domingo, 21 de enero de 2018

Los otros himnos autonómicos (y 5)

Para completar el repaso de los himnos autonómicos españoles sólo queda uno, justamente el de la Comunidad en que habito, el de Canarias. Pero no lo he dejado para el final por motivos personales sino porque ha sido esta Comunidad la última –hasta la fecha– en oficializar su himno con la pertinente Ley, la 20/2003 de 28 de abril. No se crea, no obstante, que los canarios no ansiaban contar con epinicio propio, que sí y desde hace bastante tiempo. En la web del Gobierno autónomo se cuenta que el primer himno de Canarias del que se tiene noticia fue el ganador de un concurso convocado en 1815. La partitura anónima de esta composición apareció hace unos años entre más de cinco mil en una vivienda particular de la capital tinerfeña (un hallazgo impresionante que todavía no se ha terminado de calibrar en su justa medida) y, por lo visto (no la he leído ni escuchado), su letra ensalzaba las virtudes de los canarios y las bellezas de las islas. No he logrado descubrir nada de ese supuesto concurso; se me ocurre barruntar que a lo mejor lo impulsaron los jerifaltes de la que entonces era una sola provincia e intendencia para reclamar una mayor atención del Estado central (recuérdese que, después del breve amanecer liberal de las Cortes de Cádiz, en 1814, Fernando VII –el más felón de los Borbones– reimpuso el absolutismo).

El segundo antecedente tiene constancia documental; el periódico La Opinión del sábado 12 de septiembre de 1908, contiene una crónica de las Fiestas del Cristo de La Laguna de ese año y nos informa de que al día siguiente, en el teatro Viana de la ciudad, se habría de celebrar el certamen de belleza femenina del Ateneo y “durante el espectáculo una orquesta y un orfeón entonarán el Himno Canario de Don Nicolás Estévanez con música del director de la banda municipal de Las Palmas, don Bernardino Valle”. Nicolás Estévanez Murphy (1838-1914) fue un militar, literato y político canario republicano (de la Primera), un personaje de biografía muy interesante. Como correspondía a aquella primera generación republicana, Estévanez defendía una República Federal Ibérica, en la que se integraría una Canarias autónoma. Aunque de adulto vivió poco en el archipiélago, su tierra natal era su primera referencia “patriótica”, como deja escrito en el que es su poema más conocido, Canarias. Aunque ese poema fue publicado con posterioridad –en 1912–, al himno que presuntamente se interpretó en 1908, de la lectura de aquél podemos imaginar cómo sería la letra que no he podido encontrar (“mi patria es una isla, / mi patria es una roca, / mi espíritu es isleño / como los riscos donde vi la aurora”). En cuanto al compositor de la melodía del presunto himno de 1908, Bernardino Valle (1849-1928), zaragozano que se trasladó a Las Palmas, lo más llamativo es que en ese mismo año en que supuestamente compuso el himno de Canarias también hizo el de Aragón para que se estrenara en la Exposición Hispano-Francesa de ese año. Afortunadamente, de ese himno aragonés no ha quedado mucho recuerdo y ni siquiera se discutió entre los parlamentarios de los ochenta (a los que me referí en el post anterior); era de una grandilocuencia insoportable (“¡Salve, salve, viril patria mía! Pueblo altivo, glorioso Aragón”).

