jueves, 25 de enero de 2018

Análisis del Auto del magistrado instructor Pablo Llarena Conde denegando reiterar una orden europea de detención de don Carles Puigdemont i Casamajó, que fue anteriormente retirada (1)

El pasado lunes, enterado de que Puigdemont iba a desplazarse a Copenhague, el Ministerio Fiscal solicitó al Juez Llarena que reactivara la orden europea de detención contra el expresidente catalán. En su Auto de ese mismo día 22 de enero, Llarena reconoce que la petición se corresponde perfectamente con la función del Ministerio Fiscal que es la de promover la acción de la Justicia; dice también que parecería razonable y lógico dictar dicha orden. Sin embargo, la deniega. La decisión la sostiene en dos “razonamientos jurídicos”: el segundo y el tercero del Auto. A mí, como a muchos otros, me dejó absolutamente alucinado la argumentación del segundo “razonamiento” (por mantener tan generoso epíteto). Pasada la estupefacción inicial, me ha apetecido hacer el ejercicio de analizar detalladamente la argumentación que expone. Empiezo en esta entrada con el primer párrafo que es el que a continuación transcribo:

SEGUNDO.- Llama la atención que quien se encuentra prófugo de la justicia tras su furtiva salida de nuestro país, desvele por adelantado su intención de trasladarse del lugar donde buscó su refugio inicial, y que proclame además el punto concreto donde estará presente. Que el comportamiento pueda buscar la detención que el Ministerio Público peticiona, es algo que no se escapa al instructor, más aún cuando el investigado sigue eludiendo comparecer en el proceso, y ha proclamado que lo elude por no asumir el riesgo de una eventual privación de libertad.

¿Puigdemont se encuentra prófugo de la Justicia? Supongo que sí, ya que, en efecto, ha sido llamado a declarar ante el Juez y se niega a comparecer. Ahora, tampoco es un prófugo en sentido pleno, porque no está escondido (todo lo contrario), se ha presentado ante las autoridades judiciales belgas, ha ofrecido declarar por videoconferencia y, en todo caso, no ha puesto ningún obstáculo a ser detenido, si eso ocurriera. Si el proceso conducente a llevarlo ante la Justicia española no ha culminado es porque la Justicia española lo ha interrumpido. Así que, en mi opinión, sí, se encuentra prófugo, pero es un prófugo anómalo. No diría yo que es su calidad de prófugo lo que más lo define y podría dejar de serlo en cuanto la Justicia española (el Juez Llarena en particular) lo quisiera.

¿Puigdemont salió furtivamente de nuestro país? Furtivamente equivale a “a escondidas”, “a hurtadillas”. Por lo que yo sé, salió por la frontera de La Junquera en coche hasta Marsella; lo hizo exactamente igual que lo haría cualquiera de nosotros. Furtivamente, de otra parte, se emplea cuando se pretende aludir a una intencionalidad en la acción; es decir, algo se hace de modo oculto pero, además, con una intención concreta, normalmente maliciosa. Ciertamente, muchos podemos pensar que salió de España con la intención de escapar de la Justicia, pero en ese momento aún no le habían llamado y, en todo caso, hay muchas otras motivaciones que pueden darse a su salida de España (incluso compatibles con la de escapar de la Justicia, previendo que ésta lo citaría). En todo caso, no parece procedente que un Juez instructor haga una calificación que presupone una valoración.

En fin, que no veo la necesidad de que el juez Llarena empiece su razonamiento con estas apreciaciones (prófugo, furtiva, buscar refugio) que no aportan nada en el terreno argumentativo pero, en cambio, revelan una actitud que no parece nada neutral. Y eso no creo que haga ningún bien a la defensa del sistema judicial español. Pero, en fin, vayamos a la cuestión central: al magistrado le “llama la atención” que Puigdemont anuncie públicamente que va a viajar a Dinamarca. Yo, en cambio, no entiendo que le llame la atención que diga lo que va a hacer cuando Puigdemont no para de hacer declaraciones. De hecho, estoy convencido de que su mayor miedo es que deje de estar en el candelero, que pasemos de él, y por eso aprovecha la más mínima excusa para hablar, para seguir con su estrategia publicitaria (equivocada o no), en el marco de la cual está, desde luego, comunicar a todos cualquier acto de su agenda que le ofrezca una cuota mediática. ¿Cómo no iba a anunciar a bombo y platillo que se desplazaba a Dinamarca a participar en un debate universitario sobre Cataluña? ¿Cómo puede sorprenderse de eso el juez cuando anunciarlo era lo que cabía esperar a la vista de su comportamiento desde que está en Bruselas?

