Ficción histórica televisiva
Vi el otro día el primer capítulo de la tan anunciada nueva serie de ficción histórica Isabel, de Diagonal TV, la productora catalana responsable, entre otras, de Amar en tiempos revueltos, La Señora y República. No me disgustó este primer episodio, más de una hora (algo largo para una serie) entretenida, aunque quizá esperaba que lo fuera algo más, pero no estuvo mal. Comienza con la coronación de Isabel I en Segovia (13 de diciembre de 1474) y, a partir de ahí, se da un salto atrás hasta 1461 para iniciar la narración cronológica de los acontecimientos cuando los dos hermanos, Isabel y Alfonso, viven en Arévalo con su madre Isabel de Portugal (protegidas por Gonzalo Chacón) y son llamados a la corte segoviana por Enrique IV, su medio hermano.
Comprendo que el principal objetivo de los productores de una serie es entretener a los espectadores, lo que puede aconsejar no ser demasiado escrupuloso con el rigor histórico. En mi opinión, no obstante, hay unas líneas rojas que deben siempre respetarse y, entre éstas, la más rígida es no alterar flagrantemente los hechos que han ocurrido. En este primer capítulo de Isabel no he detectado (tampoco soy un experto) ninguna barrabasada de tal jaez, pero sí las hay, y muchas, en Los Tudor, otra serie del estilo que he estado viendo durante este verano. Esta última nos cuenta descaradas falsedades como, entre otras, que el hijo bastardo de Enrique VIII con Bessie Blount murió de niño, que el cardenal Wolsey se suicidó en prisión, que el duque de Suffolk se casó con Margarita, la hermana del rey, y así hasta la saciedad. Supongo que los guionistas debieron de pensar que estas "licencias" mejoraban la tensión dramática del argumento o, en otros casos, lo que buscaban era simplificar la narración para evitar que el espectador se liara, pero para mí son inadmisibles pues contribuyen a hacerse una idea errónea del pasado. Por ejemplo, quienes hayan visto la serie quedarán espantados ante la crueldad de las decapitaciones de Ana Bolena o Thomas Cromwell, ante una muchedumbre del pueblo llano, cuando, en ambos casos, por ser nobles las víctimas, las ejecuciones fueron privadas.
Más discutible es la simplificación histórica de los argumentos que, dentro de ciertos límites, entiendo que puede admitirse. Mucho pedir sería que un producto dirigido al entretenimiento nos muestre todos los factores y matices que hay detrás de cada acontecimiento, so pena de resultar un tostón indigerible (aunque quizá no necesariamente: evitarlo sin renunciar a una recreación histórica rigurosa se me antoja un buen reto para los guionistas). Así que soy tolerante con las inevitables omisiones, la sobrevaloración arbitraria de ciertos aspectos en detrimento de otros e incluso, aunque con reparos, los "rellenos" de la trama con episodios de débil sustento histórico, siempre que no se contradigan con los hechos. Sin duda, en lo relativo a estas cuestiones, lo más llamativo en la ficción histórica es la tendencia a primar los factores personales frente a otros de naturaleza más objetiva, debido, obviamente, a que los productores saben que para enganchar a los espectadores han de conseguir reacciones emocionales de éstos, sean de identificación o rechazo, con los personajes. Esta premisa de la ficción histórica (también presente pero con mucho menor impacto en las novelas de este género) conduce a una interpretación del devenir histórico que descansa sobremanera en la psicología de los personajes; digamos que en la cultura de masas prevalece el enfoque de Marañón sobre el de Braudel.
