Los huevos y el embrión del pollo
Rebuscando en polvorientos archivos de remotas iglesias castellanas, me he topado con una carta que el párroco del lugar, un pueblo de la provincia de Burgos, escribió probablemente a alguna autoridad eclesiástica de su diócesis, calculo que hacia mediados del XVI. Como el texto tiene su interés, me permito transcribirlo en el blog, con unas mínimas adaptaciones de sintáxis y vocabulario para su mejor comprensión.
Eminencia, me dirijo a vos con el ruego de que vuestra alta sapiencia absuelva la ignorancia que a este pobre párroco a engorrosos embrollos viene abocando en las recientes fechas, y así deja mi autoridad en entredicho y por ende el ministerio de nuestra Santa Madre la Iglesia que humildemente represento. Sabed que no llega todavía a un mes que ha regresado a esta villa el joven Alonso de Salazar, estudiante en Salamanca e hijo segundón de una de las más pudientes familias del lugar, dicen que con relaciones hasta en la corte de nuestro Rey Felipe. Barrunto yo que el muchacho, a pesar de su buena madera, haya podido complacerse en tantas falsas doctrinas que con inconsciente frivolidad gustan debatir en las universidades. Quizá también por allí merodeen seguidores del pérfido Lutero, como los que no ha mucho prendió el Santo Oficio en Valladolid. Pero no penséis que siquiera insinuó que el muchacho peque de herético, que mis cortas luces no dan para tanto alcance. Probable es que se trate sólo de aficiones traviesas de la juventud sumadas a su ingenio natural que, acostumbrado a los estímulos salmantinos, para no aburrirse en estos rústicos parajes, sigue ejercitándose.
El caso es, eminencia, que es costumbre entre los vecinos de esta villa que la comida fuerte de los viernes sea revuelto de huevos con ajos tiernos y otras verduras de sus huertas, añadiendo incluso, en tiempos recientes, esa fruta terrera de las Indias que llaman papa. Parece ser que el primer viernes de su regreso, al sentarse a la mesa de sus padres, don Alonso rechazó con ostentosa indignación la consabida tortilla, con el argumento de que los huevos contenían el embrión de los polluelos nonatos, de modo tal que, ingiriéndolos, se quebraría la santa abstinencia que todos los católicos guardamos en recuerdo de la Pasión de Nuestro Señor. Las palabras de su hijo llevaron la angustia al alma de doña Isabel, mujer de altísima piedad y devoción, tanto así que, pese al enfado de don Álvaro, ordenó retirar los platos y ese viernes en casa de los Salazar la abstinencia pasó casi a mutarse en ayuno.
Pero no acabó ahí el suceso, pues doña Isabel, preocupadísima, alertó a sus amigas del pecado que por descuido podíamos estar cometiendo y, convencidas todas ellas, vinieron en comisión a plantearme a mí, pobre párroco, sus temores, y a solicitarme que les alumbrara la conducta a seguir. Sospechando que los argumentos del joven no serían más que sofismas a los que tan adictos son los universitarios, quise quitar importancia a sus palabras, máxime cuando, como les dije a las buenas señoras, la Iglesia desde siempre ha sabido y permitido que la ingesta de huevos es práctica habitual durante la abstinencia. De otra parte, habéis de saber que sería un grave contratiempo para esta villa cambiar la dieta de los viernes, pues no siendo marinera ni habiendo ríos con pesca cercanos, resulta difícil concebir qué alternativas caben. Mucho me temo, eminencia, que si los huevos resultaran prohibidos daríamos ocasión a mayores pecados contra la abstinencia y conocido es que quienes se atreven a incumplir un precepto de la Iglesia enseguida encuentran pretexto para infringir los demás.
