El huevo de Colón
Se dice de algo que es el huevo de Colón cuando aparenta tener mucha dificultad pero resulta ser fácil al conocer su artificio. Cuenta la leyenda que al almirante, de regreso en España tras uno de sus viajes y siendo ya famoso y loado por todos, en una comida ofrecida por el cardenal Mendoza, uno de los varios comensales, envidioso, le insinuó que tampoco tenía tanto mérito haber encontrado esa nueva ruta a las Indias, que otro cualquiera podría también haberlo hecho. No gustaron mucho tales comentarios a Colón, quien pidió un huevo y reto al impertinente, y de paso a los demás presentes, a que lograse ponerlo de pie sobre la mesa. Después de unos cuantos intentos que siempre concluían con el huevo rodando, todos se declararon incapaces, calificando la empresa de imposible. Entonces el genovés golpeó ligeramente la base del huevo haciéndole una pequeña abolladura, suficiente para permitir que se mantuviese en equilibrio. Todos captaron el mensaje: una vez que se conoce cómo se ha hecho algo siempre parece fácil; el mérito está en descubrirlo la primera vez.
La provechosa wikipedia nos informa de que la anécdota fue escrita por Girolamo Benzoni en su famosa Historia del Nuevo Mundo (Venecia, 1565). Ese libro lo leí hace unos veinticinco años, cuando pretendía hacer una tesis sobre urbanismo colonial hispanoamericano; apenas lo recuerdo ya y sería incapaz de confirmar de memoria si entre sus páginas aparece o no este relato. Pero, aunque así fuera (lo que me deja un cierto regusto de extrañeza pues pienso que pertenece al tipo de curiosidades de las que suelo acordarme), eso no garantiza en absoluto que Colón hubiese hecho la gracieta del huevo. Si seguimos creyendo a la wiki, quince años antes de Benzoni, Giorgio Vasari atribuía idéntico truco a Brunelleschi, a quien todos admiraban por haber diseñado y construido la inmensa y majestuosa cúpula de Santa Maria del Fiore en Florencia. Podríamos pensar que Colón conocía la anécdota de Italia; en ese caso, la ocurrencia de Brunelleschi debía haber ganado fama pues hubo de suceder años antes del nacimiento de Cristóbal. Lo cierto es que en italiano también se usa la expresión con idéntico significado, aunque de ahí pocas conclusiones puedan sacarse. En todo caso, más probable que Colón conociera la anécdota desde su juventud italiana me parece que Benzoni hubiese leído a Vasari. Y ya puestos, me parece más probable que el protagonista fuera Brunelleschi antes que el almirante, pero más probable todavía me parece que no fuera ninguno de los dos y que, sin padrino conocido, la expresión fuera más antigua que ambos personajes.
He contado la tan conocida historieta porque hace unos días me he topado con otra variante que todavía se me antoja más improbable. Resulta que hacia el siglo XV había un juego muy popular consistente en que dos personas iban situando alternativamente sobre un tablero liso (me lo imagino de unas dimensiones parecidas a las de uno de ajedrez) una moneda. Ganaba la partida quien, al corresponderle jugar, no disponía de espacio libre; es decir, que en cualquier lugar del tablero que pusiese su moneda había de inevitablemente tocar otra ya colocada. Este juego admite una estrategia que garantiza ganar, siempre que se haga el primer movimiento (invito a que se descubra). ¿Y qué tiene que ver con el huevo de Colón? Pues parece que, en determinado momento, se popularizó la variante de jugar no con monedas sino con huevos; de esa manera se evitaba la estrategia a la que me he referido recuperando la incertidumbre del resultado (ésta es una pista para descubrir la mentada estrategia). Pero entonces llegó Colón, que en la conveniente leyenda sería un vicioso del juego, y gracias a su ingenioso truco del golpecito en la base del huevo, pudo recuperar la estrategia victoriosa. Ingeniosa historia de nuevo y de nuevo carente de toda credibilidad.
