Acababa el post anterior preguntando (me) porqué el verbo joder pasó de referirse específicamente a mantener relaciones sexuales (si bien como expresión soez desde su antecesor latino) a la acepción amplia de fastidiar, molestar, estropear ... Tan sólo Ozanu aventura una explicación y nos dice la razón debe estar en la consideración negativa del acto erótico, especialmente cuando la virginidad femenina era muy valiosa. Ciertamente, que un hombre jodiera a una virgen –sin estar casado con ella y presumiblemente contra su voluntad– suponía desde luego joderla, es decir, convertirla en mercancía averiada, de muy difícil venta en el mercado conyugal . Se fastidiaba pues la economía familiar, pero no sólo, sino también la honra, y por hay tantas historias de padre y hermanos buscando vengarse del desvirgador. Sin embargo, aún casando muy bien, la hipótesis de Ozanu no termina de convencerme. Y es que me cuesta creer que durante los tiempos altomedievales (mientras se iba formando el romance) hubiera tantos estupros como para asociar la actividad sexual con el dejar a la hembra jodida. Quiero decir que por muchas violaciones de vírgenes que se produjesen, siempre serían muchísimos más los actos sexuales con consentimiento, fuera y sobre todo dentro del matrimonio. Si por cada jodienda desvirgadora había cien mil, un millón con no vírgenes, parece poco razonable que el daño del desvirgamiento justifique dar esa acepción a todo acto sexual.
No, no me parece que los hímenes desgarrados, por muchos que hayan sido, expliquen esta evolución semántica, pero sí intuyo acertada la afirmación de que el coito tenía una consideración negativa. Por supuesto, no para el hombre, quien sin duda disfrutaba –entonces como ahora– follando. Pero probablemente no así la mayoría de las mujeres, para la que el acto sexual no pasaría de ser una experiencia incómoda, cuando no dolorosa. Hay bastantes indicios de que era rarísimo, nada frecuente, que una mujer disfrutara durante la cópula. Tampoco parece que a los varones les preocupase lo más mínimo que lo hiciese; seguramente ni se les pasaba por la cabeza. Naturalmente, no se desconocía la capacidad de la mujer de obtener placer sexual. De hecho, la fémina de voraz e insaciable erotismo es uno de los mitos recurrentes de la galería de monstruos de la cultura patriarcal, absolutamente dominante en la historia de Occidente (empezando por la Lilith hebrea). Pero las mujeres que disfrutaban con el sexo eran aliadas del diablo, cuando no directamente poseídas por él y, como tales, carne de hoguera. Llama la atención que en la Cristiandad medieval no se practicara la ablación del clítoris, ya que habría sido plenamente congruente con la moralidad de la época. Puede que se debiera a que todavía no lo habían "descubierto" y gracias a esa ignorancia algunas o muchas de las mujeres de entonces pudieran disfrutar de algunos momentos de placer a solas en sus nada envidiables vidas.
Naturalmente, los hombres sabían que el acto sexual era para las mujeres un plato desagradable. También sabrían, digo yo, que éstas lo pasaban mejor cuando el coito era delicado, precedido de caricias cariñosas y palabras de amor, alargado en el tiempo. Pero esta forma de mantener relaciones sexuales no era la habitual y desde luego no se designaba con el verbo que provenía del futuere latino. No me cabe duda de que cuando los romanos usaban esa palabra era entre varones –en medio de risotadas y alcohol–, fanfarroneando de proezas sexuales, desahogos violentos en los que utilizaban a la mujer como mero instrumento del placer propio a costa de su dolor. Es decir, sabían perfectamente que cuando jodían las jodían, las dejaban jodidas. Es más, no me extrañaría que ya en latín futuere tuviera también la acepción de fastidiar, hacer daño. De hecho, así ocurre con su descendiente en italiano –fóttere–, más parecido al original que se emplea exactamente igual que el joder español. Incluso podríamos aventurar que esta segunda acepción del verbo joder –o para ser más preciso del futuere latino– no sea una ampliación semántica producida a lo largo del tiempo sino prácticamente desde el inicio. El reconocimiento explícito en el lenguaje de que follar tal como se follaba cuando se designaba con esa palabra era dañar a la mujer y, por tanto, joder a alguien, en general, equivalía a hacerle daño, independientemente de que hubiera relaciones sexuales.
