¿Es inevitable que los funcionarios “de por vida” se vuelvan negligentes, perezosos, arbitrarios, injustos, prepotentes y groseros?
Con motivo del estupendo último post de Júbilo Matinal en el que transcribe una carta de su tío Guillermo del año 49 en la que, con muchísima gracia y espléndida calidad literaria, relata sus “aventuras” en el Consulado de España en Buenos Aires, C.C. hizo un comentario negativo sobre los funcionarios que, a partir de ser calificado como “topicazo” por Lansky, ha generado un debate con cierta acritud que, como es habitual, pareciera que enfrenta dos posturas irreconciliables que probablemente, por eso de la mayor eficacia del discurso, se exageran más de lo que probablemente piensan sus respectivos defensores. Como también soy funcionario (aunque me encuentro en situación de excedencia) y el asunto me interesa, incluso desde antes de serlo, me apetece dar mi opinión al respecto y para ello escribo este post.
El tópico (porque lo es) contra el que se han manifestado Lansky y Vanbrugh se corresponde con la popular caricatura (forgiana) del funcionario público como un vago redomado. Asumida esta generalización por C.C. como cierta (que incluso no la considera un mal patrio sino “universal”), sugiere que la causa radica en el “hecho de ocupar un trabajo de por vida”. Justamente sobre la afirmación de esta relación causal se lanza Vanbrugh con la pregunta retórica con la que titulo el post: “¿Realmente crees que es inevitable volverse así solo por tener un trabajo "de por vida"?” Obviamente, la respuesta es negativa porque si respondiéramos que sí, que es inevitable volverse negligente, perezoso, arbitrario, injusto, prepotente y grosero, entonces habríamos necesariamente de concluir que todos (y ahora sí todos) los funcionarios son así ya que, efectivamente, tienen un trabajo de por vida. Pero la respuesta negativa a la pregunta retórica no es en absoluto, como bien sabe Vanbrugh, prueba en contrario; es decir, el que el puesto de por vida no conduzca irremisiblemente a convertirse en un Mr. Hyde laboral no demuestra nada.
La cuestión, a mi juicio, es si existe correlación entre los defectos que popularmente se atribuyen a los funcionarios y su seguridad laboral. Yo creo que cierta correlación positiva sí hay, con lo cual no quiero decir ni que todos los funcionarios sean unos vagos ni que la causa de que los que lo son radique en el carácter vitalicio del empleo, y mucho menos abogo por la supresión de tal seguridad laboral. En mi opinión, en la Administración como en cualquier otro entorno laboral hay mejores y peores trabajadores pero lo que sí creo que es que quienes quieren escaquearse (currar menos) lo tienen mucho más fácil que en la empresa privada porque no se sienten “amenazados” por sanciones o incluso el despido. Estoy convencido de que Vanbrugh es un funcionario que curra muchísimo (máxime en un Ayuntamiento pequeño), pero lo hace porque es honesto y trabajador (y probablemente con vocación de servicio público). Ahora bien, por mucha loa que él haga a los funcionarios, tiene que saber que alguien que no tenga tales virtudes, alguien que, por el contrario, sea proclive a no dar palo al agua lo tiene por lo general mucho más fácil en la Administración (aunque no en todos los puestos funcionariales) que en la empresa privada. Y quizás él no haya conocido muchos funcionarios vagos que se aprovechan en tal sentido, pero le aseguro que yo sí (y es bastante irritante cuando uno es de los que trabaja).
Si suponemos que el porcentaje de personas con tendencias escaqueistas se distribuye homogéneamente, podríamos convenir que la seguridad laboral es un factor favorable a que tales vagos potenciales pasen a ser vagos de facto o, lo que es lo mismo, el trabajo “de por vida” remueve uno de los frenos que impiden a esas personas desplegar su natural tendencia a la negligencia. El mismo mecanismo funcionaría, al menos en teoría, con todos los demás defectos que se acostumbran a imputar al funcionario; es decir, no es que se sea arbitrario, injusto, prepotente y grosero por ser funcionario, pero sí podría ser que, si uno tiene tales tendencias en su carácter, la sensación de impunidad de saberse con un puesto de por vida, le anime a exhibir despreocupadamente esos defectos que, en otro caso, trataría de reprimir por miedo al castigo (o al despido). Por tanto, en mi opinión, sí hay correlación entre ciertos vicios que suelen atribuirse a los funcionarios (injustamente cuando se generaliza) y el carácter vitalicio del puesto, pero no es este factor la causa de los mismos. Uno es un mal trabajador por otras razones y la seguridad laboral permite que esos malos trabajadores actúen con mayor impunidad que si no la tuvieran.
¿Habría de desaparecer dicha seguridad laboral para impedir que los malos trabajadores no puedan “vaguear” a sus anchas en la Administración (con el agravante de que están estafando al erario público)? Hombre, no. La seguridad en el empleo fue, como bien dice Vanbrugh, un avance fundamental no sólo desde una óptica sindicalista sino, para mí más importante, porque contribuye a la profesionalidad y objetividad en el ejercicio de la función pública. Como estamos ya acostumbrados al sistema no nos ponemos a imaginar cómo sería si los puestos de la función pública no contaran con la suficiente estabilidad laboral y, para ello conviene que nos desplacemos bien en el tiempo (el pasado galdosiano de los cesantes a que se refiere Vanbrugh) o en el espacio (por ejemplo, hace dos años conocí los tremendos problemas de continuidad y seguridad jurídica que viven en la Administración Pública mexicana entre otros motivos por la ausencia de una carrera funcionarial). No creo que deba desaparecer el “puesto para toda la vida” pero sí, en cambio, que deberían introducirse serias reformas para impedir eficazmente que los funcionarios con morro (que haberlos, haylos) puedan ir de rositas (produciendo el conocido efecto de la manzana podrida). Y ciertamente, por más que sea un declarado defensor de la función pública, después de casi treinta años trabajando a su servicio sí creo que poco favor nos hacemos defendiéndonos como casta y que convendría una autocrítica en profundidad; porque problemas de funcionamiento y productividad hay a punta de pala.