Tales consideraciones pesaban en mi ánimo mientras intentaba inútilmente sosegar a las buenas señoras. Doña Isabel, repitiendo seguramente las razones de su hijo, me espetó que igual que no era lícito comer en viernes las entrañas de una vaca preñada, tampoco puede serlo si el alimento es un huevo, pues éste no es otra cosa que el envoltorio donde anida el futuro polluelo. Sólo atiné a contestarle que el embrión, si el huevo es fresco, no tiene todavía la naturaleza del pollo y, en consecuencia, no puede considerarse carne y es lícita su ingesta en viernes. Mas me temo que no debí abrir esa puerta porque enseguida la dama me inquirió que a partir de qué momento habíamos de considerar que el embrión del pollo ya era carne y que cómo podíamos saberlo. Como no hallé respuesta convincente, les pedí a las señoras que me concedieran unos días para estudiar el asunto y consultarlo con autoridades más competentes. Amedrentado por sus ceños fruncidos, hube de recomendarles que hasta entonces, siguiendo la santa máxima de ante la duda, abstenerse, no comieran huevos en viernes.
Aunque frente a vuestras altas ocupaciones este asunto os parezca baladí, os ruego que le dediquéis la atención que a mi juicio merece, pues tomarlo a la ligera podría acarrear graves perjuicios no sólo a nuestra villa sino al reino entero. No creáis que lo digo por las implicaciones teológicas que, si bien pienso que las tiene, no soy nadie para entrar en sutilezas muy superiores a mi entendimiento. Habéis de saber que las familias más notables están proponiendo que los ayuntamientos de la comarca emitan ordenanzas prohibiendo los huevos durante la cuaresma, so pena que haya un pronunciamiento dogmático de las altas autoridades eclesiásticas. Y eso no es todo, que, enardecidas estas piadosas señoras por lo que ven como una cruzada de purificación de hábitos pecaminosos en estos tiempos de herejías, ya andan maquinando mover sus influencias para que nuestro monarca dicte leyes que no sólo proscriban comer huevos en días de abstinencia, sino que además penalicen a quienes los recojan o merquen en esas fechas. Comprended pues, eminencia, la urgente necesidad de una bula u otra orden de sacra autoridad que sancione con rigor a partir de qué momento el embrión del huevo se hace pollo.
Eminencia, me dirijo a vos con el ruego de que vuestra alta sapiencia absuelva la ignorancia que a este pobre párroco a engorrosos embrollos viene abocando en las recientes fechas, y así deja mi autoridad en entredicho y por ende el ministerio de nuestra Santa Madre la Iglesia que humildemente represento. Sabed que no llega todavía a un mes que ha regresado a esta villa el joven Alonso de Salazar, estudiante en Salamanca e hijo segundón de una de las más pudientes familias del lugar, dicen que con relaciones hasta en la corte de nuestro Rey Felipe. Barrunto yo que el muchacho, a pesar de su buena madera, haya podido complacerse en tantas falsas doctrinas que con inconsciente frivolidad gustan debatir en las universidades. Quizá también por allí merodeen seguidores del pérfido Lutero, como los que no ha mucho prendió el Santo Oficio en Valladolid. Pero no penséis que siquiera insinuó que el muchacho peque de herético, que mis cortas luces no dan para tanto alcance. Probable es que se trate sólo de aficiones traviesas de la juventud sumadas a su ingenio natural que, acostumbrado a los estímulos salmantinos, para no aburrirse en estos rústicos parajes, sigue ejercitándose.
El caso es, eminencia, que es costumbre entre los vecinos de esta villa que la comida fuerte de los viernes sea revuelto de huevos con ajos tiernos y otras verduras de sus huertas, añadiendo incluso, en tiempos recientes, esa fruta terrera de las Indias que llaman papa. Parece ser que el primer viernes de su regreso, al sentarse a la mesa de sus padres, don Alonso rechazó con ostentosa indignación la consabida tortilla, con el argumento de que los huevos contenían el embrión de los polluelos nonatos, de modo tal que, ingiriéndolos, se quebraría la santa abstinencia que todos los católicos guardamos en recuerdo de la Pasión de Nuestro Señor. Las palabras de su hijo llevaron la angustia al alma de doña Isabel, mujer de altísima piedad y devoción, tanto así que, pese al enfado de don Álvaro, ordenó retirar los platos y ese viernes en casa de los Salazar la abstinencia pasó casi a mutarse en ayuno.
