Opciones para un insomnio
Hace unas horas, como a las tres de la madrugada, me han despertado. Dormía profundamente en un hotel barcelonés, cansado tras haber pedaleado por toda la ciudad en una bici alquilada. Resulta que ayer por la tarde se fue la luz en todo el edificio y no lograban arreglar la avería. Cuando llegué después de cenar, hacia las nueve, me facilitaron una vela, me subí a pata los ciento veinte escalones hasta mi habitación y, sin nada que hacer, a oscuras y con la ventana que da a un patio interior abierta (el aire acondicionado, claro está, tampoco funcionaba), me puse a dormir. Hasta aquí los antecedentes. A continuación, dos opciones que explican el motivo de que ahora, a las cinco y media de la mañana, esté despierto escribiendo este post.
Primera opción. Entre sueños creo oír que están metiendo la tarjeta electrónica (llave) en la cerradura de mi puerta. Abro los ojos asustado y veo, a la débil luz de la luna casi llena que se filtra por la ventana, la silueta borrosa de una mujer. Me murmura unas palabras en un idioma desconocido y yo, de momento, no digo nada. Intuyo sus movimientos desnudadores y, enseguida, se acuesta en la cama a mi lado. Se aprieta contra mí y nuestras pieles, ligeramente sudadas, se adhieren como si ese fuera su estado natural. Me acaricia despacio la espalda a la vez que me besa, un beso húmedo y profundo. Yo sigo callado, pero ya no pasivo. De pronto, cuando nuestros cuerpos están a punto de iniciar el movimiento principal de esa vieja danza, viene la luz. Abrazados, nos miramos. Se trata de una chica morena, de unos treinta años, muy guapa; una perfecta desconocida. ¿Qué habrá visto ella? Un tipo bastante mayor, calvorota, poco atractivo; eso sí, también un perfecto desconocido. Con una exclamación que me resulta completamente ininteligible, salta de la cama. Agarra de un tirón sus ropas y, sin siquiera vestirse, sale de la habitación.
Segunda opción. De golpe todas las luces de la habitación se encienden y también la televisión a un volumen demasiado alto. Vaya, me digo, ya vino la luz. Me levanto y las apago, aprovechando antes para poner a cargar el móvil y el portatil. Oigo entonces aplausos y gritos provenientes de otras habitaciones, puertas que se abren y pasos ruidosos por el pasillo. Por lo visto, un grupo de italianos (ahora sí identifico el idioma) ha decidido celebrar el fiat lux con estruendosos jolgorios. El cachondeo dura un rato largo, el suficiente para que lo que podría haber sido una breve interrupción del sueño se convierta en insomnio. Por dos o tres veces estuve tentado de asomarme al pasillo y gritar unos cuantos tacos en italiano, dirigidos especialmente a una mujer que no paraba de hablar a gritos (chiudi la bocca, stronza, por ejemplo). No lo hice; no tanto por educación cuanto porque supuse que los efectos habrían sido contraproducentes.
Pues nada, ya he contado las dos opciones. ¿Cuál es la que realmente ha ocurrido? ¿O han sido las dos? Ya imagino que no debe ser fácil deducir la respuesta pero ... Por cierto, aunque se vaya la luz de todo el edificio, el sistema de cerradura electrónica de las puertas de las habitaciones sigue funcionando; curioso, ¿no?
Primera opción. Entre sueños creo oír que están metiendo la tarjeta electrónica (llave) en la cerradura de mi puerta. Abro los ojos asustado y veo, a la débil luz de la luna casi llena que se filtra por la ventana, la silueta borrosa de una mujer. Me murmura unas palabras en un idioma desconocido y yo, de momento, no digo nada. Intuyo sus movimientos desnudadores y, enseguida, se acuesta en la cama a mi lado. Se aprieta contra mí y nuestras pieles, ligeramente sudadas, se adhieren como si ese fuera su estado natural. Me acaricia despacio la espalda a la vez que me besa, un beso húmedo y profundo. Yo sigo callado, pero ya no pasivo. De pronto, cuando nuestros cuerpos están a punto de iniciar el movimiento principal de esa vieja danza, viene la luz. Abrazados, nos miramos. Se trata de una chica morena, de unos treinta años, muy guapa; una perfecta desconocida. ¿Qué habrá visto ella? Un tipo bastante mayor, calvorota, poco atractivo; eso sí, también un perfecto desconocido. Con una exclamación que me resulta completamente ininteligible, salta de la cama. Agarra de un tirón sus ropas y, sin siquiera vestirse, sale de la habitación.