El siguiente intento proviene ya del recién constituido gobierno autónomo y de su primer presidente, el socialista Jerónimo Saavedra, quien, como apasionado melómano, digo yo que consideraría urgente dotar a Canarias de himno oficial. Así que en 1984 encargó la música al compositor grancanario Juan José Falcón Sanabria y, por eso del equilibrio insular que por estos lares es imprescindible, la letra al poeta tinerfeño Fernando García Ramos. Falcón Sanabria se basó en una melodía que se supone proviene del romancero tradicional canario (música de Sildana), emparentada con el Tajaraste (música y danza de Tenerife y La Gomera, alegre y sincopada, que se baila al son de tambores y chácaras). Falcón Sanabria, por cierto, fue uno de los más importantes músicos canarios contemporáneos, autor de una abundante obra e impulsor de varios proyectos musicales, entre ellos la fundación y dirección de la Coral Polifónica de Las Palmas, en la cual cantó K. de jovencita. Pese a los esfuerzos difusores de ese primer gobierno, parece que la nueva pieza no cuajó, e incluso recibió críticas burlonas como, por ejemplo, que la melodía recordaba un tema del grupo pop Formula V. Yo llegué a Canarias en 1986 y, la verdad, no recuerdo haberlo escuchado nunca; buscando en Internet sólo he encontrado una versión que es la que adjunto a continuación.


Pero cuando el gobierno autónomo se propuso aportar a la región un himno, hacía ya muchos años que había uno oficioso, que se tocaba en fiestas y verbenas y, sobre todo, en los centros canarios del exterior, en especial en Cuba y Venezuela. Me refiero, claro, al famoso pasodoble Islas Canarias, compuesto en 1935 por Josep María Tarridas Barri, con letra del poeta Joan Picot. Tarridas nació en 1903 en el pueblo barcelonés Sant Pol de Mar y en 1935, después de escuchar muchos temas folclóricos canarios pero sin haber visitado aún las Islas, compone el famoso pasodoble. El pasodoble no es, desde luego, un género propio del archipiélago, pero eso no impidió que se convirtiera desde muy pronto en la referencia musical que identificaba a Canarias. La letra no es nada buena –versos cargados de tópicos, patrioteros y hasta narcisistas– y eso, quizá unido a que la autoría no era autóctona, puede ser razón de que, pese a su popularidad, nunca se haya querido, desde la administración canaria, convertirlo en el himno oficial, como no pocas veces se reclamó en los últimos años. Pongo a continuación una versión de esta canción interpretada por Los Sabandeños, uno de los grupos de más prestigio del archipiélago, pese a que su director, el nacionalista Elfidio Alonso, en alguna ocasión la ha puesto a parir.



Pero vayamos ya al himno oficial. Al principio de la quinta legislatura (1999-2003) se constituyó una comisión parlamentaria de estudio, la cual se centró en la valoración (con el asesoramiento de más de sesenta personas) del Himno de Falcón Sanabria, el pasodoble de Tarridas, dos canciones de Benito Cabrera (“Una sobre el mismo mar” y “Soy de aquí”) y los Cantos Canarios de Teobaldo Power. En el curso de sus trabajos, la Comisión apreció que el himno debía conectar de algún modo con la tradición musical de Canarias, lo que hacía preferible una composición existente a una nueva; de otra parte, la composición debía reunir la máxima calidad artística que aunara la necesaria solemnidad con la sencillez y capacidad de ser sentida como propia por los canarios. A partir de estos criterios se concluyó proponiendo como más idónea la melodía del Arroró, fragmento de Los Cantos Canarios de Teobaldo Power. Teobaldo Power y Lugo-Viña (1848-1884) fue un compositor tinerfeño de altísimo nivel y muy prometedora carrera musical que se vio frustrada por su temprana muerte de tuberculosis con solo treinta y seis años. Los Cantos Canarios, poema sinfónico que adapta a la música clásica los aires populares del archipiélago, fue compuesto en 1880 durante una estancia de Power en el pueblo lagunero de Las Mercedes para recobrarse de su enfermedad. Arroró, por cierto, es palabra que procede probablemente de la voz bereber arraw-raw, aunque no se sabe si el término canario es originario de las islas o proviene de la península, incorporado al castellano durante la presencia musulmana. En todo caso, el arroró es la canción de cuna canaria por excelencia, similar a las nanas de otros lugares pero también con sus elementos diferenciadores. La versión de Power supuso, de alguna manera, la canonización popular.



