miércoles, 11 de octubre de 2006

Fantasías de infidelidades y asombros personales

El otro día, en un bar, mantuve una conversación con una amiga que me dejó asombrado por muchos motivos. Cuento de lo que hablamos y luego explico los motivos de mi asombro.

Al principio de la conversación, tangencialmente, hicimos algunos comentarios sobre lecturas. Yo le dije que en esos momentos estaba leyendo “La danza de la realidad”, de Alejandro Jodorowsky (para quien no lo conozca he puesto el enlace a wikipedia); ella lo conocía, había leído algún libro suyo. Nada más ... Pasamos a otros temas. Un rato más tarde, cuando ya nos íbamos a ir, la conversación había derivado hacia las relaciones de pareja. Entonces, de repente, me preguntó si recordaba una pequeña historieta que Jodorowsky contaba en el libro que yo había citado, como un ejemplo de las técnicas que usa en la práctica de lo que llama psicomagia. Se trata de la historia de una mujer que estaba obsesionada con el deseo de tener amantes pero, por un alto aprecio a la fidelidad a su marido, se contenía. Jodorowsky le propuso que llevara su fantasía a la práctica pero con la anuencia de su marido. Transcribo las instrucciones que le dio: “Primero debes confesarle a tu esposo estas pulsiones y convencerlo de que colabore contigo. Él alquilará un cuarto de hotel. Luego te llamará, imitando otra voz, para darte cita allí. Cuando llegues a la habitación, él te estará esperando disfrazado de otro, ya sea con bigote, barba o cabellera postiza, y actuando con gestos nunca empleados. Sin decir una palabra debéis hacer el amor. El partirá antes. Tú llegarás de regreso al hogar, donde tu marido, habiendo recuperado su personalidad, estará esperándote. Debe preguntarte: ¿De dónde vienes? y tú responderle con una mentira: Vengo del dentista. Este acto debe repetirse varias veces, disfrazándose tu marido cada vez de una persona diferente”.

Pues bien, una vez que le confirmé que sí me acordaba, esta amiga mía me dijo que ella tenía la misma obsesión que la mujer del libro y que, al leer este pasaje, se decidió a poner también en práctica los consejos del autor. Por lo que me contó, lo más duro fue atreverse a hablar con su marido; estuvo varios días sin decidirse lo que le iba provocando un estado de ansiedad cada vez más insoportable. Finalmente, aprovechando una tarde en que ambos habían bebido más de la cuenta y se habían montado una pequeña fiestecita erótica, le explicó sus deseos. Por lo visto, le sorprendió la receptividad de él, parece ser que le encantó la idea. En fin, el caso es que han llevado la fantasía a la práctica en tres ocasiones, siguiendo siempre las instrucciones de Jodorowky. En todos los casos han recreado escrupulosamente la ambientación de clandestinidad que requiere la vivencia de una infidelidad auténtica (ahorro dar varios detalles que me contó) y en todos los casos, al volverse a encontrarse en su vivienda, han eludido totalmente referirse a las “aventuras”.

Esta amiga me cuenta que en esos encuentros ha disfrutado sexualmente como no recordaba haberlo hecho nunca. Ha hecho cosas que con su marido (en el papel de tal) no había nunca hecho (ni con ningún otro, me aclaró) y ha sentido que dejaba fluir deseos que ni siquiera ella era consciente de que sentía. Además, lo que más le había sorprendido, es que en esas situaciones notaba que a su marido le ocurría algo muy similar. Lo que pasa es que no lo han hablado. Es más, sus relaciones sexuales “fieles” siguen siendo como eran antes de las “infidelidades”; según sus propias palabras, como una sopa de pollo sosa frente a una vichyssoise. Naturalmente, le pregunté que por qué no incorporaban ese tan satisfactoria sexualidad a su comportamiento conyugal; la respuesta fue que le daba miedo (y creía que también a su marido) que en ese caso se perdiera la “magia”. Me dijo que, aunque en su parte consciente sabía que con quién se acostaba era con su marida, mientras vivía esos encuentros una parte de ella estaba convencida de vivir una infidelidad; y esa parte de ella llegaba en momentos a acallar a la consciente casi por completo. Ella piensa que los sentimientos revueltos de vergüenza, impudicia, culpabilidad, miedo, etc que le embargan ya desde que se viste para ir al hotel en el que le espera su “amante” son justamente el ingrediente afrodisíaco fundamental que le permite obtener tanto placer.

Y ahora los motivos de mi asombro. El primero sobre la historia en sí. Al margen de su mayor o menor rareza, no deja de ser curioso comprobar cómo en muchas personas (y me incluyo, me temo) la trangresión de los esquemas que tenemos interiorizados respecto al sexo es un potente afrodisíaco. Supongo que la represión de deseos “sucios” (entiéndase el adjetivo como síntesis de todas aquellas pulsiones eróticas que hemos interiorizado como no lícitas) hace que adquieran esa fuerza. Lo que me pregunto es si no es posible mantener ese erotismo asumiendo la licitud de esos deseos. O dicho de otra forma, si ni siquiera en lo más íntimo sintiéramos que estamos transgrediendo, ¿seguiríamos erotizándonos tanto?

El segundo motivo tiene que ver con el hecho de que esta amiga me contara esta historia. Supongo que buena parte del porqué se encuentra en que tenía la necesidad de compartirlo con alguien y siente que no puede hacerlo con el directamente implicado. Pero quiero creer (porque me ha ocurrido repetidamente en los últimos meses) que tiene también algo que ver conmigo; como si yo le “ofreciera” un recipiente adecuado para descargar sus pensamientos y emociones. Y esto me asombra porque antes de mi crisis rara vez me ocurría. Así que me da la impresión (lo digo a modo de hipótesis todavía sin corroborar) de que ese proceso de “ruptura” interior en el que estoy, además de mis desconciertos, parece que tiene como otro de sus efectos dotarme de una mayor accesibilidad a la intimidad de los demás. Pues qué bien.

Y el tercer motivo (hay más, pero ya quiero acabar este post) es la magia de las casualidades. Justamente leyendo ese libro es que tengo esa conversación con una amiga que, en realidad, tampoco lo es tanto. Desde luego, a Jodorowsky le encantaría la anécdota. Y ahora que lo pienso, también a Paul Auster, uno de mis escritores favoritos.

CATEGORÍA: Sexo, erotismo y etcéteras
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM

2 comentarios:

  1. La historia me parece sorprendente, y sobre todo me sorprende el silencio posterior de ambos, ¿porque no romper la rutina con la conducta aprendida en el juego?, ¿porque no trasladar el exito en sus relaciones a lo cotidiano?, no lo acabo de entender y me temo que mientras mas se deteriore su relación del dia a dia, mas excitante se convertiran los juegos que practican. No se,... reconozco que es interesante, pero también me produce asombros personales.
    topmonster

    Comentado el Miércoles, 11 Octubre 2006 20:43

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  2. Aquí estoy, como te dije. He leído tu historia. Y estoy también un tanto asombrada, la verdad.
    Para mí son ingredientes fundamentales en la relación de pareja, (en todos sus aspectos), la naturalidad, la espontaneidad, la frescura...
    Algo que creo que no casa con la especie de "atrezzo" de la historia que nos cuentas.
    ¿Será que soy muy "Heidi"? Jaja... no sé.
    Eso sí, me parece perfecta la práctica de lo que cuentas si sirve en positivo a quien tiene que servir: a quien la lleva a cabo. Después de todo cada cual buscamos la satisfacción como buenamente sabemos y podemos, y mientras no hagamos daño a nadie... perfecto.

    Un besote, Miroslav. :)

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