Las calles de Garbanzuela (1) (escenas chipunas)
Para Harazem, que me sugirió la idea de este esperpento
Nota Previa: Casi todos los protagonistas de este relato han sido presentados en algún post previo de la serie chipuna; si alguien tiene interés en leerlos, al final indico los enlaces.
La aprobación de la Ley de la Memoria Histórica ha traído a Chipunia un debate que parece estar tomando un rumbo singular en el Ayuntamiento de Garbanzuela. Como es sabido, la citada Ley ordena a las Administraciones públicas que tomen las medidas oportunas para la retirada de símbolos que exalten la sublevación militar, la Guerra Civil o la represión de la Dictadura. Bajo su amparo, muchos municipios de Cascaterra han procedido a cambiar los nombres de las calles con advocaciones fascistas por los precedentes u otros nuevos elegidos con desigual acierto. En las diversas ciudades y pueblos de Chipunia, tan alejadas de la metrópoli, estos debates se habían mantenido hasta hace poco en una discreta sordina. No podemos olvidar que la gran mayoría de los patriarcas de la política chipuna (que aunque casi todos retirados todavía controlan los mecanismos del poder) fueron muy beneficiados durante el régimen nacional-católico y, comprensiblemente, no les hace ninguna gracia que desaparezcan rótulos callejeros que ellos mismos, cuando eran jóvenes concejales del Movimiento, votaron en Plenos densos de ardorosas proclamas guerreras. Pese a que la Guerra Civil nunca llegó a Chipunia, alineada desde el primer momento con los militares rebeldes, estos jerarcas apelaron desde los primeros días al espíritu castrense y al carácter de la patriótica cruzada, para impulsar la necesaria limpieza de las malas yerbas del rojerío crecidas durante los años republicanos. Y así vivieron cuarenta años contentos y felices, incrementando con las mayores desvergüenzas sus patrimonios en tierras y negocios y prolongando los modos de vida que ellos gustan de llamar tradicionales pero otros califican de fascismo retrógrado.
Durante la Transición, al principio, la mayoría de los caciques dieron su apoyo a la Derecha, bien en su versión light o en la de los nostálgicos más ultras, pero enseguida, viendo que esa apuesta no prometía, muchos fueron a las filas de la victoriosa Democracia Social-Cristiana. Ahí estaban, hacia finales de los setenta, casi todos los hijos de los viejos fascistas chipunos, redefinidos como centristas que era lo que les parecía más ventajoso para seguir siendo los dueños del pastel. Con ese mismo afán, en cuanto vieron que el nuevo partido se desmembraba, optaron por reivindicar un nacionalismo propio de débiles raíces y así, los más avispados, fundaron el PICHi y, entre ellos, Lucas Colorado, el primogénito del viejo Pancracio, dueño y señor durante la Ominosa de Garbanzuela y parte de los municipios aledaños. Mucho ha llovido desde esos días: Colorado es ahora un anciano siempre malhumorado que hace varios años dejó la política activa, después de enfrentarse a cara de perro con los nuevos dirigentes del PICHi. Su capacidad de influencia, sin embargo, sigue intacta, no en vano le sobra dinero, cuenta con abundante información de las miserias íntimas y familiares de casi todos sus antiguos compadres y muchas ganas de hacerles la puñeta. El asunto de las calles fascistas le dio una excusa para jeringar a tantos de ésos que ahora alardean de convicciones democráticas y declaman mantras nacionalistas contra la política opresora de Cascaterra. Ésos, se sonreía, cuyos padres habían peloteado sumisos en el Régimen a cambio de que los gobernadores militares de la época se ocupasen de "suprimir" a quienes obstaculizaban sus codicias. Por supuesto que el primero de todos había sido el suyo, el temido don Pancracio Colorado, y a él le debía Lucas todo lo que tenía y era. Pero por ahí no había nada de lo que preocuparse, pues los Colorado no habían cedido nunca a tentaciones vanidosas y siempre habían preferido ejercer el poder en un discreto segundo plano, colocando en los cargos público a los títeres precisos en cada momento. No así tantos de los otros jerarcas quienes habían asumido, como cuestión de honra, la costumbre de bautizar calles, cuanto más importantes mejor, con los nombres de padres y familiares, incluso a veces, como era el caso de su viejo colega Silverio Mazapán, antes de que pasaran a mejor vida.
