miércoles, 23 de septiembre de 2009

Hablar con chasquidos

Según la wikipedia, en el mundo se hablan unas 460 lenguas nativas. La conocida publicación The Ethnologue, por su parte, contabiliza en su decimosexta edición (2009) hasta 7.358 idiomas distribuidas en 99 familias; además, para cada una de estas lenguas indica los lugares en donde se habla y el número de hablantes. Obviamente, las cifras son tan diferentes que no valen para mucho, aunque sin duda parece más fiable la segunda, máxime cuando en la mayoría de textos que he leído que se referían a este asunto cifraban el número de idiomas hablados en torno a los cinco mil.

En todo caso, "contar" lenguas no debe ser nada fácil porque de entrada implica individualizarlas, trazar la elástica frontera entre lengua y dialecto. Luca Cavalli-Sforza decía en 1993 que dos lenguas son distintas cuando sus hablantes no pueden entenderse; si en cambio hay diferencias que no afectan sustancialmente a la comprensión mutua, entonces serían dialectos. El mismo autor usa una analogía con la definición tradicional de "especie biológica"; así, de la misma manera que dos animales son de la misma especie cuando pueden reproducirse entre si (y sus crías son fértiles) o, lo que es lo mismo, cuando pueden transmitir información genética, dos hablas son la misma lengua cuando permiten la transmisión de ideas entre sus usuarios. Las diferencias "dialectales" entre las hablas serían, siguiendo la analogía, variaciones menores (como la raza, por muy impreciso y erróneo que sea el término) que reflejan la "biodiversidad" de la especie.

Naturalmente, si bien la anterior me parece una buena definición conceptual, adolece de graves problemas para su aplicación práctica. Porque, claro, lo de entenderse mutuamente es bastante ambiguo; entenderse, sí, pero ¿hasta qué punto? Por ejemplo, no creo que sea discutible que el habla canaria y la de Valladolid sea la misma lengua, por más que en Canarias haya abundantes palabras que no se usan en Pucela y también algunas diferencias fonéticas significativas. Y el castellano de Perú, por referirme a mi experiencia personal, seguimos considerándolo castellano, aunque cuando con dieciséis años desembarqué en Lima y me costaba un mundo entender lo que me decían llegué a ponerlo en duda. Asimismo, mal que les pese a algunos valencianos, su habla es el mismo idioma que el catalán, si aceptamos el criterio de la inteligibilidad mutua. Pero, ¿son el portugués y el castellano idiomas distintos cuando los hablantes de cada uno de ellos pueden entenderse "suficientemente"? Y así podríamos hacer una lista de lenguas "distintas" con relativa inteligibilidad mutua. Al final, supongo, a partir de esa definición conceptual necesariamente ambigua, lo que harán los taxonomistas del lenguaje es llegar a acuerdos (con mayor o menor facilidad) sobre a qué hablas atribuyen el título (parece que más honorífico) de lenguas y a cuáles otras las relegan a la categoría subordinada de dialectos.

Algo parecido ocurre con las agrupaciones de las lenguas en familias y superfamilias, aunque en este caso aparecen ya criterios algo más objetivables que tienen que ver con la evolución de nuestra especie y sus avatares prehistóricos. El estudio de la evolución de las lenguas y sus diferenciaciones a lo largo del tiempo, desde que hace unos 100.000 años unos pocos individuos empezaron a hablarse y a expandirse y separarse entre sí, es una de las herramientas más fructíferas para comprender cómo hemos llegado a ser lo que somos. De hecho, la diferenciación lingüística va muy emparejada a la diferenciación genética de los humanos, y así ha sido considerado desde los inicios científicos de la evolución (contemporáneamente a Darwin, August Schleicher planteó por primera vez teorías muy similares a las biológicas referidas al lenguaje). Tanto es así que, como muy amenamente cuenta Cavalli-Sforza, en la investigación de nuestra evolución, junto con la arqueología, las investigaciones lingüísticas y genéticas se van corroborando mutuamente como, por otra parte, era de esperar.

Pero a lo que iba con este rollo introductorio (supongo que es fácil adivinar que acabo de leerme un libro sobre el tema, el "¿Quiénes somos?" de Cavalli-Sforza) es a que me he quedado admirado tanto con la "homogeneidad estructural" de los muchísimos lenguajes humanos como con la diversidad de éstos (y no es contradictorio). Una de las lenguas más curiosas, en realidad una familia de lenguas, es el khoisan (en español se denominan joisanas), hablada en Africa suroccidental (en Sudáfrica, Namibia, Botswana y Angola). Son habladas por dos grupos étnicos que en mi adolescencia (libros de viajes y aventuras) se llamaban bosquímanos y hotentotes y que se caracterizaban hasta hace poco (y creo que todavía) por ser predominantemente cazadores-recolectores. Las lenguas khoisan, habladas todavía por unas trescientas mil personas, son sin duda muy antiguas y han conservado, como vestigios, algunas características fonéticas singulares. De todas éstas, las más extrañas (creo que son únicas) son unas "consonantes" que se pronuncian como chasquidos (clicks en inglés). Según leo en la wiki, en algunas de las lenguas de esta familia, existen hasta treinta "chasquidos" distintos, lo cual hace que el sonido de las mismas resulte absolutamente peculiar (y a la vez inconfundible), tanto que nos cuesta creer que estén hablando un idioma "codificado" porque más parece un ejercicio de inventiva fonética.

