jueves, 20 de mayo de 2010

¿Por qué escribo en primera persona?

Nota previa: Como este post viene inspirado por Lansky, justo es que la banda sonora sea elegida con la intención expresa de que le guste (a ver si acierto) y, siguiendo un consejo de Strika, cambio mi costumbre y la paso del final al principio.


Concierto de Aranjuez (part 1) - Miles Davis (Grabación en vivo en el Carnegie Hall, 1961)

En el post anterior, Lansky me comenta que a veces le sobresalta mi "manía" de escribir en primera persona y, la verdad, es que me ha hecho pensar porque, así a bote pronto, no tengo nada clara la razón por la que, en ciertos relatos, elijo esa forma pronominal. Como paso previo para investigar mis propios motivos, compruebo que Lansky tiene razón. Chequeando sólo los posts de lo que va de año, he asumido como narrador la personalidad de Rudolf Höss, el SS que estuvo a cargo de Auschwitz, del Braghettone, un pintor que ha pasado a la historia por tapar genitales en el Juicio Final de Miguel Ángel, de un cura imaginario del siglo XVI enfrentado al grave problema teológico de si comer huevos rompe la abstinencia, de un anónimo predicador que expresa su propia versión de la herejía bogomila, de la mujer de Lenin preocupada por los manejos de Stalin, del dios Pan desmitificando a la casta Penélope homérica, de una chica algo despendolada que habla de la mala suerte de su novio y de un carnicero maltratador que recibe de su propia medicina. O sea, ocho sobre cuarenta y cuatro que, casi casi, es uno de cada cinco, proporción lo suficientemente relevante como para conceder que no anda muy desencaminado Lansky usando el término manía.

Por cierto, en el sentido que Lansky la emplea, manía vendría a ser sinónimo de hábito obsesivo e incluso patológico o, cuando menos, una inclinación excesiva hacia algo. Interpreto (y asumo a modo de hipótesis previa) que a juicio de Lansky escribo en primera persona más de lo que sería conveniente o, si se prefiere, sobrepaso un límite a partir del cual dicha abundancia pasa a ser considerada excesiva. Por supuesto, interpreto también que Lansky se refiere a los escritos en los que estoy "suplantando" otra personalidad (no, obviamente, en los que hablo yo mismo). La "manía" consistiría pues en abusar de esa suplantación. Si me fijo en cuáles son los personajes cuya voz (y personalidad) he hecho mías, compruebo no sólo que en nada se me parecen, sino que en la gran mayoría de los casos me resultan poco simpáticos, cuando no descaradamente repulsivos. ¿Puede haber en este dato alguna explicación de mi manía?

Explorando lo dicho antes quizá cabría suponer que al ponerme en el papel de esos personajes tan ajenos revelo una tendencia íntima a entenderlos. Vendría a cuento el "hombre soy, nada humano me es ajeno" de Terencio, que me impresionó en mi adolescencia a través del comentario que a esta locución hacía Unamuno. Hasta un tipo tan moralmente repugnante como Höss, por citar mi última "encarnación", estaba hecho con la misma materia que yo, tenía las mismas conexiones neuronales y, para los que en ella crean, guardaba un alma como la mía. Imaginarse, aunque sólo sea durante el rato que tomo prestadas sus voces, que soy cada uno de esos tipos tal vez sea un ejercicio de exploración de mi propio yo. Ejercicio que espero inofensivo; de momento no he sentido la menor tentación de quemar judíos, predicar la abstinencia (sexual y carnívora), maltratar mujeres o cualquier otra de las actividades de mis protagonistas.

Tampoco habría que descartar que la elección de la primera persona obedezca en alguna medida a una vanidosa voluntad efectista. Este posible motivo me lo sugiere el sobresalto que dice Lansky que le producen los relatos en los que recurro a prestar mi voz al personaje. Sin duda, una misma historia, y más si es truculenta, tiene mayor impacto cuando quien la cuenta es el protagonista. Pues sí, puede ser que, sin ser del todo consciente, haya en mi decisión irreflexiva el deseo de sacudir a mis escasos lectores, si bien considerando los pobres resultados (en términos cuantitativos) obligado es concluir que no es una táctica muy eficaz o soy bastante torpe en su empleo.

Pero he de hacer constar que las explicaciones anteriores, así como cualquier otra que yo o quien sea pueda aventurar no pasan de ser una especie de divertimento de introspección carente, desde luego, del más mínimo rigor analítico. Porque lo cierto es que cuando se me ocurre algún relato casi al mismo tiempo me viene impuesta la voz del narrador. Así que no me atrevería a decir si las causas hay que buscarlas en algún rincón remoto de mi carácter o en los caprichos de las modestas musas que me inspiran esas historias.

CATEGORÍA: Irrelevantes peripecias cotidianas

4 comentarios:

  1. No sé... creo que uno escribe como le dicta la voz interna o quien sea nos cuenta la historia. A mí me gustan tus relatos en primera persona. Creo que le da verosimilitud e inmediatez a la historia. Por cierto, me alarmé un poco con el principio de tu último post. Empecé a leer asumiendo que el que hablaba era Miroslav :-)
    Un beso

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  2. Claro que me gusta ese Davis en el concierto de aranjuez, prosigue la senda de los sketchs of spain que colgué en mi blog.

    Creo que la reflexión más pertinente es la que haces en el último párrafo: se te impone la voz que vas a utilizar en el relato.Simplemente.

    En cuanto a que sea fruto de una necesidad de entender al monstruo...francamentete creo que no. Todos llevamos un monstruo (y un ángel) dentro y todos somos iguales en un 99,999999%, pero, uno) lo que nos hace interesantes es ese 0,0000001% distinto, y dos) en la época, décadas pasadas, de las 'manías' explicativas sociologistas alguien 'disculpaba'/explicaba a un asesino por haber nacido en una favela, pero otro le replicaba que en una favela nació también el narrador de la novela que expuso el caso y el cineasta que la llevo a peli. Es decir, una cosa es lo que la vida nos hace y otra cosa es lo que nosotros hacemos con lo que la vida nos hace.

    Resumiendo, podemos hacer aflorar al ángel o al diablo. Desgraciadamente no hay que ir lejos para entenderle, sólo hacia adentro, pero la mayoría no los dejamos aflorar por fortuna. Intentar entender a esos escasos individuos desatados en sus pasiones comunes a las nuestras es inviable, porque en el proceso nos convertíríamos en ellos, creo.

    (Me sobresalta porque, en efecto, eres lo opuesto por fortuna a los personajes a los que prestas tu 'yo')

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  3. Mi impresión es que cuando escribes de esa forma, logras hacer una crítica muy próxima del personaje y su mundo. El resultado final implica, que no podemos tomarnos a la ligera sus puntos de vista, que mientras le escuchamos busquemos las pistas que nos permitan comprenderlo, y que al juzgarlo, lo hagamos con vehemencia, porque lo que tenemos delante es un ser humano. Es decir: me gusta.

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  4. pues no creo que sea importante de en que persona escribes. es tu estilo y por eso es personal, no?¿

    como va la vida???
    bss

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