Ahora bien, tras la autocrítica sí quisiera contar, sin ninguna pretensión generalizadora, qué es para mí un factor que sí podría admitir como causa específica productora de funcionarios negligentes y vagos (no tanto, en cambio, arbitrarios, injustos, prepotentes o groseros). No el que sepa que tengo asegurado mi puesto de trabajo hasta la jubilación (cosa que, por cierto, con esta crisis empieza a tambalearse) sino la pérdida de motivación derivada de la frecuentemente errática dirección de los asuntos públicos. Hay que pensar que muchos de los funcionarios acceden a su puesto de trabajo llevando consigo una vocación de servicio público, una inclinación hacia la prevalencia de los intereses públicos. Cuando estás trabajando en la Administración, lo que te motiva a esforzarte es la satisfacción psicológica de que haces algo que vale la pena, que casa con esos principios tuyos por los que estás ahí (porque, desde luego, no vas a ganar más dinero trabajando mejor o peor). Lo lamentable es que en muchas instituciones (más se da cuanto mayores son) el caos directivo es tal que uno llega a pensar que lo que hace (o le piden que haga) no sirve para nada o, peor incluso, que es hasta contraproducente. Y así surge la desmotivación. Tal fue mi caso, cuando hace tres años, después de otros tantos de continua degradación de las funciones que debíamos realizar (por culpa de una dirección política nefasta), decidí que si no quería amargarme y, probablemente, convertirme en el funcionario forgiano que se escaquea, aprovechándome de la impunidad de mi seguridad laboral, lo mejor que podía hacer era irme, y ahora sigo trabajando para la Administración (con los mismos objetivos que siempre he tenido) pero desde fuera, en una empresa privada. Y cuando miro a mi antigua “casa” (que ha seguido yendo a peor) no puedo sino entristecerme por el grave desperdicio de recursos públicos al desaprovechar a unos excelentes profesionales, cada día más desmotivados.
En fin, lo que quería opinar es que lo del funcionariado es complejo, para nada simplificable en el tópico popular, pero tampoco, ni mucho menos, un modelo de eficacia y productividad.
El tópico (porque lo es) contra el que se han manifestado Lansky y Vanbrugh se corresponde con la popular caricatura (forgiana) del funcionario público como un vago redomado. Asumida esta generalización por C.C. como cierta (que incluso no la considera un mal patrio sino “universal”), sugiere que la causa radica en el “hecho de ocupar un trabajo de por vida”. Justamente sobre la afirmación de esta relación causal se lanza Vanbrugh con la pregunta retórica con la que titulo el post: “¿Realmente crees que es inevitable volverse así solo por tener un trabajo "de por vida"?” Obviamente, la respuesta es negativa porque si respondiéramos que sí, que es inevitable volverse negligente, perezoso, arbitrario, injusto, prepotente y grosero, entonces habríamos necesariamente de concluir que todos (y ahora sí todos) los funcionarios son así ya que, efectivamente, tienen un trabajo de por vida. Pero la respuesta negativa a la pregunta retórica no es en absoluto, como bien sabe Vanbrugh, prueba en contrario; es decir, el que el puesto de por vida no conduzca irremisiblemente a convertirse en un Mr. Hyde laboral no demuestra nada.
La cuestión, a mi juicio, es si existe correlación entre los defectos que popularmente se atribuyen a los funcionarios y su seguridad laboral. Yo creo que cierta correlación positiva sí hay, con lo cual no quiero decir ni que todos los funcionarios sean unos vagos ni que la causa de que los que lo son radique en el carácter vitalicio del empleo, y mucho menos abogo por la supresión de tal seguridad laboral. En mi opinión, en la Administración como en cualquier otro entorno laboral hay mejores y peores trabajadores pero lo que sí creo que es que quienes quieren escaquearse (currar menos) lo tienen mucho más fácil que en la empresa privada porque no se sienten “amenazados” por sanciones o incluso el despido. Estoy convencido de que Vanbrugh es un funcionario que curra muchísimo (máxime en un Ayuntamiento pequeño), pero lo hace porque es honesto y trabajador (y probablemente con vocación de servicio público). Ahora bien, por mucha loa que él haga a los funcionarios, tiene que saber que alguien que no tenga tales virtudes, alguien que, por el contrario, sea proclive a no dar palo al agua lo tiene por lo general mucho más fácil en la Administración (aunque no en todos los puestos funcionariales) que en la empresa privada. Y quizás él no haya conocido muchos funcionarios vagos que se aprovechan en tal sentido, pero le aseguro que yo sí (y es bastante irritante cuando uno es de los que trabaja).
