lunes, 12 de julio de 2010

Holanda campeona del mundo

Mis primeros recuerdos "adultos" de un Mundial se remontan a finales de junio de 1974. Estaba acabando quinto de bachillerato, el curso más loco de mi época escolar que fue seguido de un verano asturiano casi "iniciático" o, por lo menos, límite simbólico del fin de la infancia. Fue el Mundial de Alemania, entonces la RFA, en el que España no jugó y en el que deslumbró una selección holandesa a la que, por sus colores y la sincronía de su juego, se bautizó como la Naranja Mecánica. Esa Holanda contaba con buenísimos jugadores entre los que destacaba uno verdaderamente genial: Johan Cruyff, un flaco de 27 años que fumaba como un carretero y que había sido fichado a principios de esa temporada por el FC Barcelona. Gracias a Cruyff (sin menospreciar al cholo Sotil, Rexach o Asensi) el Barça remontó desde el pozo clasificatorio en el que estaba y acabó ganando aquella liga. Esa fue la temporada del histórico 0-5 en el Bernabeu; cinco golazos al todopoderoso equipo de los yé-yé, al favorito de un régimen que ya agonizaba. Quizá por eso muchos catalanes se animaron a ir al Bernabeu y a desplegar su alegría (sin pasarse, eso sí) por las calles madrileñas, anticipando la victoria liguera que se les negaba desde hacía década y media. Me acuerdo de esa noche, cuando tras el partido vino a nuestra casa un amigo barcelonés de mi padre, compañero del bachillerato, con su hijo de mi edad y salimos a celebrarlo, aunque yo no era para nada del Barça (pero tampoco era del Madrid).

El entrenador del Barcelona era Rinus Michels quien compaginaba el cargo con el de seleccionador de Holanda. A él se le atribuye lo que se dio en llamar fútbol total que, muy en síntesis, consiste en desarrollar una velocísima movilidad de posiciones en el campo, supeditándose las individualidades a un juego sincronizado de conjunto. Los primeros ensayos de lo que entonces era una forma revolucionaria de entender el fútbol se manifestaron en el Ajax de Amsterdam, vivero de la selección de los Países Bajos, y eclosionaron con toda su magnificencia en el citado mundial de Alemania. Holanda jugó 6 partidos durante las dos fases previas al desenlace (ambas de liguilla de grupos, pasando directamente a la final los primeros de cada uno de los dos grupos de la segunda fase) y ganó 5 (a Uruguay, Bulgaria, Argentina, RDA y Brasil) y empató uno (con Suecia, 0-0, en el segundo partido). Pero lo que hay que destacar no es que ganara sino que jugó de maravilla, con unas individualidades magníficas que ejecutaban con la máxima precisión y velocidad una coreografía perfecta. Hace unos días estuve viendo en Youtube un amplio resumen del 4-0 que le hizo a Argentina y uno se entusiasma con ese fútbol: qué preciosidad, cómo no enamorarse.


Aquella estupenda Naranja Mecánica, ya es sabido, no ganó ese Mundial. Una Alemania muchísimo menos creativa pero que para nada era manca (la de los Beckenbauer, Maier, Vogts, Müller, Hoeness, Breitner) remontó el gol de penalty de Neeskens y acabó llevándose la copa por 2-1. Cuatro años después, en la Argentina de Videla, la selección holandesa (esta vez sin Cruyff que no quiso ir) volvió a llegar a la final para volver a perder en la prórroga con los anfitriones. Ciertamente, ese campeonato estuvo muy mediatizado por la presión de la dictadura, pero no es menos cierto que Argentina tenía unos excelentes futbolistas (Ardiles, Passarella, Luque, Kempes) y apostó por el estilo de Menotti. (8 años después la filosofía contraria, la de Bilardo, también le daría un campeonato a la albiceleste, abriendo un cisma que todavía no se ha resuelto entre los argentinos, pero eso es otro asunto, aunque muy relacionado con el objeto de este post).

No acabarían ahí las glorias holandesas pues, de nuevo bajo la batuta de Michels, les llegaría el premio menor de la Eurocopa de 1988 con aquellos fenómenos que fueron Van Basten, Rijkaard o Gullit. Pero el estilo de juego holandés (y esto es lo realmente importante) creó escuela, la filosofía del fútbol total se expandió por toda Europa y fue, con mayor o menor acierto, incorporada en los distintos países (no en todos, claro, que algunos, como Italia por ejemplo, tenían muy claro que a ellos no les iba). Esa forma de concebir el juego colectivo, ese gusto por la creatividad, por la belleza imaginativa vino también a España y entró (qué dudad cabe) por Barcelona. Michels, Cruyff, Van Gaal (tan antipático e injustamente denostado), Rijkaard ... Holandeses todos. ¿Nos acordamos del Dream Team y de a quién puso Cruyff a principios de los noventa como organizador de ese fútbol tan bonito? En gran medida Pep Guardiola es también holandés y, con la necesaria adaptación al estilo y la historia de los futbolistas de esta tierra, mucho le debe el juego español a esa revolución originaria de Amsterdam.