No voy a negar que las personalidades de los protagonistas relevantes influyeron en el devenir histórico de sus épocas, pero es abusivo pensar que hasta extremos tales como nos son presentados en estas series televisivas. ¿Se explica la reforma anglicana sólo por el encoñamiento de Enrique VIII con Ana Bolena? Los Tudor apenas habla de los restantes factores políticos y económicos que intervinieron en la apuesta (nunca del todo a fondo) de ruptura con Roma. Desde luego, sí creo que las motivaciones personales, incluyendo las más bajas pasiones, juegan un papel importante en el por qué ocurren los hechos; al fin y al cabo, éstos son el resultado de acciones humanas que se originan por decisiones de personas concretas. No pienso, por tanto, que la historia venga predeterminada, pero sí que hay una "corriente" que subyace en su devenir, resultante de la suma vectorial de casi infinitos factores (algunos vinculados a nuestra especie y otros no) y que conocerlos, o al menos indagar sobre ellos, permite entender las condiciones y límites de las actuaciones individuales concretas. Aunque ello sea mucho más complicado de narrar en una serie televisiva y menos atractivo para el público que resaltar las notas caracterológicas de los reyes y nobles de la época.
Pero este asunto da para muchas sesudas discusiones y por tanto es arriesgado mantener un posicionamiento inequívoco desde el que juzgar el tratamiento por el que optan los productores, razón por la cual, como ya he dicho, soy tolerante con estas inevitables simplificaciones. Asunto parecido, pero no igual, es el concerniente a las actualizaciones de los comportamientos históricos para que sean más digeribles por el espectador actual. Esta cuestión implica un cierto grado de falseamiento al presentarnos a los personajes casi como si fueran nuestros contemporáneos. Ciertamente, cuanto más leo textos de historia más me convenzo de que el ser humano ha cambiado poco en sus caracteres psicológicos y, por tanto, nuestros comportamientos siguen respondiendo, básicamente, a las mismas motivaciones que las de nuestros ancestros de los siglos XV y XVI, por ejemplo. Aún así, ha habido cambios en lo que alguna vez he llamado nuestras "estructuras ideológicas", el modo de concebir la vida y el mundo que, condicionado por el entorno social, se refleja en formas de ser, pensar y actuar variables a lo largo de la historia. Son matices poco adecuados para ser reflejados en una serie porque, debido justamente a que esos valores culturales nos son ajenos, de lograrse, dificultarían la identificación emocional del espectador con el personaje. Estoy pensando ahora, por ejemplo, en la tremenda importancia que tenía la religión, capaz de condicionar (y limitar) toda la personalidad de un individuo de los siglos XV y XVI. También en el lenguaje.
En cuanto a la forma de hablar de los personajes de estas series, entiendo que sea aceptable "traducirla" a la sintaxis moderna, dejando sólo ciertas tonterías como el uso ceremonioso de la segunda persona del plural. No obstante, habría sido interesante que los productores se hubieran atrevido a intentar reproducir el lenguaje hablado de aquéllas épocas; no creo que ello hubiese reducido demasiado la inteligibilidad de los diálogos ni el interés argumental y, a cambio, habría contribuido significativamente al "realismo histórico" de la narración. Lo que no me parece admisible es que se vayan al extremo opuesto, como en Los Tudor, usando palabras que son verdaderos anacronismos (al rey no se le llamaba majestad, por ejemplo) o que se hace difícil creer que pudieran ser pronunciadas (ésas o las contemporáneas de equivalente carga semántica) por el correspondiente personaje (por ejemplo, se me hace difícil creer que la reina Catalina Howard, mientras era "cabalgada" por Enrique VIII, le gritara palabras propias de una peli porno).
