Me imagino yo a aquel inglés bisoño de carácter algo jactancioso, rayando quizá en la chulería al verse al frente de un negocio tan boyante que, por su magnitud, tal vez le viniese grande. Intuyo también que era bastante lanzado, sin que probablemente la prudencia fuera una de sus virtudes. Verdad es que quien no arriesga no gana, y saber cuándo apostar fuerte y hacerlo sin que a uno le tiemble el pulso son cualidades propias de los grandes inversores. Pero no es menos cierto que no merece tales elogios quien dispara con pólvora ajena, como era el caso de nuestro amigo. Lo cierto es que desde los primeros meses debió cogerle gusto a lo de la venta a crédito, puede que en mayor proporción de lo que era habitual en aquellos tiempos (que lo era y mucho) o puede que sin acertar en los clientes a quienes fiaba. Como fuera, enseguida empieza a acumular pasivo, y varios de estos créditos se revelan de muy difícil, cuando no imposible, cobranza. Así que no tarda en emprender acciones judiciales contra sus deudores. Se conservan documentos de los primeros meses de 1559 que recogen este tipo de actos. Como es natural, por más que el inglés tuviera todo el derecho a exigir que le pagaran las deudas, actuando así no contribuía a hacerse simpático sino, por el contrario, a granjearse enemigos.
Nichols se quejó repetidamente del mal trato recibido por parte de las autoridades gubernamentales de Tenerife. Conviene aclarar a este punto que en la época, se había implantado un régimen municipal único en cada una de las siete islas, manifestado en el Concejo o Cabildo, con sede cada uno en la correspondiente capital insular (en Tenerife, en La Laguna, claro). El Cabildo tinerfeño lo integraban el Gobernador, Tenientes, Alcalde mayor, Alguacil mayor, regidores, fieles ejecutores y personero. El Gobernador era el representante directo del Rey y nombrado por éste (en Tenerife, a partir de 1535, pues los dos primeros Adelantados ejercieron el cargo de forma vitalicia). Las acusaciones del inglés es probable que no fueran infundadas, aunque han de tomarse con reservas debido al evidente interés de nuestro hombre de presentarse como víctima inocente de personajes maliciosos y corruptos. En todo caso, en los días de nuestro amigo los regidores del Cabildo tinerfeño no eran ya los incultos hombres de armas de los primeros tiempos de la conquista, sino que predominaban los licenciados de letras. Además, conviene recordar que, por más que fueran muy imperfectos y corruptibles, existían mecanismos de control gubernamental que no permitirían los abusos de poder con absoluta impunidad, como pareciera insinuar Nichols. Pese a todo, a la vista de sus desgracias, me inclino a creerle, a aceptar que las autoridades no fueron con él tan justas como era su obligación (pero seguramente tampoco tan injustas como declara). Cabe imputar parte de los motivos a esos carácter y comportamiento suyos a los que ya me he referido y que, sin duda, le hicieron antipático. Pero también supongo yo que alguna importancia tendría su nacionalidad, sobre todo a partir de la muerte de María Tudor (casada, recuérdese, con Felipe II) y la subida al trono de la pelirroja Isabel. Bien es verdad que el enfrentamiento entre Inglaterra y España sería posterior a los primeros problemas de Thomas e incluso también a su encarcelamiento; sin embargo, incluso antes de la enemistad declarada entre los Estados parece que existía un cierto rencor popular hacia los ingleses que también jugó en contra de nuestro amigo.
