¿Se acaba 2009?
En cada uno de los tres pasados treinta y unos de diciembre he escrito un post, motivo suficiente para obligarme a teclear unas cuantas frases antes de que las doce campanadas den por clausurado este 2009. A diferencia de los años anteriores, no tengo ninguna gana. De hecho, esta nochevieja me cae muy inoportunamente; no me vendría nada mal que el año nuevo esperase para nacer en otro momento.
Para empezar, estoy escribiendo en la oficina, aprovechando que he terminado de corregir las unidades de actuación de uno de los núcleos del municipio en cuyo Plan General ando embarcado desde hace veinte meses. Me encanta el trabajo que estamos haciendo pero el Ayuntamiento nos ha sometido a una presión asfixiante que se concreta en unos plazos draconianos cuyo cumplimiento (si lo logramos) no tiene, al menos que yo conozca, precedentes. El 31 de enero hemos de tener montada en el ordenador (el Plan lo estamos configurando como un GIS) la ordenación pormenorizada completa de todo el municipio, a fin de dedicar todo el mes de febrero a innumerables reuniones de revisión y corrección con los concejales, asociaciones de vecinos y propietarios de suelo más relevantes. Para llegar a esa fecha con la tarea realizada necesitamos currar a un ritmo endiablado y las prisas, ya se sabe, no hacen muy buenas migas con la calidad. Meteremos la pata mucho más de lo debido, máxime cuando este municipio es especialmente grande y complejo.
Los que nos ocupamos de la dirección y coordinación de los trabajos hemos dedicado la semana pasada a programar muy detalladamente las distintas tareas y los plazos en que cada una debe estar acabada. Hemos hecho un calendario de barritas enlazadas por tareas y personas encargadas de cada una (hay unos treinta profesionales implicados) que, para que se cumpla, exige montar un zafarrancho de producción similar al de una fábrica automatizada; algo así como la genial escena de Charlot en Tiempos Modernos. Mi papel durante todo el próximo mes será estar resolviendo las infinitas dudas que plantearán todos los "productores" y tomando las decisiones pertinentes a toda velocidad y sin tiempo para reflexionar. Para colmo, como hemos tenido que reforzar el equipo con la oficina de Madrid, los viernes y sábados los pasaré allá y el resto de la semana en La Laguna.
Lo contado da una mínima idea del nivel de estrés en el que estoy y aclara por qué no tengo en absoluto la sensación de que hoy acabe nada.
De otra parte, si tuviera tiempo para hacer balance del año que se va, y aunque puede que exagere debido a mi estado de ánimo, seguramente lo calificaría negativamente. En lo laboral ha resultado demasiado duro y, consiguientemente, agotador. Eso me ha pasado factura y no sólo a mí. Lo malo es que no parece que el 2010, por lo menos hasta el verano o algún mes después, se presente más relajado. Pero confío en que hacia el otoño pueda reorganizar mi ritmo de vida, porque así no hay quien viva. Aunque me gusta mucho lo que hago, no con esta presión; y, además, me gustan también muchas otras cosas que estoy dejando de hacer. Por tanto, propósito de año nuevo (aunque no sea a plazo inmediato): recuperar el control de mi tiempo.
En lo afectivo este fin de año me llega en un momento muy triste. Paradójicamente, a este respecto hasta me viene bien tener tanto trabajo, que evita que mis penas de amor me revuelvan todavía más de lo que ya lo hacen. En todo caso, quizá sea bueno un paréntesis triste que nos ayude a entendernos. Si pudiera, me gustaría ordenar mis sentimientos y mis dolores, ser capaz de examinarme con el mayor desapego posible; lo malo, ya lo he dicho, es que no tengo tiempo. Aún así, no paran de revolotearme en la cabeza, muy desordenadamente, ideas, sentimientos, penas, recuerdos ...
