¿La abstención deslegitima los resultados electorales?
Obviamente, la pregunta viene a cuento de las declaraciones de los peperos tras los resultados del referendum sobre el Estatuto catalán (ya sé que se me ve el plumero). Creo que la respuesta es también obvia: NO. Al menos, de momento NO. La democracia exige que haya plena libertad para decidir y también –lógicamente- para abstenerse de decidir. Por tanto, quien se abstiene está implícitamente aceptando la decisión que resulta de los que participan. Por supuesto, podríamos empezar a matizar, pero no procede a los efectos de mi argumento.
Los referenda (ya se sabe) suelen tener poca participación, salvo que se trate de temas candentes y concretos. Si la abstención es grande, entiendo que los políticos deberían tomar nota: es posible que el asunto no interese demasiado a los ciudadanos (por ahí van los tiros de Rajoy). Pero cuidado con las conclusiones simplistas y apresuradas; a lo mejor la abstención es debida a otras causas. Me acuerdo ahora del intenso debate social, en la calle, con motivo del referendum sobre la integración de España en la OTAN (marzo del 86). Sin embargo, la abstención fue del 40% y estoy seguro (ya sé que mi seguridad personal no vale para nada) de que muchos de los que se abstuvieron no lo hicieron por desinterés.
Ciertamente, cabría plantearse que para aprobar algo que se considera muy importante se requiera el voto afirmativo de al menos el 50% del censo electoral. Creo que, con motivo de este referendum catalán, Convergencia pidió algo así. Pero hay que pensar este tipo de reglas con cuidado, so pena de arriesgarse a la paralización del sistema electoral. En todo caso, lo cierto es que no se aprobó ninguna regla de este tipo y, por tanto, aunque la abstención fuera del 70% (porcentaje alcanzado en las elecciones norteamericanas alguna vez) los resultados son siempre absolutamente legítimos.
Creo que hay que evitar declaraciones deslegitimadoras; pienso que los políticos deberían cuidarse mucho de esas simplificaciones manipuladoras y demagógicas. Las hacen, sin duda, porque saben que de esa manera están provocando esos instintos tan “españoles” de la mala leche: cómo nos gusta dramatizar y exagerar; qué aburrido resulta reflexionar calmadamente, matizar, ponderar. Venga, coño, vamos todos a romper España. Como recordatorio final dedicado a Rajoy: para ser coherente con sus últimas declaraciones debería proponer el cuestionamiento de la integración española en la OTAN, toda vez que en el 86 sólo 3,1 de cada 10 españoles votó a favor (la reforma del Estatut, al menos, la apoyan explícitamente 3,7 de cada 10 catalanes). Y ya puestos, quizás debiera volverse a someter a referendum la conformación de Galicia como Comunidad Autónoma, ya que en el referendum de su estatuto más del 70% no fue a votar y sólo 1 de cada 5 gallegos mostró su conformidad.
Pero ... ¿qué más da? Si todo forma parte del circo.
PS: Este blog no está dedicado (hasta ahora) a sembraos políticos. Pero sí a lo que se me ocurre a raiz de lo que me ocurre. Y este post obedece a una pequeña reflexión después de leer las reacciones tras el referendum y comprobar los efectos (nocivos) de las mismas en personas muy queridas. Sería fantástico, en todo caso, que el debate político en este país tuviera un poquito más de nivel; sería fantástico que los políticos no taparan con telarañas la lucidez, que contribuyeran a aclarar, a la convivencia. Qué ingénuo soy, verdad?
Los referenda (ya se sabe) suelen tener poca participación, salvo que se trate de temas candentes y concretos. Si la abstención es grande, entiendo que los políticos deberían tomar nota: es posible que el asunto no interese demasiado a los ciudadanos (por ahí van los tiros de Rajoy). Pero cuidado con las conclusiones simplistas y apresuradas; a lo mejor la abstención es debida a otras causas. Me acuerdo ahora del intenso debate social, en la calle, con motivo del referendum sobre la integración de España en la OTAN (marzo del 86). Sin embargo, la abstención fue del 40% y estoy seguro (ya sé que mi seguridad personal no vale para nada) de que muchos de los que se abstuvieron no lo hicieron por desinterés.
Ciertamente, cabría plantearse que para aprobar algo que se considera muy importante se requiera el voto afirmativo de al menos el 50% del censo electoral. Creo que, con motivo de este referendum catalán, Convergencia pidió algo así. Pero hay que pensar este tipo de reglas con cuidado, so pena de arriesgarse a la paralización del sistema electoral. En todo caso, lo cierto es que no se aprobó ninguna regla de este tipo y, por tanto, aunque la abstención fuera del 70% (porcentaje alcanzado en las elecciones norteamericanas alguna vez) los resultados son siempre absolutamente legítimos.
Creo que hay que evitar declaraciones deslegitimadoras; pienso que los políticos deberían cuidarse mucho de esas simplificaciones manipuladoras y demagógicas. Las hacen, sin duda, porque saben que de esa manera están provocando esos instintos tan “españoles” de la mala leche: cómo nos gusta dramatizar y exagerar; qué aburrido resulta reflexionar calmadamente, matizar, ponderar. Venga, coño, vamos todos a romper España. Como recordatorio final dedicado a Rajoy: para ser coherente con sus últimas declaraciones debería proponer el cuestionamiento de la integración española en la OTAN, toda vez que en el 86 sólo 3,1 de cada 10 españoles votó a favor (la reforma del Estatut, al menos, la apoyan explícitamente 3,7 de cada 10 catalanes). Y ya puestos, quizás debiera volverse a someter a referendum la conformación de Galicia como Comunidad Autónoma, ya que en el referendum de su estatuto más del 70% no fue a votar y sólo 1 de cada 5 gallegos mostró su conformidad.
Pero ... ¿qué más da? Si todo forma parte del circo.
PS: Este blog no está dedicado (hasta ahora) a sembraos políticos. Pero sí a lo que se me ocurre a raiz de lo que me ocurre. Y este post obedece a una pequeña reflexión después de leer las reacciones tras el referendum y comprobar los efectos (nocivos) de las mismas en personas muy queridas. Sería fantástico, en todo caso, que el debate político en este país tuviera un poquito más de nivel; sería fantástico que los políticos no taparan con telarañas la lucidez, que contribuyeran a aclarar, a la convivencia. Qué ingénuo soy, verdad?
CATEGORÍA: Política y sociedad
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
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