El Pleno del Parlamento canario aceptó la propuesta de la Comisión, encargó la adaptación musical a profesores propuestos por los Patronatos de Música de los dos Cabildos principales y, en diciembre de 2002, abrió un concurso para “la selección de un texto literario para la letra del Himno de Canarias, con base musical en el "Arroró" de los "Cantos Canarios" de Teobaldo Power” (con 24.000 € de premio). Las más de 80 letras presentadas no debieron convencer al Jurado, de modo que se le encargó al timplista Benito Cabrera (muy involucrado con la administración autonómica); la letra, según se afirma en la exposición de motivos de la Ley 20/2003, de 28 de abril, del Himno de Canarias, fue aceptada unánimemente por la Mesa y portavoces de los grupos parlamentarios. A mí el breve texto me gusta. Comienza con un verso que alude al ya citado poema Canarias, de Nicolás Estévanez (“soy la sombra de un almendro”) y luego repasa, con pinceladas de elegante lirismo, varias de las características del archipiélago, para acabar con una declaración de amor a las Islas entendidas como una sola tierra (que es más un deseo institucional que completa realidad): “Ésta es la tierra amada / mis Islas Canarias. / Como un solo ser juntas soñarán / un rumor de paz / sobre el ancho mar”. A mi juicio, la letra escapa airosamente de las tentaciones tópicas de los himnos y, desde luego, no puede imputársele el más mínimo rastro de agresividad hacia nadie. Y la música es magnífica. Así que, aunque haya sido el último hasta la fecha, creo que en Canarias podemos estar satisfechos con nuestro himno. Recientemente, con la intención de fomentar su difusión, el Gobierno de Canarias ha presentado diferentes versiones del himno, que pueden escucharse (y descargarse) en esta web. La que viene a continuación es una interpretación de la agrupación de música popular Los Gofiones, la más importante de Gran Canaria (para compensar a Los Sabandeños).



7 comentarios:

  1. Ha sido la última la que ha tenido la historia más interesante, sin duda. ¡Cuántas discusiones y canciones que se han considerado!

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    1. Es verdad que peco de un cierto favoritismo con Canarias: por motivos obvios, tenía más interés en conocer la intrahistoria de este himno que de los restantes.

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  2. Probablemente sea debido a mi punto de vista de madrileño -que ya se sabe que lo somos solo por ser algo-, pero tras este repaso por los himnos autonómicos, o como quiera llamérseles, se refuerza mi impresión previa de que los himnos son chorradas perfectamente prescindibles, y eso en el mejor de los casos. La enorme mayoría de los que nos has presentado son ampliamente desconocidos fuera de su comunidad, y temo que muchos de ellos también dentro. Personalmente, conocía cuatro de ellos: el asturiano, que todo el mundo conoce, y no precisamente por despertar sentimientos patrióticos, sino por ser síntoma manifiesto de una de las fases tipificadas de la embriaguez, la que va justo después de la exaltación de la amistad; el catalán, que parece ser el único que concita las emociones patrias de sus feligreses, y el único también cuya letra agrede y amenaza, lo cual me dice mucho más sobre la calidad de las emociones patrias, en general, que sobre la del himno; el gallego, que es también el único que he oído corear a una muchedumbre de gallegos que, sin embargo, no se había reunido para protestar de nada ni para enfrentarse a nadie (¡bien por ellos!); y el madrileño, que yo no conocía por ser el mío sino por ser García Calvo el autor de su inteligente y atípica letra, y que me temo que deben de conocer otros mil o dos mil madrileños, tirando por alto.

    Conocía también el "Eusko Gudariak" y el "Gernikako arbola", ambos, creo, con cierto implante entre los ciudadanos vascos. Probablemente por ello ninguno de los dos es el himno, sino una tercera composición que yo, desde luego, no he oído nunca más que en este blog. No sé si los vascos lo conocerán y cantarán pero, sinceramente, lo dudo.

    Del resto, ni la más remota idea, ni yo ni, creo sinceramente, el noventa y cinco por ciento de los españoles. Y tan ricamente que nos pasamos sin ellos, oiga. Me queda bastante claro que los sentimientos que supuestamente expresan y fomentan los himnos son unos sentimientos sin los cuales se vive estupendamente, y se deja vivir al prójimo aún mejor. Paso de himnos.