Es éste un ejemplo de que el lenguaje es expresión de una cultura predominantemente machista, como no podía ser de otra forma. Para escribir la historia de la sexualidad humana es necesario leer entre líneas, sacar a la luz comportamientos de los que no se dejaba constancia expresa por pertenecer al ámbito de la intimidad. Y en esa labor el propio lenguaje contribuye. Reflexionar sobre los porqués de los significados pone de manifiesto, como en este caso, la opresión histórica de la mujer, la negación social del placer sexual, su relegamiento a mero objeto de desahogo masculino. Que joder signifique lo que significa es consecuencia intrínsecamente ligada a esta opresión de siglos, mucho más dañina y dolorosa que el hecho de que en castellano el plural genérico se forme por lo general en os. A lo mejor, los esfuerzos lingüísticos del feminismo deberían dirigirse más a proscribir el verbo joder que a empeñarse en que dupliquemos los plurales, uno por género. O tal vez, mejor todavía, deberían dirigir las peleas a cambiar la mentalidad machista aún muy presente entre nosotros y no el lenguaje, asumiendo que éste refleja justamente la forma de pensar de una sociedad y, ciertamente, el español se construyó desde una concepción denigratoria de la mujer. En las palabras vinculadas a la sexualidad encontramos varias pruebas de ello. Repasada joder queda claro que es demasiado fea y, por tanto, que lo mejor que podemos hacer es no emplearla para designar las relaciones sexuales. Seguiré con algunas otras, como era mi intención inicial.
Naturalmente, los hombres sabían que el acto sexual era para las mujeres un plato desagradable. También sabrían, digo yo, que éstas lo pasaban mejor cuando el coito era delicado, precedido de caricias cariñosas y palabras de amor, alargado en el tiempo. Pero esta forma de mantener relaciones sexuales no era la habitual y desde luego no se designaba con el verbo que provenía del futuere latino. No me cabe duda de que cuando los romanos usaban esa palabra era entre varones –en medio de risotadas y alcohol–, fanfarroneando de proezas sexuales, desahogos violentos en los que utilizaban a la mujer como mero instrumento del placer propio a costa de su dolor. Es decir, sabían perfectamente que cuando jodían las jodían, las dejaban jodidas. Es más, no me extrañaría que ya en latín futuere tuviera también la acepción de fastidiar, hacer daño. De hecho, así ocurre con su descendiente en italiano –fóttere–, más parecido al original que se emplea exactamente igual que el joder español. Incluso podríamos aventurar que esta segunda acepción del verbo joder –o para ser más preciso del futuere latino– no sea una ampliación semántica producida a lo largo del tiempo sino prácticamente desde el inicio. El reconocimiento explícito en el lenguaje de que follar tal como se follaba cuando se designaba con esa palabra era dañar a la mujer y, por tanto, joder a alguien, en general, equivalía a hacerle daño, independientemente de que hubiera relaciones sexuales.
Es éste un ejemplo de que el lenguaje es expresión de una cultura predominantemente machista, como no podía ser de otra forma. Para escribir la historia de la sexualidad humana es necesario leer entre líneas, sacar a la luz comportamientos de los que no se dejaba constancia expresa por pertenecer al ámbito de la intimidad. Y en esa labor el propio lenguaje contribuye. Reflexionar sobre los porqués de los significados pone de manifiesto, como en este caso, la opresión histórica de la mujer, la negación social del placer sexual, su relegamiento a mero objeto de desahogo masculino. Que joder signifique lo que significa es consecuencia intrínsecamente ligada a esta opresión de siglos, mucho más dañina y dolorosa que el hecho de que en castellano el plural genérico se forme por lo general en os. A lo mejor, los esfuerzos lingüísticos del feminismo deberían dirigirse más a proscribir el verbo joder que a empeñarse en que dupliquemos los plurales, uno por género. O tal vez, mejor todavía, deberían dirigir las peleas a cambiar la mentalidad machista aún muy presente entre nosotros y no el lenguaje, asumiendo que éste refleja justamente la forma de pensar de una sociedad y, ciertamente, el español se construyó desde una concepción denigratoria de la mujer. En las palabras vinculadas a la sexualidad encontramos varias pruebas de ello. Repasada joder queda claro que es demasiado fea y, por tanto, que lo mejor que podemos hacer es no emplearla para designar las relaciones sexuales. Seguiré con algunas otras, como era mi intención inicial.
Vuelvo a incidir en el asunto que según tú se sale del tema, y es probable que así sea, porque lo filológico solo es un indicio, y por ejemplo tus aventuradas salidas hacia la cultura machista de épocas remotas no dejan de ser tan verosímiles como imaginadas, intuidas, aunque con fundamento. El hombre está ’diseñado’ (una impropia forma de hablar, pero supongo que nos entendemos) para distribuir su semilla por el mayor número de hembras; la mujer lo está, en cambio, para asegurarse un varón que cuide de su prole siempre relativamente escasa a lo largo de su vida reproductiva. La razón es lógica: producimos millones de espermatozoides, pero la producción de óvulos es escasa y costosa. Por otra parte, el varón nunca puede estar seguro de que sus hijos sean realmente suyos, la mujer por supuesto evidentemente que sí. Incluso hay culturas que no relacionan el parto con la coyunda y desvinculan el papel masculino del nacimiento del futuro bebé. Joder, en el sentido peyorativo pero asociado a la cópula significa evadirse de esa contrapartida que necesitaban las hembras para asegurar el cuidado. Esta explicación no es alternativa a la tuya ni a la de Ozanu que también me convence y no veo excluyente, sino complementaria con ambas.
