Hoy, jueves siete de julio de dos mil dieciséis, y ahora, las diecinueve treinta hora GMT, me siento tremendamente alicaído. Sin duda, la causa principal es que desde ayer porto encima un trancazo más propio de los meses invernales que de éstos, aunque verdad es que éstos no está muy claro a cuál estación corresponden, porque llueve, hace mucho viento, calor y de pronto casi frío ... Así por aquí, isla atlántica expuesta a los caprichos alisios y también, pero no estos días- saharianos, pues parece que no es igual para los que, en la metrópoli, estáis “mil millas por detrás”. Y sí, me viene a la cabeza el verso de Bob (For I’m one too many mornings and a thousand miles behind) de una canción que desde luego es triste, que refleja demasiado bien mi estado de ánimo (It’s a restless hungry feeling) el cual, me digo, no es más que consecuencia de una infección viral leve del aparato respiratorio superior, que congestiona la nariz y a la vez la tapona y la convierte en un grifo inagotable de mocos, que me rasca la garganta con ligero dolor al tragar y toses improductivas, que me tiene los ojos llorosos y picantes y, last but not least, que me produce un sordo y persistente dolor de cabeza, en la zona frontal izquierda, aunque desde ayer parece que se va desplazando muy ligeramente hacia la derecha, como el país. Sé que no he de darle importancia y que en unos días habrá pasado, pero anoche dormí muy mal y estoy, además de débil y dolorido, cansado. Más proclive, por tanto, a tomarme por la depresiva los inevitables contratiempos cotidianos.
One too many mornings - Steve Howe & Phoebe Snow (Portratits of Bob Dylan, 1999)
El principal ha venido a la vez que los primeros síntomas de este resfriado y no es otro que parece habérseme jodido gravemente (no hablemos todavía de defunción) mi maravilloso iMac, en el que, entre otras cosas, guardaba tres posts a medio redactar. De pronto, ayer por la tarde, mientras navegaba por internet la pantalla empezó a vibrar aceleradamente, empezó a ponerse de varios colores (rojo, azul, verde, todos ellos muy brillantes) y al cabo de un ratito de exhibición cromática soltó el sonoro pedo característico del reinicio del sistema: o sea, se apagó y volvió a encenderse solito. Volvió a funcionar y yo, preocupado, traté de hacer con urgencia dos cosas a la vez: la primera pasar a un disco externo parte de los datos que guardaba en el ordenador (entre otras razones, porque tenía el disco duro a punto de rebosar); la segunda, pasarle un antivirus a ver si se me había colado algún primo virtual de los que estaban por entonces infectando mi organismo. Ambas tareas tan sólo pude realizarlas parcialmente porque volvió a colapsar el sistema. No voy a aburrir a nadie con la crónica detallada del progresivo deterioro del iMac y de mis esfuerzos cada vez más desesperados para conseguir mantenerlo encendido el tiempo suficiente para poder trasladar el máximo de información a una unidad externa. Me acosté con escasos triunfos y esta tarde, al volver del trabajo, ya me ha sido imposible que terminara de cargar el sistema operativo (aparece la manzanita de Apple, se ve el avance de carga por la barrita hasta que se pone la pantalla gris y ahí se queda). He intentado todos los trucos que explican en la página de Apple y en los foros de Mac, pero aunque ayer alguno funcionaba hoy ya no. Así que, finalmente, he tenido que cargar el monstruo (cómo pesa el condenado) en el coche y llevarlo hasta el Servicio técnico. En dos o tres días (o sea, la semana que viene) me darán noticias. Cruzo los dedos, pero soy pesimista (será por el resfriado).
Y es que llueve sobre mojado. Hace un par de meses, también de súbito, uno de mis discos duros externos cascó. Perdí el acceso a unas setecientas gigas de música (la “no anglosajona”, mayoritariamente española e italiana), recopilada, ordenada, completada y archivada durante muchas horas a lo largo de varios años. Me hablaron de un tipo que armado de paciencia, varias máquinas y diversos programitas, era capaz de recuperar los discos más jodidos y, en efecto, lo consiguió en un bastante alto porcentaje. Pero me advirtió que era inevitable que, con el tiempo, los soportes en los que grabamos nuestros datos se deterioren y éstos se pierdan. La solución no es otra que hacer copias y copias, en un bucle infinito. Las enormes ventajas de la acumulación digital frente a la física (el espacio que no se ocupa) decaen completamente al tener en cuenta la tremenda volatilidad de la primera. Y cuando me doy cuenta de esto, como estoy down, pienso que vaya mierda, que todo lo que hago (dado que la mayoría es digital) está a punto de desaparecer, y de ahí, claro, a la triste verificación de que soy yo mismo quien no es más que una mota de polvo de la cual en breve no quedará ningún recuerdo, ninguna huella ...
