viernes, 12 de septiembre de 2008

El Santo Niño de La Guardia (I)

Benito García

Son los primeros días de junio de 1490. Está atardeciendo cuando Benito García entra en Astorga, parada y fonda de esa etapa de su viaje de vuelta hacia La Guardia (Toledo), que es su lugar de residencia. Benito regresa de Compostela, a donde ha ido en peregrinación. Se acaba la Edad Media pero la tradición de ir a arrodillarse ante el Apóstol debía todavía mantener su pujanza. También puede ser, se me ocurre, que para esas fechas peregrinar a Santiago fuese una especie de "prueba de fe", una demostración de la sinceridad de las creencias católicas. Hacía apenas una década que sus majestades Fernando e Isabel habían decretado el establecimiento en sus reinos de tribunales que juzgaran la "herética pravedad". La Inquisición española se fundaba apuntando directamente hacia los conversos, en respuesta e intento de encauzar el acérrimo odio antisemita de los cristianos viejos.

Benito es cristiano nuevo, hijo de judío y bautizado por su propia voluntad contra los deseos de su padre. Al menos eso es lo que dicen los papeles del proceso inquisitorial que él mismo confesó. Aunque gran parte de las confesiones que nos han llegado de este hombre son difíciles de creer (más parece que los funcionarios del Tribunal las inventaran o lo hiciese el propio acusado bajo la tortura), me inclino a pensar que estas referencias a su filiación judía y conversión voluntaria deben ser verdaderas, máxime cuando aparecen en una carta que envió el notario de Ávila, Antón González, al Ayuntamiento y notables de la villa de La Guardia para informarles de la sentencia contra su convecino que el día anterior había sido quemado vivo en la hoguera. No creo que se falsearan datos que sin duda conocían los paisanos de Benito.

En base a esa carta calculo que el hombre debía de rondar la cincuentena. Dice la sentencia inquisitorial que "... el dicho benito garcia, seyendo naturalmente judío, rescibió el sancto baptismo, y después de haber vivido y perseverado por espacio de treinta años en la ley é fe católica de nuestro señor ihesuchristo en nombre y possesión de christiano, hereticó y apostató de ella y actualmente se volvió á la ley de moysés, en la qual perseveró por espacio de cinco años ..." Queda claro pues que han pasado a esa fecha 35 años desde el bautismo; y que no fue bautizado al nacer es despejado poco después cuando se dice que él " ... creía verdaderamente que la maldición de su padre judío le había comprehendido y traido á aquel estado, porque se había tornado christiano ..." Es decir, que provenía de una familia judía segura de su fe (lo cual ya tenía mérito en la provincia de Toledo hacia mediados del siglo XV) y se convirtió en contra de la voluntad paterna, lo cual exige que tuviera una mínima edad para estar emancipado. De otra parte, tampoco pudo bautizarse demasiado mayor (pongamos más allá de los veintipocos años) porque entonces en 1490 andaría cercano a los sesenta y cuesta imaginar a un hombre de esa edad afrontando casi mil cuatrocientos kilómetros de viaje, la mayor parte a pie.

El caso es que nuestro hombre volvía de Santiago y hasta ahora no he encontrado ninguna fuente que me explique qué había ido a hacer allí. Si creyéramos la versión de la Inquisición (y la posterior hagiografía sobre el Santo Niño de La Guardia) diríamos que el llegarse hasta Compostela tenía por objeto disimular la verdadera finalidad del viaje que no era otro que acercarse a Zamora (una de las más importantes comunidades judías de Castilla en aquellos tiempos) para entregar a un tal mosé Abenamías una hostia consagrada destinada para criminales conjuros contra los cristianos. Esa hostia al caer de sus alforjas fue, siempre según los papeles de la Inquisición, la causa de que se le descubriera y detuviese, en la fonda de Astorga en que había entrado para cerrar la jornada. Estaría Benito sentado a una mesa, supongo que bebiendo unos vasos de vino (¿cómo serían los caldos maragatos hacia finales del XV?) cuando entraron unos borrachos a la posada. El converso era cardador, acostumbrado a recorrer pueblos y lugares ofreciendo sus servicios, así que es fácil imaginárselo parlanchín y amiguero. Puede que estuviera ya algo alegre y seguro que con ganas de compañía después de una etapa en soledad. No cuesta pues ver a ese grupo bromeando y que, entre bromas y meneos, se cayera al suelo el zurrón de Benito y entonces ...

