Día 19: De Graz a Salzburgo
Dormimos y desayunamos de maravilla en el Hotel zum Dom y justo a las nueve le puse al coche el papelito del parquímetro para poder estar tres horas paseando por Graz. Prácticamente volvimos a hacer lo mismo que la tarde noche anterior, pero ahora con luz, los comercios abiertos y mucha gente por las calles, tanto residentes como turistas. Cumplido nuestro plazo, arrancamos en dirección a Salzburgo pero, al igual que a la entrada, nos costó un montón salir de Graz, con el agravante esta vez de que caímos en un umleitung (desvío) por obras, que formaba unas colas a paso de tortuga. Así que tardamos casi una hora en estar en la A9, y ahí sí me desquité poniendo el cochito de alquiler a 150 en un vano intento de recuperar tiempo.
La autopista es estupenda pero lo que es verdaderamente espectacular es el paisaje. Estiria es una región montañosa y boscosa, lo que ofrece a quien la cruza perspectivas continuamente cambiantes y muchísimos verdes y azules. Salvo una breve parada en un área de servicio para comernos unos bocadillos, fuimos todo el rato encandilados con el paisaje, en una conducción muy cómoda. A la altura de Liezen habíamos decidido salirnos de la autopista para ir por la carretera de Bad Ischl cuyo trayecto es más directo hacia Salzburgo aunque, obviamente, a costa de más curvas, menos velocidad y más tiempo. Aunque las vistas desde la autopista eran magníficas, confiaba en que las de una carretera de montaña, más pegada al terreno, serían todavía mejores y, además, permitirían paradas de encontrarnos pueblos o lugares interesantes. Sin embargo, lo cierto es que los primeros kilómetros nos desilusionaron, tanto porque el paisaje hasta empeoraba (aún así seguía siendo muy bonito) como, sobre todo, porque por esa carretera iban bastantes camiones inmensos que ralentizaban el tráfico y estropeaban la visibilidad. No obstante, más o menos cuando dejábamos la Estiria y entrábamos en la Alta Austria, la carretera empezó a despejarse y su trazado a hacerse más montañoso, con la subida y bajada de un empinado puerto desde el que desembocamos en Bad Ischl.
Este pueblo es famoso porque en él se comprometieron Francisco José e Isabel de Baviera (Sissí) y allí la pareja tenía una villa de veraneo que el emperador describió como “el cielo en la tierra”. El caso es que, cuando preví esa ruta, tenía la intención de que parásemos a pasear un rato por el pueblo y, sin embargo, cuando llegamos ni me acordé; entre las prisas por llegar y un cierto cansancio malhumorado que nos embargaba ni me di cuenta y seguimos de largo. Unos kilómetros más adelante se nos apareció el grandioso Wolfangsee y nos detuvimos un momento para admirar el precioso lago en un circo rodeado de montañas (estribaciones alpinas, creo), pero en ese punto no había posibilidad de bañarse, que era lo que necesitábamos con el tremendo calor que hacía. Así que seguimos hasta Salzburgo y al hotel reservado la noche anterior que esta vez encontramos sin problemas. Al llegar a la habitación, nos derrengamos exhaustos en las camas.
Tras una horita de descanso, ya atardeciendo, salimos a dar un paseo por el pequeño centro histórico de la ciudad natal de Mozart. K tenía muchísima ilusión por conocer Salzburgo porque le habían hablado maravillas; yo, que ya había estado, le había dicho que era bonita pero muy chiquita. Desde luego, la ciudad es uno de los destinos turísticos preferidos de Austria (y de Baviera, que está al lado) por lo que es sobradamente conocida. Ahora bien, viniendo directamente de Graz, la verdad es que apenas impresiona y a K incluso le desilusionó un poco. En un par de horas recorrimos casi por completo el centro y rematamos la jornada cenando pasta y un delicioso steak en una terraza en la Alter Markt.
La autopista es estupenda pero lo que es verdaderamente espectacular es el paisaje. Estiria es una región montañosa y boscosa, lo que ofrece a quien la cruza perspectivas continuamente cambiantes y muchísimos verdes y azules. Salvo una breve parada en un área de servicio para comernos unos bocadillos, fuimos todo el rato encandilados con el paisaje, en una conducción muy cómoda. A la altura de Liezen habíamos decidido salirnos de la autopista para ir por la carretera de Bad Ischl cuyo trayecto es más directo hacia Salzburgo aunque, obviamente, a costa de más curvas, menos velocidad y más tiempo. Aunque las vistas desde la autopista eran magníficas, confiaba en que las de una carretera de montaña, más pegada al terreno, serían todavía mejores y, además, permitirían paradas de encontrarnos pueblos o lugares interesantes. Sin embargo, lo cierto es que los primeros kilómetros nos desilusionaron, tanto porque el paisaje hasta empeoraba (aún así seguía siendo muy bonito) como, sobre todo, porque por esa carretera iban bastantes camiones inmensos que ralentizaban el tráfico y estropeaban la visibilidad. No obstante, más o menos cuando dejábamos la Estiria y entrábamos en la Alta Austria, la carretera empezó a despejarse y su trazado a hacerse más montañoso, con la subida y bajada de un empinado puerto desde el que desembocamos en Bad Ischl.
Este pueblo es famoso porque en él se comprometieron Francisco José e Isabel de Baviera (Sissí) y allí la pareja tenía una villa de veraneo que el emperador describió como “el cielo en la tierra”. El caso es que, cuando preví esa ruta, tenía la intención de que parásemos a pasear un rato por el pueblo y, sin embargo, cuando llegamos ni me acordé; entre las prisas por llegar y un cierto cansancio malhumorado que nos embargaba ni me di cuenta y seguimos de largo. Unos kilómetros más adelante se nos apareció el grandioso Wolfangsee y nos detuvimos un momento para admirar el precioso lago en un circo rodeado de montañas (estribaciones alpinas, creo), pero en ese punto no había posibilidad de bañarse, que era lo que necesitábamos con el tremendo calor que hacía. Así que seguimos hasta Salzburgo y al hotel reservado la noche anterior que esta vez encontramos sin problemas. Al llegar a la habitación, nos derrengamos exhaustos en las camas.
Tras una horita de descanso, ya atardeciendo, salimos a dar un paseo por el pequeño centro histórico de la ciudad natal de Mozart. K tenía muchísima ilusión por conocer Salzburgo porque le habían hablado maravillas; yo, que ya había estado, le había dicho que era bonita pero muy chiquita. Desde luego, la ciudad es uno de los destinos turísticos preferidos de Austria (y de Baviera, que está al lado) por lo que es sobradamente conocida. Ahora bien, viniendo directamente de Graz, la verdad es que apenas impresiona y a K incluso le desilusionó un poco. En un par de horas recorrimos casi por completo el centro y rematamos la jornada cenando pasta y un delicioso steak en una terraza en la Alter Markt.
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
Hola Miroslav, hoy con algo de tiempo libre desde hace mes y medio, he viajado contigo pero en sentido contrario. Empecé en Salzburg y terminé en Augsburg. ¡ Qué proliferación de detalles ! Chateaubriand con su " Itinéraire de Paris à Jérusalem " te envidia desde el más allá de su tumba.
ResponderEliminarQué pena lo del idioma. La gente es más interesante aún que los museos y monumentos.
Te deseo un sol suave para el resto de tu viaje.