Ensayo de prólogo para una Memoria urbanística
En 1585, apenas tres meses de haber sido elegido Papa, Sixto V convoca una reunión de prelados y sabios para organizar el traslado y erección del obelisco egipcio traído por Calígula en el año 37. El encargo de llevar a cabo lo que en la época fue considerada una hazaña técnica recayó en Domenico Fontana, un arquitecto de cuarenta y dos años que muy joven se había desplazado de su Ticino natal a la capital de la Iglesia. Fontana era ya desde hacía algún tiempo el hombre de confianza del entonces cardenal Peretti y probablemente confidente de las ambiciosas obras edilicias que pretendía llevar a cabo si alcanzaba la máxima dignidad jerárquica, como así fue. El transporte y erección en el centro de la Plaza de San Pedro de la inmensa pieza de granito rosa (330 toneladas y 25 metros de altura) se realizó entre el 30 de abril y el 10 de septiembre de 1586, y en ella intervinieron 900 hombres y 140 caballos, amén de numerosos artilugios constructivos especialmente diseñados por Fontana para este propósito, destacando un singular castillo de madera. El arquitecto publicó en 1590 una memoria preciosamente ilustrada en la que describe con bastante detalle y florida prosa la empresa que le tocó en suerte protagonizar y que le daría prestigio profesional en toda Europa. Gracias a esta maravilla que es internet y a la gentileza de la Biblioteca Nacional de Portugal que se ha tomado la molestia de digitalizar y hacer pública una parte importante de sus archivos, he podido con placer e interés leer el texto original. Cuando se editó, a Sixto V, el infatigable constructor de la nueva Roma (y despiadado destructor de la antigua), le quedaban pocos días de vida y así lo debía intuir Fontana, pues al final del libro ruega a Dios que lo conserve muchos años. Los encomios al Papa saturan el texto, y así es desde el principio, pues ya el prólogo "a los lectores" deja claro el tono del resto. Helo a continuación.
La Santidad de nuestro señor Sixto quinto, como óptimo y sapientísimo príncipe, aborreció siempre el culto de los falsos dioses, que se dice idolatría. De ahí que, desde el primer año que por la providencia del sumo Motor fue ascendido al Pontificado, se esforzó en reprimir y hasta borrar la memoria de los ídolos, que tanto fueron exaltados por los paganos con las pirámides, los obeliscos, las columnas, los templos y otros famosos edificios. Por el contrario, quiso todavía más enaltecer los misterios y ministros de la Religión Católica y le complugo dar principio a tan pío deseo y ardiente celo con el obelisco del Vaticano, piedra muy maravillosa vulgarmente dicha chapitel, sustrayéndola del oprobio de los ídolos, a los cuales fue antiguamente dedicada, y cancelando así la gloria mundana de los gentiles que habían consagrado los obeliscos y las pirámides y otros memorables trofeos a las supersticiones de sus dioses, purgando ese chapitel y consagrándolo como el más singular y señalado sostén de la Santísima Cruz, de modo que jamás en tiempo alguno hubiese habido otro apoyo igual. Lo hizo además para honrar máximamente el signo de la salud nuestra, el mismo que fue tan aborrecido por aquellos gentiles, como nota de infamia e instrumento de vituperable castigo, el que para mayor confirmación, por la muerte del Salvador, ha devenido triunfal y victoriosa enseña de reyes y emperadores. Mas no solamente nuestro señor la ha exaltado sobre ese chapitel, sino que, aún para mayor gloria y esplendor de este sacro estandarte de los cristianos, ha ordenado disponerlo sobre todas sus notables fábricas, y así otros chapiteles se han alzado en Santa Maria Maggiore, en San Giovanni Laterano, en Santa María del Popolo, sobre la Capilla del Presepio, en la Puerta Quirinale, sobre la fuente Felice, sobre la residencia de su Santidad en Monte Cavallo, sobre el Campidoglio y más sitios, así como en las demás obras que continuamente se seguirán erigiendo. Tan altos y valiosos honores hechos a la santísima Cruz, aparte de otros adornos, que estos obeliscos llevan a las iglesias y lugares en los que se disponen, haciéndolos más famosos, permanecerán en la edad futura como luminoso y eterno testimonio de la piedad y devoción que este nuestro santísimo padre y pastor tiene muy en particular a la santísima Cruz.
