A sus cincuenta y cuatro años, Annibale Maria di Francia era una de las voces más respetadas de Messina; mérito de su esforzada labor apostólica en los barrios más miserables y muy especialmente del amoroso cuidado de los innumerables huérfanos. Por eso Don Letterio, el arzobispo, confiaba en que su encendido verbo removiera el pecaminoso clima que dominaba la ciudad, impulsara al arrepentimiento a los habitantes de esta moderna Sodoma siciliana. O quizá fue el propio apóstol quien, impelido por la pesadillas que lo atormentaban casi cada noche, rogó al prelado que le permitiera dirigirse a sus paisanos. Lo cierto es que la homilía que pronunció en la Catedral aquel 16 de noviembre de 1905 –reproducida en los diarios de la Isla e incluso en alguno del continente– impresionó profundamente a la ciudadanía católica. Pero no fue suficiente. La insidiosa labor corruptora fomentada desde hacía décadas por masones y librepensadores había sumido el alma de Messina en la más profunda sima de indiferencia moral, insensible si no hostil, a las angustiadas advertencias de sus hijos más piadosos.
Os hablo sin medias tintas, sin reticencias, sin temores, conciudadanos míos. Yo os anuncio que Messina está bajo la amenaza de castigos divinos. La nuestra no es menos culpable que tantas otras ciudades del mundo que han sido destruidas por el fuego, las guerras o los terremotos. Debemos esperar de un momento a otro correr la misma terrible suerte. El primer motivo es que nuestros pecados reclaman el castigo de Dios. Pecado es, entre nosotros, palabra insuficiente. Los cometemos con facilidad suma, nos hemos habituado con completa naturalidad, bebemos la iniquidad como agua y así, con el ánima colmada de delitos, reímos, bromeamos, dormimos y pensamos sólo en cómo vivir mejor y seguir pecando cada vez más. Si alguna vez nos arrepentimos, se trata de un sentimiento superficial, volátil, porque enseguida volvemos al vómito cotidiano. Leamos la Sagrada Escritura, interroguemos la historia de los siglos pasados; veremos que Dios castiga no sólo en la otra vida sino también en ésta. Diluvios exterminadores, terremotos que todo lo destruyen, guerras, epidemias devastadoras, sequías y hambrunas, males siempre nuevos e incógnitos. ¿Messina tiene pecados merecedores de la ira divina? Amados conciudadanos, respondeos vosotros mismos. Aquí la blasfemia reina soberana; aquí la indiferencia religiosa abunda; aquí la usura, el hurto, los homicidios a la vista de todos, en la calle, a plena luz del día; aquí la prensa malvada; aquí los docentes ateos; aquí las supersticiones son la última moda: espiritismo, magias, sortilegios. En Messina existe la deshonestidad, convertida en la norma; existe la avaricia y la dureza de corazón, las cuales hacen que dejemos perecer a los pobres mientras gastamos dinero en inútiles bienes de lujo.
Annibale fue canonizado en 2004 por Juan Pablo II. No fueron sus dones proféticos los que le hicieron acceder a los altares católicos, aunque supongo que algo influirían. Tres años después de ese sermón Messina fue asolada por un terrible terremoto con maremoto incluido. No pocos se convencieron de que, tal como había advertido el cura amigo de los pobres, ése que andaba siempre por el miserable barrio de Case Avignone, la tragedia era muestra de la ira de Dios. Para colmo, los mesineses impíos en vísperas del terremoto se dedicaron a retar al Todopoderoso. Parece que el 26 de diciembre de 1908, un diario socialista interpelaba directamente al Niño Dios: "Pequeño Jesús, envíanos un terremoto, si tienes fuerza para ello". Al día siguiente, domingo, amanecieron en varios muros de la ciudad pintadas que declaraban "Jesucristo jamás existió". Por la tarde, se celebró un debate público que condenó la religión como superchería malsana. Para celebrar el acta de defunción, por la noche se organizó una procesión blasfema que, al llegar a la costa, arrojó al mar un crucifijo entre bromas y palabras soeces. Unas horas después, a las cinco y veinte de la madrugada del 28, durante treinta y siete segundos la tierra se sacudió furiosamente seguida de un inmenso maremoto. Más de la mitad de los casi ciento cincuenta mil mesineses pereció, el noventa por ciento de los edificios en ruinas; la más grave catástrofe natural sucedida en Europa. No se anda Dios con chiquitas.