Nos cuenta Cioranescu que el primer encontronazo que consta de Nichols con las autoridades fue con el “gobernador, que lo era por aquel entonces el bien conocido Licenciado Luis Melián de Béthencourt”. Bien conocido, sí, porque tuvo una intensa actividad política y además dejó escrito “El origen de las islas de Canarias”, una crónica valiosa sobre la primitiva historia del archipiélago, en palabras del catedrático y académico de la Historia Antonio Rumeu de Armas (1912-2006), a quien recurro para saber de este hombre (en Anuario de Estudios Atlánticos nº 24, 1978). De entrada, hay que corregir a Cioranescu porque Melián de Betancor (ésta es la grafía con la que firmaba no fue gobernador de Tenerife, sino teniente del gobernador Hernando de Cañizares durante su breve mandato (1558-1559). Este Don Luis nació en Las Palmas en 1517 (luego era ya cuarentón cuando el incidente con Nichols), hijo ilegítimo de Francisco de Betancor, arcediano de la catedral de Las Palmas, y de Teresa de Prado. Esta Teresa era a su vez hija de uno de los conquistadores de Gran Canaria, el gallego Hernando de Prado Vivero, y de una aborigen de La Gomera. Es probable que la muchacha indígena la hubiera comprado Hernando como esclava a finales de la década de 1480, aunque luego fuera puesta en libertad por el obispo de Canaria por ser de La Gomera (Aznar Vallejo, Documentos canarios Registro General del Sello, Sta. Cruz de Tenerife, 1981). El caso es que Teresa, mestiza de gallego y gomera, sacó un carácter violento e irascible ya que, alrededor de 1514, “apaleó brutalmente en la cabeza a una huidiza esclava negra, ocasionándole tan graves heridas, que, de resultas de ellas, sucumbió”. Por muy esclava que fuera, darle muerte era delito y Teresa fue procesada por la Justicia. Barrunto que por entonces su padre habría ya muerto, porque de lo contrario no se entiende el actuar de la mujer, que asustada ante el juicio, se escondió antes de que la apresaran; si el padre hubiese vivido, más teniendo en cuenta su fama y que había incluso sido regidor del Cabildo, la habría protegido e impedido que huyera. La cosa es que durante su ocultación (que puede que fuera en dependencias de la Catedral) quedó embarazada del Betancor, por muy hombre de iglesia que éste fuera. En enero 1516, supongo que a instancias de familiares o amigos, Fernando el Católico se apiadó de Teresa y expidió una carta de perdón desde Trujillo, apenas un par de semanas antes de su muerte. Así que esa mujer de carácter pudo salir a la luz para dar a luz a quien bautizaría Luis, con los apellidos del padre (o sea, que hijo reconocido).
No se sabe nada de la infancia de Luis Melián que imagino que transcurriría en Las Palmas, a cargo de su madre, quien ya no provocó nuevos escándalos. Pero ya crecido lo enviaron a estudiar a la Península, porque conocemos que el 13 de enero de 1541 se graduó de bachiller en cánones en la Universidad de Salamanca, y continuó luego en Sigüenza para obtener, en octubre de 1545, la licenciatura en esa misma disciplina. La carrera de Cánones sería la que hoy llamamos Derecho Canónico, aunque por aquellos tiempos se confundía con el Derecho en general (en algunas universidades había carrera de Leyes diferenciada, pero no en todas). A principios de la Edad Moderna, los privilegios de las universidades –en concreto los de concesión de títulos– provenían de bulas eclesiásticas; conseguido el reconocimiento papal, cada universidad gozaba de bastante autonomía en su organización académica. Aún así, lo habitual es que casi todas las carreras facilitaran a los cuatro años de estudios el grado de bachiller (que se sigue manteniendo como título universitario en países hispanoamericanos) y dos años después el de licenciado. Melián obtuvo el primero en Salamanca pero para el segundo se desplazó a Sigüenza que, por aquellos años, tras la reforma y patrocinio del Cardenal Mendoza, era uno de los centros superiores de mayor prestigio en España (en el tiempo de estancia de Melián Betancor había tres cátedras –Teología, Artes y Cánones– pero poco después se ampliaría la oferta docente con Medicina, Derecho Civil, Física y Lógica). En cuanto obtuvo su licenciatura, Don Luis Melián de Betancor hubo de desplazarse sin pausas a Gran Canaria porque, según Romeu, en ese mismo octubre del 45, con veintiocho años, se casó con Beatriz Dumpiérrez, a quien le unía algún parentesco, y que, como él, también descendía de la hornada de los conquistadores normandos del XV (Dumpiérrez es la castellanización –bien fea, por cierto– del apellido de Robert D’Umpierre, compañero del primer Bethencourt). A propósito, el apellido Melián, también muy corriente en Canarias, proviene asimismo de los conquistadores normandos (de Jean Meilland, otro de aquéllos); de modo que este hombre, pese a su nacimiento ilegítimo (que se había encubierto adecuadamente) pertenecía al núcleo central y más antiguo de la nobleza isleña: “uno de los nuestros”, como dirían siglos después los sicilianos. Con sólida formación y bien casado (y procreando enseguida varios hijos), Melián muy pronto empieza a ocupar cargos públicos en los que demuestra buenas capacidades como abogado peleón, sin arredrarse ante los poderosos (lo que le lleva a la cárcel por enfrentarse al gobernador canarión en defensa de los precios de subsistencia). De modo que cuando es nombrado como segundo del gobierno de Tenerife ya tiene acumulada una larga trayectoria en cargos directivos de la administración canaria de entonces, además de una probada experiencia en el ejercicio profesional como letrado. Después de Tenerife siguió ocupando cargos, incluso ante la Corte de Felipe II, y finalmente, hacia 1589, fue nombrado teniente de gobernador de Santiago de Cuba, ciudad donde murió en 1592.
