Máscaras masculinas
Cuando R se fue de casa, poco después de destaparme de golpe nuestra crisis (la que yo no alcancé a evaluar en su real dimensión), pasé unos meses muy malos. Lo que más necesité entonces fue hablar, que me escucharan y, sobre todo, que me hicieran sentir que podía comunicar mis sentimientos, que había un canal abierto entre mi interlocutor y yo.
En esos meses hubo varias amigas que posibilitaron que esa necesidad mía fuera cubierta y, consecuentemente, contribuyeron muy mucho a que sobrellevara el dolor y, muy especialmente, a que ese dolor fuera el motor de una transformación para mejor. Amigas a quienes ya conocía (Paula, Esther, Laura, Carmen, Aria, Elena ...) y otras a quienes justamente conocí con motivo de la crisis (Elena, Eva, Adriana, Maricarmen ...); con todas ellas, aunque en distintas medidas y con distintos matices, logré una intimidad comunicativa que nunca (creo) he tenido con hombres.
También hablé con dos o tres amigos. Yo mismo, ya de entrada, descarté a varios de mis amigos como interlocutores; estos dos o tres eran los que están más cerca de mi intimidad ... ¡y aún así! Los hombres (salvo en el estado de efusividad alcohólica) nos sentimos muy incómodos cuando otro hombre nos desnuda (o lo intenta siquiera) su intimidad. Y eso aun a pesar de que, estoy seguro, lo que yo estaba pasando y sintiendo eran cosas que estos dos o tres amigos habían pasado y sentido.
Puestos en el trance en que los puse, estos amigos me "aconsejaron", me dijeron lo que tenía que hacer. No decían exactamente lo mismo (al fin y al cabo, el qué no era, ni entonces ni ahora, lo importante), pero adoptaban una actitud similar: eludían el ponerse a mi lado, compartir mi emotividad, hacerme ver que la entendían y, en cambio, me daban instrucciones de acciones que debía acometer, pasos a dar. Evidentemente, va en nuestro carácter (el de los hombres) la dificultad para compartir sentimientos y la tendencia a ofrecer soluciones prácticas.
Pero este ser así de los hombres (y de las mujeres) no es porque unos sean de Marte y las otras de Venus, sino el resultado de una diferenciación de los roles sociales que tiene una base biológica y adaptativa (muy poco funcional en los tiempos actuales). El caso es que los varones "aprendemos" a definirnos como tales a costa de ir reprimiendo nuestras emociones o, al menos, la expresión natural de las mismas. Y nos vamos colocando máscaras con las que nos mostramos a los demás e incluso a nosotros mismos.
Estas máscaras son muy útiles, mientras las cosas vayan tranquilas, mientras uno pueda vivir sin dar suelta a sus emociones. Pero, por suerte, la vida suele darte los palos necesarios para que reacciones, para que crezcas por dentro; y cuando eso ocurre, hay que empezar a quitarse las máscaras. Lo que pasa entonces es que, como en algún cuento que ahora no recuerdo bien, la máscara se ha adherido a la cara y resulta muy difícil despegarla.
La verdad es que no es demasiado fácil ser tío. Me dirán que no tenga cara, que mucho más jodido es ser mujer. No estoy comparando, no se trata de eso. Simplemente, estoy pensando en las estúpidas cargas autoimpuestas de la masculinidad que, al fin y al cabo, se traducen en limitaciones que no hacen sino dificultar la felicidad. Y de todo esto puedo hablar, extensa y profundamente, con amigas pero ... ¡cuánto cuesta hacerlo con amigos! Me viene ahora a la cabeza la conversación de hace una semana con P: sin atreverse a decírmelo expresamente, lo que buscaba era abrirse, dejar al descubierto sus emociones y sentimientos.
Deberíamos a aprender a construir un nuevo tipo de amistad entre hombres, aparcando los miedos, recelos, burlas y demás lastres machistas y competitivos. Creo que aprenderíamos mucho de quienes viven emociones y problemas muy similares. Y creo que una amistad mucho más abierta entre tíos contribuiría enormemente a relacionarnos con las mujeres. Pero queda mucho por andar en esa dirección ...