Annibale Maria di Francia fue uno de los sobrevivientes; también resiste el sismo el edificio de su congregación, los Rogacionistas del Corazón de Jesús. El nombre de la orden viene del Evangelio de Mateo: "la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mateo 9:37-38). La mayor preocupación de Annibale, ante la impiedad de sus tiempos, era la escasez de vocaciones religiosas. Hay que suponer que, tras el terremoto, en Messina, en Sicilia, en toda Italia, renacería la religiosidad, se multiplicarían las vocaciones. No lo sé. Sí sé, en cambio, que el Estado italiano impulsó las investigaciones sobre tecnología antisísmica y se dictaron las primeras normas de esta naturaleza. La catástrofe también sirvió para crear los servicios de defensa civil. embriones de los actuales. Por lo demás, tras la tragedia, poco a poco se fue volviendo a la normalidad, incluso en la propia Messina. La interpretación del terremoto como castigo divino (de lo cual nuestro Annibale no tenía duda) ha sido traída recientemente al debate público italiano por Roberto de Mattei –un historiador católico tradicionalista– con motivo del terremoto de 2011 de Japón. Incluso publicó un libro ese mismo año (Il mistero del male e i castighi di Dio) en el cual cuenta algunos casos además del de Messina (por ejemplo, la destrucción de Varsovia durante la SGM, que fue profetizada por santa Faustina Kowalska «debido a los muchos pecados que allí se cometían, sobre todo abortos».
Yo no creo que haga falta recurrir a Dios para explicar las catástrofes. Sin embargo, a veces sí tiendo pensar que éstas –sobre todo las que están por llegar– algo, si no mucho, tienen que ver con nuestros "pecados". Lo triste es que no dejaremos de pecar hasta que el castigo sea casi definitivo, me temo.
Muy interesante, pero no tengo mucho que decir sobre las causalidades de origen divino y las casualidades-causalidades de índole tectónica. Ahora bien, si existiese un Dios tan vengativo como para provocar esas catástrofes, un SF (Supremo Fascista), incluso en ese caso, yo no estaría dispuesto a aceptarle, hasta ahí llega mi negro ateísmo.
ResponderEliminarMucho me temo que mi ateísmo es igual de negro. Yo sí diría muchas cosas, pero se pueden resumir en que, si dices que algo malo pasará, seguro que acabará pasando... pero no porque lo digas, claro.
EliminarEse Dios tan vengativo, Lansky, es obviamente el del Antiguo Testamento, pero también sigue siendo el católico. La idea de Dios "castigando" a los hombres sigue vigente, y la he encontrado en una homilía (o algo así) del anterior Papa. Es curioso cuántas notas caracterológicas hemos puesto a Dios, algunas muy poco loables, como esta de ser tan vengativo.
Eliminar"Si dices que algo malo pasará, acabará pasando, pero no porque lo digas". ¿Y si no dices que algo malo pasará, dejará de pasar?
EliminarInterpreto que lo que quiere decir Ozanu es que es relativamente sencillo hacer previsiones por parte de gurus y adivinos, porque aún con probabilidades bajas termina pasando lo que pasará independientemente de lo que lo pronostiques o no, pero la inversa no.
EliminarEstá claro que es eso, de ahí "pero no porque lo digas". Más teniendo en cuenta que este señor pronosticó que podía ocurrir cualquier tipo de desastre NATURAL... Pues oye, es como jugar al póker y decir, como si fuera una revelación, que va a salir pareja, o triple, o full, o póquer (la jugada), o color, o escalera, o escalera de color, o repóquer; y además vale que salga en cualquier mano a partir de este anuncio.
EliminarPues si Dios tiene la mitad de la mala leche que nos dice el Antiguo Testamento, las antiguas religiones y el terremoto de Mesina, vas vale que os vayais haciendo creyentes. Eso sí andad con cuidado y elegir al Dios, o dioses, verdadero porque como os equivoquéis (cosa harto sencilla habida la variedad) en cuanto estéis ante Él (o Ella, o ellos, o ellas, o ellos y ellas) os va a caer la del pulpo.
ResponderEliminar:-D :-D :-D :-D
Como sabes, Números, creo que lo más probable es que no haya Dios. Ahora bien, si lo hubiera, no concibo que sea tan vengativo ni que le importe un comino que yo crea o deje de creer en Él (o Ella o Ello o Ellos o Ellas ...)
Eliminar