Dos textos sobre Franco
Desde 1936 Franco ha sido objeto de furiosas polémicas fuera de su país. Parece un militar reaccionario, un cómplice fascista de los nazis e italianos, parece un vasallo de los capitalistas "yanquees"; pero al lado de este Franco hay otro visto por la derecha: un San Jorge venciendo al dragón del comunismo. Este trabajo se basa en el libro de Claude Martin, Franco, soldado y estadista. Yo podía hacer una historia contemporánea de España, pero en esa historia el gran protagonista sería Franco. Como el título sobre el que había que hacer el trabajo era "Comentario exaltado a la figura del Caudillo", yo exalto y subrayo varios aspectos dignos de elogio en esta biografía.
El párrafo anterior es el prologo del trabajo que a finales de 1971 presentó un chaval de doce años en la asignatura de FEN de tercero de bachillerato. Son veintiuna páginas manuscritas con dibujos y algunas ilustraciones pegadas de soldaditos de los años treinta. Al chaval le dieron a leer el libro que cita que (lo compruebo en internet) se había publicado con gran éxito en España en 1965, diez años después de su versión original en francés. Obviamente, por aquellos años no se conseguirían en este país las abundantes obras sobre el franquismo que se venían produciendo en Europa, y mucho menos las escritas por los historiadores de tendencia marxistas (escuela predominante en Francia por entonces). Al chaval le dieron a leer ese libro, supongo, como un ejemplo de ecuanimidad puesto que lo había escrito un extranjero, para que, a partir de él, erigiera el ensalzamiento elogioso del biografiado. En eso consistía, en gran medida, la formación del espíritu nacional, en primar la exaltación sobre la información, en abortar el pensamiento crítico apenas embrionario a esas edades y sustituirlo por clichés dogmáticos y maniqueos. (La citada formación del espíritu nacional se completaba, por mi época sólo en días contados, con cánticos corales como el que a continuación reproduzco).
El chaval ese, desde aquellos años finales del franquismo, ha leído muchos libros sobre la España del siglo pasado y sobre Franco, incluyendo varias biografías del caudillo de España por la gracia de Dios. Tantas, o las suficientes, como para ser capaz de recrear en su imaginación escenas de acontecimientos pasados, de darles "realidad" a lo que entonces no eran más que textos demasiado ajenos a su sentir, como si se tratara de cuentos o leyendas. Aunque me cuesta mucho reconocer a aquel chaval, sí me consta que creía sin las menores dudas críticas en lo que entonces escribió; estaban todavía lejos los tiempos de sus desconciertos. Ahora, treinta y cuatro años después de la muerte de aquel señor bajito y con bigotillo (acaba de pasar el 20N sin pena ni gloria, afortunadamente), para los niños de doce años Franco será alguien tan lejano como lo era para mí Felipe II e imagino que, desde el extremo opuesto, su figura se contempla con idéntico adoctrinamiento acrítico.
Era un hombre menudo, atiplado, que se pirraba por los honores; se había casado con una mujer más alta y de mejor rango que el suyo, que se pirraba por las joyas, y de ella había tenido una hija, bastante agraciada, que con el tiempo se pirraría por los títulos; o sea, que entre los tres cubrían todo el mercado de la gloria. Había hecho en el teatro de África una carrera brillante, a lo largo de la cual había demostrado tanto un cierto arrojo como una innata capacidad para la crueldad. Sabía arriesgarse pero no era temerario. No se sumó a los conjurados mientras el invierno republicano les obligó a llevar la existencia larvada de la conspiración, y cuando por fin tomaron vuelo, en pleno verano, condicionó la prestación de sus servicios al pronunciamiento (no sin que mediaran interminables vacilaciones e insólitos acontecimientos que ayudaron a mover su voluntad hacia el lado de la rebelión) a un depósito en un banco extranjero a nombre de su mujer, para garantizar su futuro en el caso de que su traición terminara en el fracaso. Era un hombre receloso, nada sobrado de luces, sobre quien nunca nadie logró depositar su confianza. De tal manera reunía en su persona todos los caracteres del traidor que sólo sabía apreciar la fidelidad hacia él, aun cuando estuviera unida a la más obtusa inteligencia. Ni las creencias, ni la fidelidad a la depuesta Monarquía, ni la defensa de ideales mancillados por la República, ni la amistad (que no tenía) con algunos conjurados, ni el esprit de corps que pudiera unirle a buen número de cabecillas, lo movieron a sumarse a la rebelión. Lo hizo por lucro.
