Leyendo sobre Leonard Cohen encuentro en la web de CBC, una radio canadiense, un artículo en inglés firmado por Andrea Warner sobre las mujeres que amó y las mujeres que lo amaron, en el cual se dice que “desde el principio se describió a Cohen a partes iguales como un chico solitario en constante sufrimiento y como un larguirucho Lotario”. Añade la autora que esa doble imagen fue alimentada por el propio Leonard, a modo de una especie de doctor Jekyll y mister Hyde. Cuando se revisa la biografía amorosa del cantautor canadiense es inevitable, en efecto, que a uno le sorprenda esa dualidad. Difiero, sin embargo, de la opinión anterior porque pienso que, aún siendo bastante mujeriego, procuraba que no trascendiera a su imagen pública. De hecho, procuraba que sus relaciones no trascendieran a los medios y, salvo la llamativa excepción de Janis Joplin, cuando eran fuente de inspiración no daba pistas, ni en las canciones ni fuera de ellas, sobre la identidad de sus musas. Pero aunque he de seguir hablando sobre este asunto y este personaje, ahora quiero comentar el descubrimiento léxico que me ha aportado la lectura de ese artículo; me refiero, claro, a la aparición en el texto del nombre propio lothario (con h intercalada y en minúsculas).
Para cualquier hispanohablante el nombre de Lotario remite directamente al Quijote, a uno de los protagonistas del relato intercalado en la primera parte, el que lee el cura mientras Alonso Quijano duerme. Me refiero, claro, al Curioso impertinente, esa novelita de corte boccacciano (aunque con final más en la onda barroca post-Trento) que narra la estúpida obsesión de un marido enamorado –Anselmo– por poner a prueba la fidelidad de su esposa Camila pidiéndole a su íntimo amigo Lotario que intente seducirla. Lotario, pese a sus intensas protestas iniciales, es forzado a aceptar y finalmente cae enamorado de la bella, traicionando la amistad. En nuestro idioma, sin embargo, el nombre de Lotario no ha pasado a describir un determinado carácter, al modo de, por ejemplo, Quijote o Don Juan. Por eso me sorprendió que así hubiera ocurrido en inglés. Lo que pasa es que lothario en la lengua de Shakespeare significa libertino, seductor sin escrúpulos, canalla cuyo único interés es deshonrar mujeres. Una acepción bastante dura que desde luego no cuadra con el personaje cervantino; al pobre Lotario, por el contrario, le sobraban remordimientos y la seducción de Camila no puede en absoluto calificarse de canallada sin escrúpulos.
Y es que el Lothario que ha calado en el inglés no es el nuestro sino el que creó Nicholas Rowe en su drama The fair penitent a principios del XVIII. No he leído la obra (en inglés esta aquí) pero parece que se trata de una adaptación de otra tragedia anterior –The fatal dowry– publicada en 1632 por Philip Massinger y Nathan Field. La historia solo tangencialmente evoca la del Curioso impertinente. Sciolto, un noble genovés, entrega su hija Calista a un joven heroico, Altamont. Pero Calista ha sido seducida por el infame Lothario, quien la conmina a reunirse con él el mismo día de la boda. Altamont los descubre juntos y mata al seductor. Luego aparece Sciolto y quiere matar a la hija aunque su futuro yerno se lo impide. Al final, Calista se presenta ante el cadáver de Lothario manifestando que quiere morir para reunirse con su amante. En fin, un dramón patético que tampoco apetece mucho leer, pese a que fue elogiado en su época por el mismísimo Samuel Johnson, que se pasaba de exigente.
Los personajes de The fair penitente están ya en The fatal dowry, aunque Rowe cambia los nombres, pasándolos del francés (la obra previa sucedía en Dijon) al italiano. No he podido confirmar si la elección del nombre de Lothario proviene directamente del personaje del Curioso impertinente, pero apostaría a que sí. En ambos casos se trata de un seductor (aunque con motivaciones muy distintas), lo que ya es una coincidencia sospechosa; además no ha de olvidarse que el Quijote fue una obra muy popular entre los británicos (el inglés es el primer idioma al que se traduce la novela, en la temprana fecha de 1612). Habría que preguntarse por qué Cervantes escogió este nombre que, aunque tiene reminiscencias italianas, creo que tiene un origen germánico (recuérdese Lotario, el nieto de Carlomagno). Como fuera, cabe suponer que del Quijote pasó a un drama inglés y el personaje se popularizo tanto como para convertirse en ese idioma en epónimo de un carácter concreto y poco halagüeño. No ocurrió lo mismo, en cambio, en nuestro idioma; el equivalente entre nosotros sería Don Juan o, en menor medida, Casanova.