De este modo, habiéndome sido encargado por Su Santidad la transportación de este Obelisco, que antes estaba en lugar poco frecuentado, para situarlo en el medio de la Plaza de San Pedro, me he propuesto el ánimo de pasar a escritura cuanto ha acontecido en relación a esta empresa. Sólo pretendo (en cuanto a mis débiles fuerzas concierne) dejar noticia de esta obra, para que resulte en beneficio de quienes precisaren mover piedras tan pesadas y con tanto peligro de fragmentarse. Lo que más me ha impelido es que, hasta el presente, no se encuentra nadie, que yo sepa, que haya escrito ni siquiera para dar mínima luz bastante sobre cómo llevar a cabo tan desagradable empresa abandonada desde hace mil cuatrocientas años. Recogeré pues todo el arte puesta en la transportación y erección de este chapitel, representando con dibujos a los ojos de los lectores, para su mayor claridad y comprensión, todas las acciones importantes seguidas a tales efectos, de modo que (si no me engaño) mirando sin fatiga tal práctica, ya nunca más sepultada en las tinieblas, se podrán valer de la misma, esforzadamente lograda muchas veces y así será en el futuro, para la gloria de Dios y el honor del Papa Sixto V. Me referiré al modo mediante el cual medí y pesé los obeliscos adecuadamente, a fin de no errar en los aparejos ni en las maderas ni en los hierros ni en otros instrumentos necesarios, los que sobraron y los que faltaron. Además trataré de la fábrica del castillo hecho para alzar el chapitel, y de todas sus partes, y de las armaduras, trallas, cuerdas, cabestrantes, así como de sus disposiciones, pesos, cuñas y otras cosas que sirvieron a la empresa, junto con la cubierta hecha en torno a la piedra para defenderla de todo daño que pudiera acaecerle. Describiré la procesión hecha por orden de nuestro Señor para purgar el propio chapitel y para consagrar la Cruz que fue puesta sobre el mismo lugar donde estaba aquella esfera dorada, dentro de la cual se decía que estaban las cenizas de César, si bien yo creo cosa muy distinta por los motivos que aduciré en el sitio oportuno. Y gracias a todo lo que he podido conjeturar, señalaré las maneras que juzgo que debieron usar los antiguos para manipular y mover piedras similares, las cuales, compararlas con las nuestras no será mala cosa para discernir cuáles sean más seguras y razonables. Pues se juzga algo extraordinario y digno de la mayor admiración que nuestro Señor en el breve espacio de cuatro años, desde su asunción al Pontificado, haya finalizado tantas obras famosas y edificios maravillosos y tantos otros estén comenzados, que llegan al número de treinta y cinco los principales .... (aquí se relacionan tales obras) ...
De tal guisa que, por tantas fábricas que se erigen gracias al paterno cuidado y a la singular providencia con la cual este Sumo Pontífice mantiene la ciudad de Roma y todo el Estado eclesiástico abundante de provisiones, libre de asesinos y perturbadores de la quietud pública, podemos con razón afirmar que, si Sixto el cuarto es recordado en santa memoria con el nombre de Rómulo por haber mejorado y acrecentado esta ciudad, así nuestro Señor Sixto Quinto, con tantas empresas de arquitectura, con tanta paz y tranquilidad en el Estado de la Iglesia, con haber reunido tantos tesoros públicos, y con la justicia con que gobierna, merece no sólo el título de Augusto sino, por unánime consenso, ser llamado Padre de la Patria.
