Amo las vastas achicorias de la noche, sus músicas de cuero mojado y el caminar fragoso de antílopes azules transportando los árboles del bosque un poco más lejos, mudando los árboles cada noche con ternura murmurante de institutrices o colmenas.
Amo la forma en que tocas el piano, como con cuentagotas de jade tirando aquí y allá los pequeños campanarios que tienes en la concavidad de las uñas.
Amo los enternecidos escarabajos de Australia, los discursos cadenciosos del mariscal Smuts y esos espectáculos del tiempo vernal, cuando muchachos encendidos buscan entre los juncos una nunca encontrada escolopendra.
Las vastas achicorias de la noche … ¿achicorias por oscuridades, traído del negro color de la infusión de esta planta? Qué acierto empezar así, introducir esta palabra de sonoridad tan evocadora y casarla con las cotidianas noches; ya no podré más verlas como siempre.
El caminar fragoso de antílopes azules … La etimología de antílope alude a un animal fabuloso que apenas se conoce; y eso me lleva a emparentarlo con el unicornio, al que también pintó de azul (casi cuarenta años después) Silvio Rodríguez. Fragoso es el caminar de esas bestias mágicas, bello adjetivo que, dice el diccionario, es lleno de quiebras, malezas y breñas, así que puedo imaginármelos moverse en ese bosque mágico, chascando arbustos y hojarascas mientras desplazan los árboles. El bosque es húmedo, claro, para que el cuero de sus lomos se roce con el agua del aire y me deje oír la música de esa noche de achicorias.
Ternura murmurante de institutrices o colmenas … ¿Qué puedo decir de esta imagen? Nueva genialidad en tan insólita juntura de palabras que imaginaríamos incompatibles hasta que, de golpe, se nos muestran dócilmente armoniosas y, ya de paso, eclosionan con nuevos significantes poéticos.
Cuentagotas de jade … ¿Alguien lo habría imaginado? Pero ahora lo veo, sutil y verdoso, de reminiscencias chinas, y entiendo cómo se toca así el piano. Al entenderlo, al mismo tiempo, las notas ligeras y precisas, me retozan en los oídos.
Pequeños campanarios que tienes en la concavidad de las uñas … ¡Por favor! ¡Espectacular! Me rondan recuerdos de algunos cuentos posteriores, pero ahora no me apetece levantarme a indagarlo.
Los enternecidos escarabajos de Australia … ¿Por qué son enternecidos los escarabajos de Australia? Son muy rápidos, sí, ¿pero enternecidos? ¿Acaso enternecido quiere decir que al autor le enternecen? ¿Quizá por su incapacidad de procesar las bostas del muy abundante ganado vacuno? (Los australianos hubieron de importar escarabajos peloteros africanos? Qué sé yo, pero de nuevo sorprendente este amor tan singular.
Los discursos cadenciosos del mariscal Smuts … Y ese, ¿quién es? Pues un sudafricano que, cuando este texto fue escrito, era primer ministro de su país. ¿Tendría un hablar cadencioso, tanto como para que sus discursos fueran dignos de ser amados?
Esos espectáculos del tiempo vernal … Vernal, otro descubrimiento (¡cuánta incultura la mía!). El tiempo vernal, la primavera. Y cuánto mejor espectáculos del tiempo vrenal que espectáculos vernales y no digamos primaverales.
Muchachos encendidos buscan entre los juncos una nunca encontrada escolopendra … Encendidos los muchachos, ¿con las hormonas revueltas como corresponde al tiempo vernal? ¿Y para qué buscan escolopendras? Seguro que sólo porque esa palabra (el sonido basta, qué importa su significado) rebosa de reminiscencias mitológicas y fantásticas. Ya puestos, leyendo sobre estos miriápodos, puede que los jóvenes las buscaran para extraerles su veneno, ingrediente quizá de algún misterioso afrodisíaco que calmara sus encendidos ardores.
Amo la forma en que tocas el piano, como con cuentagotas de jade tirando aquí y allá los pequeños campanarios que tienes en la concavidad de las uñas.
Amo los enternecidos escarabajos de Australia, los discursos cadenciosos del mariscal Smuts y esos espectáculos del tiempo vernal, cuando muchachos encendidos buscan entre los juncos una nunca encontrada escolopendra.
