domingo, 27 de diciembre de 2009

Cuento triste de Navidad

Me hago vieja, ya no puedo tanto como hacía antes. Mis seis hijos, ¿para qué haberlo dado todo por ellos? Así me lo agradecen; no me quieren. O sí me quieren, supongo, pero no cómo yo quisiera, no se comportan como habrían de hacerlo unos hijos con su madre. Mi hijo mayor, tanto que esperábamos de él y nunca nos soportó; no podemos hablar, qué decirnos si siempre acabamos discutiendo. ¿Cómo un hijo le puede decir a su madre lo que debe hacer? Sólo tendría que decirme que me quiere, eso le dije, y va y me contesta que cuándo se lo he dicho yo. ¿Me echa en cara que nunca, cuando era niño, le di muestras de mi amor? Pero le di todos mis esfuerzos, mis cuidados, a él y a sus hermanos.

Mi hija mayor, pobre desgraciada, vino a vivir conmigo tras su divorcio, pocos meses después de la muerte de mi marido. Me ha hecho un favor, supongo que piensa, y sólo me ha dado preocupaciones, verla aquí sin un futuro, sin hijos que ya no tendrá, escapándosele el tiempo de trabajo tonto en trabajo tonto. Hace unos meses conoció a un hombre divorciado y quiere irse a vivir con él. El otro día, por su cumpleaños, se empeñó en presentármelo; agradable, sí, pero mediocre como ella. Luego me preguntó que qué me había parecido. A mí qué me importa, debería haberme contado lo que yo le he parecido a él.

Mi segunda hija, con la que más unida estoy. Se casó joven, supongo que para escapar de casa (y no fue la única) y por supuesto se equivocó. Divorcio y arrejuntamiento con un buen hombre, tonto pero bueno, que le dio tres hijas. Mis tres nietas tampoco me soportan. Me dice mi hija que nunca me he comportado como una abuela, que cuando las veo sólo sé mandarles cosas. Pero si ella no ha sabido educarlas, si nunca está con ellas; sólo trabajando y más desde que murió el padre de las niñas, que así se han criado. Porque la actual pareja, por muy buena persona que sea, nunca podrá ser el padre. Yo he querido ayudarla, arreglarle la casa; cuántas palizas me he metido cambiándole las habitaciones, eligiéndole los muebles, para que me lo agradezcan así …

Mi segundo hijo que, contra mis deseos, se casó con la hija de la que fue mi mejor amiga del colegio; un divorcio traumático, ella rebosante de rencor, usando los tres niños como arma contra él. Mi tercer hijo, casado con una chica sudamericana, algo aindiada la pobrecita, enfermiza. No me gustó nada al principio pero le he ido cogiendo cariño y más desde que ha tenido a mi nietecita, tan rubiecita y tan mona. Y mi hija pequeña, la que últimamente más me hace sufrir. Vive en Francia, casada con un tipo odioso y con tres hijos. Ha llegado a prohibirme que critique a su marido y sé que él no quiere venir a mi casa, que pretende alejarla de mí.

Esta navidad habrá veinticinco personas en casa. Vendrán todos a cenar y sé que no les apetece a casi ninguno. Tampoco a mí me apetece, será mucho trabajo y tensiones continuas. Me gustaría que pudiéramos sentirnos contentos, demostrarnos que nos queremos como debe quererse una familia. Pero los veo, a cada uno de ellos, y no me gusta lo que hacen, me molesta que no sean, que no se comporten como debieran. Y no pudo evitar manifestar ese disgusto. ¿Cómo no se dan cuenta? ¿Cómo no entienden que ahora que soy vieja han de agradecerme lo que he hecho por ellos, han de preocuparse por mí, darme gusto? ¿Por qué las cosas no son como tienen que ser?

Ya tiene que ser el día veinticuatro; he de levantarme para prepararlo todo, para hacer que pasemos el mal trago. Pero éste no parece mi cuarto, lo veo todo borroso, me siento sin fuerzas. Esas figuras que se mueven casi como fantasmas en torno a este lecho … Parecen mis hijos, parecen tristes, alguno llora. Me hacen sentir incómoda moviéndose alrededor en vez de estar haciendo algo útil. Si no empiezo pronto a organizar las cosas no habrá cena y, por más que no me apetezca, menos quiero que no se haga lo que debe hacerse. Que algo tan simple no sean capaz de entenderlo ...


CATEGORÍA: Ficciones

6 comentarios:

  1. Cuántas veces lo simple no es nada fácil...

    Feliz 2010!

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  2. Triste, pero excelente.
    Un beso

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  3. Esta historia me suena, no sé si tiene nombre: síndrome de…, pero es un papel conocido que interpreta una madre para con sus hijos. Con nombre o sin el, el asunto se resume en que la madre se vuelca casi patológicamente en la tarea de la crianza, convirtiendo a sus hijos en unos egoístas maleducados. Eso no tendría por que suponer ningún drama, si acaso la constatación de un fracaso, pero es que además la vida de esa madre está vacía, todo su contenido está proyectado en la vida de sus hijos. Está atrapada. Y sus hijos además se aprovechan (o se defienden) de esa tesitura. Es verdad que los familiares (salvo el cónyuge) son las únicas personas que no hemos elegido para la convivencia, y por eso mismo no debemos defraudarnos si no nos llevamos bien con alguno, con muchos, o con todos ellos. Esta madre está agobiada por lo que se le hecha encima cada navidad, léase: esclavitud de las tareas domésticas (de ella), maltrato y desconsideración (de sus hijos), y resignación (por ambas partes), porque las fiestas navideñas han de ser felices y no es momento para decir cuatro verdades.

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  4. Pues lo siento Chysagon, de lo que leo no creo que los hijos sean unos egoístas maleducados.

    Feliz Navidad, Miros para ti y para toda tu familia.

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  5. El síndrome, como dice Chrysagon, o complejo de la madre posesiva tiene su indispensable contrapunto en el del hjo sumiso y dependiente, y es una simplificación excesiva ver uno como causa del otro y no como una interrelación en los dos sentidos.

    Por decirlo de otra forma, en este caso el verdugo y la víctima "propiciatoria" se necesitan.

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  6. A veces la familia puede ser una carga...

    Vengo a desearte un muy feliz 2010, Miros. Que sea un año lleno de salud, amor y éxitos en todos los aspectos.

    Un beso

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