Cuando me enteré de la existencia de este idioma, la descripción de sus singularidades no me bastó y, como es natural, quise "oírlo". Gracias a internet es facilísimo encontrar archivos sonoros (además de cuanta información se quiera al respecto) y basta teclear khoisan en Youtube para acceder a numerosos videos en este idioma. Entre ellos, hay unos muy entretenidos en los que unos profesores de Namibia explican las rudimentarias bases de su idioma (el Khoekhoe o Nàmá) que es la más popular de esta familia lingüística, con más de un cuarto de millón de hablantes. Acompaño a este post el primer video de este curso (recomendable para quienes vayan a viajar a Namibia) en el que justamente enseñan los sonidos de las cuatro consonantes click (no son treinta, afortunadamente). A quién le interese no tiene más que ver en Youtube el resto de lecciones.


16 comentarios:

  1. Lei los dos libros anteriores de los Cavalli Sforza. Me parecieron esclarecedores y espléndidos ejemplos de alta divulgación.

    ResponderEliminar
  2. Miros he visto tu comentario en el blog de Amanda, para que te invite a su nuevo blog debes mandarle un correo identificándote, dijo que no mandaría invitaciones a los que dejasen simplemente el correo en su blog.

    ResponderEliminar
  3. Fascinante. No lo conocía. Y eso que soy un colgado de los idiomas sin haber sido capaz nunca de aprender nunca uno, excepto el mío, claro, medianamente bien. Siempre que viajo a algún país trato de aprender los rudimentos y algunas palabras básicas. Pero de la que me considero modesto conocedor es del árabe y sus diferentes “dialectos” y nunca me abandona una cierta desazón de ambiguo sentido por el hecho de que ningún estado árabe considere el “dialecto” que hablan sus ciudadanos digno de ser fijado, normalizada su transcripción fonética. Digo ambiguo porque no sé si es bueno o malo. Existe una lengua sagrada, el árabe clásico y su adaptación al mundo actual que es común a todos los árabes que se usa en los media y en literatura (una especie de latín) y luego el dialectal de cada una de las zonas (más que estados), de raíz muy parecida pero con características lo suficientemente diferenciadas como para que un iraquí no se entienda con un marroquí si ambos hablan en sus respectivos dialectos. Sin embargo a pesar de los esfuerzos de algunos intelectuales nunca se ha conseguido oficializar con miras a ser utilizado literariamente ninguno de los dialectos. Ni siquiera el egipcio, que conocen todos los árabes a través del cine y los culebrones televisivos, A mí me resulta muy curioso que un marroquí tenga que leer una novela escrita por su primo o su vecino en una lengua que no usa y por supuesto lo considero antiliterario en el caso de novelas que tratan de retratar la vida cotidiana de la gente. Sin embargo a ellos no parece importarles mucho. Algunos dicen que así se impide la fracturación y la pérdida de la lengua sagrada y de la común a todos los árabes y otros que realmente están tan acostumbrados que no notan la diferencia.

    En fin, Miros, ya me enrollé más de la cuenta y yo sólo quería saludarte y contar algo sobre la curiosidad de que a veces llegue uno a querer más a la familia polìtica que a la propia.

    ResponderEliminar
  4. Si creemos a los Cavalli-Sforza, somos estructuralmente homogéneos, es decir, que la cabeza nos funciona a todos más o menos igual. Pero el aparato fonador, evidentemente, no. He intentado reproducir los cuatro chasquidos...

    Fascinante lo que cuentas, Harazem, de la diversidad dialectal árabe y de su negativa a oficializar y "normalizar" ninguno de los dialectos. ¿Dan cursillos de sentido común? Podríamos mandar allí a algunos de nuestros caciquillos autonómicos, esos que se han cargado los dialectos vivos del vasco para unificarlos en una aberración artificial que nadie habla, esos que han convertido el gallego, por vía de su extensión forzada, en una especie de castellano mal hablado y risible, esos que se empeñan en decir que el valenciano es una lengua distinta del catalán...