No, yo no creo que a Llarena le hubiera llamado la atención el anuncio de Puigdemont y, a partir de ahí, dedujo que había gato encerrado (que buscaba ser detenido). Creo más bien que Llarena estaba montando un argumento para el cual le convenía sentar esa premisa –que Puigdemont buscaba ser detenido– y, para sentar esa premisa, tenía que hacerla derivar de un comportamiento canónico (el de un prófugo que se esconde de la Justicia). O sea, si un señor que está escondido en un sitio donde no se le puede apresar (aunque sí se le puede apresar, pero puede que no en las condiciones que quieren) anuncia que viaja a otro donde sí se le puede apresar, es porque quiere que lo apresen. Sin embargo, como ya he dicho, Puigdemont no responde al perfil del prófugo típico, y de su propio comportamiento lo que cabe deducir es que, si va a viajar a cualquier lado, lo anunciará, tanto si quiere animar a la Justicia española a que lo detengan como si no tiene ninguna gana de que lo detengan. Y como estoy convencido de que Llarena sabe que es así, que no cabe en buena lógica concluir del anuncio de Puigdemont que tuviera deseos de ser detenido, la primera impresión que me queda es que hace trampas argumentativas, lo que dice muy poco de su honestidad intelectual.

Aunque luego leo la frase final de este primer párrafo y me surge la duda: en lo que a la lógica se refiere, ¿es un tramposo o un incompetente? Lo digo porque lo que termina de convencer a Llarena de que Puigdemont buscaba ser detenido es que éste ha proclamado que no quiere ir a prisión. Pero esa declaración a lo que apunta es a que no quiere que lo detengan; de ninguna manera puede decirse que es un indicio más (“más aún”) de que busca la detención. ¿No se dio cuenta Llarena de la contradicción lógica de esa última parte del primer párrafo? ¿Nadie lo ha hecho notar? Pero, bueno, en todo caso, admitamos a los meros efectos dialécticos (y aunque no nos lo creamos) que Llarena se sorprendió ante el anuncio de Puigdemont y de ahí llegó a concluir que quería que lo detuvieran. En tal caso, ¿por qué no optó por volver a territorio español donde con toda seguridad habría sido inmediatamente detenido? Ese regreso sí le garantizaría ser detenido, no viajar a Dinamarca –como se ha demostrado– ya que dependía de que el magistrado quisiera detenerlo. Por tanto, no puede sostenerse con mínimo rigor que hubiera bases lógicas para concluir que Puigdemont quisiera ser detenido. El magistrado puede estar convencido de que era así, pero tal conclusión no deriva de ningún “razonamiento”, aunque sea jurídico.

11 comentarios:

  1. Lo grave, en mi opinión, no es que el Juez Llarena haga trampas argumentativas, deliberadas a no, para tratar de demostrar que Puigdemont desea ser detenido. Lo grave es que pretenda que esta cuestión, que Puigdemont desee en realidad, o no, ser detenido, tiene alguna importancia procesal y puede tener algún papel para fundamentar su decisión.

    Llarena argumenta como si su misión de Juez consistiera en contrariar los deseos de Puigdemont, como si la detención de Puigdemont fuera el objetivo solo en tanto Puigdemont tratara de esquivarla, y dejara de ser deseable para el Juez -para la Justicia- si empezara a parecer que lo es para Puigdemont.

    (Según este principio de Llarena, cuando un condenado manifieste su deseo de serlo, de ir a la cárcel a purgar sus delitos, el Juez debería decir: "Ah, pues entonces ya no. Así no tiene gracia. Si lo que quiere usted es ir a la cárcel, entonces le condeno a quedar en libertad"...)

    No es ni puede ser así, naturalmente. La cuestión de si Puigdemont desea o no ser detenido es algo en lo que el Juez no debería ni entrar, es una circunstancia que, como Juez, no está autorizado a tener en cuenta a la hora de decidir si activa o no la orden de detención. Da igual que se ocupe de ella bien o mal, haciendo trampas o no, argumentando correcta o incorrectamente. Lo que es impresentable es, sencillamente, que se ocupe de ella.