Hay un último aspecto al que quiero referirme, mucho más frívolo e irrelevante, sin duda: el de los parecidos entre los actores elegidos y los personajes históricos que representan. De entrada, tanto en Los Tudor como en Isabel, llama la atención el escaso cambio de apariencia de los personajes principales pese al tiempo que transcurre entre los hechos narrados. Los Tudor comprende desde 1518 hasta la muerte de Enrique VIII en 1547, casi treinta años durante los cuales el rey pasa de ser un joven de 27 años a un cincuentón achacoso y extremadamente obeso. El actor, Jonathan Rhys Meyers, empezó el rodaje con treinta años y lo acabó con 33, sin que los productores hayan considerado necesario avejentarlo a medida que transcurrían los episodios. En el caso de la serie Isabel, la cosa es menos grave porque Isabel de Castilla tenía 21 años en su coronación, edad que casa aceptablemente con la de la actriz protagonista, Michelle Jenner Husson, de veintiséis; sin embargo, cuando la serie se retrotrae al inicio de la narración, 1461, la futura reina tenía diez años y, por muy aniñado que sea el aspecto de la actriz, difícilmente cuela. La verdad es que, sobre todo en Los Tudor, podrían haberse esmerado más en adecuar el actor al personaje, como hay magníficos ejemplos en el cine (el maquillaje hace maravillas).
Pero lo más descarado es el empeño en presentarnos unas imágenes físicas de los personajes históricos muy distintas de las que tuvieron. Intuyo que mucho tiene que ver con el culto actual (¿o ha sido así siempre?) a la belleza, que parece obligar a elegir actores guapos según los cánones contemporáneos, sin preocuparse de buscar un parecido con los personajes que representan, de los cuales, dicho sea de paso, hay abundantes representaciones pictóricas. Isabel de Castilla era de mediana estatura, blanca y rubia, como la mayor parte de los Trastámara, de ojos claros, entre verdes y azules, de mirada franca y alegre. Por supuesto, las crónicas de la época y la literatura, tanto histórica como de ficción posteriores, la describen como una mujer bellísima que es es lo que cabía esperar, dado su linaje. Pero hay retratos varios (aunque apenas de los años más juveniles que son los que cubre la serie) que nos permiten hacernos una idea de su apariencia, teniendo en cuenta que los pintores bien se cuidarían de representarla lo más favorecida posible. Puede que la imagen más temprana de que dispongamos de Isabel sea la del famoso cuadro anónimo colgado en las habitaciones reales del convento de Santa María de Gracia de Madrigal de las Altas Torres, antiguo palacio real donde nació la futura reina. Dice la tradición que se trata de un retrato de bodas de los dos reyes católicos y, si así fuera, la futura reina tendría dieciocho años. No es fea pero dista mucho de ser una preciosidad como la Michelle de la serie (Fernando sí que es feo, pese a ser un año menor).
A una edad más tardía aparece representada en el famoso retablo de la Virgen de los Reyes Católicos, atribuido a Fernando Gallego o un discípulo suyo hacia principios de la década de 1490, por lo que la reina estaría en sus primeros años de la cuarentena, que parecen muy bien llevados (empeño del pintor, supongo). Y qué decir del retrato más famoso de todos, el atribuido a Juan de Flandes y conservado en el Palacio Real de El Pardo, en el que la reina debía rondar la cincuentena y posa con cara de pánfila. Hay más representaciones de la época (no valen, claro está, las obras posteriores, sobre todo del XIX), las suficientes para poderse hacer una imagen de la apariencia física que habría tenido la joven infanta y que habrían permitido a los productores buscar una actriz más parecida, aunque no fuera tan atractiva como la chica tan mona que eligieron. Pero ya no es sólo que los actores sean bastante más guapos que los personajes que representan, sino que no se nota ningún esfuerzo en darles una apariencia física de la época, de modo tal que parecen, como así con, personas actuales embutidas en trajes de época. No sé, díganme si es creíble que en la segunda mitad del XV tales fueran las apariencias de la princesa y del valido del Rey, don Beltrán de las Cuevas.