Pero no acabó ahí el suceso, pues doña Isabel, preocupadísima, alertó a sus amigas del pecado que por descuido podíamos estar cometiendo y, convencidas todas ellas, vinieron en comisión a plantearme a mí, pobre párroco, sus temores, y a solicitarme que les alumbrara la conducta a seguir. Sospechando que los argumentos del joven no serían más que sofismas a los que tan adictos son los universitarios, quise quitar importancia a sus palabras, máxime cuando, como les dije a las buenas señoras, la Iglesia desde siempre ha sabido y permitido que la ingesta de huevos es práctica habitual durante la abstinencia. De otra parte, habéis de saber que sería un grave contratiempo para esta villa cambiar la dieta de los viernes, pues no siendo marinera ni habiendo ríos con pesca cercanos, resulta difícil concebir qué alternativas caben. Mucho me temo, eminencia, que si los huevos resultaran prohibidos daríamos ocasión a mayores pecados contra la abstinencia y conocido es que quienes se atreven a incumplir un precepto de la Iglesia enseguida encuentran pretexto para infringir los demás.
Tales consideraciones pesaban en mi ánimo mientras intentaba inútilmente sosegar a las buenas señoras. Doña Isabel, repitiendo seguramente las razones de su hijo, me espetó que igual que no era lícito comer en viernes las entrañas de una vaca preñada, tampoco puede serlo si el alimento es un huevo, pues éste no es otra cosa que el envoltorio donde anida el futuro polluelo. Sólo atiné a contestarle que el embrión, si el huevo es fresco, no tiene todavía la naturaleza del pollo y, en consecuencia, no puede considerarse carne y es lícita su ingesta en viernes. Mas me temo que no debí abrir esa puerta porque enseguida la dama me inquirió que a partir de qué momento habíamos de considerar que el embrión del pollo ya era carne y que cómo podíamos saberlo. Como no hallé respuesta convincente, les pedí a las señoras que me concedieran unos días para estudiar el asunto y consultarlo con autoridades más competentes. Amedrentado por sus ceños fruncidos, hube de recomendarles que hasta entonces, siguiendo la santa máxima de ante la duda, abstenerse, no comieran huevos en viernes.
Aunque frente a vuestras altas ocupaciones este asunto os parezca baladí, os ruego que le dediquéis la atención que a mi juicio merece, pues tomarlo a la ligera podría acarrear graves perjuicios no sólo a nuestra villa sino al reino entero. No creáis que lo digo por las implicaciones teológicas que, si bien pienso que las tiene, no soy nadie para entrar en sutilezas muy superiores a mi entendimiento. Habéis de saber que las familias más notables están proponiendo que los ayuntamientos de la comarca emitan ordenanzas prohibiendo los huevos durante la cuaresma, so pena que haya un pronunciamiento dogmático de las altas autoridades eclesiásticas. Y eso no es todo, que, enardecidas estas piadosas señoras por lo que ven como una cruzada de purificación de hábitos pecaminosos en estos tiempos de herejías, ya andan maquinando mover sus influencias para que nuestro monarca dicte leyes que no sólo proscriban comer huevos en días de abstinencia, sino que además penalicen a quienes los recojan o merquen en esas fechas. Comprended pues, eminencia, la urgente necesidad de una bula u otra orden de sacra autoridad que sancione con rigor a partir de qué momento el embrión del huevo se hace pollo.