Descubro que el asunto este del huevo de Colón ha sido excusa para un derivado del famoso Tangram. Como es sabido, el Tangram chino original (tenga más de mil años o apenas doscientos) es un cuadrado formado por siete piezas (tans) que, separadas y recombinadas de múltiples maneras, nos permiten formar diversas figuras (según la wiki, alrededor de 16.000). El "tangram" (que estrictamente no lo es) Huevo de Colón es un ovoide troceado en nueve piezas que, de nuevo recombinadas, permiten la formación de muchas figuras distintas que, a diferencia del Tangram clásico, tienen bordes curvos. Este puzzle fue comercializado originalmente en 1893 por la firma alemana Ritcher, especializada en rompecabezas geométricos (creo que sigue existiendo). También la leyenda del huevo de Colón ha dado origen a juguetes mecánicos que son objetos ovoides que, si se descubre su secreto, se pueden colocar de pie sobre una superficie plana. También de finales del siglo XIX hay ejemplos de huevos de Colón mecánicos, como el fabricado por la firma norteamericana Montgomery Ward o por la alemana Pussycat. De estos aparatitos, uno de los más modernos es japonés. Se trata de un "huevo" con una ventanita en la cual se ven cinco piezas que tienes que mover para conseguir que todas aparezcan de color rojo; en ese momento un peso se bloquea en la base del huevo y permite que éste se sostenga sobre una mesa.
La provechosa wikipedia nos informa de que la anécdota fue escrita por Girolamo Benzoni en su famosa Historia del Nuevo Mundo (Venecia, 1565). Ese libro lo leí hace unos veinticinco años, cuando pretendía hacer una tesis sobre urbanismo colonial hispanoamericano; apenas lo recuerdo ya y sería incapaz de confirmar de memoria si entre sus páginas aparece o no este relato. Pero, aunque así fuera (lo que me deja un cierto regusto de extrañeza pues pienso que pertenece al tipo de curiosidades de las que suelo acordarme), eso no garantiza en absoluto que Colón hubiese hecho la gracieta del huevo. Si seguimos creyendo a la wiki, quince años antes de Benzoni, Giorgio Vasari atribuía idéntico truco a Brunelleschi, a quien todos admiraban por haber diseñado y construido la inmensa y majestuosa cúpula de Santa Maria del Fiore en Florencia. Podríamos pensar que Colón conocía la anécdota de Italia; en ese caso, la ocurrencia de Brunelleschi debía haber ganado fama pues hubo de suceder años antes del nacimiento de Cristóbal. Lo cierto es que en italiano también se usa la expresión con idéntico significado, aunque de ahí pocas conclusiones puedan sacarse. En todo caso, más probable que Colón conociera la anécdota desde su juventud italiana me parece que Benzoni hubiese leído a Vasari. Y ya puestos, me parece más probable que el protagonista fuera Brunelleschi antes que el almirante, pero más probable todavía me parece que no fuera ninguno de los dos y que, sin padrino conocido, la expresión fuera más antigua que ambos personajes.
He contado la tan conocida historieta porque hace unos días me he topado con otra variante que todavía se me antoja más improbable. Resulta que hacia el siglo XV había un juego muy popular consistente en que dos personas iban situando alternativamente sobre un tablero liso (me lo imagino de unas dimensiones parecidas a las de uno de ajedrez) una moneda. Ganaba la partida quien, al corresponderle jugar, no disponía de espacio libre; es decir, que en cualquier lugar del tablero que pusiese su moneda había de inevitablemente tocar otra ya colocada. Este juego admite una estrategia que garantiza ganar, siempre que se haga el primer movimiento (invito a que se descubra). ¿Y qué tiene que ver con el huevo de Colón? Pues parece que, en determinado momento, se popularizó la variante de jugar no con monedas sino con huevos; de esa manera se evitaba la estrategia a la que me he referido recuperando la incertidumbre del resultado (ésta es una pista para descubrir la mentada estrategia). Pero entonces llegó Colón, que en la conveniente leyenda sería un vicioso del juego, y gracias a su ingenioso truco del golpecito en la base del huevo, pudo recuperar la estrategia victoriosa. Ingeniosa historia de nuevo y de nuevo carente de toda credibilidad.
