viernes, 30 de marzo de 2018

Seny y rauxa

Quienes no somos catalanes eso del seny lo hemos escuchado muchas veces pero supongo que no estamos del todo seguros de su traducción: ¿sensatez, prudencia, sentido común? Supongo que la acuñación del término y, sobre todo, su entronización como uno de los elementos identitarios de la “personalidad catalana” proviene de la Renaixença, el movimiento cultural decimonónico que “inventó” no pocos de los componentes eternos del alma de Cataluña. De hecho, parece que uno de los máximos divulgadores y fomentadores del seny fue Torras i Bages, el obispo de Vich, tan decisivo en la construcción política del catalanismo conservador. Hace ya bastantes años, leí Noticia de Cataluña, el ensayo que Jaume Vicens Vives escribió en 1954 porque (los catalanes) “tenemos que saber qué hemos sido y quiénes somos si queremos construir un edificio aceptable dentro del gran marco de la sociedad occidental a la que pertenecemos por filiación directa desde los tiempos carolingios”. En el último capítulo de ese libro, titulado significativamente “Los resortes psicológicos colectivos”, Vicens se centra en el análisis del seny al que contrapone otra nota caracterológica catalana, la rauxa. Pero justo una década antes, en 1944, Ferrater Mora (a quien muchos conocemos del bachillerato por su famoso Diccionario de filosofía) había publicado, en el exilio chileno, Las formas de la vida catalana, donde parece (no lo he leído) que aportaba una definición del seny muy distinta a la que luego desarrollaría el historiador (en gran medida la hace para responder al filósofo).

Me he enterado del ensayo de Ferrater a través de un artículo de Oriol Punsatí-Murlà publicado en el número 43 de la revista Idees de la Generalitat de Catalunya. En ese número (el penúltimo hasta la fecha) se recogen las ponencias presentadas en la Jornada “Usos (y abusos) del seny político” que el Centro de Estudios de Temas Contemporáneos organizó el 19 de octubre de 2016 en el Ateneo de Barcelona. En esas sesiones se pretendía reflexionar, política y filosóficamente, sobre el seny y el pacto, dos conceptos que vienen apareciendo desde hace tiempo en los debates internos sobre la actualidad catalana, en especial en relación al proceso soberanista. Oriol Punsatí (Figueras, 1978) es profesor asociado de filosofía antigua en la universidad de Gerona, pero también editor, traductor y escritor (y, por supuesto, independentista), todo un humanista contemporáneo. Pero volvamos al artículo de Idees, que se titula La filosofia del seny: entre Ferrater Mora i Vicens Vives. En la introducción apunta unas consideraciones que inciden en algo que en bastantes ocasiones me ha hecho reflexionar; me refiero a la validez de las descripciones sobre los colectivos humanos. ¿Cabe caracterizar a los catalanes o a los españoles o a los franceses? ¿Cuánto de cierto tienen esos tópicos que se asignan a colectividades, como en este caso el de que los catalanes tienen seny? Ponsatí no se decanta explícitamente pero da un paso más y señala –tal vez provocativamente– que esas descripciones se constituyen en “discursos normativos”; es decir, que si acabamos creyendo que los catalanes se caracterizan por el seny o por la rauxa (o por ambas cosas alternativamente, como sostendría Vicens Vives, para el caso da igual) es porque alguien les ha colgado la etiqueta y ésta ha cuajado. En el caso del seny (y de la rauxa), Ponsatí viene a sugerir que los propios conceptos han sido moldeados no tanto para “conocer y entender” cómo son los catalanes sino para “orientar o dirigir” sus comportamientos. Así nos explica que hay dos concepciones muy distintas del seny y, por tanto, dos consecuencias prácticas (políticas) también muy diferentes: la de Ferrater y la de Vicens.

Dice Ponsatí que Ferrater, siguiendo la línea anterior de Eugenio D’Ors, diferencia claramente entre el seny y el sentido común. Este último “frena el impulso de conocer amparándose en una experiencia pretendidamente ya hecha (que verdaderamente no ha hecho nadie) y priva, pues, tanto al individuo como al colectivo de acceder a nuevos conocimientos y nuevas experiencias”. Sin embargo, en palabras del filósofo, “El seny no excluye, sino que muchas veces postula, el atrevimiento y la osadía, todo lo que, desde cierto punto de vista, puede parecer insensato, pero que, mirado desde el horizonte de la continuidad, se convierte en una actitud cuerda . El auténtico seny no se limita a perseguir lo que es más accesible, las realidades cotidianas e inmediatas; el auténtico seny, diríamos el seny ideal, es perseguir lo que es justo, conveniente y correcto, aunque esta persecución sea en algunos instantes la acción más insensata que alguien pueda imaginar.

En cambio, para Vicens Vives, el seny “es la reducción de la realidad de la vida a nuestros intereses inmediatos; es tocar la tierra antes de pisarla; es abstenerse de aprovechar las ocasiones favorables por el temor de alargar más el brazo que la manga; … es huir de quimeras que enervan y de entelequias que enardecen. Por eso el seny no da una lógica de acuerdo con el mundo real, que evidentemente capta, sino una tendencia al compromiso, con peligro de derivar hacia la ufanía conformista. Retenemos avaramente nuestras emociones, incluso las más finas, por no comprometer las posibilidades inmediatas de paz o prosperidad. «No te compliques»: ésta parece ser la divisa del seny ante cualquier coyuntura vital. Y, para no complicarnos, cerramos a cal y canto las puertas exteriores y nos complacemos en una sociabilidad aparente, arisca y hosca, mientras, de puertas adentro, cultivamos el jardín de los refinamientos más insospechados”.