No voy a decir que España juega como la Holanda del 74. Hay muchas diferencias de estilo (quizá la más llamativa sea el predominio del toque en corto de los ibéricos) pero mucho más importante es una semejanza fundamental en el planteamiento: la creación frente a la destrucción, lo colectivo frente a lo individual, la técnica frente a la fuerza, el gusto por la belleza frente al resultadismo ... He de confesar que no estoy muy seguro de que tales notas sean "naturales" a nuestra forma de ser y, si como me temo no lo son, habríamos de alegrarnos de que el nuevo estilo español se vaya definiendo por ellas y no tanto (o no sólo) por esas virtudes raciales rancias como la furia. En la medida en que el fútbol pudiera ser sintomático de la evolución de un país, eso significaría que avanzamos en la buena línea. Pero no seamos demasiado ingenuamente optimistas en ese sentido, ni tampoco nos creamos que, como los medios no se cansan de repetir, jugamos de maravilla. No hemos hecho un gran Mundial: no hemos sido la Holanda subcampeona de Alemania, ni la Francia de Zidane del 98, ni siquiera el desafortunado Brasil de Zico y Sócrates de España 82 (por citar algunos equipos que me han impresionado). Hemos demostrado una bajísima efectividad (el campeón del mundo con menos goles de toda la historia) y, en mi opinión, nos ha faltado velocidad y precisión. No han salido los partidos como deberían pero, pese a todo, la selección ha sido fiel a su planteamiento. Junto a esa "mala suerte" de la que parece que no terminamos de despojarnos hay que poner a mi juicio que casi todos los equipos que nos han tocado (el que menos, Alemania) han tenido como empeño principal de sus estrategias no dejarnos jugar. Y así, claro está, cuesta bastante más.

Pero ninguno nos había tocado que ejerciera esa táctica de modo más feo y violento que Holanda. Durísima final la que plantearon los naranjas, yendo desde el principio a romper el juego de España por la vía de romper a los jugadores. No intentaron, como magníficamente hicieron los paraguayos, de impedir la circulación española del balón mediante una agotadora y asfixiante presión, sino que optaron por cortar por lo sano con faltas violentísimas y con descarada voluntad de hacer daño. No tiene sentido hacer el catálogo golpes que dieron como si estuvieran vengándose de las tropelías que el Duque de Alba hizo a sus antepasados, pero no puedo dejar de recordar la patada de karateka que De Jong le metió en el pecho a Xabi Alonso: espeluznante. Pero lo grave, lo tremendamente triste, es que con esa forma de jugar la selección holandesa traicionó de la peor de las maneras la magnífica concepción futbolística que ellos mismos crearon. Decían en los Países Bajos que era de justicia ser ahora campeones del mundo, que a la tercera iba la vencida, que la historia se lo debía. No, no habría sido justo que la Holanda de ayer ganara la copa; habría sido la negación de los méritos de la del 74. Si yo fuera holandés estaría indignado con esos jugadores por el penoso espectáculo de ayer. La España de este campeonato, sin serlo, era de todas las selecciones la que más merecía ser considerada la heredera de aquella Holanda. Por eso estoy seguro de que, en el fondo y pese a sus nacionalidades, a Cruyff y sus compañeros les tiene que haber alegrado el resultado final de esta Copa.

CATEGORÍA: Recuerdos

4 comentarios:

  1. Muy buen análisis! y con buen arte la Roja clavó la pica en Flandes

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  2. Si tú fueras holandés estarías indignado. Pues bien, Cruyff, Kluivert, Rijjkart, etc, son holandeses y –por lo que leo por ahí- lo están (indignados, avergonzados) y Rinus Michels también, si no fuera porque se murió hace un lustro.

    Mi conclusión: el holandés, incluso el futbolista holandés no es especialmente más sañudo y agresor, pero si un entrenador junta a unos bien elegidos por su falta de escrúpulos, vamos, desaprensivos y les comenta que es la única forma de ganar (de ganar mal, pero ganar) y un árbitro concreto ya se sabe que va a mirar para otra parte...

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  3. Entiendo poquísimo de fútbol, pero este análisis es tan certero, brillante, didáctico y bien estructurado que lo he leído de tirón, como si fuera un relato apasionante. Chapeau, señor Panciutti

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  4. No soy futbolera pero recuerdo haber oído hablar siempre de la naranja mecánica e incluso recuerdo algún partido que otro. Lo que no recuerdo es ver una Holanda como la que vi en la final. Me quedé sorprendida ante un juego tan brutal como el que desplegaron estos jugadores. Pasmoso.

    Genial tu análisis.

    Besos

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