lunes, 21 de julio de 2008

Resiliencia

Una espantosa palabra parece estar poniéndose de moda entre pedantes teorizadores del territorio (geógrafos, mayoritariamente); se trata de resiliencia, fea ¿a que sí? De momento la RAE no la cobija en el Diccionario. Parece que se ha derivado del verbo latino resilio, que significa algo así como rebotar, saltar hacia atrás. Leo que el término se acuñó originariamente en el ámbito de la Física; se me ocurre que se optó por esta palabra más por su similitud fonética con resistencia, que por un supuesto rigor etimológico.

En Física, la resiliencia es la magnitud que cuantifica la cantidad de energía, que absorbe un material al romperse bajo la acción de un impacto, por unidad de superficie de rotura. Tiene bastante relación con la resistencia de un material, de ahí mi suposición. La diferencia estriba en que la resiliencia mide la energía que se requiere para romper un material de un sólo golpe. De hecho, el instrumento para medirla, el péndulo de Charpy, vale justamente para asestar un tremendo impacto a la probeta y romperla de un sólo golpe. La verdad es que, cuando me tocó estudiar Resistencia de Materiales, no recuerdo haber oído este término.

Parece que el término lo introdujo en la Psicología, allá por los setenta, un psiquiatra conductista, un tal Michael Rutter, a partir del concepto físico. La resiliencia psicológica debería referirse a la magnitud del golpe que provoca la ruptura emocional de un sujeto. Suele ocurrir, sin embargo, que la traslación de un concepto a otra disciplina conlleva alterar su significado. Así, en psicología, la resilencia no mide la "resistencia" interior de una persona hasta romperse, sino su capacidad para, una vez roto a causa de un fuerte impacto emocional, recuperarse. Así, personas con gran resiliencia serían quienes se sobreponen a tremendas tragedias e incluso salen fortalecidos de las mismas.

Naturalmente, aparte del cambio conceptual al pasar del ámbito físico al psicológico, la diferencia más notable se sitúa en la medición. En física se puede cuantificar en unidades precisas (kp.m/cm2, por ejemplo) la resiliencia de un material, lo que nos permite compararlos entre sí. Pero, ¿cómo se mide la resiliencia psicológica? Responder a esta pregunta implica explicar previamente cómo se mide el dolor, el sufrimiento. Me imagino que a través de indicadores neurológicos se pueden alumbrar soluciones a estos problemas. Pero mientras tanto tengo la impresión de que cada uno creemos que nuestros dolores son siempre los más duros e insoportables.

Si el palabro pierde en precisión al pasar de la física a la psicología, la dosis de ambigüedad crece al aparecer en el ámbito de los estudios sobre el territorio. Encuentro en Internet un trabajo cuyo título tiene tal fuerza disuasoria que (espíritu de contradicción el mío) no me he podido resistir a echarle un vistazo. Se llama "Resiliencia de los destinos turísticos frente a la velocidad de actuación de las nuevas aerolíneas de bajo coste". Los autores definen la resiliencia como la capacidad de defensa y de regeneración del tejido urbano -en su sentido más amplio- frente al potencial de cambio producido por agentes exógenos. Aclarado el concepto (?) pasan inmediatamente a preguntarse (¿retóricamente?) cómo se puede medir dicha capacidad. Por supuesto, el estudio no aclara nada, no ya cómo se mide, sino ni siquiera sobre la aplicación de este concepto al territorio o su utilidad. Eso sí, abunda en palabrejas absurdas.

En fin, que me temo que empezaré a oír con cierta frecuencia y en ciertos ámbitos advertencias sobre la necesidad de determinar la resiliencia del territorio (de cualquier territorio) en tanto factor decisivo para establecer su capacidad de carga y poder evaluar acertadamente los efectos sinérgicos, sean ambientales o no, derivados de las distintas solicitaciones exógenas que se hayan planteado. Lo malo es que tanta palabrería no vale más que para engordar vanidades pedantes y burocracias estériles. Si al menos el vocablo no fuera tan feo ...

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: Entretenimientos gramaticales

5 comentarios:

  1. Hombre como poco te puede servir para ir a pasapalabra, cachis y si te sale la palabreja en el rosco final¿¿??...jajaja.

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  2. En Física no se usa ese "palabro", más bien en ingenierías, que no es lo mismo.

    De todas formas, el paso de las ciencias (duras, en realidad ciencias, a secas) a las mal llamadas Ciencias Humanas, de un término, en un abuso de la metáfora y hasta de las analogías, siempre supone una malversación semántica del tipo que señalas en este caso concreto. Y además, como bien dices, es fonéticamente fea. Pero lo peor, para mí, es que es superflua a demás de engañosa: las ciencias humanas como forma de brujería necesitan de su jerga hechozante.

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  3. Sí. Yo sólo tengo una resiliencia. No como otros, que tienen varias. A efectos sinérgicos Hacienda me devuelve, y a efectos fiscales también. Aunque me lo debe, que para eso me paso el año pagando. Total, para qué quiero yo más resiliencias teniendo amigos que tienen casa en la playa?

    Un besote y muchas solicitaciones exógenas!

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  4. tenías razón, miroslav, es muy buena la tal maritornes, pese a lo atrabiliario de sus fobias -yo con las mías tengo bastante-, su crítica del crítico del Mundo y de paso del gran kipling es lúcida, brillante y demoledora. tengo la impresión de que es joven...jodido talento...

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  5. Según dicen algunos pegándole estas patadas al diccionario es como avanzan las lenguas modernas. Pero en general el traslado de un término científico a un uso "humanístico" y no digamos periodístico, suele ser un dolor, generalmente.
    Como siempre, la mejor interpretación, la de Zafferano

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