    ResponderEliminar
  5. Castellano, español, castellano...

    Y el castellano de Perú, por referirme a mi experiencia personal, seguimos considerándolo castellano, aunque cuando con dieciséis años desembarqué en Lima y me costaba un mundo entender lo que me decían llegué a ponerlo en duda.

    Bueno de acuerdo con la RAE el castellano es el español que se habla en Castilla, siendo el español el lenguaje común de todos los hispanohablantes. De manera que en Perú lo que se habla es el español.

    Pero a lo que íbamos, no recuerdo donde leí que la diferencia entre lengua y dialecto no está clara porque no es un problema de razón sino de corazón.

    ResponderEliminar
  6. Precisamente leyendo sobre la deriva genética humana tuve refencias de Cavalli Sforza y éste antiguo lenguaje africano, me pareció interesantísimo. Creo que me decidiste a conseguir alguno de sus libros.

    ResponderEliminar
  7. Lansky: El nombre de Cavalli-Sforza me lo había encontrado en numerosas lecturas, pero éste es el primer libro suyo que he leído y comparto tu opinión.

    Amaranta: Gracias, no lo sabía. No obstante, ya me ha invitado.

    Harazem: A mí también me sorprendió, cuando lo supe, lo del árabe. Algo similar sucede con los italianos; si hablan sus dialectos, uno del Alto Adige no se entiende en absoluto con un sardo. Pero allí, seguramente por la diferencia de escala, los dialectos se están perdiendo a favor del italiano estándar.

    Vanbrugh: Tienes que seguir ensayando, que ya verás como lo consigues. Cuando domines el khoekhoe podrás pasar a alguna otra de las lenguas koishan con mayor número de chasquidos.

    Números: Tienes razón, aunque no no "absolutamente". Según el RAE el castellano es la lengua española, si bien el término se usa "especialmente" (es decir, no únicamente) para distinguir el idioma de los otros idiomas hablados en España. También, como dices, el castellano es la "variedad" (ni siquiera dialecto) del español hablado en Castilla, pero ésta es otra acepción (posterior). Creo, por tanto, que es lícito referirse a nuestro idioma común como castellano (también como español, por supuesto). En Perú, por ejemplo, dicen que hablan castellano (a veces también español, pero menos). Yo, en todo caso, por diversos motivos, prefiero también referirme a mi idioma como castellano.

    Ulschmidt: Te ha ocurrido como a mí. Por supuesto, Cavalli-Sforza es recomendable.

    ResponderEliminar
  8. Francamente, la RAE y su dichoso diccionario no es la única forma ni a veces la mejor de resolver ciertos contenciosos cargados de prejuicios, como el de “castellano o español”. En mi opinión y tras centenares de veces de asistir a esta polémica creo que lo mejor es considerarlos sinónimos, sabiendo que no hay sinónimos estrictos y que idiota no es lo mismo que bobo según el contexto. “castellano el español que se habla en Castilla”, sí, y como llamaban al español en el renacimiento, y para no agraviar a nadie, el peruano es el español que se habla en Perú, etc. Por otra parte en España se hablan tres idiomas más, que también merecen llamarse españoles, como en Perú se habla quechua y aymará que merecen ser llamados peruanos (y bolivianos, y ecuatorianos) aunque no español y si fuéramos Wittgenstein preguntaríamos ¿por qué? ¿Por qué no puedo llamar español al catalán o al vascuence?. Respuesta, porque sería confuso y sólo debemos llamar español al que se habla en España, sólo Castilla,¿pero no en Extremadura, en Andalucía, en Aragón, pero no en Perú? y bla bla bla, Etcétera.

    ResponderEliminar
  9. Solo un matiz al comentario de Lansky, que suscribo. Yo diría: "Francamente la RAE y su dichoso diccionario no es nunca manera de resolver contencioso alguno, cargado o no de prejuicios, y sí siempre de complicarlos, volverlos abstrusos y abandonarlos en vías muertas." El resto, igualito.

    Creo recordar que había un excelente artículo de Sánchez Ferlosio sobre esta cuestión de castellano o español. Buscaré y refrescaré.

    ResponderEliminar
  10. Creo que en esta discusión está el alma del debate.

    Si no nos ponemos de acuerdo, y eso que hay una autoridad de por medio, en el nombre de una lengua, ¿cómo vamos a hacerlo en algo tan sutil en diferenciar lengua de dialecto?

    No es problema de razón... si no de corazón

    ResponderEliminar
  11. Lansky, y eso lo debe saber muy bien Miroslav, en Perú además de los idiomas que has mencionado existe otro que tiene la particularidad de sólo presentarse por escrito: el de los titulares (y sólo titulares) de la prensa popular: El Chochi, El Chino, El Ajá, El Ojo. Sobre todo sus secciones de policiales. De la familia del lunfardo, pero mucho más gracioso.