ResponderEliminarRazonable hipótesis, Lansky, pero que implica que el verbo joder en su acepción primigenia (follar), incluso entre los latinos, se refiriera exclusivamente a mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, lo que se expresaría con fornicar (de este verbo va el siguiente post). No digo que no fuera así, de hecho parece razonable pensar que los romanos no designaran con el verbo fuetere la actividad sexual dentro del matrimonio.
EliminarPero, como estamos en el terreno de las hipótesis, sigo quedándome con mi explicación que tiene la ventaja que es más genérica (aunque, como bien dices, las explicaciones no tienen por qué ser excluyentes). Y no creas que sea solamente imaginada mi suposición de que los hombres en esas épocas remotas (en realidad, no tanto, hablo de la antigua Roma) follaban muy mal, de modo que la gran mayoría de las mujeres lo pasaba mal y no obtenía placer sexual. Hay abundantes indicios para llegar a esa conclusión.
Como mujer estoy harta de tener que luchar y pelear para cambiar la mentalidad machista, lo hago porque no me quedan más narices y porque ante todo uno de mis valores principales es el respeto, y al final el lenguaje es importante y no lo es, yo sé cuando alguien me falta al respeto y cuando no, y muchas veces no depende de la palabra que se use sino de la actitud. El machista al uso se retrata con cada palabra que emite pero son mucho peores los mansplainers condescendientes y paternalistas que aleccionan a las mujeres como si estas fueran gilipollas, eso sí pero con un lenguaje mucho más cuidado. Me siento más ofendida por estos últimos. El ejercicio de mi feminismo no se basa en el lenguaje, de hecho he conocido mujeres un poco perdidas en ese ámbito y ofendidas a cada instante porque se cabreaban con ambos sexos si utilizaban palabras como histérica, joder, coño…etc. Que el lenguaje sea la expresión de una cultura predominantemente machista es por ese afán del hombre por explicarlo todo e imponer su criterio incluso lo que es intrínseco a la mujer, parece habar nacido con ese don y lo peor de todo que tanto hombre como mujeres dan más crédito a estos que a las mujeres. Veo muy difícil este proceso de cambio en el lenguaje, este llegará cuando de verdad haya un cambio en la sociedad, con actos y no con tanta palabrería, y mientras tanto hay que dejar de pedir tanta asertividad a las mujeres y que los hombres se pongan un poquito las pilas. A mí un joder bien dicho en cualquiera de sus acepciones no me ofende.
ResponderEliminar"Que el lenguaje sea la expresión de una cultura predominantemente machista es por ese afán del hombre por explicarlo todo e imponer su criterio". Yo creo que no, yo creo que el lenguaje es la expresión de una cultura predominantemente machista porque el lenguaje es una expresión de la cultura y si ésta es machista pues el lenguaje será machista. Si a lo mejor lo que quieres decir es que la cultura (la sociedad) ha sido y sigue siendo machista por ese afán del hombre por explicarlo todo e imponer su criterio, pues tampoco estoy de acuerdo o, al menos, no creo que esa característica masculina (si es tal, que no estoy del todo seguro) sea la razón del machismo, sino algo mucho más sencillo: una relación asimétrica de poder con evidentes ventajas para los varones.
Eliminar¿Y por qué habrá una asimetría de poder?, ventajas, ¿eh?, a lo mejor son más que unas ventajillas...
EliminarInteresante reflexión. Mira que en el barrio, de cachondeo, decíamos "quilar" (¿vendrá de "esquilar"?) y que en catalán existe el "cardar". No estoy de acuerdo con Lansky en la justificación biológica. Al fin y al cabo, en un matriarcado, con un hombre para muchas hembras bastaría, ya que produce tantos millones de espermatozoides. Y se sabe, o se especula, que en las primeras sociedades, recolectoras y de organización cooperativista, las mujeres eran promiscuas y que fue con la acumulación de bienes que "se jodió" la igualdad entre hombres y mujeres.
ResponderEliminarMuy bueno SBP,hasta incluso hay bancos de semen.para elegir.Simplemente
Eliminarpara que el personal lo sepa,con mis 72 años soy un "pichafloja".
Mi mujer con 72 años,sigue con sus pluriorgasmos,como si tal cosa.