Casi nadie sospecha que la animosa campaña que ha iniciado el Colectivo Voltereta en el Ayuntamiento de Garbanzuela tiene su origen en las vengativas maniobras de Lucas Colorado. Bajo el lema "Recuperemos la memoria chipuna", el grupo de Facundo Paripé lleva meses organizando multitud de actos y presentando las más variadas mociones en ayuntamientos y departamentos gubernamentales de toda la Comunidad Autónoma. Pero, sin duda, ha sido en Garbanzuela donde la iniciativa ha adquirido gran protagonismo, convirtiendo a este municipio del área metropolitana (con los riesgos que su cercanía supone para San Trifón del Río, la capital) en foco central de la actualidad informativa chipuna. Factor innegable de este éxito mediático es la generosa y parcial difusión que lleva dando al asunto Hoy, el diario de mayor tirada en Chipunia. Huelga decir que Gobelio Gil, el adalid del nacionalismo en el tercer poder (en otras épocas muy a gusto con la camisa azul con el yugo y las flechas), está recibiendo cuantiosas ayudas de Colorado a cambio de esa línea editorial. Mas la baza fuerte radica en la persona que protagoniza la campaña en Garbanzuela: una mujer joven, apenas treinta años, muy guapa y de un hablar apasionadamente arrebatado. Se llama Esther Ronchamp Colorado, y con tan sólo un par de meses de actividad pública, ha enamorado a gran parte de los chipunos y ya se rumorea que es más que probable que, como cabeza de lista del Colectivo, sea la próxima alcaldesa de Garbanzuela. No deja de parecerle irónico a Lucas que su sobrina, la hija de "la bastarda", la que reniega de su segundo apellido y desprecia los negocios y valores de su familia, se haya convertido, por mor de sus maquiavélicas artes, en instrumento de este divertimento de su vejez. Desde luego, se repite mentalmente con frecuencia, he de cuidarme mucho de que no llegue a enterarse nunca de mi relación con Paripé.
La aprobación de la Ley de la Memoria Histórica ha traído a Chipunia un debate que parece estar tomando un rumbo singular en el Ayuntamiento de Garbanzuela. Como es sabido, la citada Ley ordena a las Administraciones públicas que tomen las medidas oportunas para la retirada de símbolos que exalten la sublevación militar, la Guerra Civil o la represión de la Dictadura. Bajo su amparo, muchos municipios de Cascaterra han procedido a cambiar los nombres de las calles con advocaciones fascistas por los precedentes u otros nuevos elegidos con desigual acierto. En las diversas ciudades y pueblos de Chipunia, tan alejadas de la metrópoli, estos debates se habían mantenido hasta hace poco en una discreta sordina. No podemos olvidar que la gran mayoría de los patriarcas de la política chipuna (que aunque casi todos retirados todavía controlan los mecanismos del poder) fueron muy beneficiados durante el régimen nacional-católico y, comprensiblemente, no les hace ninguna gracia que desaparezcan rótulos callejeros que ellos mismos, cuando eran jóvenes concejales del Movimiento, votaron en Plenos densos de ardorosas proclamas guerreras. Pese a que la Guerra Civil nunca llegó a Chipunia, alineada desde el primer momento con los militares rebeldes, estos jerarcas apelaron desde los primeros días al espíritu castrense y al carácter de la patriótica cruzada, para impulsar la necesaria limpieza de las malas yerbas del rojerío crecidas durante los años republicanos. Y así vivieron cuarenta años contentos y felices, incrementando con las mayores desvergüenzas sus patrimonios en tierras y negocios y prolongando los modos de vida que ellos gustan de llamar tradicionales pero otros califican de fascismo retrógrado.
