San Antonio de La Florida en Madrid
Anoche volví borracho, muy cansado, muy borracho. Vino, sidra, hasch, amigos y una verbena para que fuera excusa y escenario. Y también agua: agua sucia como la de ese Manzanares en romería falsa que envolvía todo con su apestoso olor a mentira urbana. Frágil equilibrio el de la alegría que flota intangible; espejismo hecho de música, risas y mujeres, pero espejismo bien hecho, engaña, crees que existe, que puedes asirlo, apropiártelo. A veces funciona, aunque sea luego la resaca que llega en contracciones cardiacas desde esa bola de angustia en el estómago. Pero al menos algunas noches de juerga, de alegre intensidad analgésica; al menos algunos recreos dispersos de cuando en cuando. Anoche no.
Hace ya tiempo que me es difícil emborracharme, alcanzar esa divertida hilaridad desprejuiciada, esa percepción abierta y deslizante. O me paso o no llego, y sólo en ocasiones me lo creo por un rato. Lo habitual ahora es que los martillazos de la angustia que conscientemente acallo aumenten su potencia y me recuerden ... Y según se aceleran mis percepciones de espectador de jolgorio ajeno, asciende en frenético traqueteo la incomodidad estomacal. Así fue anoche, en parranda tonta, remedo de fiesta popular de un Madrid castizo que no existe y se queda en un río sucio, música electrónica y gente apiñada en la hierba. A todo esto, calor y divergencia progresiva con los amigos: me fui.
Y conduje entre ciego y robotizado desde la ribera de un afluente de segundo orden hasta una carretera llamada de la playa (en un Madrid de aridez y bochorno mesetario). Ciego por las punzadas de las casi vidriosas lentillas resecas que me rayaban los ojos; robotizado en el automatismo rutinario –juegos de embrague y acelerador, giros de volante– y borrachera letárgica. Conduje mirando en el intervalo de parpadeos excesivamente largos una aguja que marcaba ciento cuarenta y supe con absoluta indiferencia que mis reflejos estaban casi dormidos.
Luego, derrumbarse en la cama tapado solo por sudor pegajoso que arañaba la frente. Era una roca a la que el agua y el viento desgastan lenta pero ininterrumpidamente: surcos que me horadaban la cabeza convirtiendo en polvo los pensamientos epidérmicos y dejando al aire las obsesiones y, en todas ellas, tu recuerdo.
Absurdo escribir estas líneas en segunda persona, pero es a ti a quien escribo, aunque nunca las leerás. Dialogo con tu imagen recordada, con esa que poseo o me posee. Tuviste que encostrarte dentro para que además de saberlo sintiese el dolor impotente de no tenerte. De sobra sé que hablo con un maniquí imaginario al que insuflo actos y emociones repetidos, sacados de recuerdos congelados. De sobra sé que vives indiferente, ajena; que no volverá a haber encuentros. En ti seguirá el olvido y yo –¿por cuánto tiempo todavía?– alimentando una memoria masoquista y asustada, evitando cualquier noticia tuya.
Anoche, cansado y borracho, volviste a dolerme.
I've loving you too long - Dana Fuchs (Love to Beg, 2011)
PS: Hace unos días me topé con tres páginas algo amarillentas mecanografiadas en junio de 1983. Casi ni me acuerdo de la noche a que aluden aunque todavía sé quién era la causante de mis penas de amor de entonces. Penas que, como las de todos los enamoramientos juveniles, mucho tenían de impostadas por más que fuera inconscientemente. La foto que acompaña el post (ésta sí buscada a propósito) es la de aquella chica.
Hace usted muy bien y es asaz perspicaz calificar de romería falsa la de San Antonio de la Florida en Madrid. Las romerías son fiestas que sólo tiene (o tuvieron) sentido en pequeñas comunidades bien cohesionadas donde se conocen todos, incluso los que emigraron y que faltan todo el año pero acuden para el evento, a una cita, a ‘su pueblo’. Pero en una ciudad tan grande como Madrid, donde hasta los barrios empiezan a perder su morfología (no digamos la contaminación cultural del turismo), ya digo no tiene sentido, es falsa.