Si lo piensas detenidamente SPB verás que lo que tú dices, y llevas mucha razón, no contradice lo que digo yo. La verdad es poliédrica, o si lo prefieres, la verdad reside en el matiz.
EliminarEs muy interesantelo que dice Babe. ¿Es primero la gallina o el huevo' ¿Cambiar el lenguje (que es lo fácil) o cambiar las conductas que ya cambiará el lenguaje? Desde luego lo primero, si se queda en eso sóloc onduce a la ñoñería dellenguaje políticamente correcto. Y sí, ofende el que pretende hacerlo y el prepotente y condescenciente más que el que lo hace inadvertida, analfabetamente. (Car Res, vale ya de hacerte propaganda, suena poco discreto, chavalín/anciano)
Ya lo sé que no contradice lo que digo. Es que a mí me gusta contradecir. Tampoco hay que pensarlo tan detenidamente. ;-) Respecto a los cambios... Bueno, lenguaje y conducta... Todo muy lento. Lo que hay que cambiar son las leyes, y a partir de ahí, ya veremos.
EliminarHombre Lansky,déjanos a los "puretas" participar,no seas tan exclusivo/excluyente.Tú has metido un rollo del hecho sexual bajo el
Eliminarpunto de vista fisiológico y te has quedado tan a gusto.Un abrazo.
Hola SPB. Conocía el uso del verbo cardar en catalán con el significado de follar. No así el vuestro de quilar que si, como sugieres, proviene de esquilar redunda en la relación entre el sexo y los oficios lanares. Otra relación semántica curiosa sobre la que sería interesante investigar, pero de momento me estoy limitando al idioma castellano.
EliminarDebo admitir que sí, que estaba pensando en el sexo en el cual el más débil era más un objeto de placer del más poderoso, y lo digo así porque entre griegos y romanos era de gusto el efebo. De hecho, diría que fue esa consideración la que creó luego el mito de la virginidad femenina (la más "controlable") como algo sagrado: significaba yacer con quien no había yacido con otros hombres. Como en cierto relato cómico decía un personaje especialmente machista, "si te acuestas con Paquita y ella se acostó con Juan, te acabas acostando con Juan".
ResponderEliminarPero bueno, todo esto sigue estando muy limitado a las relaciones sexuales entre hombres y mujeres.
ResponderEliminarSBP,no sé dónde está el limite hoy día en las relaciones sexuales,sean
Eliminardel tipo que sean.Si hay condicionantes,son las propias de las parejas
que interactuan.
Ni hoy ni nunca ha habido límites a las relaciones sexuales de hombres con hombres, mujeres con mujeres e incluso mujeres con hombres y hasta con cabras, perros y cerdos: los límites son los que tienes tú en tu cabeza, Car res. Otra cosa bien distinta es dónde colocan las autoridades y poderes de las diversas épocas y sociedades lo permisible y lo permitido de lo que no. Y llamar interactuar a eso de follar es una cursilada. Y alardear de que tu mujer es multiorgásmica una fea indiscreción y un vanidoso alarde por tu parte.
EliminarEl objeto de este post, SPB, era elucubrar sobre la razón de que una palabra que originalmente significaba tener relaciones sexuales haya pasado a significar fastidiar, molestar. Mi hipótesis es que eso se produjo porque en los coitos entre parejas de distinto sexo (que han sido muchos más que los homosexuales aunque estos siempre hayan existido) la mujer quedaba fastidiada, debido al poco empeño que ponía el hombre en procurarle placer (o ella en conseguírselo, dado que era pecado). Dudo mucho que la evolución semántica haya tenido algo que ver con las relaciones sexuales homosexuales (o con la zoofilia, como apunta Lansky).
EliminarLanky, al margen de que pueda coincidir contigo en tus apreciaciones, te rogaría que te abstuvieses de calificar ofensivamente a quienes participan en el blog, salvo que se metan directamente contigo. Por eso del buen rollito y para evitar que la gente se mosquee, ya sabes.
EliminarSí, Miros, me di cuenta al colgarlo... si quieres lo borro, he abusado de tu hospitalidad restándosela a otros
Eliminar¿Tú crees Lanky que alardeo?.¿A estas alturas de la vida?.Hombre no creo,simplemente para mi el hablar del sexo,es como hablar de comer en un restaurante.Total,es cuestión de si tienes dientes o no para degustar.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo con el momento histórico.Pero eso es otro cantar,
del que estamos mal informados intencionadamente.
No veas la que has liado, Miroslav, ha ha ha. ¡Me parto!
ResponderEliminarA mí me gusta mucho este viejo chiste (perdóna todos los que lo conozcan):
ResponderEliminar(En una discoteca hacinada)
-¿Bailas, chata?
-¡No!
-Entonces..., de follar no hablamos