domingo, 1 de octubre de 2017

1-O

Pasada la “jornada electoral” (así, entre comillas, sin querer darle ninguna intencionalidad, solo para que nos entendamos), viene el balance y éste, a mi juicio, no puede ser más triste. Creo yo que la desafección de los catalanes hacia España es hoy mayor que ayer; intuyo que ahora mismo hay más independentistas en Cataluña que antes de este “referéndum ilegal”. Estoy seguro de que el objetivo que perseguían los estrategas del soberanismo no era la votación, ni que ésta tuviera las garantías. No parece que haya aún una mayoría clara independentista y, si el modelo razonable es el de Quebec (se han cansado de ponerlo como ejemplo), Puigdemont y los suyos difícilmente podrían esperar seriamente que en estas circunstancias y de estos modos Cataluña podría alcanzar la independencia. Hay que lograr que las uvas maduren un poco más.

Se me dirá que, a partir de la aprobación abusiva de la Ley del referéndum, al gobierno de Rajoy no le quedaba otra que intentar impedir un incumplimiento manifiesto y anunciado de la Ley. Incluso, se puede argumentar que ha diso el poder judicial, no el ejecutivo, quien se ha ocupado de tratar de que no se celebre el referéndum. No digo que no; es más, creo que sí, que probablemente cualquier gobierno tenía muy poco margen de maniobra, estaba obligado a evitar que se produjera una flagrante violación de la Ley. Pero lo que es incuestionable es que el gobierno ha hecho las jugadas que le ha obligado a hacer el contricante, las que él quería que hiciera. Y eso dice muy poco de la competencia política de este gobierno.

Acabo de echar un vistazo en internet a varios periódicos de Reino Unido, Francia, Alemania e Italia. En todos, lo que destaca en la primera página es la confrontación violenta entre la policía española y los catalanes que quería votar. No creo, por lo que he visto (llevo todo el día con la Sexta puesta), que la policía haya cargado injustificadamente contra quienes “defendían” los colegios electorales; sin duda que los ataques han partido de algunos de éstos (por ejemplo, tirando vallas contra los agentes o apedreándolos). Más bien estoy bastante convencido de que tenían órdenes de evitar a toda costa la violencia contra las personas. Pero es una ingenuidad pensar que si metes a la policía no va a haber confrontación cuando lo que se quiere es que la haya.

Estamos en el tiempo de la llamada posverdad. La verdad no le interesa a nadie, es lícito manipularla para “contar el relato” (otra expresión muy de moda) que a cada uno le interesa. Pues bien, sin duda, lo que ha ocurrido hoy ha fortalecido el relato independentista. Ha aumentado la tensión emocional, haciendo mucho más difícil cualquier posibilidad de diálogo. Tanto en Cataluña como en el resto de España, es probable que la radicalización de las posiciones dé más fuerza y apoyo social (electoral) a quienes defienden la incompatibilidad esencial, llevando el conflicto a un plano en el que solo cabe resolverlo por la vía de la fuerza.

Ningún Estado, por muy occidental y democrático que sea, puede permitir que una parte de su territorio se independice. Pero, por otra parte, también creo que un Estado no puede mantener dentro de sus fronteras un territorio cuyos habitantes se sienten ajenos a aquél y quieren ser independientes. O sí puede, pero con represión, en condiciones que parecen inaceptables en los tiempos que corren. Me da la impresión de que los estrategas del soberanismo comparten estas dos afirmaciones y están actuando en consecuencia. El objetivo es conseguir que siga creciendo el porcentaje de catalanes desafectos a España (aunque se confunda España con este gobierno español) hasta el punto en que haya mayoría suficiente en el Congreso para modificar la estructura del Estado, conceder a Cataluña el título de nación e incluso el derecho de autodeterminación en condiciones similares a las de Quebec.

Ya veremos qué pasa. Pero no se menosprecie la estrategia del nacionalismo catalán (que aclaro, por si acaso, que rechazo); que lo de hoy ha sido un paso más en dicha estrategia que puede ilustrase con la expresión “romper puentes”. Tengo además la sensación de que el PP está esencialmente incapacitado para revertir el lío en el que estamos, para conseguir invertir la tendencia de desafección entre la población catalana.

11 comentarios:

  1. España no puede, por historia y por derecho, exigir a todos los catalanes que se queden adentro: que habrá algunos que quieran hacerlo, y otros que no.
    Altri tempi, se entendía que no tener la misma creencia religiosa era un inconveniente para la marcha de las cosas. Hoy aceptamos que cada uno le reza a su Dios y así seguimos.
    Se quieren ir?. Hombre, se les regala con un moño que tenga las tres barras.
    Ahora, que la generalitat se haga cargo de contener adentro a los que no quieren ser sólo catalanes. Estoy pensando que cuando el estado de bienestar está siendo resignificado, las jubilaciones, el seguro de paro, la sanidad pública pasan a estar en manos del generalísimo, o como llamen al presidente los catalanes.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No creo que ni la historia ni el derecho tengan nada que ver en este asunto. En todo caso, lo que para mí es evidente es que es inviable en estos tiempos mantener un territorio cuya población muy mayoritariamente quiere irse. Ahora bien, no se ha llegado aún a esa mayoría amplia y, de otro lado, nunca puede ocurrir contrariando la Ley.

      Eliminar
  2. Trato de no meterme en conflictos tan ajenos, pero me acabo de acordar que al abuelo de actual rey lo enterraron con el título de conde de barcelona. ¿Se puede ser tan torpe?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Conde de Barcelona es uno de los muchos títulos que van asociados al rey de España. Al abuelo del rey, a pesar de no dejarle ser rey, Franco sí le dejó usar ese título. Hoy Felipe VI es el conde de Barcelona.

      Eliminar
  3. Ha habido quien ha dicho que en la anterior intentona de referéndum, la del 9 de noviembre de 2014, el estado dejó que ocurriera la charada y después, muy civilizadamente, declaró el proceso nulo. Como bien dices, en Cataluña han planeado el hecho de que esta vez hubiera mártires. Por otro lado, no puedo dejar de pensar que, empezando por el estúpido de Rajoy, hay cierta parte del estado a quien le importa un bledo que haya al menos cien heridos*, sino hacer lo que deben hacer para que los voten los mismos de siempre.

    Una vergüenza, simplemente.

    * Ayer se hablaba casi de mil, pero he oído diversas cifras y tampoco estoy seguro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me temo que tanto los del PP como los de junts pel sí no quieren que haya diálogos: ambos mantienen posturas esencialistas mutuamente incompatibles.

      Eliminar
  4. Encuentro paradójico que se produjeran disturbios solo donde se presentaron los antidisturbios

    ResponderEliminar
  5. Estoy bastante de acuerdo con tu post. Disiento en pequeños matices. Por ejemplo, yo creo muy desacertada la acción del gobierno del PP de impedir con policías (y previamente con jueces, aunque haya que hacer cumplir la ley) las votaciones. Yo les hubiera intentado reventar la estrategia de los independentistas, conseguir esas primeras planas de confrontación con la policía, dejándoles votar, y a continuación denegar toda validez (puesto que no la tiene) a esas votaciones y esperar a que ellos muevan ficha en lugar se caer ingenuamente en su celada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No me parece que estemos en desacuerdo. De hecho, lo que he pretendido decir es lo mismo: que el PP ha caído en la trampa de favorecerles su estrategia.

      Eliminar
  6. Lo que yo creo es que va a ser necesario estar dispuesto a hablar de todo, sin negaciones apriorísticas. Y luego decidir.

    ResponderEliminar