ResponderEliminarEl Madrid castizo es impostado y falso desde que lo inventaron los libretistas de zarzuelas y don Leandro Fernández de Moratín; curiosamente, algunos viejillos que se disfrazan de chulapos creen que existió: son entrañables aunque pesaditos.
La carretera de la Playa, La Playa de Madrid, el Charco del Obrero, topónimos relacionados, próximos y de posguerra. En concreto, La Cra de la Playa es perpendicular a la del Pardo y está en el mismísimo Manzanares no en ninguno de sus afluentes, aguas arriba del Puente de San Fernando, el más bonito de los urbanos. Cuando quieras te hago un itinerario.
El final es de tango (elogio): ”cansado y borracho, volviste a dolerme”
Como aclaro en el post, la romería a que me refiero ocurrió hace ya 30 años, en la época de la ahora mitificada movida. Ya me pareció falsa entonces y probablemente tienes razón en que nunca debió ser muy "verdadera". En todo caso, aunque me crié en Madrid, yo nunca he sido muy "castizo".
ResponderEliminarEn cuanto a la carretera de la Playa, sé bien dónde está pues de hecho mis padres vivían al lado. Al margen de ser la vía de referencia de mi infancia, también fue el escenario de un trágico suceso má so menos por las fechas de este relato.
Y gracias por elevar la última frase a la dignidad del tango. Qué más quisiera yo.
Creo que todos íbamos entonces a la verbena de San Antº de la Florida.
ResponderEliminarPolvo, sudor, vinazo ganado en el tiro al blanco, paseos para arriba y para abajo y alguna moza conquistada con el barullo y lo lenguaraces que no ponía el vinillo.
La foto que pones de tu chiquilla conquistada es una monería. Me recuerda a alguna actriz del momento.
Una tarde/noche fuí con mi jefe, un decorador de cine no mucho más mayor que yo. Este sí que era castizo, guapetón y follafornicón.
Ligamos con dos hermanas. Nos fuimos a su piso en Plaza de Cristo Rey, hicimos las picardías... y de repente, casi al alba, aparece un chiquillo por el pasillo lamando a su mamá...
Pensamos que podría también haber un marido o una abuela y salimos zumbando vistiéndonos por la escalera. El portal cerrado. LLegó a las 7:30 el portero y nos preguntó quienes éramos y que hacíamos allí sentados. Pensaba llamar a la policía por si fuéramos unos malhechores...
- Pero hombre: no nos huele a vino y no nos está viendo... La verdad es que venimos de un piso donde...
- No me digan más: ya sé. Se lo han pasado bien en el tercero con las hermanitas tales cuales.
Nos abrió. Suspiramos y de allí nos fuimos al trabajo, sucios, sin afeitar y oliendo a frito.
¡Grillo! Dos hermanas que gustaban de follar, como debe ser, dos auténticos mirlos blancos, dos, en esa España gris y cutre y tu sólo nos retrasmites la maledicencia de un portero (conserje de finca urbana), especie maledicente y hasta malévola donde las haya. ¡Me decepcionas! (pero me fascinan tus impagables anécdotas)
ResponderEliminarMiroslav, qué bien que escribías!
ResponderEliminarMe ha gustado muchísimo, sobre todo la parte esa de "Era una roca a la que el agua y el viento desgastan lenta pero ininterrumpidamente: surcos que me horadaban la cabeza convirtiendo en polvo los pensamientos epidérmicos y dejando al aire las obsesiones y, en todas ellas, tu recuerdo"
Creo que todos hemos vuelto a casa alguna vez después de una noche de juerga, lamentándolo y, desesperadamente, echando de menos a alguien a quien creemos amar.
Has descrito esa zozobra, que no quiero volver a sentir más que leyéndola, muy bien.
Hola. Me llamo Piti Sanz. No soy bloggero ni sigo ni leo blogs.
ResponderEliminarHe llegado aquí curioseando la frase "Vánitas, Vanitatum...." y leí y seguí leyendo y empaté.
Porque encontré paralelismos con mis "palinodias sin arrepentimientos" (soy músico y compositor y escribo y todo y/o nada)
Me he metido en un proyecto personal de CD+Fanzine+Arena de playa de Arosa.......
Me releo y parezco loco. En pitisanz.com se explica algo.
Me alegra mucho haberme tropezado con usted.