martes, 23 de noviembre de 2010

Malpensados

Hace unas semanas recibo vía correo electrónico una convocatoria para una reunión con los propietarios de unos terrenos en una de las piezas "estratégicas" de la propuesta del Plan. La verdad es que del texto de la convocatoria no se deducía nada de todo esto: tan sólo la secretaria del alcalde me citaba para el día siguiente con los nombres de los asistentes y sin detallar el tema a tratar. Es ésta la tónica habitual de "mi" ayuntamiento: bastante desagradable porque me obliga a asistir a las reuniones sin más armas que el recurso a la improvisación y más de una vez me he encontrado en situaciones relativamente embarazosas. Pero, cuando uno es la "puta contrata" ya se sabe: ajo y agua ...

El caso es que, como era obvio, los dos únicos nombres desconocidos tenían que ser los interlocutores a los que íbamos a recibir para hablar, se suponía, de sus intereses en relación con la propuesta urbanística que estamos trabajando. Así que, para orientarme previamente sobre lo que me esperaba, llamé a un compañero de la oficina técnica municipal a ver si él me ponía en antecedentes sobre quiénes eran y qué querían esas personas. –Pero, ¿no sabes quienes son esos? –se sorprendió mi amigo– "Marujita y Dinio", hombre, los venezolanos del ámbito XYZ que tienen un proyecto de centro comercial pendiente de licencia.

Al principio no caí (confieso que no soy precisamente un lince descifrando guiños crípticos) pero, con algunas aclaraciones más, me acordé de la pareja. Los había conocido hace unos meses en una reunión colectiva con el resto de propietarios de dicho ámbito XYZ. De los dos, era la mujer, ya mayor, frisando la setentena, quien llevaba la voz cantante: muy operada y de aliño indumentario en el extremo opuesto del machadiano (tenía que exhibir los resultados de sus varios maqueados). El hombre no llegará a los cuarenta y se le notaba en clara situación de dependencia hacia ella, por más que procuraba hacerse notar expresándose con cierta vehemencia (aunque casi ninguno le hacíamos demasiado caso: estaba muy claro quién llevaba las riendas).

–Pero, ¿tú no sabías que estos dos están liados? Parece que la doña vino con su marido de Venezuela, ambos con bastante dinero y la intención de invertirlo aquí. Pero al poco de llegar, él se lió con una muchachita y parece que ella no ha querido ser menos y se ha buscado su propio maromo jovencito, además de quedarse con la guita. Pues no, la verdad que no lo sabía y ni siquiera se me había ocurrido al verlos aquella primera vez. Pero ahora ya estaba sobre aviso y reconozco que tal conocimiento hacía que la inminente reunión se me presentara más interesante de lo que preveía hasta entonces. Habrá que reconocer que el virus del chismorreo malsano (que tan buenos negocios televisivos alimenta) también habita en mi interior.

En fin, que sí, que durante la reunión, además de atender la monótona letanía de sus peticiones, excesivamente untadas con la melosa cortesía caribeña, no pude evitar mirarlos desde la óptica morbosa a la que me habían predispuesto las noticias de mi compañero. Oía lo que decían y me decía que ese tipo le hacía el amor a la vieja y, enseguida, me imaginaba lo preocupado que debía estar viendo que el negocio de ella podía irse a pique si no accedíamos a lo que nos solicitaban. También él podía perder una inversión importante; de ahí esa vehemencia que no acertaba a controlar. Aunque no venga demasiado al caso, diré que, con matices, esa reunión sirvió para que lograran un pre-acuerdo que puede llegar a ser suficientemente satisfactorio para ambas partes.

Unos días después tuve otra reunión, esta vez en mi oficina, con uno de los ingenieros que colabora en el Plan. De casualidad salió a relucir la ordenación del ámbito XYZ y le comenté lo que se había acordado en el Ayuntamiento con los propietarios de una de las mayores parcelas. –Ah, sí –me dijo– la de los venezolanos; la madre y el hijo. ¡¡¡¿Cómo?!!! ¿Son madre e hijo? Y, riéndose de mí tras asegurarme que los conocía bien pues habían sido clientes suyos en un par de proyectos, me contó que la única parte cierta del chisme era que, en efecto el matrimonio (con el hijo) habían llegado de Venezuela hacía unos años y que el marido se había enrollado con otra (tampoco tan jovencita).

