sábado, 15 de septiembre de 2018

Etapa 10: La Tabona - Las Almenas

Hacia las 8:30, Jorge y yo dejamos aparcado su coche en la calle Hoya de los Pablos (donde habíamos acabado la etapa anterior) y comenzamos a caminar cuesta abajo. Enseguida cruzamos una carretera bien asfaltada que extrañamente no es del Cabildo (supongo que será municipal). La pista por la que seguimos descendiendo campos de cultivo y con el mar como horizonte llega hasta el lugar denominado Las Crucitas y ahí giramos en dirección Este (como si retrocediéramos respecto del sentido general de la vuelta) hasta llegar al barrio de Santa Catalina. Llevamos caminados poco más de dos kilómetros y hemos pasado de los 330 a los 115 metros de altitud; para las pendientes habituales en la Isla, un descenso suave. Este núcleo de Santa Catalina es el primer asentamiento urbano en lo que hoy es el municipio de La Guancha, constituido en los primeros años de la conquista con varias familias provenientes de Gran Canaria (varias de ellas de origen portugués). Avanzamos por la calle Real, de agradable apariencia, hasta llegar a la plaza de la ermita, construida en 1510 pero reedificada en 1878 después de que un aluvión la dejara prácticamente en ruinas. Nada más pasar la ermita se acaba el pueblo y salimos a la TF-351, esta vez sí una carretera insular (la que sube desde el enlace de San Juan de la Rambla a La Guancha), por la que seguimos hasta el citado nudo con la TF-5 y luego por ésta durante unos trescientos cincuenta metros.


Doblamos hacia la derecha por un camino trazado por el borde de una meseta litoral elevada sobre los terrenos adyacentes al Este. Mirando en esa dirección se abre una panorámica con plataneras en primer plano, el núcleo de San Juan de la Rambla detrás y la rotunda orografía de las laderas de la costa Norte como fondo, además del mar y el cielo, claro. En solo unos doscientos metros estamos al borde del acantilado costero, que recorremos con pasos cuidadosos, asomándonos de vez en cuando al borde a disfrutar de la belleza de las rocas batidas por el océano. Estamos en una de las muchas puntas que recortan el perímetro costero y, en un extremo, el llamado Charco Verde. El litoral tinerfeño cuenta con abundantes de estos llamados “charcos”, recintos cercados por formaciones rocosas que permiten embalsar el agua marina a modo de piscina natural, de modo que aunque el mar esté embravecido ahí, en el charco, uno puede bañarse con seguridad. Este Charco Verde (por el color de sus aguas) dicen que es uno de los más bellos; yo no diría tanto, pero sí es verdad que es bonito. No hay nadie bañándose pero sí algunos chicos jóvenes pescando; aunque bajo hasta el agua, tampoco yo me baño. Visitado este charco queremos seguir bordeando el acantilado pero renunciamos a la idea: las fincas de plataneras llegan prácticamente hasta el cantil, pero todas están tapiadas y bordearlas sería arriesgado (y después de la aventura de la séptima etapa, he prometido no cometer más estupideces). De modo que damos la vuelta hasta llegar a una pista que discurre paralela a la costa como límite superior de esas fincas. Son unos setecientos metros asfaltados hasta llegar a la zona llamada Hoya Potros; a partir de ahí, durante los siguientes mil cien metros, iremos por un sendero de tierra (a veces casi desaparece), con fincas agrarias a la izquierda pero terrenos pedregosos con escaso matorral a la derecha, hacia el mar.