2º Movimiento (Allegretto) 7ª Sinfonía - Beethoven (Dresden Philarmonic)
CATEGORÍA: Ficciones
Fascinante pregunta... ¿Cuál habrá sido la respuesta? :-)
ResponderEliminarBesos
La biología no tienen nada que decir en casos así, sólo la psiquiatría (y no la de pollos)
ResponderEliminarPero Miroslav! Si todavía no he adivinado quién nació antes, si el huevo o la gallina, y tú ya estás con otro acertijo...!
ResponderEliminarUn besote
Evolutivamente seimpre el huevo primero, Zaffe (¿dónde te metes?)
ResponderEliminarY los huevos de consumo no están fecundadis ni por tanto embrionados, esto es, técnicamente son óvulos (huevitos etimológicamente), no zigotos
Mira, esta -la de la no fecundación del huevo- sería una buena respuesta para el tocapelotas del Alonsito, con la que eludiríamos caer en la sima teológica -que no sé si es lo contrario o más bien un sinónimo de la Suma Teológica- abierta a raiz de sus objeciones y de las dudas del pobre párroco.
ResponderEliminar(Por cierto, si este último fuera consciente de las peligrosas implicaciones que encierra su solicitud probablemente habría optado por darle un cacharrazo al estudiante y un carpetazo a sus dudas. No me extrañaría nada que acabaras enterándote de que el pobre terminó en manos de la Inquisición...)
No obstante, lo que tengo entendido es que sí es pecado ponerle condón al yusco de pan para mojar la yema. Para 'mojar' la doctrina de la Santa Madre Iglesia es que siempre a pelo, sin condón (el velo es optativo, en cambio)
ResponderEliminarLa tradición católica de abstenerse de la carne los viernes de Cuaresma, o de todos los días del año, me ha parecido comprender que viene dado (como dice San León, en el artículo sobre la Cuaresma de la Wiki) por un deseo de “purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida cristiana”.
ResponderEliminarYo como vegetariano practicante que soy, comparto esa idea de bondad sobre la abstención de comer carne, aunque mis motivaciones y las suyas no tengan la misma raíz, pues yo me abstengo por respeto a la vida de los animales, mientras que en la abstención católica, se trataría más bien de no contaminarse con la carne de ciertos animales considerados impuros, de tal forma que la ingesta de pescado, por ejemplo, no contravendría dicha práctica.
Por último comentar la influencia cultural que probablemente haya tenido la abstinencia católica sobre el lenguaje. Y es que al ser vegetariano, me ocurre cuando salgo a comer fuera de casa, que no me basta con demandar alimentos sin carne, si no que he de añadir la coletilla “ni pescado” ¡como si el pescado no fuera carne!
La abstinencia católica no tiene absolutamente nada que ver con "no contaminarse con la carne de ciertos animales considerados impuros". No hay ningún animal que el catolicismo considere "impuro" (sería un poco raro que un animal fuera impuro los Viernes y puro el resto de la semana). De hecho, el catolicismo no considera que no comer carne sea algo bueno en sí. Al contrario, lo considera malo, y lo prescribe como mortificación o penitencia. No para purificar el cuerpo de un supuesto mal que le vendría de la carne, sino para purificar el alma mediante el sacrificio que supone privarse de algo bueno, como es la carne.
ResponderEliminarNo creo que sea esa la función de la abstinencia, pero me declaro incompetente en la materia, en cualquier caso, si fuera como dices, aquellas personas a las que les gustase más el pescado que la carne, no podrían cumplir correctamente con la finalidad de la mortificación y la penitencia.
ResponderEliminarPues créelo, créelo, mi querido Atman, porque esa es, y no otra, la finalidad de la abstinencia. Al cristianismo le son completamente ajenas las nociones de pureza e impureza de los alimentos y está felizmente libre de ninguna clase de prevención contra el consumo de carne. Desgraciadamente, en cambio, tiene desde sus mismos orígenes una afición casi igual de malsana, si no más, por la penitencia, la muerte y el sufrimiento, en general. (La verdad es que entre privarse de comer carne de un animal por considerarlo impuro; hacerlo por respeto a la vida del animal, o hacerlo para obtener méritos de la propia mortificación, no sé cuál de los tres motivos me resulta más ajeno y lamentable.)