En fin, que el teniente gobernador de Tenerife que se cruzó en la vida de Thomas Nichols no era para nada un garrulo, sino muy al contrario persona con la mejor formación posible y bien integrada en los niveles de mayor “calidad” de la sociedad del archipiélago. Y voy ya a contar lo que pasó, que seguro que más de uno se ha desesperado con tan largas digresiones (aunque en ellas esté, a mi parecer, la gracia del cuento). Pues fue que atracaron en el puerto de Santa Cruz en 1558 tres naves inglesas, acompañadas por una pinaza. Por lo visto iban en camino hacia Guinea pero permanecieron en la rada chicharrera quince días para descargar mercancías y otros negocios. Dice Cioranescu que a Melián de Betancor le hicieron saber que faltaba un casco de la nave (a hulk) y sospechó (¿por sí mismo o inducido por otros?) que el culpable era nuestro amigo Thomas, de modo que lo hizo prender. Parece que mientras lo mantenían preso se averiguó que la pieza había desaparecido en las costas de Bretaña, de modo que se probó la inocencia del inglés. La verdad es que no termino de entender el incidente. En primer lugar, ¿cómo que faltaba el casco de una nave?¿de qué está hablando? No he encontrado ninguna fuente que me aclare estas dudas. Si la palabra inglesa original es hulk tampoco se me ocurre otra traducción alternativa que tenga sentido. ¿Qué es de lo que hablan, porque no puede ser que desmantelaran el casco de un barco en el puerto? Lógicamente, si el teniente gobernador sospechó de Nichols sería que lo que faltaba de un barco –del cuerpo de un barco– era algo que estaba prohibido desembarcar (¿piezas de artillería, quizá?) y que, a la vez, era objeto deseado. Al ver que faltaba, y dado que se trataba de un barco inglés, es explicable que sospechara del factor británico y más si, como me temo, más de uno se lo hubiera señalado maliciosamente. O sea, que no podamos saber con seguridad qué fue lo que generó la imputación a Nichols, pero sí podemos suponer que, fuera lo que fuera, desembarcarlo en la isla era un delito. El caso es que el descubrimiento de la inocencia de nuestro hombre no puso fin a sus problemas con Don Luis Melián de Betancor. Pero lo sigo contando en la próxima entrada.