Y yo me quedé pensando cómo me creí a pies juntillas la historieta morbosa (y conste que, por lo visto, todos los que estaban en aquella reunión, salvo los aludidos, la creían). Hay que reconocer que somos muy malpensados.


Amparanoia - Little think (La vida te da, 2006)

12 comentarios:

  1. Ah, no Miroslav. Hablá por vos. Yo siempre pienso lo mejor del prójimo. (Solo soy algo mentirosa;)

    Un beso

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  2. Bueno, el nefasto axioma de "piensa mal y acertarás", reaccionario como casi todo el refranero, tiene su razón de ser en lo mismo que evidencia la (buena) literatura y que tu has enunciado hace poco con la cita de Vargas Llosa: "la verdad de las mentiras", o dicho de otro modo más académico; el asunto del jovencito y la vieja liados parece ser que no era 'verdad', pero era, ¿lamentablemente? 'verosimil'. Y tu simplemente caíste en esa verosimilitud, como cualquiera.

    Lo que nos debería avergonzar a los tíos, en todo caso, es que en el fondo (hablo por mí) nos parezca no sé si mejor, pero más natural el caso inverso de viejo y jovencita, aunque supongo que a las tías les parece fatal. Y luego están los casos reales y concretos, no asimilables al tópico, cada pareja es un mundo...

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  3. Hombre, malpensado será, en todo caso, quien se imaginó el primero la liaison entre la señora y el jovencito. Tú, que no hiciste más que creer lo que te contaban, eres en todo caso malinformado.

    Y no es lo peor ser malpensado, sino ir divulgando historias privadas del prójimo. Ya está mal cuando te consta su veracidad -no son asunto tuyo, ni de nadie que no sean los interesados-; pero si encima no son más que una suposición, entra directamente en la categoría de difamación.

    Sin contar con que, como bien dice Lansky ¿por qué es "malpensar" imaginar que dos individuos cualesquiera mantienen una relación amorosa? Si a ellos les parece bien ¿a quién tiene que parecerle mal?

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  4. Vanbrugh, el mal pensamiento no viene por la relación, sino por el dinero de ella y la juventud de él. Que es el motivo que da morbo a dicha cuestión, no nos hagamos ahora nuevos en esto de los cotilleos. Que como bien reconoce Miroslav es muy fácil caer en el interés que provoca dichos pensamientos.

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  5. Difamar, vienen a decir Vanbrugh, eso sí que es feo. Yo, por ejemplo, tengo bien sabido que en su tempestuosa juventud Vanbrugh se encerraba en los veranos con novicias y monjas de clausura y allí disfrutaba locamente (viene a decir él mismo) y que fueron gratísimos momentos inolvidables, dignos del relato de un Bocaccio al menos. Pues bien, aún siendo bien cierto y hasta habiendo testimonios gráficos del monaterio en cuestión y demás, yo no voy diciendo por ahí nada de esto, sólo acá y acullá.

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  6. La caribeña ardiente es un tópico. ¡Azúcar! El autor y su informante deben ser perdonados. En penitencia, que se vean un culebrón entero. Los 280 capítulos.

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  7. Qué historieta equisyzeta, qué culebrón REAL pasando por delante de tus narices en tu propio despacho.

    En innumrables ocasiones la realidad supera a la ficción - latiguillo no menos cierto por tópico.

    Miroslav y sus historias tan bien expuestas, contadas con esa graciosa seriedad.

    ¿Hay un final? ¿Lo contarás si lo hay y es 'contable'?

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  8. ¿ Qué final ? Grillo. Ya está todo dicho. Miroslav cayó en la trampa como hemos caído nosotros leyendo su relato.
    ¿ Sabíais que Vanburgh disfrutaba de las monjas cuando era joven ? Ssss, que se quede entre nosotros, eh.

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  9. De todas formas, los manuales de sexo taoistas sostienen que las mejores combinaciones son mujer mayor y jovencito, o, en menor grado, la inversa...Y las peores las noreamericanas, añado yo, en que se tiende a unir a parejas incluso del mismo curso de bachiller

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  10. Miroslav: la vida misma. Tenemos esa malísima costumbre, y le ponemos morbo a nuestras vidas cotidianas.
    Ego te absolvo.
    Un abrazo

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    Saludos cordiales.

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  12. si te dan mierda constante
    por todos los "medios",
    terminas acostumbrándote a ella
    y hasta la comes con
    auténtico placer...

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