Así estoy, a punto de que empiece el quincuagésimo segundo año de mi existencia, y con un ánimo comatoso. En un par de horas me iré a mi casa, cenaré cualquier cosa y me comeré las doce uvas, porque me han dicho que las cosas siempre pueden ir a peor. Y es verdad, porque, siendo mínimamente equilibrado, he de reconocer que soy bastante afortunado. Omitiendo los inevitables y nimios achaques propios de la edad y de una sensibilidad algo hipocondríaca, estoy bien de salud. Económicamente me va más que bien y, desde luego, a mí no me ha tocado la crisis (aunque con dinero no se compra tiempo). Tengo muchas personas a las que quiero y me quieren. Disfruto como un enano con cualquier cosa y la vida no para de darme motivos de asombro y diversión. Por eso no me hagan demasiado caso, que es que hoy estoy un poco de bajón.
Acabo, como no puede ser de otra forma, deseando a todos (salvo a los "bichos" de mala fe) el mejor año nuevo posible; que el 2010 nos traiga cuanta felicidad seamos capaces de aguantar y que seamos capaces de aguantar la máxima posible.
Para empezar, estoy escribiendo en la oficina, aprovechando que he terminado de corregir las unidades de actuación de uno de los núcleos del municipio en cuyo Plan General ando embarcado desde hace veinte meses. Me encanta el trabajo que estamos haciendo pero el Ayuntamiento nos ha sometido a una presión asfixiante que se concreta en unos plazos draconianos cuyo cumplimiento (si lo logramos) no tiene, al menos que yo conozca, precedentes. El 31 de enero hemos de tener montada en el ordenador (el Plan lo estamos configurando como un GIS) la ordenación pormenorizada completa de todo el municipio, a fin de dedicar todo el mes de febrero a innumerables reuniones de revisión y corrección con los concejales, asociaciones de vecinos y propietarios de suelo más relevantes. Para llegar a esa fecha con la tarea realizada necesitamos currar a un ritmo endiablado y las prisas, ya se sabe, no hacen muy buenas migas con la calidad. Meteremos la pata mucho más de lo debido, máxime cuando este municipio es especialmente grande y complejo.
Los que nos ocupamos de la dirección y coordinación de los trabajos hemos dedicado la semana pasada a programar muy detalladamente las distintas tareas y los plazos en que cada una debe estar acabada. Hemos hecho un calendario de barritas enlazadas por tareas y personas encargadas de cada una (hay unos treinta profesionales implicados) que, para que se cumpla, exige montar un zafarrancho de producción similar al de una fábrica automatizada; algo así como la genial escena de Charlot en Tiempos Modernos. Mi papel durante todo el próximo mes será estar resolviendo las infinitas dudas que plantearán todos los "productores" y tomando las decisiones pertinentes a toda velocidad y sin tiempo para reflexionar. Para colmo, como hemos tenido que reforzar el equipo con la oficina de Madrid, los viernes y sábados los pasaré allá y el resto de la semana en La Laguna.
Lo contado da una mínima idea del nivel de estrés en el que estoy y aclara por qué no tengo en absoluto la sensación de que hoy acabe nada.
De otra parte, si tuviera tiempo para hacer balance del año que se va, y aunque puede que exagere debido a mi estado de ánimo, seguramente lo calificaría negativamente. En lo laboral ha resultado demasiado duro y, consiguientemente, agotador. Eso me ha pasado factura y no sólo a mí. Lo malo es que no parece que el 2010, por lo menos hasta el verano o algún mes después, se presente más relajado. Pero confío en que hacia el otoño pueda reorganizar mi ritmo de vida, porque así no hay quien viva. Aunque me gusta mucho lo que hago, no con esta presión; y, además, me gustan también muchas otras cosas que estoy dejando de hacer. Por tanto, propósito de año nuevo (aunque no sea a plazo inmediato): recuperar el control de mi tiempo.
En lo afectivo este fin de año me llega en un momento muy triste. Paradójicamente, a este respecto hasta me viene bien tener tanto trabajo, que evita que mis penas de amor me revuelvan todavía más de lo que ya lo hacen. En todo caso, quizá sea bueno un paréntesis triste que nos ayude a entendernos. Si pudiera, me gustaría ordenar mis sentimientos y mis dolores, ser capaz de examinarme con el mayor desapego posible; lo malo, ya lo he dicho, es que no tengo tiempo. Aún así, no paran de revolotearme en la cabeza, muy desordenadamente, ideas, sentimientos, penas, recuerdos ...