ResponderEliminarAjeno, sí, pero ¿lamentable? No creo que haya ningún mal en no comer carne, salvo el que podamos afligir a nuestro propio cuerpo, pero si con ello ejercemos una acción que nos concilia con nuestros ideales, pues ¿porqué no? debes condescender y aplicarnos aquello de “cada loco con su tema”.
ResponderEliminarCondesciendo, naturalmente, si te gusta decirlo así; tanto más cuanto que soy el primer loco que tiene sus propios temas, que a otros parecerán tan lamentables o más.
ResponderEliminarLo llamo lamentable exclusivamente por mí, porque lamentaría enormemente no volver a comerme un besugo a la brasa, un solomillo de buey, una merluza a la vasca, un cordero asado, un buen jamón serrano o unas humildes sardinas, y no se me ocurre absolutamente ningún buen motivo para privarme a mí mismo de esos placeres en cantidad razonable. Pero, evidentemente, que cada cual coma lo que más le pete y trate de ser feliz por los caminos que le pidan el cuerpo o el alma.
(Aunque te confesaré que de los vegetarianos hay dos rasgos, bastante frecuentes, que me causan bastante irritación: uno, el proselitismo al que suelen ser proclives, como si el mundo girara en torno al hecho de comer o no unas cosas u otras y a todos tuviera que parecernos tan importante como a ellos. Y dos, el considerable trastorno que suponen para sus anfitriones y comensales cada vez que comen fuera de su casa, y lo mal que dan de comer cuando son ellos quienes invitan. Personalmente los desrecomiendo vehementemente como partenaires de cualquier clase de vida social civilizada.)
Es muy cierto lo que dices, y te diré que he percibido esa irritación que sientes con bastante frecuencia. En mi caso, además, al ser vegetariano por motivos éticos, me sitúa inmediatamente en posición de colisión frontal, pues les estoy diciendo a los otros, que son unos inmorales. Pertenecer a una sociedad omnívora y dar el paso de convertirte al vegetarianismo, supone un acto de rebeldía y una incomodidad para todos. Más que el alma de cualquier reunión, te conviertes en el aguafiestas. Por todo lo cual, o eres un auténtico esnob estúpido, o has encontrado una forma de vivir que te llena plenamente y te compensa de todo lo demás… (Espero pertenecer a la segunda categoría).
ResponderEliminarLos monjes cisterscienses ahogaban un conejo en la alberca del monasterio y luego lo pescaba. Como ya era 'pescado' y no carne loppodía manducar el viernes. De ahí, sin bromas, deriva una receta de conejo previamente sumergido en agua con vinagre, luego en vino, que es aún mejor.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, Vanbrug: los vegetarianos suelen ser proselitistas y a mí me causa fastidio cualquier forma de proselitismo.
ResponderEliminarDices más arriba que no hay nigún animal que el catolicismo considere 'impuro'...
Buena la hice advirtiendo eso mismo a un sujeto hace ta tiempo. Y el caso es que me parecía inteligente, culto, razonable.... etc.
Se me descolgó el buen hombre con una larga perorata acusando a la serpiente como bestia impura. Naturalmente se refería a la del Edén. ¿Sabes qué hice? DARLE LA RAZÓN.
Hala !