Si suponemos que el porcentaje de personas con tendencias escaqueistas se distribuye homogéneamente, podríamos convenir que la seguridad laboral es un factor favorable a que tales vagos potenciales pasen a ser vagos de facto o, lo que es lo mismo, el trabajo “de por vida” remueve uno de los frenos que impiden a esas personas desplegar su natural tendencia a la negligencia. El mismo mecanismo funcionaría, al menos en teoría, con todos los demás defectos que se acostumbran a imputar al funcionario; es decir, no es que se sea arbitrario, injusto, prepotente y grosero por ser funcionario, pero sí podría ser que, si uno tiene tales tendencias en su carácter, la sensación de impunidad de saberse con un puesto de por vida, le anime a exhibir despreocupadamente esos defectos que, en otro caso, trataría de reprimir por miedo al castigo (o al despido). Por tanto, en mi opinión, sí hay correlación entre ciertos vicios que suelen atribuirse a los funcionarios (injustamente cuando se generaliza) y el carácter vitalicio del puesto, pero no es este factor la causa de los mismos. Uno es un mal trabajador por otras razones y la seguridad laboral permite que esos malos trabajadores actúen con mayor impunidad que si no la tuvieran.
¿Habría de desaparecer dicha seguridad laboral para impedir que los malos trabajadores no puedan “vaguear” a sus anchas en la Administración (con el agravante de que están estafando al erario público)? Hombre, no. La seguridad en el empleo fue, como bien dice Vanbrugh, un avance fundamental no sólo desde una óptica sindicalista sino, para mí más importante, porque contribuye a la profesionalidad y objetividad en el ejercicio de la función pública. Como estamos ya acostumbrados al sistema no nos ponemos a imaginar cómo sería si los puestos de la función pública no contaran con la suficiente estabilidad laboral y, para ello conviene que nos desplacemos bien en el tiempo (el pasado galdosiano de los cesantes a que se refiere Vanbrugh) o en el espacio (por ejemplo, hace dos años conocí los tremendos problemas de continuidad y seguridad jurídica que viven en la Administración Pública mexicana entre otros motivos por la ausencia de una carrera funcionarial). No creo que deba desaparecer el “puesto para toda la vida” pero sí, en cambio, que deberían introducirse serias reformas para impedir eficazmente que los funcionarios con morro (que haberlos, haylos) puedan ir de rositas (produciendo el conocido efecto de la manzana podrida). Y ciertamente, por más que sea un declarado defensor de la función pública, después de casi treinta años trabajando a su servicio sí creo que poco favor nos hacemos defendiéndonos como casta y que convendría una autocrítica en profundidad; porque problemas de funcionamiento y productividad hay a punta de pala.
Ahora bien, tras la autocrítica sí quisiera contar, sin ninguna pretensión generalizadora, qué es para mí un factor que sí podría admitir como causa específica productora de funcionarios negligentes y vagos (no tanto, en cambio, arbitrarios, injustos, prepotentes o groseros). No el que sepa que tengo asegurado mi puesto de trabajo hasta la jubilación (cosa que, por cierto, con esta crisis empieza a tambalearse) sino la pérdida de motivación derivada de la frecuentemente errática dirección de los asuntos públicos. Hay que pensar que muchos de los funcionarios acceden a su puesto de trabajo llevando consigo una vocación de servicio público, una inclinación hacia la prevalencia de los intereses públicos. Cuando estás trabajando en la Administración, lo que te motiva a esforzarte es la satisfacción psicológica de que haces algo que vale la pena, que casa con esos principios tuyos por los que estás ahí (porque, desde luego, no vas a ganar más dinero trabajando mejor o peor). Lo lamentable es que en muchas instituciones (más se da cuanto mayores son) el caos directivo es tal que uno llega a pensar que lo que hace (o le piden que haga) no sirve para nada o, peor incluso, que es hasta contraproducente. Y así surge la desmotivación. Tal fue mi caso, cuando hace tres años, después de otros tantos de continua degradación de las funciones que debíamos realizar (por culpa de una dirección política nefasta), decidí que si no quería amargarme y, probablemente, convertirme en el funcionario forgiano que se escaquea, aprovechándome de la impunidad de mi seguridad laboral, lo mejor que podía hacer era irme, y ahora sigo trabajando para la Administración (con los mismos objetivos que siempre he tenido) pero desde fuera, en una empresa privada. Y cuando miro a mi antigua “casa” (que ha seguido yendo a peor) no puedo sino entristecerme por el grave desperdicio de recursos públicos al desaprovechar a unos excelentes profesionales, cada día más desmotivados.
En fin, lo que quería opinar es que lo del funcionariado es complejo, para nada simplificable en el tópico popular, pero tampoco, ni mucho menos, un modelo de eficacia y productividad.
The Beatles - Not Guilty (Ultra Rare Trax-Volume 3, 1989)
Te corrijo: NO "ha habido un debate con cierta acritud" entre CC y yo, yo hice un comentario bastante correcto, incluso elogioso desde cierto punto de vista (porque me extrañaba de que precisamente ella incurriera en ese tópico), y ella respondió de forma muy desagradable, francamente casi negándome la posibilidad que un individuio con opiniones "asquerrosamente" (suyo el abverbio) comecuras pudiera rebatirla y reprochándome que no me dirigiera a ella de tu y no al dueño del blog como lógicamente hice, y amenazando patéticamente incluso con dedicarme un post denigratorio; me imagino que si supiera donde vivo pondría unos cuantos excrementos en mi portal.