Las vastas achicorias de la noche … ¿achicorias por oscuridades, traído del negro color de la infusión de esta planta? Qué acierto empezar así, introducir esta palabra de sonoridad tan evocadora y casarla con las cotidianas noches; ya no podré más verlas como siempre.
El caminar fragoso de antílopes azules … La etimología de antílope alude a un animal fabuloso que apenas se conoce; y eso me lleva a emparentarlo con el unicornio, al que también pintó de azul (casi cuarenta años después) Silvio Rodríguez. Fragoso es el caminar de esas bestias mágicas, bello adjetivo que, dice el diccionario, es lleno de quiebras, malezas y breñas, así que puedo imaginármelos moverse en ese bosque mágico, chascando arbustos y hojarascas mientras desplazan los árboles. El bosque es húmedo, claro, para que el cuero de sus lomos se roce con el agua del aire y me deje oír la música de esa noche de achicorias.
Ternura murmurante de institutrices o colmenas … ¿Qué puedo decir de esta imagen? Nueva genialidad en tan insólita juntura de palabras que imaginaríamos incompatibles hasta que, de golpe, se nos muestran dócilmente armoniosas y, ya de paso, eclosionan con nuevos significantes poéticos.
Cuentagotas de jade … ¿Alguien lo habría imaginado? Pero ahora lo veo, sutil y verdoso, de reminiscencias chinas, y entiendo cómo se toca así el piano. Al entenderlo, al mismo tiempo, las notas ligeras y precisas, me retozan en los oídos.
Pequeños campanarios que tienes en la concavidad de las uñas … ¡Por favor! ¡Espectacular! Me rondan recuerdos de algunos cuentos posteriores, pero ahora no me apetece levantarme a indagarlo.
Los enternecidos escarabajos de Australia … ¿Por qué son enternecidos los escarabajos de Australia? Son muy rápidos, sí, ¿pero enternecidos? ¿Acaso enternecido quiere decir que al autor le enternecen? ¿Quizá por su incapacidad de procesar las bostas del muy abundante ganado vacuno? (Los australianos hubieron de importar escarabajos peloteros africanos? Qué sé yo, pero de nuevo sorprendente este amor tan singular.
Los discursos cadenciosos del mariscal Smuts … Y ese, ¿quién es? Pues un sudafricano que, cuando este texto fue escrito, era primer ministro de su país. ¿Tendría un hablar cadencioso, tanto como para que sus discursos fueran dignos de ser amados?
Esos espectáculos del tiempo vernal … Vernal, otro descubrimiento (¡cuánta incultura la mía!). El tiempo vernal, la primavera. Y cuánto mejor espectáculos del tiempo vrenal que espectáculos vernales y no digamos primaverales.
Muchachos encendidos buscan entre los juncos una nunca encontrada escolopendra … Encendidos los muchachos, ¿con las hormonas revueltas como corresponde al tiempo vernal? ¿Y para qué buscan escolopendras? Seguro que sólo porque esa palabra (el sonido basta, qué importa su significado) rebosa de reminiscencias mitológicas y fantásticas. Ya puestos, leyendo sobre estos miriápodos, puede que los jóvenes las buscaran para extraerles su veneno, ingrediente quizá de algún misterioso afrodisíaco que calmara sus encendidos ardores.
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El texto maravilloso que conforma los tres párrafos iniciales es del grandísimo Cortázar y lo encuentro casi al final del libro recientemente publicado -Papeles Inesperados, Alfaguara, 2009- en el que Aurora Bernárdez, su primera mujer y heredera, ha reunido múltiples y diversos escritos encontrados por cajones y cuadernos. El material es muy variado y necesariamente irregular (entiéndase irregular en el sentido de que la calidad de los textos oscila entre la más que digna y la sorprendentemente genial); en cualquier caso, altamente recomendable sobre todo, si como es mi caso, uno ha ido desde muy joven lector apasionado de ese cronopio inigualable. Este texto que he querido copiar viene fechado en Mendoza, en noviembre de 1945. Tenía Julio entonces treinta y un años y enseñaba Literatura Francesa, nadie lo conocía y no andaba nada sobrado de perras. Y ese joven perdido en una ciudad de provincias era ya capaz de escribir lo que he transcrito. ¡Hay que joderse!