Nos cuenta Cioranescu que el primer encontronazo que consta de Nichols con las autoridades fue con el “gobernador, que lo era por aquel entonces el bien conocido Licenciado Luis Melián de Béthencourt”. Bien conocido, sí, porque tuvo una intensa actividad política y además dejó escrito “El origen de las islas de Canarias”, una crónica valiosa sobre la primitiva historia del archipiélago, en palabras del catedrático y académico de la Historia Antonio Rumeu de Armas (1912-2006), a quien recurro para saber de este hombre (en Anuario de Estudios Atlánticos nº 24, 1978). De entrada, hay que corregir a Cioranescu porque Melián de Betancor (ésta es la grafía con la que firmaba no fue gobernador de Tenerife, sino teniente del gobernador Hernando de Cañizares durante su breve mandato (1558-1559). Este Don Luis nació en Las Palmas en 1517 (luego era ya cuarentón cuando el incidente con Nichols), hijo ilegítimo de Francisco de Betancor, arcediano de la catedral de Las Palmas, y de Teresa de Prado. Esta Teresa era a su vez hija de uno de los conquistadores de Gran Canaria, el gallego Hernando de Prado Vivero, y de una aborigen de La Gomera. Es probable que la muchacha indígena la hubiera comprado Hernando como esclava a finales de la década de 1480, aunque luego fuera puesta en libertad por el obispo de Canaria por ser de La Gomera (Aznar Vallejo, Documentos canarios Registro General del Sello, Sta. Cruz de Tenerife, 1981). El caso es que Teresa, mestiza de gallego y gomera, sacó un carácter violento e irascible ya que, alrededor de 1514, “apaleó brutalmente en la cabeza a una huidiza esclava negra, ocasionándole tan graves heridas, que, de resultas de ellas, sucumbió”. Por muy esclava que fuera, darle muerte era delito y Teresa fue procesada por la Justicia. Barrunto que por entonces su padre habría ya muerto, porque de lo contrario no se entiende el actuar de la mujer, que asustada ante el juicio, se escondió antes de que la apresaran; si el padre hubiese vivido, más teniendo en cuenta su fama y que había incluso sido regidor del Cabildo, la habría protegido e impedido que huyera. La cosa es que durante su ocultación (que puede que fuera en dependencias de la Catedral) quedó embarazada del Betancor, por muy hombre de iglesia que éste fuera. En enero 1516, supongo que a instancias de familiares o amigos, Fernando el Católico se apiadó de Teresa y expidió una carta de perdón desde Trujillo, apenas un par de semanas antes de su muerte. Así que esa mujer de carácter pudo salir a la luz para dar a luz a quien bautizaría Luis, con los apellidos del padre (o sea, que hijo reconocido).
No se sabe nada de la infancia de Luis Melián que imagino que transcurriría en Las Palmas, a cargo de su madre, quien ya no provocó nuevos escándalos. Pero ya crecido lo enviaron a estudiar a la Península, porque conocemos que el 13 de enero de 1541 se graduó de bachiller en cánones en la Universidad de Salamanca, y continuó luego en Sigüenza para obtener, en octubre de 1545, la licenciatura en esa misma disciplina. La carrera de Cánones sería la que hoy llamamos Derecho Canónico, aunque por aquellos tiempos se confundía con el Derecho en general (en algunas universidades había carrera de Leyes diferenciada, pero no en todas). A principios de la Edad Moderna, los privilegios de las universidades –en concreto los de concesión de títulos– provenían de bulas eclesiásticas; conseguido el reconocimiento papal, cada universidad gozaba de bastante autonomía en su organización académica. Aún así, lo habitual es que casi todas las carreras facilitaran a los cuatro años de estudios el grado de bachiller (que se sigue manteniendo como título universitario en países hispanoamericanos) y dos años después el de licenciado. Melián obtuvo el primero en Salamanca pero para el segundo se desplazó a Sigüenza que, por aquellos años, tras la reforma y patrocinio del Cardenal Mendoza, era uno de los centros superiores de mayor prestigio en España (en el tiempo de estancia de Melián Betancor había tres cátedras –Teología, Artes y Cánones– pero poco después se ampliaría la oferta docente con Medicina, Derecho Civil, Física y Lógica). En cuanto obtuvo su licenciatura, Don Luis Melián de Betancor hubo de desplazarse sin pausas a Gran Canaria porque, según Romeu, en ese mismo octubre del 45, con veintiocho años, se casó con Beatriz Dumpiérrez, a quien le unía algún parentesco, y que, como él, también descendía de la hornada de los conquistadores normandos del XV (Dumpiérrez es la castellanización –bien fea, por cierto– del apellido de Robert D’Umpierre, compañero del primer Bethencourt). A propósito, el apellido Melián, también muy corriente en Canarias, proviene asimismo de los conquistadores normandos (de Jean Meilland, otro de aquéllos); de modo que este hombre, pese a su nacimiento ilegítimo (que se había encubierto adecuadamente) pertenecía al núcleo central y más antiguo de la nobleza isleña: “uno de los nuestros”, como dirían siglos después los sicilianos. Con sólida formación y bien casado (y procreando enseguida varios hijos), Melián muy pronto empieza a ocupar cargos públicos en los que demuestra buenas capacidades como abogado peleón, sin arredrarse ante los poderosos (lo que le lleva a la cárcel por enfrentarse al gobernador canarión en defensa de los precios de subsistencia). De modo que cuando es nombrado como segundo del gobierno de Tenerife ya tiene acumulada una larga trayectoria en cargos directivos de la administración canaria de entonces, además de una probada experiencia en el ejercicio profesional como letrado. Después de Tenerife siguió ocupando cargos, incluso ante la Corte de Felipe II, y finalmente, hacia 1589, fue nombrado teniente de gobernador de Santiago de Cuba, ciudad donde murió en 1592.