De tal guisa que, por tantas fábricas que se erigen gracias al paterno cuidado y a la singular providencia con la cual este Sumo Pontífice mantiene la ciudad de Roma y todo el Estado eclesiástico abundante de provisiones, libre de asesinos y perturbadores de la quietud pública, podemos con razón afirmar que, si Sixto el cuarto es recordado en santa memoria con el nombre de Rómulo por haber mejorado y acrecentado esta ciudad, así nuestro Señor Sixto Quinto, con tantas empresas de arquitectura, con tanta paz y tranquilidad en el Estado de la Iglesia, con haber reunido tantos tesoros públicos, y con la justicia con que gobierna, merece no sólo el título de Augusto sino, por unánime consenso, ser llamado Padre de la Patria.
Como la vanidad sigue siendo casi medio siglo después una de las más arraigadas notas de nuestra naturaleza, creo que deberíamos recuperar, con mínimas actualizaciones, tan descarada adulación en nuestros escritos. Ocupado como estoy en los trabajos de un Plan General de urbanismo, he pensado prologar la Memoria descriptiva de la propuesta de ordenación con algún texto claramente derivado (o plagiado) del anterior, cuyo primer ensayo presento a la consideración de mis lectores.
Desde siempre nuestro alcalde, preclaro y prudente gobernante, aborreció el culto desenfrenado a las falsas y ciegas fuerzas del mercado. De ahí que, incluso desde antes de ser ascendido al más alto sitial del Ayuntamiento, se esforzó en reprimir las desvergonzadas acciones de los especuladores inmobiliarios, manifiestas en tantos edificios de groseras facturas y caóticas disposiciones. Quiso, por el contrario, enaltecer esta ciudad y todo su término, recuperando bajo su sabia guía los rectos procederes del urbanismo sostenible y la arquitectura bien integrada en el entorno. Por ello mucho le complació iniciar tan loable labor revisando el vigente Plan General, en el ánimo de purgarlo de tantos graves defectos y, de tal modo, sustraerlo del oprobio de los especuladores para consagrarlo a los altos intereses del bien público, en grado tal como nunca antes hubiera sido alcanzado. Lo hizo también para confirmar desde el primer día de su mandato que eran acabados los tiempos de improvisaciones y discrecionalidades, convirtiendo el Plan en enseña triunfal de la razón y la solidaridad frente a las viejas prácticas corruptas. Pero no sólo quiso nuestro excelso regidor exaltar el planeamiento en este documento singular, sino que, para mayor gloria y esplendor de la ciudad toda, acomodó a sus principios maestros cada una de las muchas acciones que durante estos años ha acometido en el tejido urbano y territorial del municipio y, no nos quepa ninguna duda, así seguirá haciéndolo durante el tiempo que se alargue su mandato. Tan altos y valiosos honores hechos al planeamiento, además de las subsecuentes actuaciones, hacen más famosa la ciudad e iluminarán el futuro como eternos testimonios de la esclarecida y prudente visión de nuestro rector y, muy en particular, de la alta devoción que guarda al urbanismo.