Según Vicens Vives, en el extremo opuesto del seny está la rauxa, que puede traducirse por furia o arrebato. “Ser arrauxat es, precisamente, estar falto de seny, obedecer a los impulsos emocionales, actuar según determinaciones repentinas. En tales circunstancias nos dejamos llevar por la pasión, sin sopesar las realidades ni medir sus consecuencias. Entonces somos hombres exaltados y de actitudes extremistas. Va más allá el historiador: asegura que el mal de la vida colectiva catalana ha sido la rauxa, “una actitud contraria a nuestra tradición pactista que ha preparado el advenimiento del todo o nada. Mucho más grave todavía, porque, desde un punto de vista político, generalmente hemos dicho «¡basta!» en el peor momento, cuando la coyuntura nos era desfavorable, cuando había pasado el punto dulce de nuestra fuerza o nuestra razón. Tiene la culpa de esa falta de acierto, sin duda, el debilitamiento del seny en las clases dirigentes.

En su artículo, Ponsatí remarca las diferencias entre los dos senys, optando sin reservas por el ferrateriano. La rauxa no es, en el modelo interpretativo del carácter catalán que propone el filósofo, lo opuesto al seny, ni tampoco –mucho menos– el pecado capital del comportamiento colectivo de los catalanes. Al contrario, si el seny es la búsqueda de lo justo, a veces debe expresarse mediante la rauxa. Desde luego, esta es ya la conclusión de Ponsatí (dudo que sea tan explícita en Las formas de la vida catalana, que habré de conseguirme y leer). Este hombre implícitamente sostiene que el objetivo de Vicens Vives habría venido a ser una suerte de “domesticación” de los catalanes, intentando que destierren la rauxa y, ya de paso, se mantengan alejados de la acción política. Acaba Ponsatí asegurando que “tres décadas largas de autonomismo han resultado más que suficientes para dejar en evidencia, por inconsistente, cualquier intento de reconstruir un programa político basado en ningún otro seny que no sea el que, apenas iniciada la dictadura, formulaba Ferrater Mora … Es la hora de emprender acciones insensatas. Porque no nos queda otra forma de seny que ensayar”. Sin entrar a discutir si comparto o no la premisa mayor (que no la comparto), por más que entiendo que Ponsatí trata de legitimar (recurriendo a una autoridad tan respetada como Ferrater) la estrategia y práctica de los partidos independentistas en los últimos años, creo que se equivoca. Creo que la rauxa es un comportamiento condenado ineludiblemente al fracaso, al menos en las circunstancias actuales. Pero ya lo argumentaré en una próxima entrada.

9 comentarios:

  1. Que Ponsatí empiece admitiendo que estos conceptos se usan para moldear al pueblo, esto es, que responden a intereses políticos para acabar defendiendo su propia interpretación de los mismos me recuerda al doblepensar de 1984.

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    1. No lo había pensado y me parece un comentario atinado.

      En todo caso, el artículo es una ponencia en el marco de un seminario justamente sobre el seny. Al margen de la valoración que tengamos (o que tengo), lo cierto es que me ha valido para darme a conocer que Ferrater Mora había escrito sobre este asunto.

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  2. ¿No es una tontería insigne discutir sobre el espiritu de un pueblo? Aun si es un pueblito chiquito como el Catalán. Y hacerlo en estos tiempos es casi bizantínico

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    1. A esa pregunta tuya yo tiendo a contestar afirmativamente. Sin embargo, se sigue hablando de los caracteres, almas, y demás intangibles identitarios de pueblos, naciones y comunidades.

      Y, por último, las discusiones bizantinas son casi lo único que nos queda.

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  3. Ese sanchopancismo del seny solo resalta -pese a las cabriolas semánticas de tu profe que citas- que el 50 por ciento, o al menos sus representantes en las calles, carecen de él. A ver si va a resultar que los más exaltados no son auténticos catalanes y solo tienen rauxa como... los comanches?

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    1. He buscado, y leído a ese que llamaba en mi comentario anterior ‘tu profe’, con poco acierto –por pereza de no ’subir’ de nuevo post arriba a leer como se llama—, porque no me refiero a que lo sea tuyo, sino a que lo mencionas más arriba, Oriol Punsati-Murlà. Le llamas humanista contemporáneo. Pues estamos aviados, aunque eso explicaría muchas cosas del independentismo y su forma de argumentar.

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    2. Lo llamo humanista contemporáneo, sí. Como bien has repetido en varias ocasiones, la ironía tiende a perderse en internet.

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  4. Bueno, tratar de que las emociones no nos dominen (sobre todo las más violentas) me parece un objetivo deseable. ¿Quién puede lograrlo? Hombre, quizá al 100% solo Buda, pero podemos acercarnos.

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