Pues nada, una palabra nueva que aprendo en inglés. Compruebo en la Wikipedia que el término se ha usado abundantemente en la literatura en ese idioma (Faulkner, por ejemplo). Y yo sin tener ni idea.
Para cualquier hispanohablante el nombre de Lotario remite directamente al Quijote, a uno de los protagonistas del relato intercalado en la primera parte, el que lee el cura mientras Alonso Quijano duerme. Me refiero, claro, al Curioso impertinente, esa novelita de corte boccacciano (aunque con final más en la onda barroca post-Trento) que narra la estúpida obsesión de un marido enamorado –Anselmo– por poner a prueba la fidelidad de su esposa Camila pidiéndole a su íntimo amigo Lotario que intente seducirla. Lotario, pese a sus intensas protestas iniciales, es forzado a aceptar y finalmente cae enamorado de la bella, traicionando la amistad. En nuestro idioma, sin embargo, el nombre de Lotario no ha pasado a describir un determinado carácter, al modo de, por ejemplo, Quijote o Don Juan. Por eso me sorprendió que así hubiera ocurrido en inglés. Lo que pasa es que lothario en la lengua de Shakespeare significa libertino, seductor sin escrúpulos, canalla cuyo único interés es deshonrar mujeres. Una acepción bastante dura que desde luego no cuadra con el personaje cervantino; al pobre Lotario, por el contrario, le sobraban remordimientos y la seducción de Camila no puede en absoluto calificarse de canallada sin escrúpulos.
Y es que el Lothario que ha calado en el inglés no es el nuestro sino el que creó Nicholas Rowe en su drama The fair penitent a principios del XVIII. No he leído la obra (en inglés esta aquí) pero parece que se trata de una adaptación de otra tragedia anterior –The fatal dowry– publicada en 1632 por Philip Massinger y Nathan Field. La historia solo tangencialmente evoca la del Curioso impertinente. Sciolto, un noble genovés, entrega su hija Calista a un joven heroico, Altamont. Pero Calista ha sido seducida por el infame Lothario, quien la conmina a reunirse con él el mismo día de la boda. Altamont los descubre juntos y mata al seductor. Luego aparece Sciolto y quiere matar a la hija aunque su futuro yerno se lo impide. Al final, Calista se presenta ante el cadáver de Lothario manifestando que quiere morir para reunirse con su amante. En fin, un dramón patético que tampoco apetece mucho leer, pese a que fue elogiado en su época por el mismísimo Samuel Johnson, que se pasaba de exigente.
Los personajes de The fair penitente están ya en The fatal dowry, aunque Rowe cambia los nombres, pasándolos del francés (la obra previa sucedía en Dijon) al italiano. No he podido confirmar si la elección del nombre de Lothario proviene directamente del personaje del Curioso impertinente, pero apostaría a que sí. En ambos casos se trata de un seductor (aunque con motivaciones muy distintas), lo que ya es una coincidencia sospechosa; además no ha de olvidarse que el Quijote fue una obra muy popular entre los británicos (el inglés es el primer idioma al que se traduce la novela, en la temprana fecha de 1612). Habría que preguntarse por qué Cervantes escogió este nombre que, aunque tiene reminiscencias italianas, creo que tiene un origen germánico (recuérdese Lotario, el nieto de Carlomagno). Como fuera, cabe suponer que del Quijote pasó a un drama inglés y el personaje se popularizo tanto como para convertirse en ese idioma en epónimo de un carácter concreto y poco halagüeño. No ocurrió lo mismo, en cambio, en nuestro idioma; el equivalente entre nosotros sería Don Juan o, en menor medida, Casanova.
Pues nada, una palabra nueva que aprendo en inglés. Compruebo en la Wikipedia que el término se ha usado abundantemente en la literatura en ese idioma (Faulkner, por ejemplo). Y yo sin tener ni idea.