Segunda opción. De golpe todas las luces de la habitación se encienden y también la televisión a un volumen demasiado alto. Vaya, me digo, ya vino la luz. Me levanto y las apago, aprovechando antes para poner a cargar el móvil y el portatil. Oigo entonces aplausos y gritos provenientes de otras habitaciones, puertas que se abren y pasos ruidosos por el pasillo. Por lo visto, un grupo de italianos (ahora sí identifico el idioma) ha decidido celebrar el fiat lux con estruendosos jolgorios. El cachondeo dura un rato largo, el suficiente para que lo que podría haber sido una breve interrupción del sueño se convierta en insomnio. Por dos o tres veces estuve tentado de asomarme al pasillo y gritar unos cuantos tacos en italiano, dirigidos especialmente a una mujer que no paraba de hablar a gritos (chiudi la bocca, stronza, por ejemplo). No lo hice; no tanto por educación cuanto porque supuse que los efectos habrían sido contraproducentes.
Pues nada, ya he contado las dos opciones. ¿Cuál es la que realmente ha ocurrido? ¿O han sido las dos? Ya imagino que no debe ser fácil deducir la respuesta pero ... Por cierto, aunque se vaya la luz de todo el edificio, el sistema de cerradura electrónica de las puertas de las habitaciones sigue funcionando; curioso, ¿no?
CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas
Pues la primera opción por supuesto, esa chica vino a celebrar tu cumpleaños a tu habitación, no me cabe duda.
ResponderEliminarPor tu bien deseo que la primera, pero es poco creible por una sola razón: las pieles se reconocen instantáneamente al tacto.
ResponderEliminarMmmm, supongo que la opción de los italianos es la más plausible. Lástima...
ResponderEliminarUn beso
Y no puedo apostar por las dos? Hubiera tenido su aquel, la chica corriendo desnuda por el hotel, y habría justificado más cachondeo por parte de los italianos y más insomnio por tu parte.
ResponderEliminarLo de las cerraduras supongo que será por un tema de seguridad, no?
Como soy una optimista empedernida, creo que fue la primera.
ResponderEliminarTambién imagino, aunque esto ya corre por cuenta mía, que habrás salidos corriendo detrás de ella, al tiempo que al pasar al lado de la italiana le decís como en un susurro chiudi la bocca, stronza, y en ese mismo momento te das cuenta que también es una morena, no tan guapa como la otra, pero guapa al fin, que te está mirando con una cara entre sorprendida y divertida...y te detenés en tu carrera, para susurrarle algo al oido.
Ella te mira entonces como midiendote, y asiente con la cabeza.
Y yo me pregunto, que le habrás dicho?
No has pensado en una tercera opción relacionada con los fenómenos poltergeist? Bueno, a las cinco de la mañana no se puede caer en todo...
ResponderEliminarGreetings
PD: La morena podía habérselo currado un poco,no? O iba en estado de embriaguez? Igual ese era el fenóneno extraño...
Me temo que son más frecuentes los italianos chillones que las morenas que se meten en camas ajenas por las buenas, así que supongo que se trata de la segunda opción.
ResponderEliminarPero, suponiendo que hubiera sido la primera, no te suponía tan facilón, aceptando sin rechistar a la primera silueta femenina borrosa que se cuela en tu cama.
Besos y felicidades.
que sueño. feliz cumple!
ResponderEliminarDespués de meditarlo he llegado a la conclusión de que fueron las ruidosas efusiones entre la morenaza y tú las que despertaron a los discretos turistas italianos. A ver si te cortas un poco.
ResponderEliminarestás en barcelona sin avisar(me)
ResponderEliminaruna pena, de verdad
con el verano me he perdido tus anuncios
un abrazo
Me contarás tus experiencias?
vuelvo:
ResponderEliminarno sé si ya has cumplido el medio siglo amenazante
felicidades!
ya verás que ahora empieza lo mejor
Miller empezó a publicar a mucha más edad