Aquilino Jambón salió pletórico del despacho de Kalinas, henchido de gozo e ilusión, rejuvenecido. Habían sido años duros los tres últimos. Las fraticidas luchas internas del PICHi (Partido Identitario Chipuno) habían concluido con la inmisericorde derrota de Ubaldo Pachulero y el apartamiento de sus fieles (al menos de los que no supieron cambiar de bando a tiempo) de los cargos de poder. El nuevo líder, David Surquillo, no era nada partidario de la política de enfrentamiento con el gobierno del Estado que había caracterizado la etapa de Pachulero, al menos de cara a la galería. Bien es cierto que a la fuerza ahorcan y que las heridas abiertas en el partido lo habían debilitado tanto que no era tiempo de ponerse gallitos. Al menos, algo así le explicó el propio David en la primera y única reunión a la que lo citó para comunicarle que, por motivos tácticos y de imagen, convenía que cesara como asesor de la Consejería de Educación y Cultura. A él, al ideólogo más serio y comprometido del nacionalismo chipuno, lo apartaba ese jovencito ambicioso, a él que ya se batía el cobre por la soberanía chipuna cuando David no era más que un niño de teta. Pero lo cierto es que los resultados de las últimas elecciones abrían un panorama desolador; la pérdida de votos del PICHi había sido estrepitosa y el desastre no fue mayor gracias a la tramposa ley electoral. En esas circunstancias, se pudo mantener el gobierno gracias a una renovación del pacto con la FLiPa (Federación Libertaria y Pacifista) con guiños cómplices al PMC (Partido Moralista de Cascaterra), las dos formaciones que desde el fin de la Dictadura habían protagonizado el régimen turnista de la democracia cascaterrana. Pero la crisis había traído al parlamento de Chipunia (como en el resto de las regiones autónomas de Cascaterra) nuevas fuerzas que cuestionaban el bipartidismo reinante y, lo que era peor, amenazaban con desmontar el status quo tan esforzadamente construido.
En su momento, aún sintiéndose vejado, Aquilino hubo de admitir que la estrategia de Surquillo no carecía de lógica. Sin embargo, pasado el primer año de gobierno, tanto "buen rollito" del nuevo Presidente con el Estado (complementado con numerosas giras por Cascaterra) lo habían llevado a un estado de indignación permanente. Veía con angustia cómo languidecían todas las decididas iniciativas que durante los dos gobiernos de Pachulero habían ido reforzando la conciencia identitaria chipuna en una estrategia conducente a medio plazo a la independencia (como el carné de identidad chipuno, las transferencias económicas forzadas al Estado al amparo del Plan Estratégico de Seguridad Ambiental y alguna otra). Naturalmente, Jambón había seguido trabajando en lo que era su razón de existir: la defensa de la soberanía chipuna. Al salir del gobierno, Amando Kalinas, el influyente empresario de origen lituano, le concedió la dirección de la Fundación de Estudios Chipunos, conocida popularmente como la Chifún. Desde allí, gracias al generoso presupuesto, impulsó numerosas actividades de fomento de la cultura identitaria chipuna así como un instituto demoscópico que con periodicidad mensual sondeaba los sentimientos patrióticos (o sea: independentistas) de la ciudadanía. Como cabía esperar, los gestos apaciguadores de Surquillo habían reducido el porcentaje de los soberanistas. A ello se sumaba que, desde la muerte de Gobelio Gil, conocido como el señor Burns, Hoy había abandonado casi totalmente el agresivo nacionalismo de sus editoriales. Jambón desesperaba ante el irremediable daño que el presidente de su partido infligía a la que debía ser la sagrada causa común y envidiaba la política rupturista que habían emprendido en Lacetania, donde una coalición independentista, con mayoría en el Parlamento, había declarado el inicio de un proceso para la separación de Cascaterra.