Habiéndome encargado tan ilustre munícipe la dirección del proceso de componer el nuevo Plan, me he propuesto dejar escrito cuanto ha acontecido en relación a esta empresa. Si con mis débiles fuerzas pretendo dar noticia de esta obra, es sólo para beneficio de quienes hayan de acometer labores análogas, tan arduas y con tanto peligro de no alcanzar feliz culminación. Mucho me ha impelido a redactar los textos que siguen no haber encontrado nadie que, hasta ahora, haya dado luz bastante sobre estas incómodas tareas. Recogeré pues en esta Memoria todo el arte con que se ha elaborado el Plan, acompañando los textos con dibujos que permitirán a los ojos de los lectores comprender con mayor claridad y menores fatigas los esfuerzos realizados. Me referiré a los modos mediante los que se establecieron las distintas clases de suelo del territorio municipal, cómo se definieron los trazados de las vías que han de estructurarlo, con qué criterios se han regulado las condiciones que operarán sobre las distintas obras de urbanización y edificación, así como a las técnicas por las que se fueron asignando pormenorizadamente los varios regímenes de admisibilidad de usos. Describiré también los procesos de participación pública fomentados por orden de nuestro alcalde, a fin de lograr que las principales decisiones del Plan expresaran la voluntad democrática de los residentes. Y, tras la lectura de estas notas, júzguese cuán extraordinario y digno de la mayor admiración es que, en el breve espacio de cuatro años, se haya logrado presentar un documento de tan gruesa enjundia a la consideración de todos los ciudadanos, el cual será fundamento sólido sobre el que mejorar y acrecentar la belleza y calidad de vida del municipio. Una obra como ésta no habría podido ser realizada sino bajo la inteligente férula de un excepcional gobernante. Por ello, si bien ha habido alcaldes destacados en la larga historia de esta ciudad, ha de reconocerse que es el actual quien, no sólo por el Plan que estas frases prologan, sino por tantos otros notables y acertados haceres, merece ser calificado, como ya proclama el unánime consenso público, Padre del municipio.
¿Qué tal?
Il Capolavoro - Roberto Vecchioni (Calabuig Stranamore e altri Incidenti, 1978)
¡Fenomenal!Vaya cesta de Navidad que te va a regalar el buen Alcalde.
ResponderEliminar¿Nos colgarás un plan "antes y después" para que podamos opinar si tanto trabajo habrá valido la pena ?
Un beso
Me pilló de puente la publicación de este estupendo post.
ResponderEliminarCreo que deberías hacerlo, de verdad. Verías así qué proporción extraordinariamente alta de lectores potenciales aceptarían tu prólogo con la mayor naturalidad y no harían ni el menor comentario, gran parte de ellos porque no lo habrían leído y el resto porque, tras leerlo, no lo habrían entendido. Y que otra proporción igualmente alta se lo tomaría en serio, muchos de los cuales lo encontrarían estupendo y no le pondrían un pero; otros quizás encontraran algo exagerado el peloteo y discutirían frases sueltas, aquí o allí. No creo que ni un diez por ciento se diera cuenta, de entrada, de que estabas tomándoles el pelo.
Y desde luego todos ellos harían bien en aprender estilo, porque ni para adular ni para lo contrario creo que haya nadie capaz de escribir en tu magnífico estilo.
(Por cierto: si cambias un "complació" de las primeras líneas por un "complugo", que es la forma más correcta, aunque desusada, quedará más magnífico aún.)
C.C.: Me temo que si colgara la documentación del Plan, amén de colapsar el blog, perdería los pocos lectores que me quedan.
ResponderEliminarVanbrugh: Exageras, me parece o, al menos, eso espero. Desde luego, no me puedo permitir un texto con este estilo en la Memoria del Plan y mucho menos si pienso, tras tu comentario, que un alto porcentaje de potenciales lectores me pudiera tomar en serio.
¿Sabes que el "complugo" ya no aparece en la conjugación del DRAE? Te hago caso, no obstante, en especial en la versión traducida; gracias.
Ya entendí que lo que estabáis haciendo ahora era documentar lo que hay para poder urbanizar luego de manera inteligente y favorable a los ciudadanos ( es posible que yo pertezca al 90 % de los idiotas que no te entienden ), pero el resultado ¿ no se reflejará en el mapa de la ciudad ? aunque tarde muchos años.
ResponderEliminarYa sabes que me encanta esa prosa tan tuya en la que nos llevas de viaje a traves de los siglos. No hace falta que te lo repita una y otra vez, ¿o sí ?
C.C,: No, no perteneces a ningún 90%, para nada. En cuanto a si los resultados de un Plan se reflejan en "el mapa" de la ciudad, esa es la idea, para eso se supone que se hacen los planes. Aunque, la verdad, del dicho al hecho hay mucho trecho, y más en este oficio mío. Qué le vamos a hacer.
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