Descubro que el asunto este del huevo de Colón ha sido excusa para un derivado del famoso Tangram. Como es sabido, el Tangram chino original (tenga más de mil años o apenas doscientos) es un cuadrado formado por siete piezas (tans) que, separadas y recombinadas de múltiples maneras, nos permiten formar diversas figuras (según la wiki, alrededor de 16.000). El "tangram" (que estrictamente no lo es) Huevo de Colón es un ovoide troceado en nueve piezas que, de nuevo recombinadas, permiten la formación de muchas figuras distintas que, a diferencia del Tangram clásico, tienen bordes curvos. Este puzzle fue comercializado originalmente en 1893 por la firma alemana Ritcher, especializada en rompecabezas geométricos (creo que sigue existiendo). También la leyenda del huevo de Colón ha dado origen a juguetes mecánicos que son objetos ovoides que, si se descubre su secreto, se pueden colocar de pie sobre una superficie plana. También de finales del siglo XIX hay ejemplos de huevos de Colón mecánicos, como el fabricado por la firma norteamericana Montgomery Ward o por la alemana Pussycat. De estos aparatitos, uno de los más modernos es japonés. Se trata de un "huevo" con una ventanita en la cual se ven cinco piezas que tienes que mover para conseguir que todas aparezcan de color rojo; en ese momento un peso se bloquea en la base del huevo y permite que éste se sostenga sobre una mesa.
Esto de equilibrar huevos es una especie de invariante universal que, además, ha generado algunas mitologías mágicas. La más conocida es la tradición china que asegura que en el día de Li Chun (el primer día de primavera) a los huevos les resulta más fácil equilibrarse sobre una superficie lisa que en el resto del año. Martin Gardner, el conocido divulgador, cuenta que en 1945, gracias a un artículo en la revista Ufe que aseguraba que la mayoría de la población de Chungking se dedicaba a equilibrar huevos ese día, en Estados Unidos hubo una verdadera fiebre con este asunto (parece que el propio Einstein tuvo que opinar al respecto). Casi cuarenta años después, en 1983, una tal Donna Henes organizó su sexta ceremonia anual de equilibramiento de huevos enfrente del edificio de las Naciones Unidas, en Nueva York; con ese ritual, pretendía promover la armonía y la paz universal. The New Yorker contó que en el pequeño parque Ralph J. Bunche se pusieron en equilibrio muchos huevos por una multitud entusiasta que coreaba lemas pacifistas. La costumbre continuó unos cuantos años más (¿sigue aún?) y muchos de los creyentes afirman cosas como que durante el equinoccio la tierra está en equilibrio con el universo y eso facilita los equilibrios "ovales" o que las fuerzas cósmicas de esa armonía universal son transmitidas desde las manos al huevo ...
Poner vertical un huevo depende fundamentalmente de las rugosidades de ambas superficies, la de apoyo y la de la propia cáscara. No es difícil encontrar irregularidades que faciliten el sostén necesario; si la cáscara es perfectamente lisa y también lo es la superficie plana, la empresa es casi imposible. Desde luego, para mí lo es, pues entre mis muchas virtudes no figura la paciencia. Aunque hay quienes parecen capaces de lograrlo sin recurrir a trucos como el del almirante u otro al que recurren los magos: se equilibra el huevo sobre un montoncito de sal que luego se sopla disimuladamente; los pocos granos que quedan bastan para mantener el huevo de pie. Este truco funciona incluso con patosos como yo: esta foto lo prueba; aunque no se distinga del todo bien, aseguro que es un huevo sacado hace un momento de mi nevera y enderezado sobre la encimera de mi cocina gracias a la sal (cuyos restos pueden verse). He ahí, declaro solemnemente, mi huevo de Colón.