ResponderEliminarEsa reacción a todas luces desproporcionada tiene realmente poco que ver con el debate (Vanbrugh ya lo explicó todo y, disculpa Miros, con todo mi cariño este post me parece superfluo) y sí, en cambio, con la animadversión y la agresividad que yo le despierto a esta señora y que tendrá que ver más bien, digo yo, con la psicopatología de la misma y no conmigo ni con el tema.
Disculpa la extensión y mi opinión sobre este post, que queda compensada por mis elogios habituales a tu excelente forma de blogear, campeón.
Lo que en resumidas cuentas me gustaría que alguien me dijera es: ¿Consideráis o no que es deseable la seguridad en el empleo -el "trabajo para toda la vida"- no ya para los funcionarios, sino para todo el mundo? Porque, sinceramente, me asombra la ambigüedad con la que se habla de ese asunto.
ResponderEliminarSi la precariedad laboral es una lacra, y la seguridad en el empleo un bien deseable, frases como "Uno es un mal trabajador por otras razones y la seguridad laboral permite que esos malos trabajadores actúen con mayor impunidad que si no la tuvieran", que me parece resumir bastante exactamente la intención de este post, sobran. Lo que hace es caracterizar la seguridad laboral como la fuente de un problema y sugerir que las soluciones deben venir por restringirla o eliminarla.
Si, por el contrario, se considera que esa afirmación es útil y un buen enfoque del asunto, entonces dígase claramente que lo que pasa es que la seguridad en el empleo es un handicap, y lo deseable es que la permanente amenaza de despido acicatee a todos los trabajadores para no bajar la guardia.
Como siempre me pasa, yo he hecho mi elección por una de estas dos posturas y por lo tanto estoy en desacuerdo con la otra, pero lo que verdaderamente me irrita, por confuso e inútil, es el intento de participar de las dos a la vez. Entiendo que se esté a favor de la seguridad laboral por unos motivos, como yo, o en contra de ellos por otros distintos, como quien lo esté. Lo que no entiendo, en este como en ningún otro terreno, es que se esté a la vez a favor y en contra. Las medias tintas, los sís pero nos y las pretendidas "soluciones de compromiso" que tratan satisfacer a todo el mundo jamás me incluyen a mí en ese "todo el mundo". Prefiero que se me lleve la contraria abiertamente a que se me de "un poco" la razón afirmando a la vez una cosa y la opuesta.
El asunto es, para mí: ¿Qué hacemos entonces: nos alegramos mucho de que los funcionarios tengan seguridad laboral y tratamos de extender esta deseable situación al resto de trabajadores, o nos alegramos de que la amenaza de despido y la precariedad eviten que los trabajadores del sector privado se apoltronen en sus vicios, y tratamos de extender este útil mecanismo también a los funcionarios?
Lansky: No he dicho que tu cimentario fuera agrio, pero sí me dio la impresión (y también a Vanbrugh) de que la reacción de CC lo fue. De ahí mi calificativo al debate que si se extiende a los tres participantes puede, en efecto, resultar exagerada.
ResponderEliminarEn cuanto a que este post sea superfluo, pues probablemente (como muchos más, de otra parte), aunque me ha servido como excusa para poner unas cuantas viñetas del genial Forges. De hecho, como creo que digo, lo único que quería era hacer un comentario con mi opinión en el debate citado al post de Vanbrugh, peor como me salió demasiado largo, pues eso ...
Desde luego no responde a la acritud (o no) del debate, sino al tema en sí. Y ciertamente, Vanbrugh ya dio sus argumentos, muchos de los cuales comparto (de ahí que te parezca superfluo el post) pero quería añadir algunos matices (sin dudad, ni importantes ni novedosos en un asunto debatido hasta la náusea).
Vanbrugh: No he debido explicarme bien o tú estás discutiendo una cuestión distinta. Me he limitado a manifestar que creo que SÍ hay una correlación entre la seguridad en el empleo y la "dejación" laboral, para inmediatamente añadir que NO creo que la primera sea causa de la segunda y que que haya tal correlación no es motivo para suprimir el "puesto de por vida". Pienso que con bastante claridad he dicho que estoy a favor de la seguridad en el empleo y que comparto (no sabes cuánto) la importancia que le das a la garantía de objetividad e independencia del funcionario.
ResponderEliminarCuestión distinta es que entienda que haya que encontrar mecanismos que corrijan ciertos vicios que existen entre algunos funcionarios (que haberlos haylos) y que son más frecuente y fácilmente impunes que en la empresa privada.
Siento si te ha sentado mal lo de 'superfluo' como calificativo de este post; por supuesto, superfluos son casi todos, sobre todo los míos, pero yo lo decía precisamente en relación con la argumentación de Vanbrugh, magistral, en su post que tu simplemente extiendes y repites (en mi opinión, ¿hace falta decirlo?).
ResponderEliminarHe sido Director General, Jefe de Área y de Servicio y actualmente estoy marginado en el cuarto de las escobas. El asunto no tiene que ver con que gobierne en mi Comunidad Autónoma el PP, -o no es lo esencial-, sino a que me negué a escribir informes ambientales de temas urbanísticos dudosos a la carta, a petición de la autoridad, sino que yo me responsabilizo de los informes que firmo. Resultado: estoy marginado, pero me he dado el gustazo de seguir siendo un técnico honesto que no prevarica ni se corrompe ni 'cohecha'. Si no fuera funcionario de carrera me hubieran puesto de patitas en la calle por ser tan mal mandado; es mi caso, pero creo que explica las ventajas no sólo para el funcionario sino para el administrado de tener el puesto en propiedad "independientemente" de los desesos de los mandos políticos de turno. Eso sí, no doy ni golpe, pero cumplo el horario, quizás por los años en que trabajé por tres.