Entonces se desperdigó parte del contenido y ese contenido debió llamar la atención de los borrachos, tanto como para despejarles de golpe y hacerlos actores de la catarata de acontecimientos que se precipitaron. Pero, ¿qué salió de la alforja para causar tanto impacto? La Inquisición nos dice que le hallaron la hostia, unas hierbas y otras cosas. La hostia estaría envuelta en un pergamino y atada con un hilo de seda roja o morada; quizá ese paquete misterioso despertó la curiosidad de los borrachos (¿recelarían que escondiera algo valioso y procurarían apropiárselo?) que se aprestaron a desenvolverlo. O a lo mejor el llevar hierbas en la mochila era por entonces sospechoso, poco propio de cristianos leales. Como fuera, el caso es que apareció una hostia y, en esos tiempos, llevar una hostia encima sólo podía tener un significado: su portador era un judío malvado preparado para acometer hechizos sacrílegos. De pronto, en un momento, los recientes colegas de parranda se convirtieron en feroces e indignados enemigos. Éste es un hereje, le gritaron. Y se lanzaron sobre el asustado Benito para prenderle y seguro que, de paso, darle una buena ración de hostias (de las otras).

Pero, ¿llevaba de verdad una hostia en la alforja? La única fuente originaria de que disponemos es la confesión del propio Benito según se transcribe en el acta del proceso inquisitorial. Es cierto que una confesión obtenida mediante terribles torturas no prueba nada, pero si no llevaba una hostia, hay que suponer que algo hizo u otra cosa llevaba que, en el ambiente enrarecido de odios de aquellos tiempos, provocó su apresamiento y el inicio del famosísimo asunto del Santo Niño de La Guardia, acontecimiento crucial para excitar el antisemitismo castellano hasta tal punto que poco después los monarcas se vieron obligados a decretar la expulsión.

Desde luego, para la coherencia de la historia tal como luego fue sentenciada por el Tribunal abulense, era necesario que llevase la hostia encima ya que había que suponer que de Astorga pensaba ir a Zamora (algo más de cien kilómetros al sur), desviándose ligeramente de su ruta de regreso a La Guardia. Si no hubiera llevado consigo la hostia consagrada (¿cómo se sabe que una hostia está consagrada?) habría significado que ya la había entregado al judío zamorano y, entonces, ¿para qué había seguido hacia el norte?

Si llevaba realmente una hostia envuelta de esa manera, hay que reconocer que el tipo era algo rarillo y que había motivos para sospechar de acuerdo a la mentalidad de la época. Ningún cristiano fiel llevaría una sagrada forma en su equipaje y si además era converso, como Benito, mucho menos. Piénsese que unos años antes el franciscano Alonso de Espina había recopilado en su Fortalitium Fidei (1459) y popularizado como verdades ciertas una grandísima colección de historias sobre las maldades de los judíos entre las que había varias de conjuros criminales contra cristianos a partir de hostias consagradas. A esos antecedentes conviene referirse porque en ellos se encuentran los modelos de la historia del Santo Niño; pero será (quizá) en otro momento. Lo que importa ahora es que, si es verdad que llevaba la hostia, se nos hace difícil dar con una explicación congruente, salvo que, efectivamente, fuese un judío relapso, algo majara, que se creyera que hacía gran daño a los cristianos profanando una sagrada forma. Pero, incluso de tener la hostia no se deduce, obviamente, que fuera verdad la historia del crimen.