Estas "imprecisiones" en la imagen física llegan a límites absurdos en Los Tudor que confío en que no se alcancen en la serie española recientemente iniciada. Desde luego, la más notable es que el guapo actor y modelo de perfumería dista mucho de parecerse al Enrique VIII de los célebres retratos de Holbein, ni tampoco tienen nada que ver las actrices que encarnan a sus seis esposas. Pero ya el colmo es que escojan como Ana de Cleves a la jovencita cantante de soul Joss Stone (cuya música, por cierto, me gusta mucho) que, sin ser una deslumbrante belleza no está nada mal, para decirnos a continuación que al rey le pareció horrorosa, tanto que ni siquiera pudo consumar el matrimonio. Como correctamente se cuenta en la serie, Enrique envió a Cleves a su admirado Holbein para que la retratara a fin de conocer su apariencia (costumbre habitual de la época) antes de ceder a las presiones de Cromwell para que se casara con ella. Holbein la pintó lo más agraciada que pudo, obviando sus fealdades, entre ellas los vestigios faciales de la viruela. Si viendo hoy el cuadro (en el Louvre) no se lleva uno la impresión de una mujer agraciada, hay que imaginar cuanto más fea sería dado que el rey Enrique se sintió engañado por su pintor favorito. ¿Tanto habría costado escoger una actriz fea aunque sólo fuera para que el argumento de la serie resultara convincente?
All the king's horses- Joss Stone (The Soul Sessions, 2003)
Dos series historicas muy buenas fueron las inglesas "Arriba y abajo" y "The duchess of Duke street", entre otras cosas por la crudeza con la que mostraban las diferencias sociales de finales del siglo XIX y principios del XX y como eran muy pocos los que se planteaban cuestionarlas.
ResponderEliminarLa segunda que cita Antonio no la conozco, pero la primera, 'Arriba y abajo' ,en efecto, era excelente y de muy lograda ambientación en su época, como es norma entre las series inglesas, pero yo no la consideraría 'histórica'
ResponderEliminar¿Qué tal estás Miros?
Efectivamente, en la mayoría de las series históricas se cometen errores de bulto, ya sea por desconocimiento de los realizadores (lo cual sería imperdonable), o por otros intereses más espúreos de los productores, distribuidores y algo de censura de los respectivos Gobiernos.
ResponderEliminarEn Isabel hay algunos gazapos tremendos. Dudo que la gran mayoría del público haya sabido entender bien la trama y los muy diversos eventos. Encima, el juego de flashbacks no está bien resuelto. También ha habido mucha polémica con TVE a la hora de abordar la producción. Se dice que tal vez no hagan más capítulos de los previstos.
La ambientación, vestuario, y fotografía son de lujo. Y el gustazo de ver a esa Michele Jenner de gran belleza, muy preparada también para el cante, doblaje, danza, teatro, etc.
Personalmente me gustan esas mujeres guapas a las que se les dispara un poco on ojillo cuando tiene que mirar algo o alguien muy de cerca.
[Milos: asta que digas basta seguiré preguntando por tu salud y deseándote mejoría.]
Antonio: Me acuerdo vagamente de "Arriba y Abajo", allá por los setenta, creo. No me importaría volver a verla, porque en su momento me gustó mucho. Como dice Lansky, los ingleses siempre fueron (quizá ahora ya no tanto) los maestros en las series, en especial las de ambiente victoriano. No me atrevería, como Lansky a no calificarla de "histórica", pero ciertamente nos cuesta más dar ese apelativo a una ambientación de principios del XX que a otra que ocurre en el XV o XVI. En todo caso, no encaja demasiado como ejemplo para el argumento de este post, ya que a las que califico de "ficción histórica" son a las que recrean directamente acontecimientos de los libros de historia, tipo Los Tudor o la recién estrenada Isabel. Son estas últimas las que, además de reproducir el ambiente y "modo de ser" de la época (igual que tus ejemplos) deben a mi juicio respetar los acontecimientos.
ResponderEliminarLansky: Bienvenido, ya pensé que te habías exiliado, ¿o es que estabas esperando a que dimitiera tu presidenta para volver a la Comunidad? Ya estoy de alta y en relativo buen estado, gracias. Aún así, como he contado un par de post antes de éste, el veranito ha sido jodidillo.
