Los progenitores de Adolf Hitler fueron Alois Schicklgruber (1837-1903) y Klara Pölzl (1860-1907). Alois fue hijo ilegítimo de Maria Anna Schicklgruber (1795-1847), quien cinco años después de parirlo se casó con Johann Georg Hiedler (1792-1857). En 1876, cuando Alois tenía 39 años y hacía ya bastante que habían muerto su madre y su padrastro, se legitimó su nacimiento como hijo de Johann Georg Hiedler y cambió su nombre a Hitler (un error de grafía del párroco, debido a que Hitler y Hiedlet se pronunciaban casi igual). Pero quién fue realmente el abuelo paterno de Adolf sigue siendo un enigma. Por el lado materno, de otra parte, los padres de Klara fueron Johann Pölzl (1828-1902) y Johanna Hiedler (1830-1906). A su vez, Johanna era la hija mayor de Johann Nepomuk Hiedler (1807-1888), hermano menor del abuelo oficial de Adolf y en cuya granja de Spital (villa de la Baja Austria, hoy frontera con la República Checa). Por tanto, “oficialmente”, la madre del futuro führer, era hija de la prima del padre (sobrina segunda = quinto grado de consaguinidad). Ahora bien, una de las hipótesis sobre la identidad del abuelo paterno de Adolf con más fundamento es que fuera Johann Nepomuk, y no su hermano mayor. En tal caso, Alois se casó con su sobrina carnal (la hija de su medio hemana, no de su prima) y, por tanto, la consanguinidad sería mayor (tercer grado).
Aprovechando la oscuridad genealógica del que había de ser el gran malvado del siglo XX, Norman Mailer ficciona la infancia de Hitler exacerbando sus orígenes incestuosos. De entrada, se suma a quienes sostienen que el padre de Alois fue Johann Nepomuk, pero añade que los Hiedler eran primos de los Schicklgruber. No he encontrado ninguna mínima argumentación al respecto, así que supongo que es una invención del novelista, pero tampoco improbable en el entorno campesino de la época. Maria Anna, de 42 años y soltera por aquellas fechas, trabajaba como sirvienta en Graz; en algún habría regresado a su pueblo natal, Strones, y allí habría coincidido con su primo que habrían ido desde Spital donde residía a visitar a los parientes. Se encontraron, le embargó la nostalgia de sus juegos de infancia y fueron a darse un buen revolcón en algún pajar del pueblo. Así, según Mailer, fue concebido Alois. Y Maria Anna se lo dijo a su primo el cual, como ya tenía una familia, optó por pasarle dinero todos los meses (ella decía que se lo mandaban desde Graz, lo que dio origen a que se pensara que el padre del niño era su antiguo patrón, y más tarde corrió el bulo de que era un judío adinerado) y, posteriormente, arregló el matrimonio con su hermano mayor, por lo visto un borracho impenitente.
La madre de Alois murió de tuberculosis cuando éste tenía diez años. Pero desde antes el pequeño había sido mudado de Strones a la granja de su tío (¿padre?) en Spital. Mailer sugiere que eso ocurrió cuando el crío tenía cinco años; si así fue, habría sido al poco de entrar en el hogar Johann Georg en calidad de marido. Es probable que maltratara al niño y por eso la madre y el cuñado se pusieran convinieran en el cambio de familia. Desde luego, Alois salió ganando; en primer lugar porque la situación económica de Johann Nepomuk era aceptablemente holgada y, de otra parte, porque fue recibido con entusiasmo y cariño por las tres hijas del matrimonio, encantadas con tener un hermanito al que cuidar. En su papel de fabulador, Mailer nos cuenta que desde muy jovencito Alois resultó bastante mujeriego, lo que ciertamente lo confirmaría adulto (tuvo tres mujeres y no pocas amantes). Así, en cuanto llegó a la pubertad, empezó a practicar juegos ilícitos con sus hermanas, que tanto lo querían. Siempre según el novelista, cuando el chiquillo tenía trece años, Johann Nepomuk lo sorprendió retozando en el establo con Walpurga, su segunda hija, entonces de dieciocho y ya prometida. De modo que, con gran dolor de su corazón, tuvo que sacarlo de la casa en previsión de males mayores (parece que el diablillo ya había jugueteado también con Josefa, la hija pequeña) y enviarlo a Viena como aprendiz de zapatero. Y en la capital del Imperio a Alois le fue muy bien: después de cinco años en una tienda de botas, se presentó e ingresó en el cuerpo de aduaneros de los Habsburgo, donde desarrolló una carrera funcionarial de notable éxito para un hombre sin casi educación. No volvió a Spital hasta 1859; Johann Nepomuk, destrozado por la muerte de Josefa y añorándole, le pedía que los visitara.