De veras Miros, no te molestes conmigo, por favor.
Es posible que tengas otros defectos, Miroslav (ninguno que yo te haya detectado hasta el momento, salvo el que luego diré) pero entre ellos, desde luego NO está el de no explicarte bien. Te has explicado perfectamente, como de costumbre y como vuelves a hacerlo ahora, cuando dices:
ResponderEliminar"Me he limitado a manifestar que creo que SÍ hay una correlación entre la seguridad en el empleo y la "dejación" laboral, para inmediatamente añadir que NO creo que la primera sea causa de la segunda."
Frase que me parece un ejemplo perfecto de ese único "defecto" -si es que lo es; a mí me lo parece, en todo caso- que en ocasiones te detecto y que reconozco que me irrita no poco: el de decir a la vez una cosa y la contraria.
Que haya una correlación entre A y B, o bien significa que A es causa, en alguna medida, de B, o bien no significa nada. De modo que afirmar que la correlación existe para acto seguido negar la causalidad es decir dos cosas incompatibles entre sí -si se entiende rigurosamente lo dicho- o no decir nada -si para evitar esa incompatibilidad se opta por dejar en una borrosa penumbra el significado exacto de "correlación" y de "causa".-
Las correlaciones, me objetarás, pueden ser de muchas clases y grados distintos. De acuerdo. Pero o bien la correlación a la que aludes implica una relación de causa a efecto importante -hace que A sea una de las causas significativas de B- que es lo que pareces argumentar en el post; en cuyo caso no procede afirmar a continuación que A no es causa de B porque, insisto, se está entonces diciendo una cosa y la contraria a la vez,
o bien la correlación en cuestión es de otra naturaleza "no causal", que no explicas y que, por tanto, no quiere decir nada en tanto no lo hagas.
En definitiva, vuelvo a mi planteamiento: la seguridad laboral es o no causa de la dejación laboral. Si lo es, no cabe otra conclusión sino que es mala y debe ser restringida o eliminada. Y si, por el contrario, pensamos que la seguridad laboral es buena y debe ser fomentada, entonces aludir a vagorosas "correlaciones" suyas con la dejadez laboral lo único que hace es confundir y embrollar.
Cosa que sucede con harta frecuencia cuando, como a mi juicio has hecho tú aquí, se pretende decir al tiempo que sí y que no, que bien pero que mal. Mecanismo del que, sinceramente, no solo es "harta" la frecuencia: también yo lo estoy.
Disculpa por ello el tono quizás demasiado adusto de estas intervenciones mías. Un abrazo.
(La palabra de verificación me ha dicho que ya es "suphi". Lo tendré en cuenta)
Lansky: Lansky, no me ha sentado mal el calificativo de superfluo que das a este post, entre otras cosas porque en gran medida lo comparto. O sea, considero que este post (máxime tras las magníficas explicaciones de Vanbrugh) es más superfluo que la mayoría de los que escribo. Pero, aun así, sigo defendiendo que no es absolutamente del todo superfluo pues creo añadir algunos matices que, máxime tras el último comentario de Vanbrugh, creo que eran pertinentes (aunque no estuvieran directamente ligados al debate con CC). De otra parte, ten la seguridad de que no me enfado contigo (no termino de entender por qué te doy esa impresión).
ResponderEliminarVanbrugh: No estoy de acuerdo entre tu dicotomía. Dices ¨Que haya una correlación entre A y B, o bien significa que A es causa, en alguna medida, de B, o bien no significa nada" y tal afirmación sostengo que es falsa. Que haya una correlación entre A y B puede significar que, sin ser causa A de B, la presencia de A influya en el comportamiento de B, que es lo que entiendo que ocurre en este caso. De hecho, tú mismo más adelante lo dices: "o bien la correlación en cuestión es de otra naturaleza "no causal", que no explicas y que, por tanto, no quiere decir nada en tanto no lo hagas. Así es y sí la explico (ahora voy a ello) pero es que, el que no la explicara no significa que no quiera decir nada en tanto no lo explique. Justamente que se detecten correlaciones entre fenómenos siempre quiere decir algo, aunque no acertemos a explicárnoslo. Ya de entrada, quiere decir que algo hay que los vincula y que merece la pena que estudiemos para explicarlo.
ResponderEliminarEn todo caso, como ya te he dicho, la causa de B (el mal comportamiento laboral de algunos funcionarios) no es A (la seguridad laboral) sino sus propias malas tendencias caracterológicas (que ya dije que imagino distribuidas homogeneamente entre los funcioanrios y los no funcionarios). La presencia de A, en tanto genera una sensación de impunidad a dichos malos trabajadores, influye en B al suprimir un freno para el ejercicio de esas tendencias. No se trata de suprimir A (entre otras cosas porque es un factor que influye miy notablemente en otros aspectos muy valiosos del desempeño de la función pública algo en lo que tú, Lansky y yo coincidimos), sino en todo caso en evitar la sensación de impunidad que impulsa a los malos funcionarios a dejarse llevar por sus tendencias.