En fin, que el teniente gobernador de Tenerife que se cruzó en la vida de Thomas Nichols no era para nada un garrulo, sino muy al contrario persona con la mejor formación posible y bien integrada en los niveles de mayor “calidad” de la sociedad del archipiélago. Y voy ya a contar lo que pasó, que seguro que más de uno se ha desesperado con tan largas digresiones (aunque en ellas esté, a mi parecer, la gracia del cuento). Pues fue que atracaron en el puerto de Santa Cruz en 1558 tres naves inglesas, acompañadas por una pinaza. Por lo visto iban en camino hacia Guinea pero permanecieron en la rada chicharrera quince días para descargar mercancías y otros negocios. Dice Cioranescu que a Melián de Betancor le hicieron saber que faltaba un casco de la nave (a hulk) y sospechó (¿por sí mismo o inducido por otros?) que el culpable era nuestro amigo Thomas, de modo que lo hizo prender. Parece que mientras lo mantenían preso se averiguó que la pieza había desaparecido en las costas de Bretaña, de modo que se probó la inocencia del inglés. La verdad es que no termino de entender el incidente. En primer lugar, ¿cómo que faltaba el casco de una nave?¿de qué está hablando? No he encontrado ninguna fuente que me aclare estas dudas. Si la palabra inglesa original es hulk tampoco se me ocurre otra traducción alternativa que tenga sentido. ¿Qué es de lo que hablan, porque no puede ser que desmantelaran el casco de un barco en el puerto? Lógicamente, si el teniente gobernador sospechó de Nichols sería que lo que faltaba de un barco –del cuerpo de un barco– era algo que estaba prohibido desembarcar (¿piezas de artillería, quizá?) y que, a la vez, era objeto deseado. Al ver que faltaba, y dado que se trataba de un barco inglés, es explicable que sospechara del factor británico y más si, como me temo, más de uno se lo hubiera señalado maliciosamente. O sea, que no podamos saber con seguridad qué fue lo que generó la imputación a Nichols, pero sí podemos suponer que, fuera lo que fuera, desembarcarlo en la isla era un delito. El caso es que el descubrimiento de la inocencia de nuestro hombre no puso fin a sus problemas con Don Luis Melián de Betancor. Pero lo sigo contando en la próxima entrada.
Miros,
ResponderEliminarParece que los documentos encontrados no dicen más, pero:
Unas naves Inglesas hacen posta en las islas y allí alguien de la tripulación declara que les falta un hulk, whatever it means, y deciden prender a un próspero comerciante inglés, por las dudas mientras investigamos, y rápidamente descubren que el hulk (WIM) habría desaparecido en Bretaña.
Es una comedia de enredos, pero lo que hay es manifiesta enemistad del bastard.
Con ese antecedente, Thomas hubiera hecho bien en largarse hacia islas más británicas.
Y yo que esperaba que me aclararas qué es eso de hulk, que me tiene intrigado.
EliminarY sí, habría hecho bien en largarse, antes de que ocurrieran sus siguientes y mucho más graves desgracias.
Leí esta entrada pero olvidé comentar después (no me gusta escribir en el móvil). He buscado en esta página y parece que un hulk (no confundir con el de Marvel) es un "barco ligero", aunque luego pasó a significar "buque viejo".
ResponderEliminarhttp://www.etymonline.com/index.php?term=hulk
Sí, ya había visto esas acepciones, pero tampoco me convencen. En fin, a raíz de este comentario, vuelvo sobre el asunto en el post que acabo de publicar.
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