse. De pronto, un desconocido se acerca a François para darle un recado del cantautor: Dylan no piensa salir si no vienes conmigo a saludarlo al backstage. La chica alucina pero qué va a hacer; lo acompaña, desde luego, y así conoce a Bobby, sentados sobre unos altavoces, entre cables por el suelo. La Hardy dirá que lo notó en muy baja forma, alicaído, como si sólo un tenue hilo lo amarrara a la vida. En todo caso, acepta asistir a una fiesta con unos pocos amigos luego en el Georges V. Allí estarán Johnny Halliday, la por entonces muy popular Zouzou y, por supuesto, el amigo francés, nuestro Hugues Aufray. Por entonces el más popular de los franchutes era Johnny, sin lugar a dudas, quien resultaba que había hecho una adaptación al francés del If you gotta go, go now con el nada literal título de Maintenant ou jamais (O sea, en vez de "si tienes que irte, vete ya", "ahora o nunca") y se había empeñado en que le presentaran a Bobby con quien había pasado la velada anterior. Pero, claro, entre el pretencioso rubito y la melancólica y dulce francesita Dylan no tuvo ninguna duda cuando llegó al hotel y, pasando huraño del resto de invitados, se metió con ella a solas en la habitación. La Hardy ha contado que le pidió un beso pero que a ella no le atraía nada, y que entonces se puso a cantarle dos canciones que aún eran inéditas: I want you y Just like a woman (lo cierto es que no lo eran: Blonde on Blonde se había publicado una semana antes pero obviamente aún no habría llegado a Francia). En fin, tampoco es objeto de este post enrollarme con los chismorreos del Dylan joven y alocado, así que no sigo más por ahí y aprovecho para colgar una actuación televisiva de Halliday interpretando su adaptación de la canción de Dylan (no me convence nada, advierto).
Volvamos pues a Aufray, que aún no ha dicho su última palabra en lo que a estos posts concierne. En 1995, alcanzada la edad de jubilación aunque desconozca esa palabra, para celebrar que se cumplen treinta años de su precursor LP de versiones de Dylan, decide sacar un doble disco doble, en el que en el primero recupera las canciones viejas regrabadas (las once originales más el Don't think twice y el Mr. Tambourine man), y en el segundo ofrece trece nuevas traducciones. Este Aufray Trans Dylan suena más moderno, más redondo, más potente que el del 65; manteniéndose en la fidelidad interpretativa de Hugues ante su ídolo, los arreglos están bastante más actualizados y, a mí al menos, me gusta bastante más que el original. Ha de tenerse en cuenta que para esos años finales del siglo pasado, ni él ni Dylan eran ya lo que fueron en aquellos lejanos sesenta; tampoco lo es el mundo. En lo concerniente a la evolución musical y, concretamente, la de Dylan en Francia, también muchas cosas han pasado y me da por pensar que, a lo mejor, dado que había sido él quien había inaugurado el canon dylaniano francés quería ahora revisarlo a modo de ejercicio de autoridad moral. Piénsese que durante esos treinta años se habían grabado no pocas versiones de canciones de Bobby en ese idioma e incluso había salido otro álbum monográfico. Pero de todo ello hablaremos en el siguiente post porque éste creo que conviene dejarlo aquí completándolo con los temas de este Aufray Trans Dylan.
Como puede comprobarse, he subido la totalidad del disco a un servidor que uso por primera vez; ya veremos lo que dura y cómo funciona. Desde luego, para el objeto de este post es fantástico, porque permite al lector escuchar todos los temas. Y así doy por concluida mi relación bloguera con Hugues Aufray, muy interesante y de una vitalidad envidiable, que a sus 88 años largos sigue en activo (en su web se puede consultar el calendario de conciertos; el próximo en Châtellerault el 15 de abril) y no sólo musicalmente: según declaró en una entrevista hace tres años, pese a llevar casado nada menos que desde el 51, en la actualidad tiene una segunda compañera con la que satisfacer sus necesidades sexuales que su esposa -con la que sigue- ya no puede satisfacer; y dice no conocer el viagra).
Como puede comprobarse, he subido la totalidad del disco a un servidor que uso por primera vez; ya veremos lo que dura y cómo funciona. Desde luego, para el objeto de este post es fantástico, porque permite al lector escuchar todos los temas. Y así doy por concluida mi relación bloguera con Hugues Aufray, muy interesante y de una vitalidad envidiable, que a sus 88 años largos sigue en activo (en su web se puede consultar el calendario de conciertos; el próximo en Châtellerault el 15 de abril) y no sólo musicalmente: según declaró en una entrevista hace tres años, pese a llevar casado nada menos que desde el 51, en la actualidad tiene una segunda compañera con la que satisfacer sus necesidades sexuales que su esposa -con la que sigue- ya no puede satisfacer; y dice no conocer el viagra).
Me pasa lo mismo que decía Babe en su comentario al post anterior, no me dicen gran cosa el rock and roll y el pop francés de principios de los sesenta (si bien Johnny Hallyday es tan capullo que hasta resulta entrañable) pero siento un gran respeto por la figura del digno y viejo roquero francés que tan bien representan Hugues Aufray, Jean-Patrick Capdevielle o el gran Bernard Lavillers, cuyo “Eldorado” merece figurar entre los grandes relatos aventurero-existenciales franceses junto a los escritos por André Malraux, Pierre Mac Orlan, Blaise Cendrars o Georges Arnaud. (Me viene a la cabeza que hace un par de años el viejo león, a sus casi setenta tacos, se peleó con dos fulanos en una discoteca de Toulouse y acabó en urgencias. Y es que hay una edad para cada cosa.)
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