Durante la Transición, al principio, la mayoría de los caciques dieron su apoyo a la Derecha, bien en su versión light o en la de los nostálgicos más ultras, pero enseguida, viendo que esa apuesta no prometía, muchos fueron a las filas de la victoriosa Democracia Social-Cristiana. Ahí estaban, hacia finales de los setenta, casi todos los hijos de los viejos fascistas chipunos, redefinidos como centristas que era lo que les parecía más ventajoso para seguir siendo los dueños del pastel. Con ese mismo afán, en cuanto vieron que el nuevo partido se desmembraba, optaron por reivindicar un nacionalismo propio de débiles raíces y así, los más avispados, fundaron el PICHi y, entre ellos, Lucas Colorado, el primogénito del viejo Pancracio, dueño y señor durante la Ominosa de Garbanzuela y parte de los municipios aledaños. Mucho ha llovido desde esos días: Colorado es ahora un anciano siempre malhumorado que hace varios años dejó la política activa, después de enfrentarse a cara de perro con los nuevos dirigentes del PICHi. Su capacidad de influencia, sin embargo, sigue intacta, no en vano le sobra dinero, cuenta con abundante información de las miserias íntimas y familiares de casi todos sus antiguos compadres y muchas ganas de hacerles la puñeta. El asunto de las calles fascistas le dio una excusa para jeringar a tantos de ésos que ahora alardean de convicciones democráticas y declaman mantras nacionalistas contra la política opresora de Cascaterra. Ésos, se sonreía, cuyos padres habían peloteado sumisos en el Régimen a cambio de que los gobernadores militares de la época se ocupasen de "suprimir" a quienes obstaculizaban sus codicias. Por supuesto que el primero de todos había sido el suyo, el temido don Pancracio Colorado, y a él le debía Lucas todo lo que tenía y era. Pero por ahí no había nada de lo que preocuparse, pues los Colorado no habían cedido nunca a tentaciones vanidosas y siempre habían preferido ejercer el poder en un discreto segundo plano, colocando en los cargos público a los títeres precisos en cada momento. No así tantos de los otros jerarcas quienes habían asumido, como cuestión de honra, la costumbre de bautizar calles, cuanto más importantes mejor, con los nombres de padres y familiares, incluso a veces, como era el caso de su viejo colega Silverio Mazapán, antes de que pasaran a mejor vida.
Casi nadie sospecha que la animosa campaña que ha iniciado el Colectivo Voltereta en el Ayuntamiento de Garbanzuela tiene su origen en las vengativas maniobras de Lucas Colorado. Bajo el lema "Recuperemos la memoria chipuna", el grupo de Facundo Paripé lleva meses organizando multitud de actos y presentando las más variadas mociones en ayuntamientos y departamentos gubernamentales de toda la Comunidad Autónoma. Pero, sin duda, ha sido en Garbanzuela donde la iniciativa ha adquirido gran protagonismo, convirtiendo a este municipio del área metropolitana (con los riesgos que su cercanía supone para San Trifón del Río, la capital) en foco central de la actualidad informativa chipuna. Factor innegable de este éxito mediático es la generosa y parcial difusión que lleva dando al asunto Hoy, el diario de mayor tirada en Chipunia. Huelga decir que Gobelio Gil, el adalid del nacionalismo en el tercer poder (en otras épocas muy a gusto con la camisa azul con el yugo y las flechas), está recibiendo cuantiosas ayudas de Colorado a cambio de esa línea editorial. Mas la baza fuerte radica en la persona que protagoniza la campaña en Garbanzuela: una mujer joven, apenas treinta años, muy guapa y de un hablar apasionadamente arrebatado. Se llama Esther Ronchamp Colorado, y con tan sólo un par de meses de actividad pública, ha enamorado a gran parte de los chipunos y ya se rumorea que es más que probable que, como cabeza de lista del Colectivo, sea la próxima alcaldesa de Garbanzuela. No deja de parecerle irónico a Lucas que su sobrina, la hija de "la bastarda", la que reniega de su segundo apellido y desprecia los negocios y valores de su familia, se haya convertido, por mor de sus maquiavélicas artes, en instrumento de este divertimento de su vejez. Desde luego, se repite mentalmente con frecuencia, he de cuidarme mucho de que no llegue a enterarse nunca de mi relación con Paripé.