Alois Schicklgruber (todavía no se había cambiado el apellido) apareció en su antiguo hogar como un apuesto joven de 22 años embutido en su lustroso uniforme de aduanero. La que más se entusiasmó al verlo fue su hermana mayor, Johanna, que por entonces tenía veintinueve años. Llevaba once años de matrimonio con un tal Johann Pölzl , al que había dado seis hijos, aunque solo dos sobrevivían. El caso es que fue ver a su primo o medio hermano y volver a ser la adolescente que lo abrazaba cariñosamente; así que, a la primera oportunidad, rememoraron los revolcones infantiles pero esta vez no tan inocuos. De hecho, un único coito bastó para que Johanna se quedase embarazada; en agosto de 1860 nacería Klara Pölzl. Dieciséis años después, esta Klara, oficialmente sobrina de Alois pero en verdad su hija (Mailer dixit), fue a trabajar como criada del matrimonio Hitler (ya se había cambiado el apellido) a Braunau am Inn. Allí vio como Alois se separaba de Anna Glassl, su primera mujer, y se casaba con Franziska Matzelberger. Esta murió en 1884 y pronto su tío o padre la convirtió en su amante, para casarse en enero de 1885, con veinticuatro años. Antes de parir a Adolf, Klara tuvo tres hijos (Gustav, Ida y Otto), que murieron casi a la vez. Adolf Hitler, nacido en 1889, fue el primero que sobrevivió, aunque también lo hicieron sus dos medio hermanos mayores Alois Jr. Y Angela (hijos de Franziska) y sus dos hermanos menores Edmund y Paula.
La invención verosímil de Mailer la cuenta un “oficial del Maligno”, un demonio al servicio del “Maestro” que se ocupó de Adolf Hitler desde el principio de su vida. En la guerra entre Dios con su ejército de ángeles y el Diablo con los suyos, ambas partes rivalizan por la posesión de hombres y mujeres. Pues resulta que los frutos del incesto son los que, en principio, mejores probabilidades ofrecen para ser poseídos por el Maligno. De ahí que un ejemplar tan incestuoso como el futuro führer –nieto de primos, su madre hija de su padre– fuera cliente potencial desde antes incluso de su concepción. En la novela, el diablo narrador, durante los años finales de la década de los treinta, se encarna en un oficial de las SS que trabaja para demostrar la obsesiva intuición de Himmler sobre Hitler: que su todopoderosa Voluntad provenía del hecho de ser hijo incestuoso. En fin, que yo sepa esta teoría del incesto es otra invención de Mailer para dar soporte a su trama. Supongo que se le ocurriría como una especie de contrapunto de la inmaculada concepción de Jesucristo. Si en la naturaleza humana de éste sólo había carga genética de la madre, en la de los potenciales representantes del Mailgno entre los hombres, aunque los genes provengan de padre y madre, han de ser lo más comunes posibles entre sí. Si tal es la teoría, habría concluir que el Anticristo ha de tener por padres a dos gemelos idénticos (como han de ser del mismo sexo, la concepción habrá de ser con medios artificiales).
Me sonaba la novela y pienso lo mismo que cuando oí de ella la primera vez: que dejando a un lado su calidad narrativa, que ignoro, no deja de quitarle la culpa a Hitler para echársela a sus padres. También he oído que el padrastro de Hitler lo maltrataba y admitiendo que pueda haber algo, muchos otros son también víctimas de este mal y no se vuelven dictadores genocidas. También de Stalin dijeron que su padre le daba caña...
ResponderEliminarDe hecho, semejante narración alimenta el mito de que Hitler fue algo inaudito en la Alemania, que algunos quieren ver como un paraíso de la civilización y la cultura. Lo cierto es que, como por ejemplo cuenta Juan de Juan en una de sus series de entradas, "Breve historia de la ariosofía", la república de Weimar y el resto de países germanos que existieron previamente eran un criadero de gilipolleces que sumaban bastante tópicos del irracionalismo, desde orientalismo de bazar de chinos hasta naturalismo blandiblú, hoy en día defendidos por cierta izquierda basura; empezando por el nombrecito de "ario", que es el término sánscrito para decir noble.
Por cierto, en el zoroastrismo, se considera que el hijo de un sacerdote y su propia hija es un hombre santo de cierta importancia (no caigo ahora, tampoco soy experto). También en la Ilíada, y si no en la Odisea, dos personajes estaban casados con sus medio tías.
Primero, es una novela y, segundo, no pretende (aún no la he acabado) quitarle culpa a Hitler para echársela a sus padres (por cierto, como seguro que sabes, Mailer era judío).
