martes, 8 de enero de 2008

Creemos lo que queremos creer

Hace un par de días una amiga recibió un correo electrónico anunciándole que había sido la afortunada ganadora del sorteo Microsoft online 2007 y agraciada con la cantidad de –agárrense– medio millón de libras esterlinas. El texto estaba en inglés y ciertamente había bastantes detalles que le restaban credibilidad; por ejemplo: ¿por qué si el sorteo lo había hecho una compañía estadounidense el premio estaba en libras? Pero, por supuesto, lo más increíble de todo es que uno no gana tamaña cantidad de dinero en un sorteo al que ni siquiera se ha presentado.

Aun así, mi amiga no pudo evitar sentirse ilusionadísima y hasta fantasear con lo que haría cuando cobrase ese dinero (lo primero, despedirse del curre). Obedientemente, siguió las instrucciones del mail y envió sus datos personales y dirección postal (no los de su tarjeta o cuenta corriente) y esperó novedades. Estas llegaron enseguida (tanta rapidez en la respuesta era otro motivo para desconfiar) diciéndole que era la primera vez que el premio tocaba fuera de los USA y que eso había generado un agrio debate entre los directivos de Microsoft que finalmente, gracias sobre todo a un abogado hispano (un tal Enrique), había concluido con la decisión de entregar el premio a mi amiga. Así que la instaban a que, lo antes posible, se pusiese en contacto con una empresa de mensajería británica ya que el premio se lo remitirían desde Londres.

Mi amiga comprobó por internet que la empresa de mensajería correspondía con una real y les reenvió el mensaje de los de Microsoft. También muy rápido recibió una respuesta en la que los de Inglaterra le decían que sí, que ya estaban al tanto y que ya tenían disponible el paquete que habían de enviarle (¿para qué un paquete si lo que había ganado era pasta?) y que debía confirmarles sus datos y decidir el sistema de entrega que prefería entre unos cuantos con sus correspondientes tarifas (que iban desde £300 a £800). Entonces a mi amiga se le ocurrió reenviar el correo a la dirección que aparecía en la web de la empresa preguntándoles si ellos lo habían escrito. Al día siguiente recibió la respuesta de la verdadera compañía británica de mensajería: "ese mensaje no tiene nada que ver con nosotros; le recomendamos que no mande dinero porque, de hacerlo, lo perderá".

Cualquiera pensará que era más que obvio que se trataba de un burdo intento de estafa. No imaginen que mi amiga no pensaba lo mismo pero ... Pero, a pesar de lo que le gritaba a todo volumen su sentido común, una parte de su cerebro se aferraba a la remota posibilidad de que fuera verdad. Y sabiendo que con casi absoluta seguridad era un fraude, pasó varias horas descifrando los textos ingleses largos y engorrosos, redactando contestaciones, pendiente de nuevos correos. Estando casi casi casi convencida de que era un timo, cuando la confirmación le llegó negro sobre blanco no pudo evitar sentir un pequeño bajón anímico y decirse que "ya" no iba a ser rica, como si en algún momento anterior lo fuera a haber sido.

Pero, aunque nos riamos de esta anécdota intrascendente, no creo que el comportamiento de mi amiga haya sido nada extraño. En el fondo, si lo pensamos un poquito, todos tendemos a creer lo que nos gusta creer, independientemente de lo creíble que ello sea desde parámetros mínimamente objetivos (probabilísticos, por ejemplo). Cierto es que una de las funciones más importantes que cumplen nuestras creencias personales es hacernos agradable la vida, contribuir a que seamos felices. Así que, al fin y al cabo, no es demasiado relevante qué tan verosímiles sean nuestras creencias, qué tan cercanas (o lejanas) estén de la Verdad (suponiendo que exista tal cosa).

He escrito este post motivado por el comentario de júbilo matinal a mi entrada anterior: es posible creer cualquier cosa por descabellada que sea ... hasta que se investiga como es debido. Estoy totalmente de acuerdo (aunque no pienso que el ejemplo propuesto por Schrödinger sea tan descabellado a escala cuántica); incluso añadiría que es posible seguir creyendo cualquier cosa incluso tras investigarla, aunque lo más frecuente será que, quienes quieran seguir creyendo, se resistan a investigar y a cuestionarse sus creencias.


PS: También Dylan, allá hacia finales de los setenta, decidió creer en lo que quiso creer. (Para leer la letra de esta canción, aquí).


CATEGORÍA: Creencias y descreencias

5 comentarios:

  1. Cuando las creencias te cuestan dinero es la hora de empezar a cuestionarte si acaso no te estarán timando o no?. Ahora que no te cuestan dinero pues oye y lo ilusionada que te ponen ciertas cosas por falsas que sean.