A principios de año, Esther entró de concejala en el Ayuntamiento de Garbanzuela, sustituyendo al único representante del Colectivo Voltereta que dimitió por motivos personales (por órdenes de Facundo Paripé, consciente de que la chica era mucho mejor apuesta de cara a las próximas elecciones). En poco tiempo presentó al Pleno municipal la moción que, amparándose en el artículo 15 de la famosa Ley de Memoria Histórica, ha causado el actual revuelo. El texto comenzaba relacionando la larga lista de calles del municipio que, a lo largo de los últimos setenta años, habían sido dedicadas a personajes vinculados a la Dictadura. Citó, por supuesto, la avenida de Juan Antonio, la rambla del Generalísimo, las calles del General Trola y Queiroz del Vano, la plaza del 28 de Julio, y tantas otras repetidas en casi todas las ciudades de Cascaterra. Pero la sorpresa saltó cuando, tras éstas, empezó a enunciar los nombres de los venerados padres y abuelos de ilustres próceres de la sociedad chipuna. Con la voz de quien nunca ha roto un plato, recitó los nombres de Obdulio Mazapán, gobernador civil de la provincia en los cincuenta y padre del fundador del PICHi, de Paco Pachulero, el Legionario, matón de sindicalistas durante la República que llegó a ser uña y carne de los primeros gobernadores militares y del que pocos sabían que era el abuelo de Ubaldo, el actual presidente del gobierno chipuno, de Oleg Kalinas, cuyos aportes financieros al golpe del 36 fueron pagados generosamente por el dictador con la concesión monopolística del trasporte marítimo chipuno, negocio que heredó y amplió su hoy todopoderoso sobrino Amando, y unos cuantos más para acabar con Maiza Garañaque, la anciana madre de Oliverio Polainas, el alcalde de Garbanzuela. Puede imaginarse la aspaventosa indignación de Polainas al oír mentar a su madre, máxime cuando es de todos sabido la adoración que el regidor le guardaba, manifestada muy singularmente a través del panegírico que pronunció en ese mismo salón de actos, apenas han pasado tres años, cuando a sólo una semana de la muerte de la matrona el PICHi propuso (e impuso, gracias a su mayoría de gobierno) que la recientemente inaugurada ronda del ensanche, arteria central de la nueva urbanización de lujo que extendía la villa sobre los terrenos recalificados de los Colorado (pero eso Esther no lo sabía), se denominase avenida Maiza Garañaque, "en sentido y agradecido homenaje del pueblo de Garbanzuela a la más preclara de sus hijos, modelo de virtudes y luchadora incansable por el progreso y bienestar de sus convecinos". Y ahora, rugió el alcalde, una recién llegada insinúa que mi madre tenga algo que ver con la dictadura y pretende suprimir su nombre del recuerdo colectivo.
Para nada, contestó muy tranquila Esther Ronchamp, todavía no he terminado de leer la moción. No obstante, le adelanto que no es nuestra intención borrar el nombre su señora madre, ni el de ninguna de las restantes personas citadas, del callejero garbanzuelense. El Colectivo Voltereta entiende que el verdadero espíritu de la Ley de la Memoria Histórica es justamente recuperar ésta, no aumentar el olvido. De hecho, pensamos que la Transición (yo ni siquiera había nacido, así que espero que se reconozca mi inevitable neutralidad) fue en gran medida un pacto de olvido, de silencio. Por eso, para colmar esos vacíos de la memoria colectiva, para devolver, especialmente a los jóvenes, los hechos acallados, nuestra moción no pide que se cambien los títulos de esas calles, sino que, junto al nombre del personaje, se detalle un breve resumen de los hechos de su biografía gracias a los cuales ha pasado a ocupar un lugar destacado en la historia de esta villa. Su madre, señor alcalde, amasó una importante fortuna en tierras y participaciones empresariales durante el Régimen anterior que, en la última etapa de su larga vida, destinó en parte a obras sociales que han beneficiado a esta villa. Pero también ha de saberse que el origen del patrimonio de su familia materna se encuentra en el "salón social" que doña Maiza, entonces una veinteañera sin más recursos que su excepcional belleza y la más absoluta carencia de escrúpulos, dirigió en este pueblo hacia mediados de los cuarenta. En el dossier que adjuntamos a nuestra moción se aportan datos bastantes que prueban que ese local era costeado por el servicio de inteligencia del gobernador militar y que los empleados, muy especialmente las chicas que se ocupaban de satisfacer demandas poco confesables de los clientes, estaban entrenados para sonsacarles cuanta información pudiera revestir interés para el aparato represivo. La señora Garañaque fue la más pertinaz y efectiva delatora en toda Chipunia de cualquier amago subversivo, por muy leve que fuese, y sus servicios obtuvieron cuantiosos premios, en no pocas ocasiones con cargo a los represaliados que ella misma entregó. No se trata, pues, señor Alcalde, de olvidar a su madre sino, muy al contrario, de que la conozcamos de forma más completa.