    En cuanto al "análisis" llamémosle musical en el que parezco haberme especializado -sin la menor cualificación para ello, debo recordar-:

    El último, el oficial canario que cantan los Gofiones, está en Sol menor, cuyo carácter convencional es, como ya hemos visto en algún otro himno, "serio, magnífico, descontento, preocupado por el rompimiento de los esquemas, mal templado, rechinamiento de dientes, disgusto". Y en esa misma tonalidad de Sol menor está, claro, el Arrorró de Power que, por lo que he oído, es el mismo tema musical en versión sinfónica.

    El pasodoble "Islas Canarias" empieza con una introducción en Sol Mayor ("dulcemente jovial, idílico, lírico, calmado, pasión satisfecha, gratitud por la amistad verdadera y el amor esperanzado, emociones gentiles y pacíficas"), que se pasa rápidamente al Sol menor cuando empieza la parte cantada ("Vergel de belleza sin par...") La alternancia entre la tonalidad mayor y la menor se repite durante todo el tema. Por cierto, este tema es también muy conocido; naturalmente, no es el himno.

    Y el primero de los cuatro que cuelgas ("De Canarias soy, de Canarias...") está en Mi menor, "afeminado, amoroso y melancólico". No he identificado ninguna canción de Fórmula V a la que me recuerde pero, en cambio, el tema que toca el timple detrás del coro, con un ritmo diferente del cantado y con un encaje entre ambos bastante bien conseguido, me recuerda mucho a un carnavalito andino.

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    1. "Los himnos son chorradas perfectamente prescindibles": Estoy de acuerdo; aún así, ya sabes que tengo inclinación por las chorradas y, de otra parte, la gran mayoría de las cosas son perfectamente prescindibles (y también chorradas).

      Yo, como tú, antes de este modesto trabajo recopilatorio, conocía sólo cuatro himnos: el asturiano, el catalán, el madrileño y no el gallego sino el canario. Ahora ambos conocemos más, aunque no creo que ello redunde en una mayor cultura musical.

      En Sol menor el arrorró; supongo que una tonalidad "menor" le va bien a una canción de cuna. Más discutibles es que una nana sea adecuada como música de un himno: en vez de exaltar a los ciudadanos los adormece (a lo mejor no está mal). Pero, consideraciones psico-musicales al margen, lo cierto es que la melodía de Teobaldo Power a mí me encanta.

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    2. También yo de acuerdo: las chorradas prescindibles son francamente placenteras. De hecho, la mayor utilidad que hasta ahora le he encontrado a la existencia de himnos es esta estupenda serie tuya de posts. Que, como dices, aunque sí considero que ha enriquecido mi cultura, no creo que lo haya hecho con la específicamente musical.

      Bueno, un poco sí. Me he enterado, por ejemplo, de la existencia de este Power, que me ha parecido un músico muy estimable. Y de la de un pasaclaustros barroco de la catedral de Pamplona, y de la de un canto de siega popular de los campesinos andaluces, y otro erótico de los payeses catalanes, y hasta de la de un himno hebreo... Tengo que rectificar, pues: los himnos son chorradas muy convenientes para ocuparse de ellas... de cualquier otra forma que no sea emplearlos como himnos.

      Y otra rectificación aún: hay un quinto himno que conocía antes de leer esta serie, el valenciano. No sé si por las fallas, o por mi amigo Vicente, pero hace años que conocía su música y hasta su letra.

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  3. Los himnos son chorradas perfectamente prescindibles. Lo suscribo, pero es que las banderas y las patrias,a las que sirven, idem de idem, y sin embargo, no tienen pinta de que vayan a desaparecer, como no desaparecen la fealdad, la maldad y la estupidez.

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    1. No, no tiene pinta. Por eso, tomémoslos con humor mientras podamos.

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