A mí se me hace muy difícil creer que el pobre Benito llevara una hostia encima y más todavía si, como confesó, hacía ya cinco años que había vuelto a la fe de sus padres. Justificaré el porqué de mi escepticismo en otro momento. Pero entonces, ¿cuál fue la causa de qué lo prendieran? Sólo se me ocurren dos posibilidades: la primera que efectivamente algo cayó de su zurrón (las hierbas, a lo mejor) que, en aquel clima de psicosis colectiva antisemita, bastó para que lo tachasen de hereje judaizante y acabase en las cárceles del palacio episcopal. La segunda opción es demasiado maquiavélica para admitirla sin pruebas, aunque indicios parece haberlos: que Benito hubiera sido ya "elegido" como tonto útil en un plan diseñado previamente desde las más altas instancias de la Inquisición, quizás por el propio Tomás de Torquemada o algunos de sus más fieles allegados. A ese respecto, piénsese que el doctor don Pedro de Villada, quien se encargaría de "acoger" ya desde esa primera noche al cardador y aplicarle las primeras de una larga serie "caricias", era uno de los hombres de confianza del Inquisidor General y "casualmente" se encontraba en Astorga como vicario del Obispo (la sede estaba vacante). Claro que también cabe una hipótesis que combina las dos anteriores y que me parece más plausible: por el motivo que fuera (descartemos la hostia), Benito es acusado de hereje por algunos borrachos, se arma un revuelo y el hombre acaba siendo llevado por los alguaciles ante Villada y éste "aprovecha" el regalo para urdir, casi sobre la marcha, un plan que sabe que propiciará los objetivos de su patrón (la expulsión de los judíos).

Pero, de esos asuntos, de otros relacionados y de la continuación de este relato, ya trataré en otros posts. Aunque quizá, lo primero que deba hacer es contar la historia del Santo Niño de La Guardia.

CATEGORÍA: Personas y personajes

5 comentarios:

  1. Por favor..cuenta la historia ...estoy tentada de irme a buscar a google pero aguantaré la impaciencia hasta que me cuentes tú.

    Por cierto tengo nueva casa.
    Besos

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  2. Este relato tuyo, como tu mejor que nadie sabes, está lleno de suposiciones. Hechos hay pocos, me refiero a hechos probados: ¿llevaba o no la hostia, o se la colocaron para emplumarlo?, por ejemplo. Por eso es tan dificil hacer bien la que hoy se llama microhistoria y muy fácil, dentro de lo que cabe, la novela histórica, donde se puede rellenar lo no sabido con ficción verosimil aunque no necesariamente cierta.

    Por cierto, no creo que haya forma de saber si una hostia está consagrada o recien salida del horno del panadero salvo que te pillen sustrayéndola del sagrario, pero no luego; creo que no varia el olor ni el aspecto, ni siquiera al microscopio (ironía)

    De tu fascinante historia, tan bien contada como acostumbras, sólo retengo dos o tres cosas como ciertas, que por otro lado ya sabíamos sin esta historia: el clima de persecución antisemita, la arbitrariedad de la Inquisición como en cualquier sistema totalitario (no se trata de perseguir sin más, sino de perseguir a "cualquiera", como muy bien aprendieron los fascismos luego), y que a Benito lo emplumaron.

    fascinante, en cualquier caso.

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  3. Me resulta curioso que tu segunda opción te resulte demasiado maquiavélica, cuando la Inquisición en sí misma ya lo es. Invención no le faltaron a estos señores para quemar en hogueras a personas, para crear el clima que ellos consideraran conveniente.

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  4. Yo he estado en la ermita del Santo Niño de la Guardia, que como lugar turístico está bien, porque está retrepada en una ladera desde la que se divisa un paisaje espléndido. Y además es uno de esos casos de iglesia excavada en la roca, o hecha aprovechando una cueva a la que se ha puesto una fachada, dándole apariencia de edificio. Pero lo que es verdaderamente impactante es el cuadro que se conserva allí con la efigie del supuesto mártir. Cosa más fea no he visto en mi vida, qué barbaridad, es como para soñar con él.
    La historia no tiene desperdicio. Claramente el pobre Benito fue utilizado para atizar el odio antisemita y facilitar la expulsión. Desde luego, como te toque estar en mal sitio en mal momento, la has pringao.

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