Eliminar¿Hitler fue algo inaudito? Hombre, bastante excepcional en cuanto a malo, sí fue. ¿La república de Weimar fue un criadero de gilipolleces? Pues no creo que hubiera más que en otros países del entorno; lo que sí creo es que en la Alemania de la época había bastante más nivel cultural medio que en los restantes.
Madre mía. Temo que me he perdido con las genealogías, reales o noveladas. Me sucede siempre, incluso con las de mi propia familia.
ResponderEliminarNo sé si hay que tener orígenes incestuosos para ser un hijo de puta, pero creo que los hay en gran cantidad sin necesidad de incesto alguno. Y estoy seguro de que, al contrario, el incesto es más frecuente de lo que creemos -e imagino que en la Europa rural del XIX lo era más aún, nada de excepcional ni de inaudito- sin que necesariamente dé origen a hijos de puta en cantidad superior a la habitual. O sea que, en líneas generales, no me parece relevante que Hitler/Hiedler fuera o no fruto de coyundas consanguíneas.
La teoría de que para ser malo malísimo debas tener por padres a dos gemelos univitelinos me ha dejado bastante perplejo. No sé gran cosa del asunto pero, si ambos progenitores son del mismo sexo, no parece que la concepción pueda tener lugar más que mediante clonación, o mecanismo similar y, en ese caso, el hijo no es más que un clon de sus padres, idéntico a ambos; es decir, que ya lo teníamos antes de empezar la operación, el Anticristo eran ya sus padres ¿no? ¿O me he vuelto a perder?
Desde luego se puede ser hijo de puta sin necesidad de tener orígenes incestuosos y, a la inversa, un hijo incestuoso puede ser una magnífica persona. Simplemente, a Mailer, partiendo de hechos ciertos (incluyendo como bien dices la alta frecuencia del incesto en la Europa rural del XIX), se le ocurrió novelar unos orígenes (más) incestuosos de Hitler. Y, como digo, intuyo que quiso renedar la "inmaculada concepción" para presetar el origen incestuoso de Hitler como una de las notas de su encarnación maligna.
EliminarSi dos gemelos idénticos se reproducen, ciertamente los genes del hijo serán iguales, pero tampoco necesariamente ha de ser un clon (del mismo modo que los dos gemelos no son clones uno de otro). En todo caso, no es más que una chorrada mía llevando al límite la invención de Mailer.
Los dos gemelos no son técnicamente clones uno del otro porque ninguno de ellos ha sido creado mediante la clonación del otro; pero el resultado sí es igual que si se hubiera hecho así. Dos individuos genéticamente idénticos entre sí, exactamente lo mismo que si uno hubiera sido clonado del otro. De hecho, creo que lo que tiene lugar en el útero materno para que existan dos gemelos univitelinos es del todo similar a una clonación.
EliminarEn cualquier caso creo que lo excepcional de la maldad de Hitler estribó, más que en él mismo, en la cantidad de gente que le hizo caso, y ese no es un problema que derive de sus circunstancias familiares, sino de las de la gran mayoría de sus conciudadanos. De la sociedad alemana de principios del XX, vaya, que no debía de ser tan paradisíacamente civilizada y culta como hay quien dice.
ResponderEliminarCalificar a una sociedad a posteriori es hacer un poco de trampa. De hecho, uno de los (aún) misterios del nazismo es cómo pudo alcanzar tanto éxito en un país que todos coinciden en decir que era el más civilizado y culto del entorno. A mí se me ocurren dos esbozos de explicación. Primera: que los que marcan el nivel de civilización y cultura son las elites, no als masas. Y estas elites fueron brutalmente acalladas (bien agredidas o bien por cobardía). Camiando de escala, creo que así siguen siendo las cosas.
EliminarSegundo que otras circunstancias distintas del nivel de civilización global existían en Alemana y no se dieron en otros países (aunque sí hubo conatos): en primer lugar, el propio Hitler, otros cuantos de su ralea, y sobre todo una crisis económica unida a una nacionalismo victimista (con bastantes más argumentos que los catalanes de hoy).
Y añado una tercera: que quizá la civilización y la cultura no sean antídotos contra la barbarie.
Sí, cuando se habla del grado de cultura de una sociedad se suele estar hablando, en realidad, del de sus élites (lo que viene a ser como juzgar la riqueza de un país por el lujo de los palacios de su clase dirigente: un error de bulto). Y, efectivamente, las élites alemanas fueron eficazmente neutralizadas por el nazismo, que se sirvió y alimentó de una masa social no especialmente culta ni civilizada.