    Recuerdo haber leído estos titulares: TRIPLE CHOQUE DEJA TRES FRÍOS Y SIETE TIBIOS. O este otro: CATEDRÁTICO FUMÓN MATA ÑORI que traducido al castellano o español sería: profesor universitario drogadicto mata a chica soltera. U otros que ni siquiera conseguí traducir: CHOBORRA VUELA OJO A CHIBOLO, YUNGAY ABOLLA Y DEJA COMO MAZAMORRA A GELATINERA, SISMO PALTEÓ A CHARACATOS.

    Durante los dos meses que pasé paseando por el Perú me enganché a ellos y no dejé de leerlos ni un solo día. Y cuando volví recuerdo haber pasado algún tiempo entrando en sus páginas webs para endilgarme mi dosis diaria.

    ResponderEliminar
  12. Bueno allá va mi aportación: (Gracias San Google)

    CHOBORRA VUELA OJO A CHIBOLO(rae)
    Borracho le saca un ojo a un niño


    YUNGAY ABOLLA Y DEJA COMO MAZAMORRA(rae) A GELATINERA
    Vigilante ¿pega una paliza? y deja hecha puré a una gelatinera (¿Alguien que vende gelatinas, dulces...?)

    SISMO PALTEÓ (quechua) A CHARACATOS.
    Terremoto molestar/enemistar a Characato

    rae: Definición según el Diccionario de la RAE
    quechua: Préstamo de origen quechua.
    Characatos: es un lugar de Perú.

    Se admiten más opiniones...

    ResponderEliminar
  13. Números: Yo no soy tan radical e iconoclasta como Lansky y Vanbrugh respecto al DRAE; es más, me gusta usarlo como referencia obligada para tratar de que nos pongamos de acuerdo sobre los significados, aunque nunca como dogma. Ahora bien, en este caso, la Academia, como ya te dije, no establece la diferencia entre español y castellano que tú deduces. El castellano es, según el DRAE, la lengua española como también lo es el español. Es decir, ambos términos son sinónimos y valen para nombrar nuestro idioma. Cosa distinta es que, dentro del Estado y según el DRAE, se use especialmente el castellano para distinguirlo de las otras lenguas españolas que en él se hablan. De otra parte, la acepción de castellano como variedad idiomática de Castilla es una acepción de orden inferior. No es legítimo concluir de lo que pone el DRAE que castellano es el idioma de Castilla y el español el de nuestra lengua.

    Harazem: En efecto conocí esos periódicos y llegué a poder leérlos e incluso a hablar esa jerga con cierta soltura (al margen de las palabras locales, un recurso del que abusan es la permutación silábica). Lo que pasa es que se trata de una jerga absolutamente dinámica, tanto que viendo tus titulares veinticinco años después de salir de Perú apenas traduzco algunas palabras.

    ResponderEliminar
  14. La diferenciación entre una lengua y un dialecto es un asunto realmente subjetivo... y político. Ya lo dijo el lingüista yiddish Max Weinreich en los años 40: "una lengua es un dialecto con un ejército y una armada".

    Un beso

    ResponderEliminar
  15. Esa... ¿jerga? peruana me parece maravillosa, a ver si me dan una beca para ir a estudiarla unos meses...

    Y otra cosa, Miros, no tengo nada contra el DRAE, como no la tengo contra el vuelo de los vencejos, pongamos por caso. De hecho, me encantan los diccionarios, todos, pero no los tomo como árbitros infalibles (ni a los vencejos como modelos de la existencia más deseable por mucho que vuuelen maravillosamente)

    ResponderEliminar
  16. Yo tampoco tengo nada en contra del DRAE. Me parece bien que exista y me gustaría poder usarlo como referencia más a menudo de lo que lo hago. Solo me pasa que, usándolo, he constatado demasiadas veces que está mal hecho: definiciones que remiten a lo definido, cadenas de sinónimos que se usan circularmente cada uno como definición de otro, palabras que se definen directamente mal, con significados que no corresponden con su uso real y que ningún hablante culto asumiría, neologismos aceptados apresurada y superficialmente, cuando aún no tienen verdadero arraigo y solo por el prurito de parecer "modernos". No tengo tiempo ahora de buscarlos, pero los ejemplos de todos estos defectos son, desgraciadamente, innumerables.

    Con todo, prefiero un mal DRAE a ninguno y, a falta de otras, a veces sus definiciones son útiles como referencia o punto de partida. A veces. Otras muchas solo sirven, como decía, para complicar más aún la cuestión.

    Personalmente sigo quedándome con el María Moliner, al que considero unas tres o cuatro veces mejor.

    ResponderEliminar