Durante el parlamento de Esther, la cara de don Oliverio, un sesentón obeso, había ido enrojeciendo progresivamente y justo cuando la chica acababa se alzó con los ojos desorbitados presto a dar suelta a la que parecía la más temible de sus antológicas explosiones de ira. Pero no llegó a hablar, tan sólo resopló unos bufidos y cayó súbitamente, todo su cuerpo en estruendoso golpe contra la mesa de presidencia. El alboroto fue inmediato; enseguida, dos policías locales lo llevaron en brazos, medio inconsciente hasta el exterior y al poco apareció una ambulancia que trasladó al infartado hasta el hospital general. Naturalmente el pleno quedó suspendido, pero –reglamento manda– se postergó al siguiente jueves, sin la presencia de Polainas, todavía convaleciente y, a decir de sus más íntimos, muy avejentado desde el ataque. La semana transcurrida había sido pródiga en debates, alimentada por la publicación en Hoy de las biografías contenidas en el dossier del Colectivo Voltereta así como de numerosos artículos de opinión. La noticia, además, había llegado hasta los principales medios nacionales y se decía que estaban valorándose iniciativas similares en otras poblaciones de Cascaterra, cuyo novedoso enfoque se había convertido en enésimo motivo de greña entre los dos principales partidos estatales. El Partido Socialista Cascaterrano, impulsor de la Ley estatal, argumentó que el artículo 15 instaba a las autoridades a retirar los símbolos que exaltaban la Dictadura y no a complementarlos con la biografía de los personajes y, en su primera reacción, giró instrucciones a los concejales del FLiPA (la marca chipuna del PSC) para que presentaran una moción alternativa pidiendo la supresión de las calles relacionadas por Esther. Los dirigentes del Partido Moralista, siempre atentos a erosionar a los socialistas y viendo que la moción de los de Voltereta estaba siendo acogida con simpatía por un amplio porcentaje de la población cascaterrana, decidieron que les convenía sumarse a la idea, en un cínico intento de despojarse de sus vínculos con la Dictadura. El posicionamiento favorable de la dirección nacional del PMC no hizo mucha gracia a los militantes chipunos que temían que la moción de Garbanzuela se contagiase a otros municipios y salieran a la luz las biografías de algunos de sus ilustres antecesores. Pero era el PICHi, sin duda, quien peor lo llevaba, no sólo por quedar directamente afectado con los nombres propuestos por los de Voltereta (y peor sería cuando aparecieran las inevitables réplicas en otros municipios chipunos), sino porque una campaña sistemática que llevara al desprestigio familiar de sus principales dirigentes podía resultar catastrófica a menos de un año de las elecciones.
Así las cosas, el día de la continuación del Pleno el Ayuntamiento de Garbanzuela registraba la mayor afluencia de público y periodistas de toda su historia. La Televisión Autonómica iba a retransmitir la sesión en directo. La expectación era tremenda ...
Woman Trouble- Ten Years After (Stonedhenge, 1969)
Escenas chipunas:
El carné de identidad chipuno
Escándalo parlamentario
Hedonia Park
Contra el cambio climático
El señor Burns
Intrigas electorales
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CATEGORÍA: Ficciones
Bueno, bueno, bueno..., Miroslav, ni que te hubieras inspirado en la historia reciente de las burguesías españolas periféricas...
ResponderEliminarEspero con impaciencia el desenlace...
Y gracias por la dedicatoria.
¿De qué me sonará esta Chipunia?
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