Este otro párrafo proviene de las primeras páginas de la novela Herrumbrosas Lanzas, de Juan Benet, publicada en 1983 y que estoy leyendo estos días. Un texto bastante más jugoso que el del chaval, ¿verdad? Claro que lo escribió un hombre de cincuenta y seis años y el niño aquél, por mucho que haya mejorado sus redacciones, dista mucho de tener las dotes literarias de un Benet. La descripción de la forma de ser de Franco que con pocas pinceladas queda trazada en el párrafo anterior me parece magnífica, aunque no me resulte nueva. Hay un "dato", sin embargo, que desconocía y cuya veracidad dejo en suspenso hasta que la corrobore en otras fuentes. Me refiero a que el general exigiera un ingreso en el extranjero antes de sumarse al golpe de estado. Cuadra con su "legendaria" prudencia (o, si se prefiere, cobardía) y también con las ansias codiciosas de doña Carmen, pero ... ¿Se produjo efectivamente dicho ingreso? ¿Qué cantidad? ¿En qué banco? ¿De dónde vinieron los fondos? Tema a investigar, ¿alguien me aporta pistas? (Compenso el tema musical anterior con una canción del otro bando, también muy popular durante nuestra ya olvidada guerra).
CATEGORÍA: Personas y personajes
Aquel niño de doce años, en efecto, ha mejorado mucho, puedo constatarlo, pero ya apuntaba maneras. (Dios mío, la Formación del Espíritu Nacional! Y ahora hay gente que considera dogmática y adocrtrinadora la asignatura de educación para la ciudadanía...)
ResponderEliminarSabe, para alguien que nacio en el otro lado del Atlantico, le hizo acordar las historias de los padre, madre, abuelos, amigos de los padres etc etc, contando el campo de concentracion post guerra, el estraperlo, el hablar en castellano cuando venia la inspeccion a la escuela (mientras tanto el catalan), cara al sol
ResponderEliminary, como contrapartida, los deseos de volverse a partir de los 70s
gracias
PS. Tengo aun el libro de primaria de mi madre, ufff, faltaba
ayj
Aquel niño de 12 añitos escribía muy bien!
ResponderEliminarTema jugoso lo del ingreso, si averiguas algo, haznoslo saber! Porfiiii
Yo siempre tuve por cierto ese dato, probablemente porque lo he leído y leí hace años mucho sobre el tema. Lo único que tengo ahora a mano es la Autobiografía del General Franco de Manuel Vázquez Montalbán y en un rastreo rápido en la novela he encontrado en la página 253 de la 1ª edición de Planeta (1992) que el autor pone en la pluma de Franco que Juan March le prometió mediante un mensajero un futuro asegurado para él y su familia en Londres en caso de que fracasase la acción subversiva, adjetivo que molestó especialmente al futuro Caudillo, por cuanto él prefería llamarla patriótica. Añade que aceptó sólo por los suyos y nunca por provecho propio.
ResponderEliminarEsta misma tarde he bajado, como suelo, un par de conferencias de la fabulosa colección disponible en la página de la Fundación March para escucharlas en el MP3 mientras hago ejercicio. Y como siempre he vuelto a sentir el malestar, mezcla de aborrecimiento y asco, por tener que usar un bebedero cultural que porta el nombre de uno de los más dañinos individuos que ha producido este país pródigo en ellos. Un verdadero malvado, cuyo nombre debería conservarse sólo en el formol de la ignominia. 600 millones de pesetas fueron las que puso a disposición de los golpistas para que como fin declarado mataran a media España. Sería interesante averiguar cuántos de ellos se destinarían a la poliza del seguro de Franco. Años más tarde ejerció de intermediario entre los generales españoles y gobierno inglés que los sobornó (más de diez millones de dólares) para que España no entrara en la II Guerra Mundial.
¡¡¡21 páginas!!! Y luego hay quien pretende que seas más breve en este blog. Un saludo, Miros.
Pues qué decir... me parece que aquel niño de doce años buscando documentos que algún alma desaprensiva le pidió con una premura antinatural, ha encontrado algunos otros documentos que si son como este, espero que nos los enseñe.
ResponderEliminarUn abrazo
Harazem: Me encantó en su momento el libro que citas de Vázquez Montalbán, aunque no recordaba ese párrafo, que he vuelto a releer gracias tu cita. Sin embargo, se trata de una "autobiografía" novelesca; me gustaría encontrar otra fuente más fidedigna.
ResponderEliminarJesús: Has acertado.