Pero parecía que venían nuevos tiempos, se abrían de nuevo ventanas de esperanza para el nacionalismo chipuno. Y pensar que tenía que haber sido un empresario (no un intelectual como él) y para más inri de origen foráneo (no de pura sangre chipuna como él) quien había visto la oportunidad que se presentaba a los luchadores por la independencia; era un poco humillante, la verdad, pero en estos momentos sobraban las vanidades personales. Malena Labell, la secretaria de Kalinas, lo había llamado la víspera al despacho de la fundación. Con esa voz seductora a la que no lograba habituarse –escucharla era sentir un latigazo de erotismo, evocar la voluptuosidad de aquel cuerpo femenino, y lo peor de todo, quedarse descolocado, sin saber ni siquiera qué pensar– le había preguntado si podría reunirse con el empresario para tratar asuntos de la máxima importancia para el futuro de la patria. Sí, había dicho patria, una especie de clave privada, de advertencia personal, para él. A ningún otro habría Aquilino admitido una convocatoria tan apresurada, pero al lituano le debía mucho y, más importante aún, era el único apoyo eficaz con que contaba para evitar el abandono de la lucha soberanista. De hecho, mediante discretas gestiones de Amando, Jambón había ido reuniendo en la Chifún un selecto grupo de miembros del CHIPi descontentos con la política de Surquillo e incluso, a pesar de sus reticencias iniciales, a otros más jóvenes vinculados al Colectivo Voltereta y que, a pesar de su radicalismo anti-sistema que tan antipático se le hacía, podían representar un apoyo táctico muy relevante ante próximos desafíos frente al gobierno de Cascaterra (se trata de ligárnoslos con el argumento de que la revolución social en Chipunia requiere como paso previo liberar nuestra tierra de la opresión colonialista –le había explicado Kalinas–; son compañeros de viaje, luego ya veremos). Así que le confirmó a Malena que iría y acto seguido postergó su cita con el urólogo.
– ¿Qué sabes de los papeles de Panamá? Fue la pregunta con que, una vez solos y cumplidos los primeros comentarios intrascendentes, entró en materia Kalinas.
– Lo que todos, supongo: a una firma de abogados de ese país, especializada en gestionar empresas off-shore le han robado mediante hackeo informático una barbaridad de documentos y han sido filtrados a los medios los nombres de muchísimas personalidades en todo el mundo que tenían sociedades de ese tipo, lo que les pone bajo sospecha de evasión fiscal, cuando no de cosas peores.
– Buen resumen, Aquilino, pero, ¿no te parece sospechosa esa filtración? ¿No crees que puede que esos datos no sean todos auténticos?
– Sí, lo cierto es que lo había pensado, pero no sé, ¿un montaje? Hay muchos periódicos involucrados, supongo que se asegurarán de la fiabilidad de lo que publican.
– ¿Asegurarse? No dejes que la verdad te estropee una buena noticia, Aquilino, vete aprendiendo esa máxima fundamental del periodismo actual. De entrada, mucha ética no tienes por qué suponerles cuando se lanzan a publicar datos robados. En todo caso, lo que sí te puedo garantizar es que en esas listas de nombres que se han filtrado ni están todos los que son ni son todos los que están.
– ¿Y tú cómo lo sabes, Amando? Disculpa que te lo pregunte.
– Eso deberías poder figurártelo, dados el tiempo que nos conocemos y tu privilegiada inteligencia, señor Jambón. Pero te diré sólo una cosa: yo gestioné la creación de tres sociedades off-shore con Mossack Fonseca y mi nombre, ni ha salido ni saldrá a la luz pública.
– Vaya, y si tú siendo no estás, también cabe que haya quienes están y no sean. Ya me gustaría que tal fuera el caso de Gino Pezzi.