Me había encontrado más de una vez en novelas inglesas -traducidas, claro- con ese Lotario como sinónimo de seductor libertino. Concretamente, en las de Wodehouse, por lo que pensaba que era una expresión trasnochada y decimonónica, que W hacía usar a alguno de sus viejos tremendos para caricaturizarle como antiguo y puritano. Y la verdad es que nunca se me ocurrió investigar de dónde venía, ni a qué Lotario original se refería. Como no hay peor incultura que una cultura a medias, de hecho creí que era el nieto de Carlomagno, único Lotario del que tenía noticia -del de la novelita cervantina ni me acordaba- el que tenía fama de sinvergüenza y había dado origen a la palabreja. Tan fácil es desacreditar a alguien, pobre e inocente carolingio.
ResponderEliminarPues yo no recuerdo haberme encontrado nunca con este Lotario, aunque es posible que sí, no lo entendiera ni me molestara en investigarlo, y lo haya olvidado. Esta vez no me ha pasado por alto, pero tampoco creas que tiene mucho mérito, sino que tengo relativamente reciente una relectura del Quijote. Hace unos meses retransmitieron en Radio 1 una adaptación sonora de la novela (de ambas partes) de muy buena calidad a mi juicio. Como me era muy complicado escucharla en directo me fui bajando los podcasts y los escuchaba tranquilamente en mi casa, siguiendo la audición con la lectura en el ordenador. Aunque la adaptación es muy buena no es una lectura fiel, y de hecho suprimen varias partes, entre ellas el relato incrustado del Curioso impertinente. Pero justamente, ese proceso de audición/lectura reciente me permitió darme cuenta y aprovechar para rellenar los huecos. En resumen, que los nombres de Anselmo, Camila y Lotario los tenía frescos en la memoria.
EliminarEn la Wikipedia se lee que viene de El curioso impertinente, aunque con los cambios posteriores. A mí la palabra no me sonaba, aunque es posible que la haya visto. A veces tengo la sensación de que en español no siempre vemos cuántas palabras provienen de nombres propios por nuestra buena costumbre de adaptarlas fonéticamente, como ocurre con "silueta", de "Étienne de Silhouette" y chollo, de "Clioglio".
ResponderEliminarCioglio, no Clioglio (para que la primera sílaba se pronuncie cho). Chollo fue en efceto adaptación hispánica de un apellido; en cambio silueta proviene del sustantivo francés, pues fue en ese idioma donde se produjo la adaptación. De todos modos, sí hay nombres propios que se mantienen con un significado específicos; sin ir más lejos "Don Juan"
EliminarAsí que un "verdadero hombre" no puede caer jamás víctima de los celos. Bueno, bueno ... En todo caso, son muy malos los celos, muy malos ...
ResponderEliminarLotario era también el nombre del fiel criado del Mago Mandrake, un negro gigantesco que le auxiliaba. Era un cómic de King Facture Syndicate que publicaba también a Flas Gordon, Rick Kyrbi y a El Hombre enmascarado (The Phantom). Yo leí muchos de esos tebeos.
ResponderEliminarEs verdad, no me había acordado de ese otro Lotario de ficción. Yo también leí algunos tebeos de Mandrake, aunque mi preferido de ese grupo era Flash Gordon. En todo caso, por lo que recuerdo, el negro Lotario no era ningún seductor sin escrúpulos, así que el nombre debía carecer de connotaciones.
EliminarCuando yo era pequeño mi madre cantaba tangos, con letras impenetrables. Uno de ellos decía: "Fui un gran otario contra esos giles, pobres don juanes de cabaret. Fui un gran otario porque la quise como ellos nunca sabrán querer". Todo ello sonaba bastante misterioso, pero especialmente el otario, que yo me inclinaba a tomar por un notario, sin acabar de ver cuál de las desdichas del protagonista le confería la fe pública, pero como tampoco entendía el resto... Luego estudié historia y conocí el nombre de Lotario, y mis posibilidades hermenéuticas se ampliaron, aunque sin gran provecho. Tampoco el nieto del emperador parecía pintar gran cosa en las tribulaciones amorosas del cantor. Pero ya no puedo escuchar el nombre sin acordarme del tango.
ResponderEliminar(Un otario, al parecer, es un mamífero marino austral que, a menos a juicio de los argentinos, no se distingue por su inteligencia, por lo que han dado su nombre a todos los tontos desprevenidos a los que es fácil engañar. Un pringado, vaya. Pero eso lo sé ahora, después de buscarlo en Google).