En esos meses hubo varias amigas que posibilitaron que esa necesidad mía fuera cubierta y, consecuentemente, contribuyeron muy mucho a que sobrellevara el dolor y, muy especialmente, a que ese dolor fuera el motor de una transformación para mejor. Amigas a quienes ya conocía (Paula, Esther, Laura, Carmen, Aria, Elena ...) y otras a quienes justamente conocí con motivo de la crisis (Elena, Eva, Adriana, Maricarmen ...); con todas ellas, aunque en distintas medidas y con distintos matices, logré una intimidad comunicativa que nunca (creo) he tenido con hombres.
También hablé con dos o tres amigos. Yo mismo, ya de entrada, descarté a varios de mis amigos como interlocutores; estos dos o tres eran los que están más cerca de mi intimidad ... ¡y aún así! Los hombres (salvo en el estado de efusividad alcohólica) nos sentimos muy incómodos cuando otro hombre nos desnuda (o lo intenta siquiera) su intimidad. Y eso aun a pesar de que, estoy seguro, lo que yo estaba pasando y sintiendo eran cosas que estos dos o tres amigos habían pasado y sentido.
Puestos en el trance en que los puse, estos amigos me "aconsejaron", me dijeron lo que tenía que hacer. No decían exactamente lo mismo (al fin y al cabo, el qué no era, ni entonces ni ahora, lo importante), pero adoptaban una actitud similar: eludían el ponerse a mi lado, compartir mi emotividad, hacerme ver que la entendían y, en cambio, me daban instrucciones de acciones que debía acometer, pasos a dar. Evidentemente, va en nuestro carácter (el de los hombres) la dificultad para compartir sentimientos y la tendencia a ofrecer soluciones prácticas.
Pero este ser así de los hombres (y de las mujeres) no es porque unos sean de Marte y las otras de Venus, sino el resultado de una diferenciación de los roles sociales que tiene una base biológica y adaptativa (muy poco funcional en los tiempos actuales). El caso es que los varones "aprendemos" a definirnos como tales a costa de ir reprimiendo nuestras emociones o, al menos, la expresión natural de las mismas. Y nos vamos colocando máscaras con las que nos mostramos a los demás e incluso a nosotros mismos.
Estas máscaras son muy útiles, mientras las cosas vayan tranquilas, mientras uno pueda vivir sin dar suelta a sus emociones. Pero, por suerte, la vida suele darte los palos necesarios para que reacciones, para que crezcas por dentro; y cuando eso ocurre, hay que empezar a quitarse las máscaras. Lo que pasa entonces es que, como en algún cuento que ahora no recuerdo bien, la máscara se ha adherido a la cara y resulta muy difícil despegarla.
La verdad es que no es demasiado fácil ser tío. Me dirán que no tenga cara, que mucho más jodido es ser mujer. No estoy comparando, no se trata de eso. Simplemente, estoy pensando en las estúpidas cargas autoimpuestas de la masculinidad que, al fin y al cabo, se traducen en limitaciones que no hacen sino dificultar la felicidad. Y de todo esto puedo hablar, extensa y profundamente, con amigas pero ... ¡cuánto cuesta hacerlo con amigos! Me viene ahora a la cabeza la conversación de hace una semana con P: sin atreverse a decírmelo expresamente, lo que buscaba era abrirse, dejar al descubierto sus emociones y sentimientos.
Deberíamos a aprender a construir un nuevo tipo de amistad entre hombres, aparcando los miedos, recelos, burlas y demás lastres machistas y competitivos. Creo que aprenderíamos mucho de quienes viven emociones y problemas muy similares. Y creo que una amistad mucho más abierta entre tíos contribuiría enormemente a relacionarnos con las mujeres. Pero queda mucho por andar en esa dirección ...
CATEGORÍA: Reflexiones sobre emociones
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM
Sé que llego un poco tarde, que debería haberte visitado y agradecido tu visita antes, pero ya sabes como es esto del tiempo... limitado y escaso.
ResponderEliminarRespecto a tu post opino que todos, hombres y mujeres, nos amparamos en distintas máscaras, que vamos acumulando con los años y lo que nos toca vivir. Cada uno/a representa un papel (mal que nos pese) y cuesta mucho 'desenmascararse'.
Desde mi posición de mujer tengo que decir que me encanta comunicar, transmitir y que me transmitan sentimientos, emociones, etc. Es algo que consigue avivar emociones a veces aletargadas.
Un beso y perdona la extensión
Comentado originalmente el Lunes, 26 Junio 2006 18:13 (Web)