Llegados a este punto, procede abrir un paréntesis aclaratorio para los lectores no avisados, si posible es que alguno desconozca quién es Gino Pezzi (tal vez alguien que acabe de despertar de un largo coma). Chipunia nunca había tenido equipos de fútbol relevantes en la liga de Cascaterra; el club de la capital, el Trifón Atlético, es el típico "ascensor", subiendo y bajando entre primera y segunda división. Hace un par de años, sin embargo, la situación cambio radicalmente. Para poder zanjar la crisis del PICHi y evitar daños irreparables, a Ubaldo Pachulero, apasionado hincha del Trifón, se le ofreció, a modo de salida digna, la presidencia del club. El apoyo financiero provino del pacto secreto de Amando Kalinas y Lucas Colorado, probablemente los dos hombres más poderosos de Chipunia. Pacto tan secreto que casi nadie lo conocía porque, de cara a la galería, a ambos les convenía que se pensara que mantenían una eterna y cordial enemistad aunque, en un nivel subterráneo y con vista a largo plazo, colaboraban en objetivos comunes. El caso es que a mitad de la temporada pasada, Pachulero fichó (con el dinero del lituano, claro está) a la joven estrella del Sporting Patagonia, un media punta de una calidad extraordinaria que desplegó toda su capacidad nada más llegar al Trifón Atlético. Ver jugar a Pezzi es un verdadero placer: la inteligencia en la colocación, la precisión de sus pases, su endiablada velocidad con imposibles cambios de ritmo, el bellísimo baile de sus regates ... Esa primera temporada, revolucionó al equipo y enamoró a la afición; el Trifón acabó sexto y si hubiera habido dos o tres jornadas más se habría clasificado para la Champions. En la presente, el club reforzó la plantilla con inteligentes adquisiciones además de incorporar a tres chavales de la cantera de incuestionable calidad. El Trifón, desde el inicio, está arrasando y ahora, ya mediada la segunda vuelta, ocupa el primer puesto con una cómoda ventaja sobre el siguiente. Es fácil imaginar el entusiasmo de la población chipuna, en especial de los más viejos que lloran emocionados ante la muy probable victoria en el campeonato del equipo de la tierra. Aquilino, partícipe de este orgullo generalizado de la ciudadanía, ha pensado varias veces que debería aprovecharse en favor del sentimiento identitario, que habría que convencer a Gino para que apoyase la causa soberanista chipuna. Conocedor del pacto entre Kalinas y Colorado y de que ambos trabajan en secreto por desligar Chipunia del yugo cascaterrano (aunque sea por intereses crematísticos y no patrióticos como él), ha sospechado más de una vez que el fichaje de Pezzi es más que una mera operación futbolística, pero hasta hoy no ha tenido ningún indicio sólido que lo corrobore. Y ahora, en estos papeles de Panamá, aparece como titular de una sociedad en ese país en la que presuntamente oculta bienes al fisco de Cascaterra. Vladimiro Valaco, el locuaz e impertinente ministro de Hacienda en funciones (del PMC), se apresuró a declarar que había encargado una investigación sobre los nombres de los "papeles" y, si se comprobaba que no habían declarado las cantidades que tenían en esas sociedades, pagarían su delito con todo el rigor de la Ley, independientemente de quienes fueran. Las declaraciones del ministro habían indignado a los chipunos, pues parecía dar por sentada la culpabilidad de Pezzi y amenazaba con llevarlo a la cárcel.
Episodios anteriores de Escenas chipunas:
El carné de identidad chipuno
Escándalo parlamentario
Hedonia Park
Contra el cambio climático
El señor Burns
Intrigas electorales
Las calles de Garbanzuela
El carné de identidad chipuno
Escándalo parlamentario
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Contra el cambio climático
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Las calles de Garbanzuela
Más expresiva que la excesiva afirmación de que “la propiedad privada es un robo” es la de otro lema anarquista: “no hay fortuna inocente”. Sabedores de eso y consecuentemente, los ricos ocultan las suyas.
ResponderEliminarEn realidad, a mi modo de ver, los dos lemas anarquistas son distintas maneras de decir lo mismo. Si ninguna fortuna es inocente, entonces es que el simple hecho de enriquecerse es culpable y lo es porque la propiedad privada es un robo (o, al menos, la "excesiva" propiedad privada).
EliminarNO..la propiedad privada puede ser de los útiles de un trabajador, el martillo y el formón; es excesiva
EliminarY una fortuna se refiere, en cambio, a una gran acumulación de capital privado en una sola mano
EliminarNo conocía yo esta saga chipuna, pues según veo la anterior entrega de tan gustosas hazañas fue en julio de 2010. Me alegra conocer las aventuras de tan altos héroes, los cuales ya habría querido poner en verso el aedo Homero; y por no conocerlas se vio obligado a hacer ripios sobre un grupo de truhanes que la armaron buena en un villorrio y sobre un tipo que, yendo a América por tabaco, se perdió porque aún no la habían descubierto.
ResponderEliminarSí, Ozanu, estos relatos corresponden a la primera mitad de la vida de este blog, cuando creo que no lo conocías. Tampoco son muy altos héroes sus protagonistas, más bien bastante pedestres, demasiado reconocibles.
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