Grillo: Cuenta los gazapos que has pillado, que siempre es divertido. Y, de paso, los chismes que conozcas sobre la producción. La Michelle, de la cual nada conocía, es desde luego una monada, aunque no se me antoja nada parecida a la reina católica, como ya he dicho en el post. Eso sí, cuando acabemos de ver la serie se nos quedará en el cerebro la idea de que tal era el aspecto de doña Isabel I.
Y sí, te digo "Basta". Ya estoy razonablemente bien, dado de alta y sin aparentes secuelas digestivas. Muchas gracias por tu interés y buenos deseos.
Me alegra que estés bien, Miros. Ya no te pregunto más.
ResponderEliminarLos gazapos de la serie son de 'continuidad', (de raccord o cintinuitty), responsabilidad de la sript: no casan bien algunos de los planos y contraplanos o sucesión de secuencias, aunque con tanto flasback no sorprende.
Por otro lado, cuando una producción es políticamente 'conflictiva' los distintos responsables finales van eliminando o cambiando secuencias, planos y diálogos, que se van cambiando con hojas sustitutas de distintos colores en el guión para alertar a director, script, actores, etc.
Al final no me veas el lío de todo el equipo.
A mí me gusta mucho la 'serie', si es que no la cancelan de repente.
Y respecto a la Jenner, es una lindura... pero uno, perro viejo ya, sabe que ese lunarcito sexy en el carrillo acaba convirtiéndose en una verruga con pelos - como las de la brujas.
Me vas a convertir en el chivato cabrón porque conozco y destapo los entresijos del oficio. Un día os voy a meter el dedo en la boca a los demás para que nos contéis las trampas y falacias de vuestras profesiones, ¡canallas !
Ah: y ya me refocilo pensando en un posible post tuyo sobre Esperanza Aguirre...
Grillo Y Miroslav:
ResponderEliminarDisiento. Además de los errores de 'raccord' (¿gramaticales?) los hay de casting (¿no se puede decir ya reparto?), Isabel no sólo era mucho más fea que es primor de la Jenner, sino aún más fea que el mismo Fernando, pese a lo que diga Miros, y ni siquiera sirvió de modelo al gran Maquiavelo. Ah, y era una guarra prefascista
(-por Dios, Lansky: cómo descontextualizas.
-Sí, casi tanto como las series históricas)
Y yo disiento más Lansky:
ResponderEliminarEl raccord es no saltarse el eje de cámara en planos y contraplanos. Los debe vigilar la script o 'secretaria de rodaje' aunque ya se admite script igual que 'casting'.
Fíjate p.ej. que en una cena de dos o en una charla de despacho: se pone sobre la mesa un objeto que guía a la script y al operador, tal que un jarrón de flores, una vela o un teléfono en el despacho, de modo que les sea más fácil situar a cada personaje a la derecha o izquierda, donde DEBE estar. ¿Me explico? Es una guía en el espacio.
Y el reparto, como su nombre indica, es la lista de actores entre los que se REPARTE la película u obra de teatro.
Digo que se admite casting, pero que también se llama 'prueba de actuación', para convencer al director que ve al actor apropiaddo para el personaje que tiene que representar.
Ni te lo imaginas: tienen que acceder a esas pruebas los más reputados. Lo hacían Marlon Brando, Heston o Lancaster y lo hacen Julia Roberts, la Kidmann, o Anthony Hopkins. A tragar aunque se sepa que el papel es tuyo e incluso han esperado a que estés disponible.
Vamos, que sólo se libran de eso los que producen sus propias pelis previo a que lo acepte también la distribuidora.
Otra trola: la de esos que dicen (puro marketing) que hacen ellos mismos sus tomas de acción peligrosa: jamás lo consentiría su aseguradora. Que no, totalmente NO actualmente. Eso era antes, cuando Trapecio, El temible burlón o algo de J. Wayne.
Y para qué decirte las complejísimas claúsulas de seguro de buen tiempo... en climatologías adversas o en el mismo Madrid en primavera.