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  2. Caramba, Miroslav. Esperaba alguna respuesta tuya a mi comentario, desde luego, pero no tanta como todo un post. Me parece un honor inmerecido, más aún teniendo en cuenta que el comentario me salió… no sé cómo decir, un poco agrio.

    Y, además de agrio, equivocado. (Es lo que tiene escribir bajo los efectos del síndrome de abstinencia; no dejes nunca de fumar, menos aún a 1 de Enero. Y, si lo haces, no escribas luego comentarios en los blogs de los amigos).

    Mi razonamiento, digo, no era correcto. Porque el gato estará, muy probablemente, solo de una de las dos maneras, muerto o vivo. Pero solo “muy probablemente”. Lo cierto es que no hay modo de saber cómo está mientras la caja está cerrada, porque, al abrir la caja, nos enteramos de cómo está "al abrir la caja", pero seguimos sin saber a ciencia cierta cómo estaba "antes". Dicho de otro modo: abrir la caja y encontrar muerto o vivo al gato no nos impide, en absoluto, considerar que antes de hacerlo el gato está en una situación de simultaneidad entre ambos estados que solo la apertura de la caja interrumpe y decanta. Eso es lo que quiere decir la famosa metáfora y eso es lo que yo me negué a entender en mi comentario de ayer, ofuscada mi mente por la privación nicotínica a que lleva sometida más de una semana.

    Ampliando el ámbito de la metáfora: es perfectamente posible creer en la posibilidad de universos paralelos y de estados superpuestos.

    Ampliándolo aún más: hay creencias absolutamente descabelladas contra las que ninguna investigación “como es debido” puede hacer nada, porque se refieren a cuestiones que están más allá - o más acá; en otro terreno, vaya - de lo investigable. La investigación puede establecer con razonable seguridad algunas certezas: que a tu amiga le estaban intentando estafar trescientos euros, por ejemplo. Pero tiene sus límites, como la apertura de cajas; y creer que puede explicarlo todo y averiguarlo todo no pasa de ser una creencia más, tan voluntarista y dependiente de la “fe” como cualquier otra, como la de que los gatos pueden estar a la vez vivos y muertos, sin ir más lejos.

    ¿Somos ambos tan fáciles de convencer, los dos defendiendo hoy lo que negábamos ayer?

    ¿O estamos, más bien, dando cautelosas vueltas, buscando las posiciones más favorables para futuros debates sobre otro género de creencias?

    Un abrazo y feliz 2008.

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  3. Algunos sueños o deseos muchas veces no son más que eso, ilusiones que todavía no tenemos la certeza de que no son posibles, por muy descabellados que parezcan.

    Un beso.

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  4. Para empezar, la historia no es nada ridícula, hoy en día sigue triunfando el timo de la estampita, porque siempre hay gente muy crédula que confía ciegamente en la buena fe y voluntad del que le ofrece el tongo.

    Hace unos días llamaron por teléfono a mi casa y contesté yo:

    - ¿La señora de Tal?
    - Sí, claro, como bien aparece en la guía de teléfonos (transcripción literal).
    - Buenos días, me llamo Fulanita y la llamo de la empresa Timolandia (eso no es literal) para informarle que le ha correspondido un regalo con motivo de haber depositado en el pasado su confianza en esta empresa.
    - NUNCA antes he depositado mi confianza en su empresa.
    - ........pip-pip-pip-pip.......... (ojo al dato de que no dijo ni adiós antes de colgar).

    A la noche me entero de que mi suegro, el siguiente afortunado según el listín telefónico, aceptó las palabras de la telefonista y al día siguiente se pasaría por su casa para entregarles el regalo, para lo cual sólo tendría que abonar 10 euros por los gastos de desplazamiento. Nada tiene que ver con que él tenga más de 80 años, a los 40 actuaba igual. Es instruido, un erudito en historia local, ha dado conferencias en cursos de verano de la Universidad hace bien poco, pero le pierde su buena fe en la gente. Después de regañarle concienzudamente, estaba dispuesto a dar los 10 euros porque "se iban a tomar la molestia de ir hasta su casa y él ya había dado su palabra". Gracias a que se ve que fue el único que dijo sí en el pueblo y no fueron porque no se les costeaba estafar sólo 10 euros. Que si no...

    Besotes.

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  5. Efectivamente,por regla general, todos creemos lo que queremos creer... aunque me parece a mí que hay ciertas personas que tienen más tendencia a creer que otras.

    También es cierto que el que cree no suele investigar sus creencias y que, probablemente, aún investigando y descubrienco argumentos que desacrediten lo que creen, sigan creyendo.

    Uf, esto me ha quedado como un trabalenguas. Bueno, sigo leyendo que tengo mucho atrasado...

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