Grillo
A destiempo y ya que nos han acusado de proselitistas a mí y a mis compañeros de viaje, y puesto que realmente no he hecho proselitismo, no quiero quedar mal con nuestra fama y os voy a tratar ¿de convencer?… no, no espero tanto, me conformo con que comprendáis un poco nuestra postura. Y para ello os contaré una anécdota que me contaron, ocurrió en París: Érase un autobús lleno de niños tibetanos, que como es frecuente últimamente, venían invitados a pasar unos días a esa ciudad y así conocer “la grandeur de la France”. El autobús estaba en ese momento detenido junto a una carnicería, y de pronto todos los niños empezaron a gritar aterrorizados, y es que un gentil hombre vestido de blanco descargaba en ese momento sobre sus espaldas el cadáver desollado de una gran res. ¡Qué monstruosa visión! (Que no por estar acostumbrados a ello deja de serlo). Y aquí termina el relato. Y yo me pregunto: ¿cómo podemos amar a los animales y a la vez comérnoslos sin que se nos remueva la consciencia? ¿Cómo podemos sentir tanta comprensión y dedicarles tantas atenciones a nuestras mascotas, y negamos ese trato al resto de animales? Debo confesar que yo he sido carnívoro toda mi vida, y que en el país donde nací no saben apenas comer vegetales. Pero decidí romper con esa tradición, para mí, ahora, tan perversa. Y me he convertido en un iluminado, e intento predicar en el desierto, con aires angélicos, tratando a su vez de no herir gratuitamente las consciencias de los demás. Pero sí. La incongruencia de nuestros sentimientos y acciones hacen posible adorar a un perrito y permitir la crueldad máxima hacia otros seres vivos. No, no se comprende, pero se puede explicar. Nuestros sentimientos son humanos, imperfectos, indolentes por desapego. Somos humanos cuando llevamos nuestra mascota al veterinario y sufrimos por ella, pero también somos humanos cuando vamos a la carnicería y adquirimos cadáveres sanguinolentos de animales que nos son ajenos. De la misma manera se podría decir que no se comprende pero se puede explicar, y por los mismos motivos, que seamos tan sensibles a lo que les ocurre a nuestros familiares y allegados, pero nada de nada para los extraños, los que mueren de hambre, o los que tenemos confinados y torturados en los campos de concentración, ayer en la Alemania nazi, hoy en las cárceles secretas europeas, o en Guantánamo. Piedad y vegetarianismo van muy ligados. Estáis todos invitados a unas lechuguitas.
ResponderEliminarAtman, lo siento, pero tu aleccionadora historia solo me prueba que los niños tibetanos no están acostumbrados a ver carne cruda. No me parece una carencia grave, creo que puede remediarse en un par de semanas.
ResponderEliminarEn cuanto a tus consideraciones finales, me parecen más graves. Como ya creo haberte dicho en alguna otra ocasión, cualquier intento de equiparar la violencia que ejercemos contra los animales con la que podemos ejercer contra otros seres humanos, o de comparar la suerte de estos con la de aquellos, me parece, como mínimo, una grave falta de respeto por los seres humanos. Y, en realidad, creo que objetivamente opera como una justificación, o al menos una trivialización, de la violencia ejercida contra los humanos. Como consecuencia, cada vez que leo o escucho un alegato de este tipo a favor del vegetarianismo la consecuencia suele ser que aumenta mi antipatía por él. Lamento decirte que este alegato tuyo no ha sido una excepción.
Respeto tu antipatía, aunque dudo que se pueda descalificar la comparación que he hecho entre el trato injusto que muchas veces le dedicamos a humanos y animales. Yo opino que esa crueldad, es fruto de un cierto grado de incapacidad mental, una limitación biológica, que se caracteriza por que la mano izquierda no sabe, o no quiere saber, lo que hace la derecha. En cuanto a los niños tibetanos, cierto es, que no tienen costumbre de ver carne, sin embargo, yo que si tengo costumbre, y puesto que ahora estoy sensibilizado con el tema, grito interiormente como ellos cada vez que la veo. Por último decirte, que no creo que haya ninguna fórmula para hacer que el vegetarianismo te resultara simpático, aunque por si acaso la seguiré buscando, pues nada me gustaría más que contar con la simpatía de todos. Por cierto, me ha hecho mucha ilusión tu comentario, pues pensé que comentando tan tardíamente estaría de verdad predicando en el desierto, pero veo que al menos tú, visitas los post atrasados.