I'm down (take 1) - The Beatles (Anthology 2, 1996)
Hay, por supuesto otros motivos fácticos para que mi actual tendencia depresiva encuentre justificación. Pero, en fin, basta ya de victimismo y autocompasión y seamos prácticos. De momento, esperar a que conocer el diagnóstico de mi iMac y confiar en que se pueda salvar una parte muy importante de lo que he producido durante los últimos cinco años. Si no, será un palo pero tampoco, a la larga, pasará gran cosa; quizá no sea mala terapia ir borrando cada lustro los testimonios de lo vivido (fotos, escritos, etc). De otra parte, que se me quite este trancazo, recupere las fuerzas y vea las cosas con mejor ánimo. Y, para hacer tiempo, me voy a ver la semifibal de la Eurocopa entre Alemania y Francia.
Si te sirve de consuelo, creo comprenderte en cada uno de los puntos que comentas: hace años perdí un montón de películas grabadas de la televisión con un vídeo Beta, de los tiempos en que las emitían con la calidad de imagen y la tonalidad fotográfica originales, nada que ver con las copias comprimidas que emiten hoy. Por otro lado, todos nuestros discos, libros y dvds nos sobrevivirán. (Y pienso que Thomas Malory, que hoy no se sabe bien quién fue, nunca pudo imaginar que en el siglo XXI las gentes seguirían leyendo su impresionante “La norte d’Arthur”, por ejemplo.) En cuanto a dificultades médicas, el dentista me acaba de explicar que más tarde o más temprano voy a perder un canino de leche, que va a ser un cristo remplazarlo porque justo ahí casi no tengo encía, y que ya veremos en septiembre lo que se puede hacer; decirme eso a mí, que en la vida tuve problemas médicos. Y en cuanto al fútbol, creo que hoy, en algún momento del día y en algún lugar de Francia, juegan la final de la Eurocopa Francia y Portugal, con lo que mi corazón está divido entre mi país de adopción, al que considero ya mi país, y aquel del que, como gallego, me siento muy próximo.
ResponderEliminarEn fin, al mismo tiempo pienso que con la que está cayendo y mientras todo sea eso, la cosa tampoco está tan mal.
Pero mucho ánimo, claro.
Música para levantar la moral:
https://www.youtube.com/watch?v=Jf8w0773x2U
(No está mal esa toma de “I’m down”.)
En efecto, con la que está cayendo, quejarse es casi una obscenidad. Pero me apetecía un desahogo :)
EliminarPS: El resfriado remite y ya solo quedan los síntomas menores. Suerte con el dentista (la semana que viene me implantan una muela).
Ya sé que sonará frívolo, pero a mí lo único que me funciona cuando estoy mal es ir a que me corten el pelo, bien cortito.
ResponderEliminarPensar en lo mal que están los que de verdad están mal solo me hace sentir más impotente.
Para el resfriado, gárgaras de infusión de tomillo y spray de agua de mar en la nariz. Infalible.
Me encantan las mujeres con el pelo bien cortito, pero a la mía no hay manera de convencerla.
EliminarGracias por el consejo casero, aunque me llega tarde (por mi culpa, claro); ya estoy prácticamente recuperado.
Mi PC murió el noviembre pasado, pero no su disco duro. Fue justamente el viernes negro (el evento comercial) y tuve que comprar corriendo otro PC. Es una lástima, por cosas como las que comentas se ha creado la memoria en nube y sistemas similares.
ResponderEliminarAl final, la culpable ha sido la tarjeta gráfica. He decidido cambiarla así como el disco duro (que me lo ponen como externo y lo sustituyen por uno de los de nueva generación, mucho más rápido y seguro). La gracia me va a salir por unos 800 €, pero dicen que el ordenador me va a quedar como nuevo (y uno nuevo cuesta 2.000 €).
EliminarEn el futuro los indagadores del pasado, historiadores y demás, van a tener serios problemas por esa evanescencia digital frente a la persistencia del papiro, el perganino y el papel, benditos sean.
ResponderEliminarMi más sentido pésame.
Parece que no voy a perder los datos del disco duro; tan sólo dinero, peor para eso está.
EliminarYo hablaba de un futuro de más largo alcance que el de tus necesidades más o menos inmediatas (¿Se garantiza la pervivencia de los discos duros a largo plazo?)
EliminarMe alegro que el panorama sea más optimista. Cuando inviertes tiempo y esfuerzo en algo y peligra su desaparición es frustrante, por eso nunca me he fiado de los ordenadores, discos duros, móviles...etc te traicionan tan frecuentemente (o a lo mejor es la obsolescencia programada) que confiarles recuerdos puede ser peligroso, yo casi prefiero vivir de mi memoria, o por lo menos pensando que un día todas las fotos, canciones, escritos, videos...etc pueden desaparecer, la nostalgia ocupa lugar y me da igual la posteridad.
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