No obstante, como también dejaba ver en mi post, mi propia experiencia personal (y Lansky con lo que cuenta de la suya se sitúa en la misma línea) me ha convencido que en la mayoría de los casos no es la presunta impunidad del puesto para toda la vida lo que hace que algunos funcionarios bajen su productividad, sino la desmotivación a que conduce la errática organización y dirección de muchas instituciones. Y de esto no se suele hablar.
Acabo: por más que te disguste, me temo que las cosas, la mayoría de las veces, no son simplemente sí o no, aunque te admito que a veces los matices y "términos medios" se tergiversan y utilizan para confundir, pero eso no es culpa mía.
NO, Vanbrugh, que haya una correlación entre A y B también puede ser debido a más que esas dos cosas que señalas (y una no cuenta), por ejemplo, que A y B están causadas por la misma C.
ResponderEliminar'Item mas':
ResponderEliminarEl número de zorros, A y la productividad de la hierba , B, están altamente correlacionados, sin embargo ninguna es estrictamente casusa de la otra. En realidad la interrelación es como sigue: A (nº de zorros) controla el de conejos (C), que a su vez controla el de la hierba, B. Eso se llama en ecología y en cibernética una retroalimentación negativa o feed-back (ya salió el profesorcucho).Por supuesto que NO puede decirse que 'la causa' de que haya hierba son los zorros (la inmediata son los conejos), sino que están correlacionados.
Vaya, vaya: el cazador cazado. Considero a Vanbrugh un excelente detector de fallos argumentativos, por eso me hace gracia cazarle (eso creo) en un error de los que él normalmente detecta en los demás. Vanbrugh: No se puede decir que la situación del funcionario como empleado público es especial y luego afirmar que se debe elegir entre trabajo precario o asegurado “para todo el mundo”.
ResponderEliminarHe seguido el debate desde el blog de Júbilo Matinal a éste, y también quiero comentar que me parece excesivo el enfado de Lansky hacia CC. Lansky: ¡pero si a ti te encanta que se consideren asquerosas todas las apreciaciones sobre el clero en general! Y al contrario de lo que dices sobre sus intenciones, creo que CC no quiere “dedicarte un post denigratorio”, sino que te dirijas a ella con “el amistoso TÚ de siempre”.
Y por último, quisiera aportar mi punto de vista sobre el tema subyacente de la regulación del empleo. Para mí que me considero de izquierdas, en esto soy de lo más liberal (excepción hecha de lo que concierne al empleo público, sobre el que opino que está bien así), y abogo por la libertad absoluta y la movilidad. Creo que lo que debe ser seguro es que haya trabajo, y no el puesto, y para ello son necesarios empresarios productivos y no especuladores, leyes flexibles y no rígidas, y trabajadores que conocedores de su valía profesional, no les importe si mañana fueran a quedarse en la calle, pues se saben deseados, gracias a la permanente demanda de buenos profesionales. Añado, que eso no quita para que sea partidario de todo tipo de ayudas y garantías, por las que cualquier ciudadano que cayese en desgracia por el motivo que fuere, sea inmediatamente arropado por el estado y no por las hermanitas de la caridad (en eso, soy muy de izquierdas).
Bien, Miroslav: la posible dejadez de cada trabajador individual no es causada por el hecho de que tenga asegurado el trabajo, sino por sus propias inclinaciones a trabajar mal. Pero al argumentar que la inamovibilidad suprime posibles frenos a estas malas inclinaciones y permite que se manifiesten en un grado en que no lo harían sin ella, sí estás diciendo que la inamovibilidad general de los trabajadores que la tengan es causa de un mayor número de casos de dejadez entre esos trabajadores. Y, de hecho, esa es la correlación, claramente causal -la eliminación, A, de frenos a un fenómeno B causa el aumento de ese fenómeno- que argumentas en el post. De modo que, insisto, tras hacerlo no puedes negar que A sea causa de B porque estás negando lo que acabas de afirmar.
ResponderEliminarSoy reduccionista, sí: sé bien que las cosas no son, en la realidad, simplemente sí o no, pero sé también que, al teorizar sobre las cosas para estudiarlas y analizarlas, el reducirlas de entrada a "si o no" permite crear un esquema claro en el que pueden luego irse introduciendo paulatinamente todos los matices y correcciones que se crean necesarios y es, por tanto, no ya un buen sistema sino, en mi opinión, el único buen sistema. (Ver post de Lansky de hoy, "buen reduccionismo científico"). Igual que sé que en la realidad no existen temperatura y presión constantes, ni fata de rozamiento, pero estudio determinados fenómenos físicos suponiendo que sí se dan esas circunstancias, único modo de entenderlos correctamente para luego poder determinar qué papel exacto juegan, en la realidad, el rozamiento o las variaciones de presión y de temperatura.
De acuerdo, Lansky, hay otras correlaciones posibles entre fenómenos que se me han escapado. Muy bueno el ejemplo de los conejos. Pero ni Miroslav se refería a ellas en su post ni su omisión cambia nada en mi argumento.
ResponderEliminar¿Qué pretendes, que sea todavía más prolijo y pesado de lo que ya soy? No me des cuerda, hombre...