Grillo: Yo contigo no disiento, que conste; cómo habría de hacerlo dada mi ignorancia en las técnicas cinematográficas. Gracias a tu explicación de lo que es un raccord, procuraré a partir de ahora descubrir los gazapos al respecto.
ResponderEliminarLansky: En cambio contigo sí disiento, porque sigo pensando que Fernando era mucho más feo que Isabel que, siéndolo, no lo era tanto. Tengo un curioso librito de los años sesenta publicado por la Institución Fernando el Católico de Zaragoza que reproduce casi cuarenta retratos del "príncipe" maquiaveliano, desde los 27 años hasta su muerte con 52 y, pese a las notables diferencias que se aprecian entre ellos (lo que demuestra que a los "artistas" más les preocupaba embellecer al personaje más que la fidelidad al modelo) era, en mi opinión, bastante poco agraciado.
Por supuesto es asunto opinable y, por lo tanto, escurridizo. De hecho, cuando llega a Castilla a la muerte de Enrique IV, un cronista lo describe como "mozo de bien compuesta estatura; rostro grave, blanco y hermoso; el cabello castaño, la frente ancha con algo de calva; ojos claros con gravedad alegre; nariz y boca pequeña; mejillas y labios colorados; bien sacado de cuello y formado de espalda; voz clara y sosegada; y muy brioso, a pie y a caballo". Pro está claro que no iban a decir que el rey era feo, de la misma manera que las descripciones de Isabel son siempre elogiosas hacia su belleza.
También podemos admitir que los cánones de belleza hayan variado notablemente en este último medio milenio. Pero, qué quieres, en los varios retratos más detallados que he visto el tipo se me antoja feo, con ojos hundidos, párpados superiores en desagradable pliego y bolsones en los inferiores; una narizota nada fina; labios apiñonados y gordotes, carnosos en una boca pequeña que casi parece vulva horizontal (recuerdan a los de su desdichado descendiente Carlos II), papadón y pelo ralo y deslabazado. Ya veremos qué actor guaperas eligen para representarlo (tras los dos primeros capítulos todavía no ha aparecido en escena el personaje).
En cuanto a tu calificativo de "guarra prefascista", discutirlo da para un post entero.
'guarra' porque no se lavó según propia confesión hasta la toma de Granada (tiempos en los que se lavaban eran los nazaríes asediados) y 'prefascista', como su colega Cisneros porque Musolini ni estaba ni se le esperaba en siglos
ResponderEliminarDe acuerdo Grillo, aprendida la lección. Gracias
Lansky
Lans, los pintores de entonces, como los de ahora, trataban de favorecer a sus modelos; tanto más a los monarcas.
ResponderEliminarYsabel guarra, punto.
Su propuesta/apuesta/protesta de no cambiarse de bragas hasta el final de la reconquista le vino de perlas, aunque entonces era práctica popular no andar curiosa de los bajos. De ahí la dentadura del también horrible y felador Fernando: tenía tanto sarro que parecía que se había hecho gotelé en los dientes.
De trampas y trucos de cine, (ver blog de Miros), lo que me pidáis. Pero cine de antes. Para los nuevos trucos digitales me retiro o tendría que consultar a mi retoño.
Miros: esta nave de los locos va al pairo desde hace años y el pronóstico para este laberinto de pequeñas repúblicas hostiles es pesimista.
Ahora viene Artur Mas a decirle a Rajoy que 'caja o faja' (según R. del Pozo), que se disgrega, que también él quiere rescate o quiebra.
Llega un momento en el que me temo acabar en 'el corralito' y tendré que llenarme el cuarto trastero de víveres asaltados como hace el Sánchez Gordillo-Robin Hood, pero no para repatir entre los necesitados de Sherwood, sino para mi.
Lansky, a ver si haces tú el "raccord" en tu blog que tienes un lío ahí tremendo.Tu último post no aparece, y tus blogs preferidos están en medio de la página.
ResponderEliminarSaludo a todos.