jueves, 14 de septiembre de 2006

Buenos y malos

Estos últimos días, entre otras cosas con motivo del quinto aniversario del 11-S, he caído en algunas conversaciones (y también en algunos textos) que, directa o indirectamente, con mayor o menor profundidad, abordaban la cuestión del juicio ético de los comportamientos humanos (y, por ende, de los propios humanos). En general, hay una postura intelectualmente muy satisfactoria que es evitar las generalizaciones y las simplificaciones, reconocer la complejidad e interdependencia de la vida social y, al final, acabar concluyendo que no hay buenos ni malos, o que todos son buenos y/o malos, lo que, para el caso, viene a ser lo mismo.

Ciertamente, por mi manera de ser (entre la que se incluye una fuerte dosis de desconfianza escéptica) comparto las premisas anteriores. No obstante, no estoy tan seguro de que ellas nos lleven irremediablemente a la conclusión citada. Diré que es difícil estar seguro de los hechos (y mucho más de las motivaciones) de los comportamientos humanos y, por tanto, es difícil juzgarlos con seguridad atribuyéndolos las etiquetas de bueno o malo. Pero aún así, a pesar de las dificultades para saber, a pesar del cúmulo de desinformación (sesgada, incompleta, manipulada, interesada, desequilibrada, etc), sí creo que es posible con una mínima capacidad crítica alcanzar un suficiente grado de conocimiento sobre los comportamientos humanos. Para ser más preciso, creo que podemos alcanzar un conocimiento probabilístico: saber que, con una probabilidad del x%, algo es así; el valor de x para que uno considere suficiente su seguridad ya es una cuestión personal.

Por cierto, el sentido común, la lógica y las apariencias suelen ser buenos criterios para discernir lo veraz de lo falso, siempre y cuando se cuente con suficiente número de observaciones. Si pienso que algo es de una determinada manera y los hechos parecen coincidir y además mi explicación “cuadra” con las motivaciones de los mismos, lo más probable es que acierte; máxime cuando lo que pienso se va corroborando con sucesivos comportamientos del mismo agente. El famoso dicho de que “las apariencias engañan” es a veces cierto, pero no en la mayoría de los casos. (Me viene a la mente el viejo chiste de la mujer que sorprende a su marido en la cama con otra, ambos desnudos y entrelazados, y él rápidamente dice: cariño, no es lo que parece).

Otro dicho es que las generalizaciones son odiosas, y lo son. Aplicado al caso quiere decir que hay que acotar el juicio ético a los agentes del comportamiento y no ampliarlo a personas distintas, por mucho que se tienda a englobarlas en un mismo paquete. Esto es demasiado habitual en relación a las políticas gubernamentales que se generalizan a toda la población del país. Por ejemplo, creo que la política gubernamental de los Estados Unidos, en especial la exterior, es éticamente malvada (criminal, me atrevería a decir); pero no creo que de ahí pueda derivarse ninguna valoración moral sobre los millones de ciudadanos estadounidenses. Lamentablemente, la confusión entre los agentes de los comportamientos malvados y los grupos de personas inocentes (al menos a ese respecto) con los cuales comparten atributos (aunque sea el tan accidental de la nacionalidad) lleva justamente a reforzar la impunidad de dichos comportamientos y a justificar su continuidad y agravamiento. Esa confusión, por supuesto, es interesada; para seguir con el ejemplo de los norteamericanos, recuérdense los efectos de psicosociológicos derivados del 11-S.

Y, desde luego, la realidad es compleja y simplificarla es un error intelectual; estoy de acuerdo. Pero, del mismo modo que se puede alcanzar un conocimiento suficiente, se puede admitir una simplificación suficiente. O para ser más rigurosos, se puede y se debe separar el grano de la paja, porque no todos los hilos de la compleja urdimbre tienen la misma relevancia para entender la realidad (y, a veces, algunos están puestos ahí para enmarañar intencionadamente la comprensión desde fuera).

En resumen, que yo sí creo que hay buenos y malos. Bueno, no; creo que hay personas, gobiernos, empresas en cuyos comportamientos predomina más lo malo que lo bueno y viceversa. Es decir, que sí pienso que se puede distinguir (con mayor o menor dificultad en cada caso, ese es el esfuerzo de cualquier juicio ético) entre un comportamiento menos o más malo (o menos o más bueno, si se prefiere). Y, por supuesto, creo que en un conflicto concreto no necesariamente todos son igual de malos (culpables, si se prefiere), aunque seguramente ninguno sea bueno. Otra cosa es que, en aras de no echar más leña al fuego, miremos para otro lado y no insistamos en medir las bondades y/o maldades de los implicados (máxime cuando ha pasado ya un tiempo y, total, lo ocurrido, ocurrido está). Además esta postura tiene la ventaja de ser muy “elegante”.

Y todo esto que creo me lleva, en algunas conversaciones, a emitir juicios y a tomar posturas (ahí me pierde el carácter) que no son demasiado políticamente correctas. Además me lleva, necesariamente, a simplificar, generalizar e incluso caricaturizar, renunciando a los claroscuros de la realidad. Pero, qué se le va a hacer. Es el tributo (pequeño) que he de pagar a las exigencias del lenguaje coloquial (y a las pocas ganas que tenemos de profundizar en los matices: nos gustan los juicios contundentes). Claro que también es la reacción personal consecuencia necesaria de mi juicio ético. Uno no puede permanecer indiferente ante comportamientos que juzga malos (al menos yo no puedo), si bien cada vez se esfuerzan más en anular nuestra capacidad crítica.

De todas maneras, como suele ocurrirme, escribo un post “teórico” porque no me apetece desarrollar en este foro los temas concretos de los que proviene. Supongo que la razón es evitar levantar ampollas innecesarias y fomentar debates que, muy probablemente, tenderían a la simplificación demagógica (porque no hay ni tiempo ni espacio para argumentar en detalle). Para dar pistas, los temas concretos sobre los que he conversado/leído recientemente y que han motivado este post han sido: las causas y consecuencias del 11-S (obvio, ¿verdad?), la previsible pronta muerte de Fidel, los GAL y Felipe González, la situación española en la II República y el inicio de la guerra, los negocios de fabricación y venta de armas, la legalización de las drogas, y ... el discurso del Papa en Baviera calificando de irracional la teoría de la evolución. (También he hablado de fútbol, sentimientos tiernos, sexo, economías domésticas y otros asuntos que no subyacen en este post).


CATEGORÍA: Política y sociedad
POST REPUBLICADO PROVENIENTE DE YA.COM

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