Atman, yo no creo que haya ningún error en mi argumento. Es cierto que en mi blog le explicaba a CC que la seguridad laboral es especialmente necesaria en el trabajo de los funcionarios por sus particulares circunstancias. Pero afimarlo así no implica negar que esa seguridad sea algo bueno en sí, deseable también para los trabajadores no funcionarios. Mi argumento es, simplemente, que ya que sus especiales circunstancias han conseguido ya para los funcionarios una ventaja que los demás aún no tienen, lo lógico me parece reclamarla también para el resto, no quejarse de que la tengan ellos.
ResponderEliminarY no he dicho que se deba elegir entre trabajo precario o asegurado para todo el mundo: he dicho que se debe decidir si el trabajo asegurado parece mejor o peor que el precario. Eso sí, una vez tomada la decisión, lo lógico parece desear lo que se haya considerado bueno "a todo el mundo".
Pero me encanta que te haga tanta ilusión pescarme en un supuesto error, aunque creo que exageras: cualquiera que me lea con atención imagino que me puede cazar en dos o tres por comentario. Lo que pasa es que esa cacería, hasta ahora, parecías habérmela dejado todos a mí...
Por fin, Miroslav, alguien que me entiende.
ResponderEliminarEn ningún momento afirmé que sobraban todos los funcionarios.
Y dale, Lansky, señor. Leeme bien. Mis comentarios son muy cortos, siempre. Escribí que permitías ciertos comentarios en tu blog. Permitías, puesto que no los borras. De ninguna manera dije que eran tuyos.
¿ Un post denigratorio, Lansky ? DE NINGUNA MANERA. Son experiencias personales en relación con la lista de funcionarios que evocabas en tu primer comentario. Nada que ver contigo.
ResponderEliminarMe gusta discutir contigo, Vanbrugh, porque me obligas a precisar los argumentos. Entiendo que en el último comentario que me diriges admites que LA causa de la dejadez de un trabajador no es su inamovibilidad laboral, pero me contestas que al argumentar yo que dicha inamovibilidad suprime los posibles frenos que las malas inclinaciones de esos trabajadores tendrían si no existiera, la correlación es causal. Pues bien, tras pensarlo, he de reconocer que, efectivamente, la correlación puede calificarse de causal en la medida en que, como dices, la seguridad laboral del funcionario “genera” (en el mal trabajador) un comportamiento negligente, al saberse impune. Sin embargo, aunque te admita (a regañadientes) que me has convencido de que sí creo que la influencia de la inamovibilidad laboral en el mal comportamiento de algún funcionario es de naturaleza causal, sigo pensando que sería mal reduccionismo considerar el hecho A como causa del hecho B. Todo lo más, A (la seguridad laboral) actúa como un catalizador que posibilita que se dé B (el comportamiento negligente) siempre que, además, estén las que para mí son las verdaderas causas; o sea, las inclinaciones a la vaguería.
ResponderEliminarDe otra parte, nada que objetar a tu defensa de ese “buen” reduccionismo. Si lo aplicáramos a esta cuestión habría que preguntarse si a igualdad de actitudes laborales (lo cual es muy difícil de asegurar) hay relación directa entre la seguridad laboral y el comportamiento negligente del trabajador. Me atrevo a decir que, para ciertas actitudes, sí hay relación directa, pero intuyo que para otros caracteres (los que yo calificaba como funcionarios con vocación de servicio público) la correlación puede ser inversa (justamente la seguridad laboral se convierte en un factor positivo de motivación para el ejercicio eficaz de la función pública). Justamente por eso creo que, por mucho que te haya admitido que hay cierta naturaleza causal en la correlación que sostengo, me resisto a calificar a la seguridad laboral como causa de la negligencia funcionarial, porque tiendo a pensar que si algo es causa de un fenómeno lo es siempre; por eso prefiero llamarla “catalizador”.
Pero probablemente me equivoque …
C.C: No sé si se entiendo, creo que sí, como también creo que te entienden Vanbrugh y Lansky. De hecho, la imputación de los vicios de los funcionarios a la inamovibilidad de su puesto de trabajo es algo muy repetido, tanto que, como dijo Lansky, se ha convertido en uno de los muchos tópicos sobre la función pública. Sin embargo, como he tratado de exponer en el post y en estos comentarios, yo no creo que la inamovibilidad (el puesto de por vida, como tú la llamas) sea la causa de tales comportamientos, los cuales, por otra parte, habría que medir si son mucho más abundantes que fuera de la función pública (lo que sí es verdad es que son más visibles e indignantes, porque se supone que los funcionarios son "servidores públicos"). En todo caso, sí admito que es un factor (el de la inamovibilidad) que no puede descartarse sin más en el análisis del funcionamiento de la Administración. Ampliándote más mi opinión te diré que, pese a su posible incidencia negativa, pienso que implica más efectos buenos que malos, no sólo para los tarbajadores, sino para el conjunto de la sociedad.
ResponderEliminar¡Que se casen!, ¡Que se casen!
ResponderEliminarVanbrugh, ya sé que tú no crees que la inamovibilidad de los funcionarios sea causa de su presunto mal comportamiento laboral y por tanto también sé que no tratas de convencerme de que lo sea. Lo que he dicho en mi último comentario es que tratabas de convencerme de que yo sí lo creía y de que, hasta cierto punto, lo has logrado. De hecho, el objeto de nuestro debate no era (todavía) si es cierta o no la relación causal entre la inamovibilidad de los funcionarios y su presunto mal comportamiento laboral, sino si yo (Miroslav) sostenía tal cosa (que era tu tesis) o no (que era la mía). ¿No querías que precisáramos?