ResponderEliminarĀtman
Tengo un útil mecanismo, Atman, que, al menos con los blogs de Blogspot, funciona muy bien: si a la dirección de un blog cualquiera le añades, después del "blogspot. com", esto otro:
ResponderEliminar/feeds/comments/default
o bien:
/feeds/comments/full
(cualquiera de las dos vale), lo que obtienes es la dirección de una página en la que figuran los veintitantos últimos comentarios de ese blog, independientemente de en qué post del blog se hayan producido. Si te suscribes a esta página como si fuera un blog, te avisa con cada nuevo comentario como si fuera un nuevo post. Yo no uso ningún suscriptor, pero sí tengo en favoritos, junto con cada blog que me interesa, la correspondiente página de "Últimos comentarios en..." así obtenida, y las consulto con la misma frecuencia que al propio blog. Así no se me escapa ni un comentario.
En cuanto a lo otro yo, al contrario que tú, no tengo ningún interés en convenceros, a los vegetarianos, de que dejéis de serlo. Pero una vez más me interesa hacer notar dos cosas: a)que vuestra tendencia a predicar supone dar una importancia desproporcionada a un asunto que para la mayoría resulta secundario e irrelevante: qué se debe comer. Y b), que atribuir el mismo móvil, la crueldad, a quien mata a un semejante para robarle, que a quien masacra a quinientos cumpliendo órdenes del Estado, que a quien tortura durante horas a otro porque obtiene de ello un placer sexual, que a quien, por último, sacrifica a una ternera para convertirla en filetes, es una simplificación ética inadmisible, injuriosa y contraproducente que, sin embargo, cometéis una y otra vez con la mayor alegría, convencidos de tener razón y obstinados en ignorar que, en la práctica, estáis legitimando crímenes horrendos al equipararlos con conductas no criminales, y no lo contrario, como debéis de creer.
Tomo nota de tu persistente acusación (b), y la pondré en cuarentena, ya que no niego que puedas tener algo de razón. La (a) puede ser molesta pero no es relevante y si no me tiran de la lengua no suelo ser pesado. Y gracias por tu receta para capturar los últimos comentarios, lo voy a probar.
ResponderEliminarĀtman
Debo reconocer, por esta y anteriores ocasiones en las que lo he constatado, que tienes una capacidad notable y muy poco común para aceptar las críticas y encajar los argumentos en contra, Atman. No sé si es virtud achacable al régimen vegetariano o si la tienes por cuenta propia y porque sí, pero en cualquier caso es muy de agradecer y te felicito por ella.
ResponderEliminarGracias por dos: 1.- A cualquiera que se asome por estas páginas, que no deje pasar las indicaciones de Vanbrugh. Yo ya luzco sobre la barra de favoritos los 4 blogs que sigo y puedo decir que el método es rápido y cómodo, además de darte un dominio impresionante sobre todo lo que acontece, vamos, que así no se te escapa una. Y 2.- Yo mismo estoy sorprendido de ser tan flexible y antidogmático, debe ser que hasta ahora no me había topado con gente tan bien equipada argumentalmente, y con la que se puede dialogar amablemente. Recuerdo, ahora que digo esto, que hace ya mucho tiempo, mantenía tertulias hasta el amanecer, donde a veces se daba la circunstancia que más que establecerse dos bandos enfrentados, se trataba de dos bandos encontrados, aportando cada uno su visión para enriquecer el motivo del que se tratara desde todas sus caras… ¡que buen sabor dejaban aquellas tertulias!
ResponderEliminarA los que se decidan a ponerse los blogs en "modo Vanbrugh" que lo hagan con
ResponderEliminar/feeds/comments/default
porque he comprobado que /feeds/comments/full no actualiza los comentarios en tiempo real
Ātman
Excelenete articulo, realmente es un tema complejo para la ciencia jeje un saludo.
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