Así estoy, a punto de que empiece el quincuagésimo segundo año de mi existencia, y con un ánimo comatoso. En un par de horas me iré a mi casa, cenaré cualquier cosa y me comeré las doce uvas, porque me han dicho que las cosas siempre pueden ir a peor. Y es verdad, porque, siendo mínimamente equilibrado, he de reconocer que soy bastante afortunado. Omitiendo los inevitables y nimios achaques propios de la edad y de una sensibilidad algo hipocondríaca, estoy bien de salud. Económicamente me va más que bien y, desde luego, a mí no me ha tocado la crisis (aunque con dinero no se compra tiempo). Tengo muchas personas a las que quiero y me quieren. Disfruto como un enano con cualquier cosa y la vida no para de darme motivos de asombro y diversión. Por eso no me hagan demasiado caso, que es que hoy estoy un poco de bajón.
Acabo, como no puede ser de otra forma, deseando a todos (salvo a los "bichos" de mala fe) el mejor año nuevo posible; que el 2010 nos traiga cuanta felicidad seamos capaces de aguantar y que seamos capaces de aguantar la máxima posible.
PS: Esta mujer es uno de mis últimos descubrimientos; se llama Pietra Montecorvino y es napolitana. El tema que aquí canta se llama Canzone per te y, obviamente, es para ti.
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
¡Hola, Miros!
ResponderEliminarEs un buen propósito ese de recuperar el control de tu tiempo. Creo que yo también debería hacérmelo (si llego a tener tanto trabajo como el año pasado, claro está).
Bueno, pues además de cumplir tu propósito, te deseo que en lo afectivo todo mejore y logres ordenar tus sentimientos. Y que, como dices, el año te traiga toda la felicidad que puedas aguantar. :)
Un beso,
Strika
Sí que estás bajo, Miroslav. Es curioso, pero te conozco sólamente por tus post y comentarios, desde hace muy poco tiempo, y sin embargo me sorprendo a mí mismo sintiéndote a ti, al igual que me pasa con otros contertulios, como a una persona muy próxima. Chagrin d'amour, o cualquier otro tipo de tristeza, son como los días lluviosos, a veces semanas o meses de lluvias interminables, que aunque parezcan una sinrazón sin trascendencia, no son nada estériles, rellenan acuíferos que estaban ya casi secos, arrastran con ímpetu los escombros del camino, o gotita a gotita, con un murmullo sinfín, mantienen el ambiente tan húmedo que nos reconforta, pues aunque sea sólo por analogía, nosotros también somos agua. Entonces yo no te deseo que se te pase pronto, sino cuando sea el momento, y te deseo feliz y triste también (porqué no) 2010.
ResponderEliminarHay momentos en la vida en que la gravedad de nuestros problemas no nos deja lugar para más. Pero por suerte, la mayoría del tiempo no hay nada demasiado complicado, pero oscilamos entre la felicidad y la tristeza, que supongo que se deben más a nuestras circunstancias internas que a los hechos en sí. Aunque, obviamente la presión laboral no ayuda en nada.
ResponderEliminarTe mando un abrazo de otra que está de bajón
A mí es que me canta en italiano una tía con esa pinta de haber vivido tanto y es que me derrito. feliz año, Miros, amigo.
ResponderEliminarFormidable, la canción y la cantante. Se me han puesto los pelos de punta; Entiendo perfectamente que Lanksy se derrita, porque esta mujer dice mucho más que cualquier barbie siliconada. Y no te dejes agotar por el estrés, que de "to" se sale.
ResponderEliminarFeliz 2010, y no trabajes tanto.(si puedes)
Seguro que a día de hoy el ánimo lo tienes mucho mejor que cuando escribiste esta entrada.
ResponderEliminarUn beso enorme y que sepas que el 2010 va a ser un año mucho mejor que el 2009.
(Voy a ver ahora el vídeo de Pietra)