EliminarTipejos como Hitler, y quizás peores, proliferaron y proliferan por todas las sociedades y países. Creo que lo determinante fue la crisis económica, como bien dices, y, claro está, el puto nacionalismo: una de las peores enfermedades que pueden aquejar a una sociedad y, en mi opinión, la de efectos más devastadores a todos los niveles. Dígalo si no nuestra civilizada y culta, va sin ninguna coña, Cataluña.
Y también sí, probablemente creer que civilización y cultura son lo contrario de barbarie no sea más que un espejismo ingenuamente bienintencionado, pero fundamentalmente falso.
Pero en cambio no creo que calificar a una sociedad a posteriori sea hacer más trampa que calificarla en cualquier otro momento. "Una sociedad" no es, en realidad, más que una construcción mental, se trate de una sociedad pasada o de una actual. Y si hay alguna trampa en hablar de ella, creo que está en la propia construcción, hágase esta cuando se haga.
EliminarO sea, que calificar una sociedad cualquiera es siempre una trampa. Pero una trampa inevitable, porque no tiene alternativa. El único modo de no hacer trampa sería no opinar, no juzgar.
Nuevamente, la vieja polémica entre verdad y verosimilitud. La novela, cualquier novela, como obra de arte no tiene por qué ceñirse a la verdad, pero debe suspender la incredulidad del lector. Este tomazo, a veces irritante por las parrafadas del SS diablo narrador y por las proezas lascivas del progenitor, me mantuvo interesado hasta el final. La mezcla de información fehaciente —lleva una buena bibliografía al final— con lo inventado llega a resultar confusa, porque a menudo no sabemos si pisamos en terreno firme o no. Lo que parece inevitable —pero no es el caso de Miroslav ni de ninguno de los comentaristas— es que algunos lectores tomen al pie de la letra la ficción, cuanto de peor calidad mejor, y surgen pirados que buscan los escenarios del Código Da Vinci o lo que sea.
ResponderEliminarLos gemelos univitelinos, a efectos de la genética, que no de la epigenética, son clones, como lo son el recién nacido y su placenta, y lógicamente del mismo sexo.
Hijo de su tiempo, es decir de las vivencias de su generación, mi opinión sobre Mailer, un judío no practicante que combatió en el Pacífico en la Segunda Guerra Mundial, asesor presidencial, candidato a la alcaldía de NY, amante de mujeres, del boxeo, etc. (modelo Hemingway) es que era un fanfarrón como persona, probablemente insoportable, y un gran artista. Para compensar el ‘sabor’ de esta novela, como en los buenos guisos, mi recomendación es leer a continuación El Tambor de Hojalata, de Gunter Grass.
Bueno, a efectos de la epigenética -si lo que me sugiere esta palabra es correcto- no son clones ni los propios clones, cada uno de ellos un individuo separado del otro y sujeto a sus propias influencias y circunstancias. "Clon", me parece, es un término que solo tiene sentido a efectos de la genética.
EliminarUn día de estos tendré que leer algo de Mailer, supongo. Me cae gordo, la verdad, y me da mucha pereza.
Los clones sí son clones cuando mantienen el mismo ambiente de desarrollo o crianza; los gemelos en el mismo momento de salir fuera del utero no; de todas formas, y más en ciencia, las palabras deben ajustarse a su contexto, así que los gemelos univitelinos en cierta forma son clones y luego, aunque fueron clones, desarrollan distintos individuos
EliminarLansky, a mí también me está resultando bastante entretenida esta novela de Mailer (voy por la mitad). No se me había ocrrido la asociación –aún como contrapunto– de El Tambor de Hojalata. Me gustó tanto en su momento (de hecho me pusé a devorar todo Gunter Grass, sin conseguir ni de lejos el mismo grado de satisfacción) que me da miedo releerla, no vaya a decepcionarme.
EliminarClaro, y si Newton levantara ahora la cabeza vería que ya no solo hay fuerza de gravedad, sino también fuerza electromagnética, nuclear fuerte, nuclear débil y las que vayan saliendo. Lo cual ni quita mérito a Newton ni quita verosimilitud a la física de partículas. Nada, pues, en contra de que cites a Montesquieu todo lo que te apetezca. Pero para defender la Constitución, operación de la que hablas como si fuera algo reprochable, a nadie le hace falta ignorar a Montesquieu. Basta con saber que Montesquieu tiene su sitio y la Constitución el suyo, y que no hay ningún motivo para contraponerlos como si fueran opuestos o incompatibles.
ResponderEliminarPregunto: ¿de qué estáis discutiendo? ¿me he perdido algo?
ResponderEliminarNo sé bien, sinceramente. De Montesquieu, y de si le gustaría o no que haya un Tribunal Constitucional que defienda la Constitución, y de si, en consecuencia, tiene o no que gustarnos a nosotros. Creo, pregúntale a Joaquín.
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