Superado el último tramo, en el que el sendero se difumina en el pedregal, alcanzamos la pista asfaltada que da acceso vehicular al más conocido Charco del Viento. El extremo de una finca explanada ha sido acondicionada como aparcamiento (el resto es un inmenso invernadero de medio kilómetro de longitud) desde el que bajan unas escaleras excesivamente anchas hasta las rocas marinas (se nota que es un proyecto de los ingenieros de Costas, carentes de la sensibilidad que exige intervenir sobre estos espacios). Abajo se bifurca hacia dos charcos: el derecho, más amplio, es de callaos y está vacío; en el de la izquierda, que es más estrecho, la marea baja ha dejado una playita de arena negra en la que hay unas cuantas personas, unas tomando el sol y otras yendo hasta donde llega el agua para tomar “baños de asiento”. De vuelta en el aparcamiento, intentamos de nuevo continuar siguiendo la costa pero no descubrimos ningún sendero, de modo que nos resignamos a caminar cuesta arriba, pegados al invernadero (aprovechando una abertura asomamos a mirar: estaban plantando y el aspecto era muy bonito) hasta llegar a la pista “horizontal” que, paralela al litoral, da servicio a este grupo de explotaciones agrícolas. A unos quinientos metros enlazamos con un camino asfaltado –Las Rositas– que seguimos hasta que cambia de sentido. Nos toca entonces salvar una empinadísima cuesta para alcanzar otro camino, éste llamado de la Cascajera. Dice la RAE que cascajera (o cascajal) es lugar donde hay mucha piedra menuda; lo cierto es que el terreno es bastante accidentado y pedregoso, sin que acertemos a ver senderos paralelos a la costa por lo que hemos de seguir el camino hacia el Sur, bajando suavemente hacia el barranco de las Ánimas, que define el límite entre La Guancha e Icod de los Vinos. Allí hay otro enorme invernadero y pegado a él, por el mismo cauce del barranco, un sendero de tierra. Después de unos seiscientos metros giramos a la izquierda: vemos un pequeño grupo de chalés y delante de ellos, ante el acantilado, antiguas fincas de cultivo, abandonadas hace mucho tiempo y ya completamente colonizadas por cardones y tabaibales. Se llama Los Llanos del Polvo y, cuando planifiqué la ruta, tenía previsto cruzarlos para llegar a la Punta de Juan Centellas, otro de los múltiples promontorios que recortan la costa y que tiene su fama porque allí se rodó la primera escena de la película Furia de Titanes. Sin embargo, tras trabajoso caminar entre el matorral, chocamos contra una verja que nos impide el paso; mosqueado, la voy siguiendo hasta su extremo y compruebo que la han llevado hasta el mismo borde del precipicio; o sea, si queremos pasar tenemos que, agarrados a ella, quedarnos colgados sobre el vacío. Maldiciendo la mala leche de quien la haya levantado, damos media vuelta.

Así que, bastante cabreados, subimos hacia la carretera general por una senda por el margen izquierdo del barranco (distinta de la que habíamos seguido al bajar) que, en su último tramo tiene una pendiente demoledora, como me recordarán mis gemelos durante los siguientes días. Sigue luego, en la misma dirección, el camino Tazana que acaba en la parte baja del barrio icodense del Buen Paso, pegado a la carretera general. Creo que el nombre de este barrio alguna relación guarda con el famoso Vizconde del Buen Paso, Cristóbal del Hoyo-Solórzano y Montemayor (1677-1762), un personaje de la Ilustración con vida tremendamente azarosa e interesante. Don Cristóbal poseyó importante patrimonio en Icod pero su casa hacienda no estuvo en este barrio, sino en Las Cañas, así que no le veo mucha lógica. Lo que sí conozco a ciencia cierta es que en la parte alta de este barrio se encuentra el Pino de Buen Paso junto al cual, según cuenta la tradición, Alonso Fernández de Lugo celebró la primera misa tinerfeña en 1496. Teníamos que haber subido por la calle del Vizconde del Buen Paso, que cruza sobre la carretera del Norte, y haber visitado la ermita del barrio, una de las más antiguas de la Isla, y un poco más arriba el famoso pino; pero no lo había previsto cuando planifiqué la ruta. Lo que sí hicimos fue entrar en un bar y comernos una tapa invento de la casa: trozos de piña acompañados de zanahoria picada aliñada y aceitunas; curiosa combinación que estaba muy rica y me devolvió las fuerzas (me había olvidado llevar comida y lo acusaba). A partir de ahí poco más de contar: salimos a la TF-5 y caminando por el arcén hicimos el poco más de un kilómetro que distaba hasta el polígono Las Almenas, donde habíamos dejado aparcado uno de los coches. Ruta finalizada, no tan satisfactoriamente como pretendíamos pero qué se le va a hacer. Según Wikiloc trece kilómetros y medio.

1 comentario:

  1. Pues ayer leí las etapas que me quedaban, que el curro no siempre me deja tiempo para leer entradas de blogs. Me alegra que te recuperaras de tu percance y hayas podido completarlas. Un saludo.

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