ResponderEliminarPor supuesto, ya había asumido que tú no crees que haya relación causal entre ambas cosas. Ahora lo dejas más claro: un mal trabajador (funcionario o no) lo es siempre, incluso aunque sepa que le pueden despedir. A mí me gustaría creer que esta afirmación tuya sea cierta, pero creo honestamente que no lo es o, al menos, que no lo es tan tajantemente como dices. Me explico: un mal trabajador difícilmente será bueno aunque se le amenace con el despido (en eso estoy de acuerdo contigo), pero si piensa que no va a ser castigado por su mal comportamiento será peor. Me temo que los seres humanos (o muchos de ellos) no son capaces de funcionar mínimamente sin la presencia del famoso palo.
Pero creo que la confrontación entre lo que tú y yo opinemos sobre este tema no es, para mí, tan interesante como la subyacente epistemológica. Y ahí creo que diferimos más gravemente y me pregunto cuánto de esa divergencia se debe a la tendencia (tuya) de incrementar la confrontación o a la contraria (mía) de reducirla. También tiene que ver con el imperativo con que has empezado tu comentario; es decir, precisemos. Porque admito una cierta obsesión maniática por precisar o acotar con la mayor exactitud posible en qué estoy de acuerdo (o en desacuerdo) con mis interlocutores. Y, la verdad, nunca es fácil. Lo normal es que me zanjen con un “basta ya” o “qué más da” y el otro se quede muy contento pensando que sabe lo que yo pienso y que no está de acuerdo conmigo. Y en el fondo, tampoco importa demasiado.
Digo lo anterior (que me suena algo patético) porque no es igual “causar” que “catalizar” y que sigo pensando que la inamovibilidad no es causa de la dejadez aunque sí sea un factor que tenga influencia causal. Y tú me dices que me la estoy cogiendo con papel de fumar, pero yo no pienso que sea así, sino, por el contrario, que las diferencias, aunque sean de matiz, resultan bastante relevantes en la discusión. Y creo haber dado unos cuantos argumentos al respecto (seguramente mal expuestos). Porque, si realmente quieres saber que pienso realmente (que yo diría que en un alto porcentaje es bastante coincidente con lo que tú piensas) habrías de entrar a esa discusión que sugiero sobre la diferencia entre que algo influya (contribuyendo) en otro algo y que pueda considerarse causa de ese algo.
De todas maneras, ando liadísimo ahora mismo y no tengo tiempo de intentar convencerte de que no digo enunciados contradictorios.
Lansky: Creo que te has equivocado en tu comentario. Imagino que querías decir ¡Que se causen! ¡Que se causen!
ResponderEliminarNo, no, si os causais algún daño o retiro la palabra a ambos; además, qué más daño que casarse (Zerolo lo podría oficiar, por el rito Chueca)
ResponderEliminarCreo que a lo que se refiere Miroslav es que deberías animarnos a seguir causándonos mutuamente: cada comentario de Miroslav causa uno nuevo de Vanbrugh que, a su vez, causa uno nuevo de Miroslav que... ad nauseam. Y como tanto Miroslav como Vanbrugh son personalidades virtuales, que no existen más que en sus comentarios, causar estos comentarios, como mutuamente lo hacen los de ambos es, en realidad, causarlos a ellos mismos.
ResponderEliminarPero este mío, por ejemplo, lo ha causado Lansky. De donde se comprueba, una vez más, que un mismo fenómeno -yo, que soy un verdadero fenómeno- puede tener varias causas distintas y concurrentes -vosotros dos, de los que lo mejor que puedo decir es que soy distintos y concurrentes. Creo que todo ello podría resumirse, para evitar más discusiones, en que estamos correlacionados de algún modo, vaya usted a saber de cuál. Procuremos no pensar mal.
disculpen, el problema no son los funcioarios con empleo de por vida, siempre y cuando hayan entrado por oposiciones o como se llame
ResponderEliminarel problema son los politicos que quieren hacer lo que se les da la gana, cuando se les da la gana y como se les da la gana, y, sino encuentran funcionarios que los acompañen, los nombran
ayj
Ays, mare mía, cuántas verdades ha dicho usted. Y me alegro, porque soy de las que piensa como usted en todos los puntos clave que ha tocado para tratar de alumbrar a todos los que, injustamente se dejan llevar por las campañas de desprestigio promovidas por la casta política. No olvidemos que, precisamente, el funcionario es garante de la Función Pública, pues, como interina que soy, le aseguro que se harían verdaderas barbaridades e ilegalidades si no hubiera funcionarios que, precisamente por no estar sometidos a los dictados de los unos o los otros, están capacitados para defender la legalidad y el mantenimiento de lo público.
ResponderEliminarHoy en día lo que pretende la canalla que nos gobierna es, precisamente y con la excusa de la generalización del no rendimiento y la dichosa crisis, adelgazar, al máximo, hasta casi cargársela, a la Función Pública. Si no nos negáramos a cometer ilegalidades por la cuenta que nos trae, qué no harían los polílitos pudiendo despedir impunemente a temporales e interinos.
En fin, el que no lo entienda es porque no quiere o por lo de siempre: ahora se acuerda todo el mundo del "privilegio" de ser funcionarios.
La vida, que da muchas vueltas y la envidia, que es mu mala.
Saludos