Poner vertical un huevo depende fundamentalmente de las rugosidades de ambas superficies, la de apoyo y la de la propia cáscara. No es difícil encontrar irregularidades que faciliten el sostén necesario; si la cáscara es perfectamente lisa y también lo es la superficie plana, la empresa es casi imposible. Desde luego, para mí lo es, pues entre mis muchas virtudes no figura la paciencia. Aunque hay quienes parecen capaces de lograrlo sin recurrir a trucos como el del almirante u otro al que recurren los magos: se equilibra el huevo sobre un montoncito de sal que luego se sopla disimuladamente; los pocos granos que quedan bastan para mantener el huevo de pie. Este truco funciona incluso con patosos como yo: esta foto lo prueba; aunque no se distinga del todo bien, aseguro que es un huevo sacado hace un momento de mi nevera y enderezado sobre la encimera de mi cocina gracias a la sal (cuyos restos pueden verse). He ahí, declaro solemnemente, mi huevo de Colón.
CATEGORÍA: Curiosidades dispersas
Interesante lo del huevo. La verdad que nunca hubiera pensado en lo de la sal, realmente algo muy ingenioso.
ResponderEliminarUn saludo.
No tiene nada que ver con el huevo, pero seguro que de aquí saca un post
ResponderEliminarhttp://es.youtube.com/watch?v=tlqP6TGDKrY
¡Gracias,Miroslav! Ahora soy más sabia :-)
ResponderEliminarQuién diría que un humilde huevo diera para tanto...
ResponderEliminarBesos
Qué lindo.
ResponderEliminar(Hoy no tengo el día para comentarios sesudos)
Hay que ver, los pobres huevos, tener que esperar al primer día de primavera en China para ponerse de pie! Y yo que siempre había pensado que el día más feliz de los huevos era en pascua...
ResponderEliminarY en cuanto a lo de la encimera, ahora me explico el dicho "Este huevito quiere sal!"
No hay nada como entrar aquí para entender los misterios de la vida...
Besotes y feliz fin de semana!
Este post me ha recordado lo que me contaron hace tiempo sobre la revista "La Codorniz". Hartos ya de la censura, idearon una forma sutil de burlarla y publicaron en una ocasión una portada que era "El huevo de Colón". Nada que objetar. La portada del siguiente número era "El otro".
ResponderEliminarhay que ver lo favorecido que ha salido tu huevo... de Colón ¡por supuesto!, jajaja.
ResponderEliminarEn serio, muy curioso e interesante, como siempre.
Un beso
Lo he probado!! Lo he probado!!
ResponderEliminaryo también tengo mi huevo de colón, claro que el protagonismo no le salvará al pobre de verse convertido en mi afrancesada cena.
besos
Me parece de lo más interesante esta entrada. Cada día se aprende algo nuevo. La verdad es que nunca había escuchado esa expresión del huevo de Colón. No sé si sea mi ignorancia o que en México no se use mucho. En todo caso, en el Diccionario de Uso del Español de María Moliner el "huevo de Colón" se define como tú lo explicas y proponen otra expresión análoga: "huevo de Juanelo". ¿Quién habrá sido Juanelo?
ResponderEliminarYo tampoco tengo tanta paciencia como para intentar siquiera poner vertical un huevo. Lo que sí sé es que cuando se hierve uno para hacer huevo duro la clave para saber que ya no está crudo es hacerlo girar. Si gira libremente como un trompo significa que ya está bien cocido. Estos huevos están llenos de sabiduría. :D
Saludos
No me extraña que haya habido tanto lío con el huevo: su forma es un enigma que desafía a la geometría más elemental. Al menos, la sal lo pone todo en su sitio :-) Bravo por lo documentado de la entrada. Besos.
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