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    1. De acuerdo contigo, Vanbrugh; a ese asunto en el que centras tu comentario me iba a referir más adelante, cuando llegara a esa parte del Auto. Si estoy haciendo este análisis detallado, en el que no quiero pasar por alto casi ninguna frase, es porque el Auto me ha parecido, de pe a pa, completamente surrealista. Y eso que no pocos editorialistas lo han elogiado (también pretendo referirme a sus argumentos).

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    2. Por cierto, y solo por llevarte un poco la contraria: tampoco me parecen de recibo tus distinciones entre las distintas modalidades de profuguez. O se es prófugo, o no se es prófugo. Lo de "prófugo en sentido pleno" y "prófugo anómalo" me parecen categorías tan superfluas e improcedentes como las disquisiciones de Llarena sobre los deseos inconfesados de Puigdemont.

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    3. Sí, se es prófugo o no, tienes razón. Pero también es verdad que hay distintos tipos de prófugos o, si lo prefieres, que la cualidad de prófugo es más o menos relevante según qué caso (respecto de otras cualidades de la persona concreto). Pero es que esa distinción que hago (probablemente con poco acierto) me parecía relevante porque Llarena se basa en un supuesto comportamiento del prófugo (típico) para deducir intenciones de Puigdemont. Y, en mi opinión, Puigdemont no es un prófugo típico, ni su comportamientos obedece (al menos no principalmente) a su cualidad de prófugo.

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    4. Yo creo que la cualidad de prófugo no es relevante en absoluto en este caso. Llarena la invoca dentro de su improcedente simulacro de argumento en favor de que P. desea en realidad ser detenido. Entrar a discutírsela o a matizársela supone aceptar ese argumento, darle la misma importancia que él le da y, por tanto, asumir que es importante averiguar cuáles son los deseos de P. Cuando precisamente se trata de negar esta importancia y de dejar clara la irrelevancia de esta cuestión, fuera de la cual las modalidades de profuguez de P. son igualmente irrelevantes.

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  2. Me parece muy acertado, especialmente el comentario de que Puigdemont teme más que nada pasar desapercibido. Como dice el refrán, que hablen de mí aunque sea mal. Las reflexiones de Vanbrugh son también acertadas, la ley sólo tiene en cuenta las intenciones para la comisión de un delito, no respecto a encontrar o esquivar la cárcel.

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  3. Estoy bastante de acuerdo con los diversos comentarios. Parece que hemos derivado de la prepotencia de los argumentos economicistas —“eso no se puede hacer, el recto cumplimiento de las sacrosantas reglas económicas lo prohíbe”— al de los leguleyos, cuando ambos son instrumentales de la auténtica política entendida como el recto gobierno entre los humanos. Es obvio para mí que el dichoso auto se mete en procelosos terrenos que no le son propios, sino más bien de la política. Puigdemont es más astuto que el susodicho juez y ninguno de los dos, a mi juicio, es especialmente sabio, ni siquiera sensato.

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  4. Yo, desde que comenzó esta pantomima judicial (¿culebrón?), ya no tengo tiempo para series. Estoy enganchanda.

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    1. Efectivamente, las consideraciones sobre si a Puigdemont le viene mal o bien que le detengan son puramente políticas, y es legítimo que las manejen los políticos. Quien pienso que de ningún modo puede tenerlas en cuenta es un juez, al que tienen que darle igual las consecuencias políticas de sus decisiones, y no puede fundarlas más que en argumentos jurídicos. Sería legítimo que, reactivada por el Juez la orden de detención internacional- que, en mi opinión, nunca debió suspender- el Gobierno decidiera suspenderla por razones de conveniencia política. No lo es que sea el propio Juez quien se adelante a especular sobre lo que al Gobierno le va a venir mejor o peor, y se preste a secundar los deseos del Gobierno.

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    2. Aunque no disiento en el fondo de lo que dices, Vanbrugh, te matizaré que Llarena dice que lo que tú (y yo) llamas "sus especulaciones" no son sobre lo que viene mejor al Gobierno, sino a la Justicia. Su tesis -rocambolesca- viene a ser que si la detención y sometimiento a juicio de un reo se hace en aras de la justicia, no debe hacerse cuando sus consecuencias serían generar un agravio mayor a la Justicia.

      Pero, en todo caso, me gustaría entrar en eso más adelante, cuando toque. En este post tan solo me he centrado en el primer párrafo del Auto.

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  5. Tienes razón: este asunto va tan rápido que el auto de Llanera ha quedado obsoleto. No obstante, este blog responde a mis intereses no a los de la actualidad, así que seguiré con el tema.

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